Para pensar…

¿CONFIAMOS EN LA CIENCIA?

Por Ronald W. Dworkin
Law & Liberty
17 de marzo del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es ronald w. dworkin law & liberty, science, March 17, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

La manera científica de pensar ha exacerbado algunas de las peores tendencias en la vida política de Estados Unidos.

Pronuncie la palabra ciencia y mucha gente se sentirá mejor. La palabra les transmite una imagen de un puerto seguro y un mundo racional. Las encuestas confirman esta actitud. Los estadounidenses confían en la ciencia más que en cualquier otra institución. Casi el 90 por ciento de los estadunidenses tiene una “gran cantidad” o un “grado razonable” de confianza en los científicos, ligeramente más alto que en militares, líderes empresariales, periodistas, o funcionarios electos. La confianza en la ciencia ha aumentado aún más durante la pandemia. No obstante, la ciencia no siempre es un piso firme debajo de nuestros pies. Puede ser irracional por mérito propio. Habiendo penetrado hoy en casi toda profesión, la manera científica de pensar ha exacerbado algunas de las peores tendencias en la vida política de Estados Unidos.

El problema empezó con un desvío que la ciencia tomó en el siglo XIX. La revolución científica había sido acerca de usar los sentidos para detectar causas materiales de acontecimientos. Por ejemplo, antes de la revolución, algunos médicos pensaron que las enfermedades neurológicas eran causadas por humores malvados ̶ fuerzas que los sentidos no podían detectar. El uso de los sentidos para detectar las causas materiales de la enfermedad, como durante un examen físico, significó progreso. También, el materialismo influyó en la nueva ciencia social. En vez de contemplar el alma, que yace más allá de los sentidos y que incluso podría no existir, los críticos sociales empezaron a enfocarse en cosas materiales que existen y que los sentidos pueden detectar, como salarios y condiciones de vida. El marxismo, también llamado materialismo científico, es un ejemplo.

A pesar de lo anterior, se mostró que, algunas veces, los sentidos inducían a la gente al error. En un ejemplo famoso, Florence Nightingale vio cómo el aire fresco había ayudado a prevenir la enfermedad en Crimea, pero, después, por esa razón, exigió tontamente que las ventanas de un hospital en India fueran dejadas abiertas ̶ durante un clima caliente. El ojo abierto, la oreja que escucha, los dedos que palpan no fueron suficientes, por sí solos, para descubrir la verdad El curso correcto, la ciencia, en una época una teoría de percepción, se convirtió en una teoría de no percepción. Los científicos empezaron a buscar un orden más básico en la naturaleza escondido de los sentimientos, que, sin embargo, estaba detrás de todo. Los físicos buscaron partículas pequeñas. Los biólogos vieron a través de microscopios en busca de un mundo secreto que yacía oculto dentro de la célula. Los matemáticos se mantuvieron buscando más infinitesimales.

Cuando la forma científica de pensar penetró los campos no científicos, su nueva misión entró junto con ella. En la universidad los filósofos empezaron a ignorar el sentido obvio de un texto y buscaron un subtexto escondido. Los profesores de literatura aplicaron “teoría” a novelas clásicas para descubrir verdades escondidas, como el funcionamiento del sexismo o el colonialismo. Profesores de derecho inventaron la Teoría Crítica Legal para identificar fuerzas invisibles que guiaban las decisiones legales. Los Teóricos Críticos de la Raza buscaron el racismo oculto en toda conversación cotidiana. Como científicos, muchos no científicos creían en una realidad oculta permanente en el trasfondo de la vida, algo que arrojó imágenes transitorias de sí misma en la pantalla de nuestros sentidos.

LA CIENCIA DE LA POLÍTICA

Cuando la nueva misión de la ciencia penetró la política, alimentó una explosión en el número de ideas políticas abstractas dichas para definir alguna realidad oculta, permanente. La palabra “fascismo” fue un ejemplo temprano. La palabra tiene un origen concreto: En 1921, Mussolini fundó el Partido Fascista Nacional en Italia. Pero, con el paso del tiempo, la palabra se convirtió en una frase que capturaba todo acerca del abusivo poder estatal de cualquier tipo.
Ideas políticas abstractas más viejas, como “democracia,” eran la suma de partes mentalmente distinguibles ̶ derecho a votar, gobierno de mayoría, y parlamentos. Nuevas ideas, como “fascismo,” desligaron del tiempo, lugar, y detalles de acontecimientos particulares, elementos que la gente se sentía apasionada acerca de ellos. En vez de consistir de un contenido cognitivo claramente definido, las ideas expresaron principalmente esperanzas y temores de la gente. A diferencia de la democracia, que tiene pruebas claras de su existencia, el fascismo no tiene ni una. No existe un sistema distintivo de economía o política fascista. El fascismo emplea la violencia política y es tiránico, pero, lo mismo puede decirse de muchos otros regímenes históricos. Así, George Orwell dijo, “La palabra Fascismo ahora no tiene significado, excepto en el tanto que significa ‘algo indeseable.’” Es la razón por la que en esta época las personas se sienten avergonzadas de ser llamadas fascistas, a la vez que, a menudo, se sienten inseguras de por qué lo son.

