Uno puede diferir de diversos aspectos de este comentario del señor Fukuyama, pero, sin duda, exige, como dice él, “revivir el espíritu de 1989” (caída de la URSS) y el ensayo es muestra de la riqueza de la diversidad de opiniones dentro del pensamiento liberal.

LA GUERRA DE PUTIN AL ORDEN LIBERAL

Por Francis Fukuyama
Financial Times
3 de marzo del 2022

Los valores democráticos ya estaban bajo amenaza alrededor del mundo antes de la invasión rusa de Ucrania. Ahora necesitamos reavivar el espíritu de 1989.

La horrífica invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero ha sido punto de inflexión crítico en la historia mundial. Muchos han dicho que definitivamente marca el final de la era fría de postguerra, un retroceso de la “Europa total y libre” que pensamos emergió después de 1991, o, de hecho, el fin de El Final de la Historia.

Ivan Krastev, un observador astuto de los acontecimientos al este de Río Elba, dijo recientemente en el New York Times que “Ahora todos nosotros estamos viviendo en el mundo de Vladimir Putin,” un mundo en que la fuerza bruta pisotea la regla de la ley y los derechos democráticos.

No hay duda que el asalto ruso tiene implicaciones que llegan más allá de las fronteras de Ucrania. Putin dejó claro que quiere reensamblar tanto como sea posible de la antigua Unión Soviética, incorporando a Ucrania dentro de Rusia y creando una esfera de influencia que se extienda a lo largo de todos los estados europeos del este que se unieron a la OTAN a partir de los años noventa.

Aunque todavía es demasiado pronto para saber cómo evolucionará esta guerra, ya está claro que Putin no está en capacidad de lograr sus objetivos máximos. Él esperaba una victoria rápida y fácil, y que los ucranianos lo tratarían como un liberador. En vez de eso, ha agitado un nido furioso de avispas, con ucranianos de todas las tendencias mostrando un grado sin precedente de tenacidad y unidad nacional. Incluso si Putin se apropia de Kiev y derroca al presidente Volodymir Zelensky, en el largo plazo no puede someter a una nación furiosa de más de 40 millones con una fuerza militar. Y estará encarando a un mundo democrático y una alianza de la OTAN unificada y movilizada como nunca antes, que ha puesto sanciones costosas a la economía rusa.

Al mismo tiempo, la crisis actual ha demostrado que no podemos dar por un hecho el orden mundial liberal existente. Es algo por el que hemos de luchar constantemente, y que desaparecerá en el momento en que bajemos nuestra guardia.

Los problemas que hoy enfrentan las sociedades liberales no empezaron y no terminan con Putin, y enfrentaremos desafíos muy serios aún si él se estanca en Ucrania. Por algún tiempo, el liberalismo ha estado bajo ataque, tanto desde la derecha como de la izquierda. Freedom House, en su análisis del 2022 de “Libertad en el Mundo,” hace ver que la libertad global en el agregado ha caído durante 16 años seguidos. Ha declinado no sólo por el surgimiento de poderes totalitarios, como Rusia y China, sino, también, debido al giro hacia el populismo, antiliberalismo y nacionalismo dentro de democracias liberales de larga data, como Estados Unidos e India.

El gráfico “Democracia en declinación” puede verse en francis fukuyama financial times, liberal orden, March 3, 2022.

¿QUÉ ES EL LIBERALISMO?

El liberalismo es una doctrina, enunciada primeramente en el siglo XVII, que busca controlar la violencia al bajar las miras de la política. Reconoce que la gente no estará de acuerdo en cosas importantes -como cuál religión seguir- pero que ella necesita tolerar a sus conciudadanas con ideas diferentes a las de uno.

Lo logra respetando los derechos iguales y dignidad de los individuos, por medio de la regla de la ley y el gobierno constitucional que pone frenos y contrapesos a los poderes de los estados modernos. Entre esos derechos están los derechos de poseer propiedad y llevar a cabo transacciones libremente, razón por la que el liberalismo clásico era fuertemente asociado con altos niveles de crecimiento económico y prosperidad en el mundo moderno. Además, el liberalismo clásico era típicamente asociado con la ciencia natural moderna, y la idea de que la ciencia podía ayudarnos a entender y manipular el mundo externo para nuestro beneficio.

