Es bueno aclarar bien las cosas, para que no nos enreden quienes confunden el capitalismo de mercado competitivo con el capitalismo de los amigotes o amiguismo

¿SON CAPITALISTAS LOS SUBSIDIOS?

Por Angelica Walker-Werth
Fundación para la Educación Económica
Jueves 28 de abril del 2020

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Los subsidios violan el principio del comercio, que es clave para el capitalismo.

Países relativamente más capitalistas están involucrados en un esquema masivo de redistribución de riqueza: los subsidios a corporaciones. En el 2015, la Universidad de Sheffield estimó que el gobierno del Reino Unido le estaba dando anualmente a compañías británicas 93 miles de millones de libras esterlinas ($118 miles de millones) en subsidios corporativos. En el 2020, empresas en la industria agrícola recibieron $46 miles de millones en subsidios (no estaban fácilmente disponibles datos agregados para Estados Unidos). En el 2016 fueron a dar a empresas que producen energía eólica y solar $8 miles de millones. Incontables otros sectores y empresas reciben subsidies similares.

Muchos consideran esto como un ejemplo de explotación capitalista. Pero, ¿es realmente capitalismo que el gobierno se apropie de dinero de contribuyentes que trabajan duro para dárselos a intereses empresariales?

EL PRINCIPIO DEL COMERCIO

Los sistemas capitalistas operan bajo el principio del comercio, un precepto moral, articulado por la filósofa Ayn Rand, que explica que intercambiar valor a cambio de valor es el camino justo, racional, para que la gente interactúe. Rand aplica este principio tanto a valores materiales como espirituales.

Considere un parque de temático de diversiones. El visitante paga voluntariamente un boleto de admisión a propietarios del parque temático, a cambio de tener acceso al parque que estos han construido, asegurado, provisto de personal, y mantenido. Las atracciones del parque las construyeron trabajadores, como ingenieros y trabajadores de construcción de los juegos, quienes ofrecieron sus servicios (diseñar y construir los juegos y sus estructuras adyacentes) a cambio de salarios. El parque es mantenido por todo un grupo de personas, desde encargados del cuido de los jardines a empleados de servicio al cliente, hasta aseadores, todos los cuales perciben salarios por los valores (un parque limpio, bonito, ventas, respuestas a preguntas de clientes) que ellos le ofrecen al parque. Todas estas relaciones operan bajo el principio del comercio.

Y todas estas relaciones son justas. Como lo explica Rand, la justicia requiere nunca dar o buscar lo no ganado. Los visitantes deben primero ganarse el costo del boleto que ellos intercambian a cambio de la admisión, y el personal debe brindar trabajo físico o trabajo intelectual para ganarse sus salarios. Todos deben ganar valor para poder ofrecerlo en un intercambio. En contraste, si alguien en el parque de inversiones recibe salarios a pesar de no hacer su trabajo, está recibiendo valor por no hacer nada ̶ ha recibido lo no ganado, así que sus ingresos serían injustos.

Finalmente, el principio del comercio no nos permite el uso de la fuerza. Como explicó Rand, quienes comercian se benefician entre sí por medio de “intercambios libres, voluntarios, no a la fuerza, no obligados.” Los intercambios requieren consentimiento mutuo y beneficio mutuo. Y el único sistema económico enteramente capaz de operar bajo el principio del comercio es el capitalismo.

EL CAPITALISMO Y EL PRINCIPIO DEL COMERCIO

El economista Murray Rothbard explicó que “El capitalismo de libre mercado es una red de intercambios libres y voluntarios en que productores trabajan, producen, e intercambian sus productos por los productos de otros, por medio de precios a los que se arribó voluntariamente.” En países capitalistas, la gente maximiza el valor de su trabajo comerciando sus productos con terceros ̶ por elección. El dueño del parque de diversiones ofrece la entrada a cierto precio; si las personas no están dispuestas o en capacidad de pagar por ella, simplemente no asisten. Nadie les obliga a pagar el boleto de entrada, y ellas no obligan al dueño a ofrecerla por menos. La situación es algo más complicada para bienes básicos, como comida y vivienda, pero, hasta en estos casos, las personas pueden ir a otra parte si los precios de un oferente son demasiado altos (o, en el caso de alimentos, producirlos uno mismo).