Algo similar pasó con las palabras “capitalismo” y “comunismo.” Incluso economistas tienen problemas para definir el capitalismo, mientras que la definición de comunismo oscila desde un control estatal completo hasta la desaparición del estado. Las palabras “capitalismo” y “comunismo,” al igual que “fascismo,” asumieron un tipo de poder oculto. En vez de abarcar partes específicas, ellas, supuestamente, explicaron una realidad oculta que hizo que el mundo se agitara. Esta es la razón de porqué las palabras se prestan tan fácilmente para teorías de conspiración.

La ciencia social generó ideas políticas más abstractas, como racismo, sexismo, capacitismo, transfobia, y masculinidad tóxica. Cada una de estas ideas describe alguna realidad escondida -existencia fuera de la existencia- que desafía cualquier descripción que no sea en los términos más generales. Por esta razón, se permite que estos conceptos ignoren las reglas usuales de la lógica que gobiernan la realidad. Por ejemplo, en el caso del “racismo,” se le dice a la gente que, si ella admite ver un color, entonces es racista, pero, si ella niega estar viendo un color, también es racista. También, si admite ser racista, entonces, es racista; pero, si niega ser racista, también es racista; y, si no dice nada, aun así, es racista. Desafía la lógica.

Aquí la manera científica de pensar desempeña un papel. Abstraer el concepto de “racismo” de acontecimientos racistas, es como abstraer el concepto de “movimiento” de objetos en movimiento ̶ algo que los científicos de la física equivocadamente lo hacen todo el tiempo. “Movimiento,” como tal, no tiene existencia independiente aparte de cosas que se mueven. No existe movimiento sin una cosa que se mueve. No obstante, los científicos no pueden controlar fácilmente su urgencia por abstraer; por tanto, el movimiento es, algunas veces, referido en la ciencia sin sentido, como si tuviera una existencia independiente separada de cosas existentes. “Yo estudio el movimiento,” dirá un científico, si bien el estudio del movimiento se llama cinemática.

Similarmente, “racismo” no tiene existencia independiente aparte de acontecimientos racistas. No existe racismo sin gente, instituciones, o leyes específicas siendo racistas. Antes que la política se infectara de la predilección científica a abstraer, había sido impensable llamar a dos personas racistas, a pesar de su comportamiento de forma diametralmente opuesta. Sin embargo, con la penetración de la ciencia, la gente se imagina un fantasma de racismo que ha partido de actos racistas y existiendo independientemente. El racismo se convirtió en una substancia inerte, desconocida, más allá de una definición clara, sin embargo, debajo y apoyando prácticamente toda acción humana. El fantasma del racismo puede adherirse a cualquier persona en cualquier momento, aún mientras duerme.

La ciencia siempre ha tenido dentro de ella esta tendencia a abstraer en exceso. En el siglo XVIII, el filósofo George Berkeley habló acerca de la locura escondida en la creencia de los matemáticos de un triángulo abstracto que era “ni oblicuo ni rectángulo ni escaleno, ni equilátero, pero todos y ninguno de esos a la vez.” El concepto era absurdo, dijo él. Tal triangulo no puede formarse. Los matemáticos fallan, explicó Berkeley, al tratar de enmarcar una idea general de algo, cuando, de hecho, todo lo que hacen es considerar separadamente una característica de algo en común e ignoran su particularidad, Aquí, ellos erradamente abstraen las nociones de “equilátero,” “oblicuo,” y “escaleno” de triángulos reales y pretenden que estos conceptos tienen una existencia real independiente de cualquier triángulo. Luego, erradamente tratan de incorporar estos conceptos abstractos en un triángulo imaginario. Aunque la gente puede distinguir entre particularidades comunes a los triángulos, como triángulos equiláteros y triángulos escalenos, no puede crear particularidades abstractas, les recordó Berkeley.

