Importante para entender bien la diferencia entre una democracia y una democracia liberal.

LA ILUSIÓN DEMOCRÁTICA

Por Gary M. Galles
American Institute for Economic Research
20 de febrero del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es gary m. galles american institute for economic research democratic, February 20, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En Estados Unidos, “democracia” o “democrático” están entre las palabras más comunes usadas para justificar o endosar posiciones o políticas. “Democrático” es adosado como adjetivo siempre que algo se considera como políticamente bueno (por ejemplo, “nuestra forma de vida democrática”) y antidemocrático es adosado a cosas que están siendo criticadas (incluyendo casi cualquier cosa que representa una pérdida para alguien).

A los estadounidenses se les dice constantemente que debemos luchar por la democracia. En el camino a elecciones, los políticos exaltan la sabiduría expresada democráticamente del electorado que ellos esperan representar (que aquellos electos, a menudo, luego, ignoran o anulan). Se nos que que la Revolución de Estados Unidos fue por la democracia; que gente ha muerto por nuestro derecho democrático a votar; que cada voto era crucial; que, si usted no vota, a usted no le importan los Estados Unidos; etcétera. Hasta escuchamos propuestas para reemplazar el Colegio Electoral (organismo electoral federal estadounidense] pues no es suficientemente democrático.

Tal retórica ignora el hecho que la democracia puede destruir la libertad, así como preservarla. Para un ejemplo pequeño, pregunte, ¿Tendría mayor o menor libertad si un voto mayoritario eligiera mis ropas cada mañana y mi comida cada noche?” De mayor importancia, pregunte, “¿Tendría mayor o menor libertad si fuera así como se elige mi religión, esposo, o empleo, o cómo se determinaría la paga que llevo a casa?”

Actualmente, el enfoque de “democrático” igualando al “yo apruebo” se ha convertido en trabajo familiar sobre la forma cómo Estados Unidos y el mundo encaran amenazas masivas a nuestra democracia. Buenos ejemplos son la afirmación del presidente Biden de que la “Democracia no sucede por accidente. Tenemos que defenderla, luchar por ella, fortalecerla, renovarla,” y su “Cumbre para la Democracia” (ignorando la ironía de cuántas cosas ha impuesto o intentado imponer esta administración contra los deseos de la mayoría de los estadounidenses). También, lo ilustra una búsqueda en Google que mostró más de 4.5 millones de visitas para “amenaza a la democracia.”

Por desgracia, si bien determinar democráticamente quien será confiado con las riendas del gobierno, puede, generalmente, ser la mejor esperanza para permitir que los gobiernos sean cambiados sin derramar sangre (aunque el precedente establecido de la aceptación de John Adams de la derrota electoral a manos de Thomas Jefferson es, también, un precedente crítico estadounidense), la democracia no es la esencia de los Estados Unidos. Es la libertad.

La democracia, a partir de la fundación de Estados Unidos, ha sido importante sólo en cuanto ha servido y defendido la libertad. Usted no puede tomar en serio las palabras de los Fundadores sin llegar a esa conclusión (por ejemplo, la afirmación de George Washington de que “Vuestra unión debe ser considerada como un apoyo principal a vuestra libertad; el amor de uno debe quereros a la preservación del otro.” Es la razón por la que tenemos la Constitución y, en particular, la Carta de Derechos. Después de todo, si lo que sea que la mayoría decide “democráticamente” en un momento dado fuera a ser siempre ley, no tendría propósito imponer restricciones que explícitamente ponen ciertos derechos contra imposiciones gubernamentales más allá de la determinación mayoritaria. Esta es, también, la razón por la que Alexis de Tocqueville escribió en La democracia en América que la libertad, no la democracia, era la razón básica de la grandeza de nuestro país.

A pesar de lo anterior, hoy muchos fallan en reconocer la primacía de la libertad sobre la democracia, y las lecciones de la historia nos enseñan acerca de perder la libertad a pesar de, o algunas veces, debido a, la democracia. Eso hace que sea importante reenfocar la atención hacia este tema central que logra tan poca atención en discusiones acerca de política.

Igualar democracia con libertad falla en distinguir entre dos cosas muy diferentes. Una es si hay un poder excesivo en manos del gobierno. La otra es acerca de cómo serán seleccionados aquellos que administrarán el gobierno. De importancia crucial es que, elegir a esos que ejercerán un poder excesivo no elimina o necesariamente reduce la amenaza que ese poder tiene sobre ciudadanos que se supone que el gobierno protege. Después de todo, la prueba de la preferencia dominante se parece mucho como “la fuerza hace el derecho,” lo cual está en un contraste tajante con la libertad. O, como lo puso James Bovard, “La democracia debe ser algo más que dos lobos y una oveja votando acerca de qué tener para la cena.” También, determinación democrática significa que los deseos de quienes están en una minoría en algún asunto son irrelevantes para el resultado, en vez de brindar alguna voz significativa en un resultado que ella será obligada a aceptar. Dado que todos nosotros somos minoría en algunos asuntos, ese es difícilmente un ideal al cual apuntar.

La importancia de entender el enorme vacío entre libertad y democracia fue bien expresada por F.A. Harper, en su obra de 1949 Liberty: A Path to its Recovery:

“Considere… todas las acciones de todas las unidades del gobierno durante un día. ¿Cuántas entre ellas eran funciones propias de un gobierno liberal… en cuántos casos usted tuvo la oportunidad o derecho de participar en la decisión?; si usted estaba en desacuerdo con la decisión, ¿en cuántos casos había algo que usted pudiera hacer al respecto? Su ‘libertad’ en el proceso es que usted disfrute del derecho a ser obligado a inclinarse ante las órdenes de otros, contra su sabiduría y consciencia… el opuesto directo de libertad.”

Asimismo, Harper reconoció lo que ahora está impulsando una brecha creciente entre democracia y libertad. Debemos recordar que: “Un gobierno de incluso el mejor diseño debería usarse sólo cuando, en los intereses de la libertad, se hace necesario arribar a una unidad en el patrón de conducta.” Cuando no necesitamos estar todos de acuerdo acerca de nuestros deseos y compensaciones que estamos dispuestos a hacer -lo que es cierto en la mayoría de las elecciones- la libertad es la mejor democracia, en el sentido que las elecciones de cada individuo importan. Si se sustituye la democracia por la democracia política, cuando necesitamos no estar de acuerdo en qué hacer, le da a cada uno menos libertad en nuestras vidas (razón por la que el federalismo y la libertad tienden a aumentar o disminuir al unísono).

Estados Unidos ya está muy lejos de lo que puede justificarse como impulsor de nuestro bienestar mutuo. Y nuestro gobierno parece determinado a redoblar la apuesta acerca de qué tan lejos se sobrepasa, una estrategia que necesariamente disminuye la libertad, y los beneficios que sólo la libertad puede brindar. Eso hace que valga la pena ver que un máximo de democracia significa un mínimo de protección confiable de los derechos de los ciudadanos, lo que, a su vez, significa un mínimo de libertad. Si pensamos cuidadosamente acerca de eso, “democracia” ya no sería más la palabra clave para lo bueno en política, y libertad podría lograr mayor atención.

El Dr. Gary M. Galles es profesor de Economía en la Universidad Pepperdine. Su investigación se enfoca en las finanzas públicas, la elección pública, la teoría de la firma, la organización industrial y el papel de la libertad, incluyendo las ideas de muchos liberales clásicos y de fundadores de los Estados Unidos. Sus libros incluyen Pathways to Policy Failure, Faulty Premises, Faulty Policies, Apostle of Peace, y Lines of Liberty.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.