CÓMO EL SOCIALISMO DESALIENTA EL TRABAJO Y CREA POBREZA

Por Angelica Walker-Werth
Fundación para la Educación Económica
Miércoles 30 de marzo, del 2022

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El socialismo disminuye el incentivo para que la gente trabaje y mejore sus circunstancias, al privarlos de los frutos de su esfuerzo.

Defender el “socialismo,” que para el Partido Socialista de Estados Unidos se define como “un orden económico y social en donde trabajadores y consumidores controlan la producción,” en años recientes ha hecho un regreso a la política estadounidense. Figuras públicas, como el senador de Vermont, Bernie Sanders, cantan sus alabanzas. Pero, la verdad es que el socialismo mina profundamente las posibilidades de la gente (y la motivación) para mejorar sus propias condiciones de vida. La miseria, que el socialismo ha causado a millones de personas, refuta sus promesas ̶ horrendamente.

El socialismo, alegan sus impulsores, traerá prosperidad y mejores condiciones de vida para todos, una afirmación también hecha del comunismo, en que el gobierno controla los medios de producción y distribución de los resultados. El filósofo británico Bertrand Russell escribió que el socialismo está “calculado para aumentar la felicidad, no sólo de los proletarios, sino de todos, excepto una pequeña minoría de la raza humana.” Como lo han hecho sus impulsores a través de la historia, el ahora difunto Partido Socialista del Trabajo de Estados Unidos, describió al socialismo como utópico, al escribir: “Bajo el socialismo nuestras tierras rendirían una abundancia sin gran esfuerzo; las fábricas, minas y molinos serían los más seguros, los más modernos, los más eficientes y productivos posibles, más allá de nuestros sueños más salvajes ̶ y sin un trabajo laborioso.” El sitio en la red no especifica cómo ocurriría tal magia.

El sitio en la red insiste más en que el socialsimo mejoraría prácticamente todo aspecto de la vida, al afirmar: “Nuestros recursos naturales se conservarían inteligentemente. Nuestras escuelas tendrían las mejores instalaciones y estarían dedicadas a desarrollar seres humanos completos, no [sic] esclavos asalariados, que son entrenados para emplearse en beneficio de alguien más. Nuestros hospitales y servicios sociales crearían y mantendrían las mejores instalaciones de salud y recreación.”

Pero, las políticas socialistas, cuando se convierten en leyes, tienen efectos catastróficos sobre las vidas de gente que vive bajo ellas. Para poner en práctica esas políticas, los gobiernos deben tomar control de la propiedad de la gente -ya sea mediante la plena nacionalización de empresas, ordenando qué y cómo una compañía debe producir, o apoderándose y distribuyendo sus productos- así, violando el derecho de las personas al producto de su propio esfuerzo. Las víctimas incluyen empresarios que han construido o comprado empresas, propietarios que mantienen y administran propiedades, y cualquiera que gane un salario, desde trabajadores de la construcción a artistas.

Al violar estos derechos, el socialismo disminuye el incentivo de la gente de trabajar para mejorar sus circunstancias, al controlar o despojarlos de los resultados de sus esfuerzos. No importa qué tan duro trabaje, lo que sea que logre, cualquier valor que genere ̶ ello no se reflejará en sus ingresos.

La novelista Ayn Rand dramatizó los efectos de tal doctrina en su obra magna, Atlas Shrugged [La rebelión de Atlas]. En la novela, una fábrica de un pueblo pequeño decretó como política el eslogan de Marx: “De cada cual, según su habilidad; a cada cual, según su necesidad,” de forma que la paga de cada persona dependía de lo que administradores consideraban era su nivel de necesidad, comparado con el de sus colegas.” Ellos hicieron esto basados en hechos como el número de hijos mantenidos por los empleados, la enfermedad de miembros de familias, etcétera. La gente empezó a gastar más tiempo compartiendo sus problemas con la administración que laborando, y muchos de los mejores empleados del todo dejaron la empresa. En el curso de cuatro años, la empresa cerró. Un carácter explicó la desesperanza que la política creó: “¿Para qué fin se suponía que desearíamos trabajar? ¿Por amor a nuestros hermanos? ¿Qué hermanos? ¿Para aprovechados, sinvergüenzas, holgazanes que veíamos a nuestro alrededor? Si eran unos charlatanes o incompetentes, ya fuera que no querían trabajar o estaban incapacitados, ¿qué nos importaba? Si quedábamos atados de por vida al nivel de su capacidad, fingida o real, ¿cuánto tiempo nos importaría continuar?”

Él explicó que en una época la empresa había estado progresando, en que la gente estaba orgullosa de trabajar, pero, ahora, tiempos difíciles eran el estatus quo: “Todo cuanto sabíamos era que estábamos convertidos en bestias de carga, contendiendo ciegamente, en un lugar medio hospital, medio almacén, sin marchar hacia ningún objetivo, aparte de la incompetencia, el desastre y las enfermedades. Éramos bestias colocadas allí como instrumentos de quien quisiera dictaminar las necesidades de otro.”