Muchas de estas bases ahora están bajo ataque. Conservadores populistas recienten intensamente la cultura abierta y diversa que florece en sociedades liberales, y anhelan una época en que todo mundo profesaba la misma religión y compartía la misma etnicidad, La India liberal de Ghandi y Nehru está siendo convertida en un intolerante estado hindú bajo Narendra Modi, el primer ministro de India; mientras tanto, en Estados Unidos el nacionalismo blanco es abiertamente celebrado dentro de partes del partido republicano. Los populistas se exasperan con las restricciones impuestas por la ley y constituciones: Donald Trump se rehusó a aceptar el veredicto de la elección del 2020, y una masa violenta trató de anularla atacando el Capitolio de Estados Unidos. Los republicanos, en vez de condenar esta apropiación del poder, en mucho se han alienado detrás de la gran mentira de Trump.

Los valores liberales de tolerancia y libre expresión también han sido desafiados desde la izquierda. Muchos progresistas sienten que la política liberal, con su debate y edificación de consenso, es demasiado lenta y ha fallado dolorosamente en enfrentar las desigualdades económicas y raciales que han emergido como resultado de la globalización. Muchos progresistas se han mostrado dispuestos a limitar la libertad de expresión y el debido proceso en nombre de la justicia social.

Tanto la derecha como la izquierda antiliberal se unen en su desconfianza hacia la ciencia y la experticia. En la izquierda, una línea de pensamiento se extiende desde el estructuralismo del siglo XX a través del postmodernismo y la teoría crítica contemporánea, que cuestiona la autoridad de la ciencia. El pensador francés Michel Foucault afirmó que élites sombrías usaban el lenguaje de la ciencia para enmascarar el dominio de grupos marginalizados, como personas gais, enfermos mentales o encarcelados. Esta misma desconfianza en la objetividad de la ciencia ahora se ha desplazado hacia la derecha extrema, en donde la identidad conservadora flirtea crecientemente alrededor del escepticismo más general hacia vacunas, autoridades y expertos de salud pública.

Entre tanto, la tecnología estaba ayudando a subvertir la autoridad de la ciencia. Al inicio, la internet se celebró por su habilidad para sortear los guardianes de puertas jerárquicas, como gobiernos, editores y medios tradicionales. Pero, este nuevo mundo tuvo un gran inconveniente, cuando actores malévolos desde Rusia hasta conspiradores de QAnon, usaron esta nueva libertad para diseminar desinformación y un discurso de odio. Estas tendencias fueron instigadas por el interés propio de las grandes plataformas de internet, que crecieron no por una información confiable, sino por su viralidad.

CÓMO EL LIBERALISMO EVOLUCIONÓ HACIA ALGO ANTILIBERAL

¿Cómo fue que llegamos a este punto? En el medio siglo que siguió a la segunda guerra mundial, había un consenso amplio y creciente alrededor tanto del liberalismo como del orden mundial liberal. El crecimiento económico despegó y la pobreza declinó cuando los países se comprometieron por sí mismos a una economía global abierta. Esto incluía a China, cuyo resurgimiento moderno fue hecho posible por su disposición a jugar bajo las reglas liberales, tanto a lo interno como en lo externo.

Pero, el liberalismo clásico fue reinterpretado a lo largo de los años, y evolucionó hacia tendencias que, al fin de cuentas, demostraron ser autodestructivas. Desde la derecha, el liberalismo económico de los años de la postguerra se transformó durante los años ochenta y noventa en lo que algunas veces es referido como “neoliberalismo.” Los liberales entienden la importancia de los mercados libres ̶ pero, bajo la influencia de economistas como Milton Friedman y la “Escuela de Chicago,” el mercado fue venerado y el estado crecientemente demonizado como el enemigo del crecimiento económico y libertad individual. Las democracias avanzadas bajo el hechizo de las ideas neoliberales empezaron a recortar los estados de bienestar y la regulación, y aconsejaron a países en desarrollo hacer lo mismo bajo el “Consenso de Washington.” Los recortes al gasto social y a sectores estatales removieron los amortiguadores que protegían a individuos de las volatilidades de los mercados, conduciendo a fuertes aumentos en la desigualad en las últimas dos generaciones.

