Por qué nuestra forma de vida es más sencilla que la de nuestros antepasados, abuelos y padres.

SENCILLO

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
24 de enero del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux american institute for economic research simple, January 24, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Recientemente vi un programa de televisión acerca de la naturaleza de Zanzíbar. El narrador describió a los humanos que primero llegaron a ese archipiélago del Océano Índico hace 20.000 años, describiéndolos como que vivieron “una vida sencilla” ̶ una simplicidad de la vida que persiste a la fecha para algunos zanzibaríes.

En cierto momento del programa, los televidentes vieron película de dos jóvenes zanzibaríes remando en una canoa de madera hacia el mar exterior, en donde ellos lanzaron una red de pesca al agua. Luego, estos pescadores recogieron una buena cosecha de peces. Poco antes de viajar al agua, estos jóvenes tenían confianza en que lograrían una buena captura, pues, después de mirar por cierto tiempo desde la costa hacia el océano, finalmente vieron un tiburón ballena ̶ buena indicación de que había muchos peces en la vecindad.

Al ver a esos jóvenes remar en el agua, halar sus redes, y regresar remando a la costa, me dije a mi mismo: “¡¿Sencilla?! Estos dos muchachos soportaron una dificultad y complejidad mucho mayor de la que yo sufro.”

Incuestionable estoy en lo correcto. Cuando quiero pescado para la cena -lo a menudo quiero- manejo a mi placer hasta un restaurante y ordeno pescado. Llego seguro al restaurante y con comodidad, y mi comida aparece rápido en mi mesa ya fileteado, sazonado, y cocinado. Alternativamente, algunas veces doy unos pocos pasos hacia un supermercado del vecindario y compro pescado, fresco o congelado (o ya cocinado) según sea mi gusto.

Conseguir pescado es mucho más sencillo para mí y otros habitantes de la modernidad de lo que fue para nuestros ancestros premodernos y para aquellas personas que aún hoy no tienen los beneficios de la modernidad.

Por supuesto, lo que es cierto para el pescado es cierto para casi todo aspecto de la vida. A pesar de nuestras quejas incesantes en contra, la vida para nosotros los humanos nunca ha sido más sencilla de lo que es hoy. Somos nosotros, no nuestros ancestros de muy atrás, quienes vivimos “una vida sencilla.”

Imagínese cómo era la vida, digamos, para una familia típica de agricultores de Nueva Inglaterra hace tan sólo 200 años. Al levantarse en un mañana de invierno frígido, tenía que prenderse fuego en la chimenea. Esta tarea se hacía en un hogar que aún no tenía calor pues, bueno, el fuego tenía que empezar. La casa no tenía una unidad de sistema de climatización controlada por un termostato. Y la persona que empezaba el fuego no tenía un encendido automático -ni siquiera fósforos- que facilitara la tarea de encender una llama. Tampoco había maderos artificiales fáciles de encender.
También, la estufa de la cocina tenía que prenderse- y, al igual que la chimenea, manualmente.

Sin plomería interna, agua corriente, y jabón anti bacterias, dar del cuerpo era más oneroso, más desagradable, y menos higiénico que la rutina correspondiente de hoy. Las vacas tenían que ser ordeñadas ̶ una tarea, puedo adivinarlo con confianza, que no era remotamente “sencilla” en las horas previas al amanecer con temperaturas bajo cero. Y, en verdad, nunca tan sencillo como ir al supermercado a comprar leche.

Transformar un animal vivo en carne para la mesa tampoco era tan “sencillo” en aquel entonces ̶ al menos no comparado con la manera en que hoy casi cada uno de nosotros obtiene la carne para sus mesas. Estoy dispuesto a creer que, si tuviera que sacrificar mi ganado, cerdos, y pollos propios, las carnes resultantes sabrían mejor que la carne, puerco, y pollo que compro en restaurantes y supermercados. Pero, no estoy dispuesto a creer que las mejoras en el gusto serían lo suficientemente grandes como para compensar la dificultad en mayores magnitudes, que debería sufrir para obtener carne en la forma antigua.

