Este artículo complementa al titulado “Sencillo” de Donald Boudreaux que traduje y puse ayer en mi muro.

LA COMPLEJIDAD AL SERVICIO DE LA SENCILLEZ

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
31 de enero del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux american institute for economic research complexity, January 31, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Las vidas de nosotros, habitantes de la modernidad, son las más sencillas de la historia. Comparados con nuestros ancestros preindustriales, cada uno de nosotros hoy tiene un momento mucho más simple para adquirir comida, abrigo, educación, y cuido médico útil y alivio del dolor.

Incluso comparados con nuestro abuelos literales -y, en muchos casos, comparados con nuestros padres literales- nuestras vidas que hoy vivimos son sencillas. Hace cincuenta años, viajar a larga distancia era mucho más difícil, como lo era hacer llamadas telefónicas a larga distancia y comprar libros y música grabada. Hace quince años, ninguna persona ordinaria podía escuchar música simplemente obteniéndola en directo [streaming]. Tampoco podía obtener la mayoría de artefactos ahora común y sencillamente disponibles por medio de apps telefónicas.

Irónicamente, la gran sencillez de nuestras vidas requiere de la gran complejidad de la economía global moderna.

Como lo enfatizó Adam Smith hace casi 250 años, entre mayor sea el grado de especialización entre productores -lo que Smith llamó “la división del trabajo”- más productivo es cada productor. Y, entre más productivo es cada productor, mayor es el acceso de todos a los bienes y servicios. Las vidas son simplificadas tan sólo teniendo más cosas como comida, ropaje, y abrigo. Menos tiempo y esfuerzo se gasta preparándonos para posibles privaciones severas, También, se gasta menos tiempo y esfuerzo en arreglar el reúso de materiales y reparar bienes dañados. (¿Cuándo fue la última vez que usted zurció un par de medias?)

Al especializarse los productores más que nunca antes, los procesos e instituciones que los conectan entre sí más productivamente -y con los consumidores- se hacen cada vez más complejos. Un zapatero sólo necesita adquirir cuero del curtidor al otro lado del pueblo, quien, a su vez, obtuvo los cueros crudos de agricultores locales. La mayoría de las acciones productivas que van a dar a un par de zapatos hecho por el zapatero, son realizadas por el zapatero y un puñado de otros suplidores de insumos. Un ser humano puede ver todas estas acciones y comprenderlas.

Pero, los zapateros no pueden hacer zapatos en las enormes cantidades que hoy damos por un hecho. Los zapatos de hoy son hechos ((y transportados al mercado) principalmente por máquinas, cada una de las cuales siendo un ensamble complejo de insumos materiales (incluyendo electricidad, que debe ser generada y transmitida) e ideas innovadoras, que se originan en, al menos, unas pocas docenas de sitios diferentes alrededor del globo. Los mercados -y el mercado y las instituciones legales- que conectan ente sí a estos muchos suplidores de insumos, son propiamente complejos, al descansar, como lo hacen, en provisiones contractuales específicas, disponibilidad de aseguramiento, opciones de transporte, y acuerdos organizacionales.

La mejor forma de organizar algunas “etapas” en los procesos de producción o distribución de los insumos de los zapatos es hacer que cada una de esas etapas sea llevada a cabo por una empresa única. Por ejemplo, la misma firma que cose las lengüetas, ojetes, y punteras de los dedos también puede unir las partes superiores completas de los zapatos a las suelas. Sin embargo, los medios óptimos de llevar a cabo otras “etapas”, pueden hacerse por dos o más firmas. ¿La empresa que une todas las partes de los zapatos, transporta por sí sola los zapatos terminados hacia los mayoristas, o lo hace esa firma comprando el servicio de transporte de otra compañía?