El fantasma del racismo es una abstracción específica. Activistas inmersos en la ciencia social extraen un comportamiento particularmente nocivo proveniente de gente verdadera y tratan de generalizarlo, por tanto, haciendo que aparezca como si el comportamiento puede existir sin estar conectado con alguna cosa que existe. Luego, el racismo asume formas sin sentido, en todas partes y en todo. Así, algunos activistas de hoy creen que la comida es racista.

La manera científica de pensar erradamente deja de lado el hecho que las palabras, algunas veces, no tienen un contenido cognitivo lógico. Solamente son habladas para elevar esperanzas y temores de la gente. Las palabras dejan a la gente sintiéndose asustada y confundida, y a la política gravemente dividida.

LA NEGACIÓN DE SENTIMIENTOS

La manera científica de pensar contiene dentro de sí otro error que afecta nuestra política.

Como anestesiólogo, usualmente adopto el punto de vista científico hacia los pacientes y los veo a ellos desde el lado intelectual. Siempre estoy midiendo cosas, como el pulso cardíaco y presión de la sangre. Algunas veces veo a pacientes como un objeto de sentido, y estudio el color de las uñas de sus dedos o el sonido de su respiración. Pero, rara vez considero a pacientes en una relación emocional hacia mi persona ̶ en otras palabras, como me siento acerca de ellos. Hacerlo no parece ser científico.

Sin embargo, me equivoco cuando me imagino ser puramente científico siendo puramente intelectual. En contra de lo que la ciencia dice, la investigación intelectual no puede, en realidad, divorciarse del sentimiento. La ciencia promueve el conocimiento al crear largas cadenas intelectuales de hechos y descubrimientos, no obstante, no se puede poner presión a la cadena a menos que el primer eslabón esté seguro en alguna parte, y esa primera base es siempre un sentimiento humano. Por ejemplo, en economía los estudios acerca de salarios en última instancia emanan de la adhesión de un economista a la humanidad ̶ un estado irracional de la mente que un economista sólo puede defender diciendo, “Me siento así.” Sustituya una consideración por la gente en vez de una desconfianza en la gente como la emoción primaria y cambia todo el método de pensamiento del economista, junto con toda la estructura de la ciencia.

La ciencia mantiene el fin práctico a la vista para esconder su defecto. Sus abstracciones intelectuales son eslabones de una cadena hacia algún resultado práctico ̶ por ejemplo, fortalecer un puente o, en mi caso, despertar un paciente de la anestesia. El error detrás de las abstracciones no importa en el tanto que, después de todo, las abstracciones conduzcan el resultado práctico. El error aparece en la superficie sobre todo cuando la ciencia se aventura más allá de lo práctico, como cuando trata de entender la dicotomía mente-cerebro. En vez de permanecer en el reino de lo práctico, los científicos se mueven hacia regiones no verificables y abstractas. Entonces, el deseo se convierte en el padre del pensamiento, y gente que siente diferente, entra en desacuerdo.

Que las personas así lo hacen no es nuevo. Pero, la penetración de la ciencia en los asuntos públicos ha ocasionado que partidarios imaginen erradamente que la política pública puede aproximarse sólo desde el punto de vista intelectual.
Creen que sus modelos y teorías sociales tienen una existencia de autoridad y que son verdaderamente independientes de cómo las personas sienten. Aun peor es cuando partidarios ubican sus abstracciones hacia propósitos abstractos, como rehacer la sociedad o reconfigurar a seres humanos. Se olvidan que el sentimiento precede al pensamiento de la forma en que el cuerpo precede a las ropas; todos sus modelos, teorías, y planes están atados a un sentimiento. Luego, se sorprenden cuando otros están en desacuerdo. Suponen que otras personas están en desacuerdo porque razonan diferentemente ̶ y que razonan erradamente, Pero, la diferencia se halla más allá del alcance de la razón. No es una cuestión de bueno o malo. Otra gente simplemente siente diferente. Son personas diferentes. Partidarios imbuidos en la manera científica de pensar no pueden asimilar este simple hecho.