¿Qué acerca de bañarse? Hace dos siglos en los Estados Unidos rural, el agua para bañarse tenía que ser calentada por una llama antes de ser puesta en una bañadera. (Olvídese de un aspersor.) Bañarse era mucho menos sencillo en aquel entonces de cómo es hoy.

¿Quiere visitar al tío Josiah que vive a 180 millas de distancia en Providence? Usted no puede viajar más rápido que un caballo si va sobre tierra, que es como muy posiblemente lo hace. Hacer ese viaje en aquel entonces era, según los estándares de hoy, cualquier cosa menos sencilla. Tampoco era confortable.

Si hoy los antropólogos estuvieran en busca de ese grupo de seres humanos que vivieron las vidas más sencillas en la historia, simplemente tendrían que buscarse a sí mismos y sus vecinos.

La mayoría de nosotros hoy despertamos y pasamos la mayor parte de nuestro tiempo dentro de las casas e instalaciones mantenidas tibiamente tostadas en invierno, y placenteramente frías en el invierno, gracias a una unidad de sistema de climatización controlada por un termostato o por otros electrodomésticos modernos. Para obtener comida -literalmente de alrededor del mundo- simplemente vamos al supermercado y a los restaurantes. Algunas veces vamos a los mercados de los agricultores ̶ lo que se ha hecho sencillo gracias al uso nuestro y de los agricultores de automóviles, caminos pavimentados, y refrigeración, y por el hecho de que muchos de los agricultores en la actualidad aceptan como pago a tarjetas de crédito.

Comparados con nuestros ancestros, hoy en día requerimos un tiempo más sencillo para comunicarnos con gente lejos de su oído. De hecho, para la mayoría de nuestros ancestros, tal comunicación en tiempo real era imposible ̶ lo opuesto polar de “sencillo.” Y para nosotros es hoy mucho más sencillo entretenernos con la televisión, radio satelital, video y música mediante streaming, el envío en una noche de libros y juegos de mesa a nuestras casas, teléfonos inteligentes, laptops, YouTube, e Internet.

¿Cuánto más sencillo es hoy pedir un transporte urbano o suburbano usando apps de Uber o Lyft, en vez de estar llamando o pidiendo taxis? Respuesta: mucho más.

O considere la limpieza de la ropa. Simplemente lanzamos nuestra ropa sucia, junto con pizcas de detergente, a máquinas movidas por electricidad que hacen casi todo el trabajo por nosotros. Pan comido.

¿Y qué acerca de la banca? Simplemente, esos pagos que a nosotros se nos deben, se depositan electrónicamente en nuestras cuentas, y, luego, lo que debemos lo pagamos por medio de diversas formas electrónicas. Adiós a la danza “compleja” de ir físicamente a los bancos, y estar escribiendo y enviando por correo cheques en papel.

No hace mucho, mi hijo de 24 años de edad me dijo, deliberadamente, que él usaba el servicio DoorDash para ordenar un paquete de servilletas de papel que le eran enviadas en menos de 20 minutos a la puerta de su casa. Él se ahorró una tarea compleja de manejar personalmente a un supermercado para buscar y comprar las servilletas. Cuando mi hijo no se siente con ganas de cocinar, o dejar su apartamento, sencillamente ordena que se le envié pizza, bien caliente, directamente.

El progreso de la modernidad puede ser descrito muy exactamente como la marcha hacia una siempre mayor sencillez. Comparadas con las vidas de nuestros ancestros pre industriales -y, en efecto, hasta comparadas con las vidas de nuestros abuelos literales- cada una de nuestras vidas hoy en día es sencilla, más allá de la imaginación de quienes vivieron hace unas pocas generaciones o más antes. Comparado con el pasado, alimentarnos es muchos más sencillo ̶ tal como lo es hidratarnos, vestirnos, vivir en casas, limpiarnos, curarnos de enfermedades y lesiones, mantenernos cómodos y seguros e informados y entretenidos, y transportados por aquí y por allá.

Puesto en sencillo, si usted está leyendo estas palabras, su forma de vida es la más sencilla que jamás los humanos alguna vez hayan vivido.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.