Escoja una forma de llevar a cabo la producción y distribución de zapatos y tiene un costo al hacerlo así; escoja otra forma y tiene otro costo. El desafío es que nadie puede saber en el abstracto cuál es la “mejor” forma de llevar a cabo la producción y distribución de zapatos. La única forma factible de adquirir esa información es descubriéndola por medio de la competencia.

Al permitir que diferentes suplidores experimenten con diversas formas de arreglar cada segmento del proceso de producción y distribución, los arreglos que son relativamente mejores vendrán a dominar esos acuerdos peores.
Además, si se permite innovar a los empresarios, con el paso del tiempo serán pensadas e intentadas nuevas formas de arreglar cada segmento del proceso de producción y distribución. Eso significa que “ganará” -al menos hasta que todavía no venga de camino otra idea innovadora- la forma que tiene el menor costo.

De esta manera, cambian frecuentemente formas particulares de producción y distribución, con medios mejorados reemplazando a medios más viejos. El “proceso de destrucción creativa” continuo (famosamente celebrado por Joseph Schumpeter) es en sí complejo, pues es interminable. Las ideas creativas que lo guían, y los resultados específicos que generan a través del tiempo, son impredecibles. El resultado general es una economía dinámica, agitada, cuyos detalles son imposibles que alguna mente humana los comprenda, y mucho menos los prediga.

Lectores astutos sospecharán que la complejidad que yo describo es la misma complejidad identificada tan brillantemente por Leonard Read, en su ensayo de 1958 “Yo, el lápiz.” Esta sospecha es parcialmente correcta. Hoy tenemos acceso a lápices de alta calidad, baratos, precisamente porque cada una de las incontables tareas involucradas en producir lápices no sólo son altamente especializadas, sino que, también, son llevadas a cabo por esos individuos quienes actualmente en la economía global tienen una ventaja comparativa en efectuar las tareas que desempeñan.

Pero, aquí mi argumento va más allá de “Yo, el lápiz.” Explícitamente reconoce que cada una de las tareas requeridas para hacer un lápiz ordinario, de grado comercial, es en sí resultado de una chispa empresarial de creatividad. Debido a que la creatividad empresarial no puede ser planificada, es necesario un proceso competitivo para determinar si, y simplemente cómo, cualquier idea creativa en particular se acoplará al proceso de producción y distribución más amplio. El resultado -que no puede enfatizarse más a menudo - es el dinamismo económico, cuyos detalles simplemente no pueden ser previstos o siquiera plenamente entendidos. En esta forma, una economía de mercado es indescriptiblemente compleja.

Finalmente, la libertad de entrar y salir que los empresarios disfrutan en economías de mercado -y la competencia resultante- hace que muchos empresarios diseñen bienes y servicios finales que hacen que las vidas de los consumidores sean crecientemente sencillas. Dado que cada uno de nosotros prefiere lograr cada uno de nuestros objetivos con tan poco tiempo y problema como sea posible, son grandes las ganancias disponibles para los empresarios que satisfacen esa preferencia. La fortuna de Jeff Bezos está edificada en su éxito al aprovechar la economía global compleja para hacer arreglos que simplifican nuestros esfuerzos por adquirir una gama amplia de bienes al menudeo. Lo mismo es cierto de la fortuna que Sam Walton se ganó antes de la llegada de Internet y Jeff Bezos. Los ingresos de los productores de café para tomar, hecho al estilo Keurig, surgen de la mayor facilidad de preparar café que se ha hecho posible por esas máquinas ̶ máquinas que se producen por la compleja economía global. Empresas como Procter & Gamble, Johnson & Johnson, y Unilever -y General Electric, LG, y Bosch- compiten incesablemente en la economía compleja para ofrecer productos que hacen cada vez más sencillo el desempeño de labores en el hogar.

Toda esta competencia contribuye, así como descansa, en la enorme y básicamente no vista complejidad de la economía moderna. La economía moderna bien puede ser descrita como una complejidad siempre creciente al servicio de una simplicidad cada vez mayor.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.