Aún más, bajo el capitalismo, las personas usualmente se recompensan en proporción al valor que ellas ofrecen (si son subvaloradas, pueden ir a otra parte o empezar sus propios negocios), creando un incentivo para que las personas produzcan mayor valor. Imagínese un empleado de nuestro parque de diversiones hipotético, que se contrató como operador de juegos y aprendió a manejar todos los juegos en su sección. Pero, después de un tiempo, empieza a aprender no sólo a operar todos los juegos, sino, también, a arreglarlos si se descomponen. En su momento, puede negociar una promoción y un aumento, o ir a trabajar para un competidor quien le pagará más.

Bajo el principio del comercio, la gente que produce mayor valor recibe más valor al intercambiar. Esos incentivos han permitido y estimulado que la gente aumente la producción e innove, lo que ha conducido a estándares crecientes de vida en países con economías básicamente capitalistas y una caída de las tasas de pobreza. También, esos incentivos se basan en el principio del comercio: quienes hacen, distribuyen, y mejoran las cosas que la gente quiere y necesita, obtiene sus recompensas justas.

LOS SUBSIDIOS VIOLAN EL PRINCIPIO DEL COMERCIO

Sin embargo, los subsidios, mediante los cuales un gobierno redistribuye fondos de contribuyentes a un tercero (usualmente una empresa), están en contraste marcado con el principio del comercio. Tal redistribución involucra fuerza y se presenta un intercambio de ningún valor por un valor. Suponga que nuestro parque de diversiones cabildea con éxito para obtener un subsidio financiado con impuestos. Entonces, el gobierno tomaría dinero de contribuyentes sin su consentimiento y usaría la amenaza de fuerza (“pague sus impuestos o le enviamos a la cárcel”) para obligar a los ciudadanos a darles dinero a los dueños del parque. Rand llamó saqueo a ese comportamiento ̶ quitarles valor a otros por la fuerza. El parque de diversiones, en este ejemplo, está recibiendo (después de cabildear con el gobierno) valor a cambio de nada; Rand describió ese comportamiento como “aprovechamiento.”

A menudo, los subsidios se disfrazan para lograr el favor público hacia políticos que los otorgan; por ejemplo, en el 2021, el gobierno de Estados Unidos emitió $315 millones en subsidios a aerolíneas que ofrecían vuelos a áreas rurales ligeramente pobladas. Las aerolíneas otorgan algún beneficio (servicio en áreas rurales), pero es un intercambio obligado, y el valor que ellas proveen no es igual al valor que ellas reciben.

Las empresas que cabildean por subsidios -y políticos que los otorgan- no están actuando bajo el principio del comercio, y, por tanto, no son compatibles con el capitalismo. Los subsidios ejemplifican el amiguismo, en que el gobierno recompensa a compañías según su proximidad al poder, no por el valor que la empresa origina. El amiguismo -una economía de “atracción”- casi que inevitablemente conduce al estancamiento. Los buscadores de subsidios (los aprovechados) se benefician en el corto plazo a expensas de todos los demás. Los subsidios no sólo son injustos, sino que, también, subvierten la estructura de incentivos que ha conducido al progreso y prosperidad alrededor del mundo.

Las corporaciones que cabildean por subsidios (y, a menudo, políticos que los otorgan) ponen su propia ganancia en el corto plazo por encima de la justicia y el sentido económico. Los subsidios son moralmente corruptos y anticapitalistas, y, por ende, no son buenos para el consumidor o la actividad económica, en general. El capitalismo se basa en el principio del comercio, que para su funcionamiento es esencial. La gente crea la mayor prosperidad y florecimiento por medio de intercambios justos, voluntarios, mutuamente beneficiosos. Cualquier desviación de ese principio resulta en potencial perdido, riqueza desperdiciada, y, a menudo, violaciones a derechos.

Los subsidios, como cualquier otra forma de redistribución gubernamental, socava el principio del comercio y son anticapitalistas e injustos.

Angelica Walker-Werth es compañera Ayn Rand en el Proyecto Hazlitt de la Fundación para la Educación Económica y es gradada reciente de la Universidad Clemson. Es editora asistente y escritora en The Objective Standard y compañera y asociada de invstigación en el Instituto Objetive Standard. Sus aficiones incluyen jardinería y viajar.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.