Muchos estadounidenses creen que, quienes están en desacuerdo con ellos en asuntos de política, son irracionales, lo cual representa un cambio significativo. En el pasado, los partidarios pensaron que el otro lado era malvado, estúpido, o egoísta. Pero, las encuestas actuales sugieren que cada lado simplemente anonada al otro. Un estudio llamado “The Perception Gap” [“El bache de la percepción”], observa que, “Luchamos por entender cómo aquellos del otro lado de la valla política pueden posiblemente mantener tantos puntos de vista errados.” La observación del estudio de que el desprecio se intensifica con una mayor educación dice mucho, cuando gente más educada es posible que sea indoctrinada en la manera científica de pensar. Al rehusar reconocer el papel rector que desempeña el sentimiento en todas las tareas intelectuales, cada persona cree que su posición representa el único punto de vista intelectual. Cegados ante la diferencia de sentimientos que subyace en el descuerdo, cada persona ve a la otra parte como irracional.

Esa forma estrecha de pensar se manifiesta de formas diferentes. Por ejemplo, desde mediados del siglo XX, la opinión educada espera que todos los jueces de la Corte Suprema sean abogados altamente entrenados en el derecho, y preferiblemente, para empezar, que sean jueces, pues sólo gente entrenada intelectualmente en la ley se supone es capaz de decidir intelectualmente acerca de la ley. No siempre fue así. De hecho, la Constitución no tiene requisito para las judicaturas federales, excepto que los candidatos muestren “buen comportamiento.” En una época parecía razonable que los jueces pudieran ver los casos desde el punto de vista intelectual, pero también desde el punto de vista perceptivo y emocional. Cuando el Juez Oliver Wendell Holmes dijo que un Juez de la Corte Suprema debería ser “una combinación de Justiniano, Jesucristo, y John Marshall,” no estaba refiriéndose al dominio intelectual de Cristo de la ley, sino a una aptitud emocional no cuantificable. Ya esto no se acepta más. Inmersa en la manera científica de pensar, la opinión educada asume que gente menos entrenada en el derecho deliberaría de forma no científica ̶ esto es, que permitirá que el sentimiento entrara en sus decisiones. La opinión educada olvida que toda intelectualización se sustenta en el sentimiento.

La manía por las credenciales se origina en la misma creencia. Gente con credenciales supuestamente mira los asuntos en su campo desde el punto de vista intelectual. El tipo de política más viejo, más “primitivo,” era el empresario, quien conocía bien un campo en particular, pero no necesariamente desde el punto de vista intelectual. Él logró un entendimiento de su campo por medio de la percepción y sentimiento, incluyendo el interés propio, así como por medio del estudio.

El ligamen entre la forma científica de pensar y la intolerancia intelectual tiene una larga historia. El fundador en el siglo XIX del término ideología, Antoine Destutt de Tracy, tuvo su inicio intelectual en la ciencia. De hecho, él propuso a la ideología “idea-logía”) como una nueva “ciencia de las ideas.” Organizar la sociedad de acuerdo con la ciencia era organizarla de una forma, basada en la “razón,” y no de alguna otra manera, explicó él. Esto fue demasiado hasta para el dictador Napoleón, quien acusó a Tracy de ignorar el “conocimiento del corazón humano” ̶ en otras palabras, de ignorar los sentimientos de la gente, los cuales pueden variar.

La manera científica de pensar toma un hombre y lo rompe: examina sus deseos, por un lado, y sus necesidades, por la otra, todo separadamente; y produce largas cadenas de generalizaciones a partir de cada aspecto para guiar la política pública. Esto es lo que significa hacer política desde un punto de vista intelectual. A pesar de lo anterior, cómo todas estas cualidades calzan juntas en un hombre, cuál es su relación para constituir un hombre la ciencia nunca puede, en realidad, decirlo. La ciencia toma un hombre y lo diseca; analiza cada aspecto de su vida laboral, educación, y situación social; sin embargo, lo que une todo esto en una unidad, lo que hace que el hombre sienta de la forma en que lo hace, la ciencia no puede saberlo. Cuántos profesionales de la política dejan de lado este punto. De ahí, la sorpresa que expresan cuando gente piensa diferente que ellos, porque sienten diferente rechazan sus políticas.

UN FUTURO SIN DISTINCIÓN

Los médicos en otros países siempre han sido más activos en la vida pública que los estadounidenses, en especial durante el último siglo. Mientras que muchos médicos estadounidenses desempeñaron importantes roles políticos temprano en la historia del país -un 10 por ciento de los firmantes de la Declaración de Independencia eran médicos- su participación en la vida pública ha declinado constantemente. Los médicos estadounidenses empezaron su retiro relativo de la vida pública a inicios del siglo XIX, como consecuencia del avance científico. La ciencia permitió que la profesión médica se convirtiera en una especialización. Mi propia especialidad de anestesiología es un caso concreto. Para practicar la anestesiología, debo conocer ciencia más que gente.