La historia, aunque ficticia, apunta a un hecho importante acerca de la naturaleza humana: Si las personas no pueden cambiar su situación, ellas no intentarán hacerlo. Sabiendo de antemano el resultado, no tendrán motivación para hacer esfuerzos hercúleos por recompensas minúsculas o inexistentes, Como lo puso el economista Ludwig von Mises:

“Pero ni el malestar ni el representarse un estado de cosas más atractivo bastan por sí solos para impeler al hombre a actuar. Debe concurrir un tercer requisito: advertir mentalmente la existencia de cierta conducta deliberada capaz de suprimir o, al menos, de reducir la incomodidad sentida. Sin la concurrencia de esa circunstancia, ninguna actuación es posible; el interesado ha de conformarse con lo inevitable. No tiene más remedio que someterse a su destino.” [Énfasis agregado]

Las políticas socialistas restringen severamente la habilidad de los individuos para mejorar sus condiciones, así que sufre la productividad y se desploman las condiciones de vida. Ejemplos históricos de socialismo, tal como la actual Venezuela y Corea del Norte, muestran la miseria de esos resultados.

En la Rusia soviética, el gobierno intentó distribuir por igual los resultados de sesenta años de crecimiento constante, apropiándose de fortunas personales y dictando los salarios. Pero, el poder de compra de la persona promedio se redujo agudamente, y que una persona pudiera en realidad gastar sus salarios dependía enormemente de conocer a la gente correcta. Lo explica el economista Mark Harrison: “La distribución de bienes y servicios de consumo estaba caracterizada por la escasez y el privilegio. Cada adulto soviético podía contar con un ingreso, pero, el ingreso no decidía el acceso a los bienes y servicios ̶ eso dependía del estatus político y social.”

Las personas que vivían bajo el régimen soviético y que viven ahora en la Rusia moderna, aprecian que ahora tienen más oportunidades de mejorar sus vidas que las que solían tener. Allá en el 2007, entrevistadores les preguntaron a los rusos acerca de sus memorias y opiniones de la vida bajo el régimen soviético; muchos recordaron que la URSS ofrecía “menos posibilidades.” Uno que respondió explicó, “Ahora hay tantas oportunidades. Ahora puedo ganar dinero suficiente hasta para comprar un apartamento. En verdad, es muy, muy, difícil, pero posible.” Otro participante elaboró, “Ahora puedo ganar dinero y hay muchas formas de hacerlo. …En la Unión Soviética, ingenieros y otros empleados técnicos de rango medio y alto no tenían [un] derecho a un segundo empleo. La gente tenía el tiempo y energía y quienes quería proveer más para sus hogares no podía hacerlo.”

En otras palabras, la gente estaba dispuesta a trabajar extremamente duro para mejorar sus condiciones ̶ pero, a ellos no se les permitía.

En Venezuela, el socialismo ha llevado al suelo a una nación previamente próspera. Los profesores universitarios se la juegan con empleos múltiples para tener comida en la mesa. Otros tratan de huir de una situación desesperada; más de seis millones han salido en años recientes, y en el 2017 la tasa de suicidio más que duplicó el promedio global. Los venezolanos están dispuestos a trabajar para mejorar sus circunstancias ̶ pero consistentemente la opresión y destrucción económica del régimen socialista frustra sus esfuerzos.

Corea del Norte fue concebida como nación comunista después de la Segunda Guerra Mundial, pero, formalmente cambió hacia una forma de socialismo “autosuficiente” después de la Guerra de Corea. El liderazgo del Partido de los Trabajadores de Corea ha traído una miseria extendida en forma de horrendas violaciones de derechos, incluyendo tortura, censura severa, trabajo forzado, y detención arbitraria. También, sus políticas han conducido a que casi la mitad del país sufra de un acceso irregular a comida y agua ̶ en fuerte contraste con su vecino mucho más capitalista, Corea del Sur, que ha florecido en décadas recientes.

Impulsores del socialismo protestan diciendo que ejemplos históricos de socialismo no eran el “socialismo verdadero” o “el tipo correcto de socialismo.” Pero, es el socialismo -gente dándole al gobierno control de producir las cosas- que subvierte la habilidad y disposición de la gente para producir y proveer por sí misma en todos estos ejemplos.

En contraste, con mercados libres, la gente es libre de poseer su propiedad privada propia y manejar empresas sin que el gobierno dicte la producción o distribución. La gente es recompensada por su trabajo duro y habilidad. Al innovar, mostrar excelencia en el trabajo, y crear más y mejores productos o servicios, puede hacer más dinero, que lo puede usar para pagar mejores sitios para vivir, educación, electrónica, viajar, u otros bienes y servicios que mejoran la vida, producidos por terceros. Por tanto, en países primordialmente libres y capitalistas, como Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda, y Hong Kong, la gente ha disfrutado de un crecimiento económico masivo, que se ha correspondido con un aumento importante en las condiciones de vida promedio.

Cuando los seres humanos luchan, crean, e innovan, pero, en sus esfuerzos no mejoran sus circunstancias propias, se agotan y se dan por vencidos. Marx, Russell, Sanders, y otros proponentes del socialismo y el comunismo alegan que sus sistemas preferidos son “´para el pueblo” ̶ pero, la verdad es que ellos trabajan en contra de la naturaleza y necesidades de los seres humanos.

Angelica Walker-Werth es compañera Ayn Rand en el Proyecto Hazlitt de la Fundación para la Educación Económica y es gradada reciente de la Universidad Clemson. Es editora asistente y escritora en The Objective Standard y compañera y asociada de invstigación en el Instituto Objetive Standard. Sus aficiones incluyen jardinería y viajar.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.