Si bien algo de esta reducción se justificaba, fue llevada a extremos y condujo, por ejemplo, a la desregulación de los mercados financieros en Estados Unidos en los ochentas y noventas, que los desestabilizaron y trajeron crisis financieras como el derretimiento de las hipotecas subprime en el 2008. La reverencia por la eficiencia condujo a la externalización de los empleos y la destrucción de comunidades de clase trabajadora en países ricos, lo que sentó las bases para el surgimiento del populismo en la década del 2010.

La derecha atesoraba la libertad económica y la impulsó a extremos insostenibles. La izquierda, en contraste, se enfocó en la elección individual y la autonomía, incluso cuando esto vino a expensas de las normas sociales y comunidad humana. Esta visión minó la autoridad en muchas culturas tradicionales e instituciones religiosas. Al mismo tiempo, los teóricos críticos empezaron a argüir que el liberalismo, en sí, era una ideología que enmascaraba el interés propio de sus proponentes, ya fueran estos últimos hombres, europeos, gente blanca o heterosexuales.

Tanto en la derecha como la izquierda, las ideas liberales básicas fueron llevadas a extremos que luego erosionaron el valor percibido del propio liberalismo. La libertad económica evolucionó hacia una ideología anti estatista, y la autonomía personal evolucionó hacia una visión mundo progresista del “despertar” [“woke”], que celebraba la diversidad por encima de una cultura compartida. Estos cambios, luego, produjeron su propia reacción, en que la izquierda culpó de la desigualdad creciente al capitalismo, y la derecha vio al liberalismo como un ataque a todos los valores tradicionales.

EL CONTEXTO GLOBAL

El liberalismo es valorado al máximo cuando la gente experimenta la vida en un mundo antiliberal. La doctrina como tal surgió en Europa después de 150 años de incesantes guerras religiosas que siguieron a la Reforma Protestante. Renació posterior a las guerras nacionalistas destructivas de Europa de principios del siglo XX. Se institucionalizó un orden liberal en la forma de la Unión Europea, y en el orden global más amplio de comercio e inversión libres creado por el poder de Estados Unidos. Recibió un gran impulso entre 1989 y 1991 cuando colapsó el comunismo y las personas que vivián bajo él fueron libres para dar forma a sus propios futuros.

No obstante, ahora ha pasado más de una generación desde la caída del Muro de Berlín, y muchos han dado por un hecho las virtudes de vivir en un mundo libre. La memoria de guerras destructivas y de dictadura totalitaria se ha desvanecido, en especial en gente más joven de Europa y Norteamérica. En este nuevo mundo, la Unión Europea, que tuvo éxito espectacular en prevenir la guerra en Europa, era ahora vista por muchos en la derecha como tiránica, mientras que conservadores arguyeron que las órdenes de usar mascarillas y ser vacunados contra el Covid-19 eran comparables con el tratamiento de los judíos por Hitler. Esto es algo que sólo podía suceder en una sociedad segura y complaciente, que no tenía experiencia en una dictadura verdadera.

Aún más, el liberalismo puede parecer como poco inspirador para mucha gente. Una doctrina que deliberadamente reduce las miras de la política y ordena la tolerancia de puntos de vista diversos, a menudo falla en satisfacer a quienes quieren una comunidad fuerte basada en ideas religiosas compartidas, etnicidad en común o tradiciones culturales espesas. En este vacío, han dado un paso regímenes autoritarios antiliberales. Aquellos de Rusia, China, Siria, Venezuela, Irán y Nicaragua tienen poco en común aparte del hecho que a ellos les disgusta la democracia liberal y quieren mantener su propio poder autoritario. Ellos han creado una red de apoyo mutuo que ha permitido, por ejemplo, que sobreviva el despreciable régimen de Nicolás Maduro en Caracas, a pesar de haber lanzado al exilio a más de una quinta parte de la población de Venezuela.

El gráfico “El autoritarismo está creciendo” puede verse en francis fukuyama financial times, liberal orden, March 3, 2022.