Esta tendencia representa la primera fase de la influencia de la ciencia en la vida pública estadounidense. La complejidad creciente de la ciencia demandó una división del trabajo más intensa. Los médicos se especializaron y sub especializaron, como lo hicieron científicos, ingenieros, psicólogos, y científicos sociales.

Si la primera fase de la ciencia surgió a partir de la urgencia de la ciencia por especializarse y clasificar, la segunda fase surgió de la urgencia compensatoria de la ciencia de borrar distinciones. Aunque establecidos por la ciencia, muchos sistemas de clasificación crecientemente dejaron de tener sentido bajo el ojo de la ciencia. Por ejemplo, en la primera etapa de la era científica, la ciencia dividía rígidamente a los seres humanos de otras especies, y lo orgánico de lo inorgánico. Pero, con el paso del tiempo, la ciencia empezó a preguntarse si un ser humano es una variación de la ameba, o si la ameba es una variación del ser humano. Similarmente, se preguntó si lo orgánico es una variación de lo inorgánico o, todo lo contrario. La ciencia se dio cuenta que, lo que fuera que escogía basada solamente en el punto de vista intelectual, era arbitrario.

Sin algún sentimiento sostenido que las preserve, todas las líneas de distinción, ya sean creadas por la ciencia o la no ciencia, a la larga expiran y flaquean a la luz del pensamiento científico. La ciencia sólo ve una variación continua desde la ameba al ser humano, o de lo orgánico a lo inorgánico. Las divisiones cesan de existir de una manera dura y rápida, y, en vez de ver muchas cosas, la ciencia a la larga ve sólo una cosa. La ciencia, que empezó como un sistema para clasificar las cosas y hacer distinciones, que van desde estrellas a plantas hasta animales, a la larga reconoce que sus propias distinciones son arbitrarias, punto en el que gira sobre sí misma.

Uno encuentra que este proceso está vigente en diferentes lugares. Por ejemplo, en la academia, las divisiones rígidas entre campos de la ciencia social, y entre las humanidades y las ciencias sociales, con base en un sistema previo de clasificación, ahora parece estar fuera de época. La división en la ciencia entre hombres y mujeres ha colapsado, mientras que las clasificaciones tradicionales de género ahora parecen arbitrarias. Las divisiones entre padres y no padres también está colapsando, con ambos grupos siendo ahora llamados “guardianes.” Esposos, no esposos, amigos con beneficios, y rejuntados, todos, ahora son llamados “parejas.” En mi propio campo de la medicina, médicos, enfermeras, y técnicos son llamados “proveedores.” En las empresas, tanto gerentes como secretarias son referidos como “administradores.” Hasta distinciones entre naciones han llegado a ser irrelevantes para algunos. En donde la ciencia en una época vio muchas cosas, ahora parece que sólo ve una.

Algunos pueden decir que la ruptura de estas divisiones es resultado de la corrección política mundana, en vez de la manera científica de pensar. Pero, la corrección política y la manera científica de pensar van de la mano. Ciertamente, lo hacen en las acusaciones desbocadas de racismo. También, lo hacen en la obsesión de ser “inclusivos” y en borrar todas las distinciones de forma que nadie se sienta “marginalizado.” Casi todas las distinciones constituyen una amenaza emocional hacia alguien, afirma la corrección política; por tanto, es mejor eliminar todas las distinciones o, al menos, diluirlas, haciendo que parezcan ser variantes dentro de un único tipo. Así, en vez de decir, “aburrido” e “inteligente,” ahora la gente dice “mentalmente desafiado” y “mentalmente aventajado.” Que muchas de las nuevas categorías universales, como “proveedor,” “guardián,” “administrador,” y “género neutral,” tengan un aire científico sanitizado, sin emoción, acerca de ellas, no debería ser una sorpresa.

La política del futuro enfrentará a tradicionalistas, tanto estatistas [liberales en Estados Unidos] como conservadores [liberales clásicos en nuestro medio], que, por cualesquiera razones emocionales, desean preservar las divisiones que quedan, contra la manera científica de pensar, que continuará buscando su representación puramente intelectual del universo, a la vez que destruye todas las divisiones en el ritmo eterno del adelante y hacia arriba.

Ronald W. Dworkin es médico y científico político. Sus otros trabajos se pueden encontrar en RonaldWDworking.com

Traducido por Jorge Corrales Quesada.