En el centro de esta red está la Rusia de Putin, que ha suplido armas, asesores, militares y apoyo de inteligencia a virtualmente todo régimen que se oponga a Estados Unidos o la Unión Europea, sin importar qué tan terrible sea para su propio pueblo. Esta red se extiende al corazón de las propias democracias liberales. Populistas del ala derecha expresan admiración por Putin, empezando por el anterior presidente de Estados Unidos Trump, quien llamó “genio” y “muy inteligente” a Putin después de su invasión a Ucrania. Populistas, incluyendo a Marine Le Pen y Eric Zemmour en Francia, Mateo Salvini de Italia, Jair Bolsonaro de Brasil, líderes del AfD [Alternativa para Alemania] y Viktor Urban de Hungría, todos, han mostrado simpatía hacia Putin, un líder “fuerte” que actúa decididamente en defensa de los valores tradicionales sin considerar pequeñeces como leyes y constituciones, El mundo liberal ha logrado enormes aumentos en la igualdad de género y tolerancia hacia gente gai y lesbiana durante las últimas dos generaciones, lo que ha provocado algo en la derecha para que adore la fuerza y agresión masculina como virtudes en sí.

EL ESPÍRITU DE 1989 NO ESTÁ MUERTO

Esta es la razón de por qué la guerra actual en Ucrania es importante para todos. La agresión rusa no provocada y el bombardeo de las ciudades pacíficas de Kyiv y Kharkiv le han recordado a la gente, en su manera más vívida posible, lo que son las consecuencias de la dictadura antiliberal.

Ahora, la dictadura de la Rusia de Putin es vista claramente no como un estado con quejas legítimas acerca de la expansión de la OTAN, sino como un país resentido, revanchista, que intenta revertir todo el orden europeo post 1991. O, más bien, es un país con un único líder obsesionado con lo que cree es una injusticia histórica que él tratará de corregir, sin importar el costo para su propio pueblo.

El heroísmo de los ucranianos movilizados alrededor de su país y luchando desesperadamente contra un enemigo mucho más grande, ha inspirado a la gente alrededor del mundo. El presidente Zelensky ha llegado a convertirse en un líder modelo, con coraje no solo en medio del fuego metafórico sino real, y fuente de unidad en una nación previamente fracturada. La posición solitaria de Ucrania, ha provocado, a su vez, un notable surgimiento del apoyo internacional. Ciudades alrededor del mundo se han ataviado en banderas azul y oro de Ucrania, y prometido apoyo material.

En contra de los planes de Putin, la OTAN ha emergido más fuerte que nunca antes, con Finlandia y Suecia ahora pensando en unirse. El cambio más notorio se ha dado en Alemania, que previamente había sido el mejor amigo de Rusia en Europa. Al anunciar Alemania que duplicará su presupuesto de defensa y la disposición de suplir armas a Ucrania, el canciller Olaf Scholz ha revertido décadas de política exterior de Alemania y lanzado a su país de todo corazón en la lucha contra el imperialismo de Putin.

Aunque es difícil ver cómo Putin logra sus objetivos más amplios de una Rusia más grande, aún estamos encarando un camino largo y desesperanzador hacia adelante. Todavía Putin tiene pendiente usar toda la fuerza militar que Rusia ha puesto a su disposición. Los defensores de Ucrania están exhaustos y quedándose sin alimentos y municiones. Habrá una carrera entre Rusia volviendo a suministrar sus propias fuerzas y la OTAN buscando elevar la resistencia ucraniana.
Al duplicar Rusia sus esfuerzos, las ciudades ucranianas están sufriendo bombardeos indiscriminados, y trágicamente llegando a recordar sitios como Grozny en Chechenia, que sufrió un bombardeo similar ruso en los años noventa.
También, está el peligro de que la lucha escale hacia encuentros directos entre la OTAN y Rusia, al aumentarse los llamados para una zona “de no vuelos.” Pero, son los ucranianos quienes sufrirán el costo de la agresión de Putin, y son ellos quienes estarán luchando en nombre de todos nosotros.

Las aflicciones del liberalismo no terminarán aún si Putin pierde. China estará esperando entre bastidores, así como Irán, Venezuela, Cuba y los populistas en países occidentales. Pero, el mundo habrá aprendido cuál es el valor de un orden mundial liberal, y que no sobrevivirá, a menos que las personas luchen por él y muestren entre ellas apoyo mutuo. Los ucranianos, más que ningún otro pueblo, han mostrado lo que es una verdadera valentía, y que el espíritu de 1989 permanece vivo en su esquina del mundo. Para el resto de nosotros, ha estado adormecido y está despertando de nuevo.

Visualización de los datos por Liz Faunce.

Francis Fukuyama es compañero sénior del Centro para la Democracia, el Desarrollo y la Regla de la Ley de Stanford, y es autor del próximo libro “Liberalism and its Discontents” (Profile Books).

Traducido por Jorge Corrales Quesada.