Buenos principios e ideas ante la situación conflictiva actual acerca de Ucrania y su independencia.

EL LIBERALISMO CLÁSICO Y EL ENFRENTAMIENTO GEOPOLÍTICO CON RUSIA

Por Edwin Van De Haar
Epicenter
7 de enero del 2022

Generaciones de estudiantes de relaciones internacionales (RI) en las universidades británicas han aprendido que los liberales detestan la guerra y buscan activamente posibilidades para erradicar el conflicto proveniente de la política mundial. Por ejemplo, al trasladar el poder del estado-nación a organizaciones internacionales, o mediante la expansión de la ley internacional, estableciendo normas claras y penalizando a aquellos estados que no permanecen dentro del marco legal de, por ejemplo, las Naciones Unidas. Otras “soluciones” liberales se han enfocado en las políticas domésticas, notoriamente el intento de mantener alejadas a las supuestas clases belicistas (generales, diplomáticos, aristócratas) aumentando el poder en los asuntos internacionales del público en general, supuestamente amante de la paz. En el pasado reciente hemos visto muchos intentos de traer la democracia desde el exterior mediante la intervención militar, en la creencia de que las democracias no pelean entre sí. Mucho se ha dicho acerca de estos principios liberales, aunque sólo rara vez se ha señalado que este tipo de pensamiento es de hecho “liberal” ̶ excepto en el sentido estadounidense. [Nota del traductor: esencialmente la palabra liberal en Estados Unidos es intervencionista y estatista]. ¿Cómo es que otros tipos de liberales miran las RI, particularmente en el contexto del actual enfrentamiento geopolítico con Rusia?

Los liberales clásicos, desde David Hume y Adam Smith hasta Friedrich Hayek y otros, siempre tuvieron ideas diferentes acerca de las RI. Su visión realista de la naturaleza humana, en la que el hombre es visto como guiado tanto por la razón como por la emoción, les prohíbe ser demasiado optimistas acerca de la posibilidad de erradicar el conflicto y la violencia en los asuntos humanos, incluyendo la política mundial. Ellos reconocen que los individuos tienen un apego emocional a sus naciones (hoy en día: estados), y ciertamente no son tímidos en apoyar la guerra, aun cuando también reconocen que la guerra es un acontecimiento terrible y dañino. Ellos buscan formas de tratar con la lamentable, pero inevitable, ocurrencia del conflicto internacional. En ese contexto, los liberales clásicos no tienen visiones soñadoras acerca de los efectos de la cooperación internacional, los acuerdos o estructuras transnacionales. Ciertamente, piensan que la diplomacia, la ley internacional y las negociaciones son importantes para proteger y posiblemente expandir el orden internacional abierto, una condición importante, pero obviamente no suficiente, para que los individuos progresen. Sin embargo, reconocen que algunas veces esto puede ser insuficiente. También, los estados deben estar preparados para realmente defenderse a sí mismos y sus aliados, y deben tener el poder militar para coaccionar a posibles intrusos. A menudo, la política mundial es un asunto más sucio de lo que a los progresistas les gusta admitir.

La arena internacional no conoce de un juez o autoridad último. Esto no significa que ello daba verse como el “estado de naturaleza” quinta esencial; hay demasiados acuerdos internacionales (de todos los tipos) y otros lazos fuertes entre estados para eso. Pero, ello no significa que los estados-nación han de tener acuerdos para su seguridad como el objetivo primordial de su política internacional. Aquí, uno de los mecanismos en juego es el balance del poder. En la academia, tal mecanismo se asocia principalmente con la teoría del “realismo.” A pesar de lo anterior, fue Hume quien escribió un ensayo entusiasta acerca de eso, afirmando que el balance del poder se basaba en el sencido común y razonamiento obvio. Smith estaba totalmente de acuerdo. El objetivo central del balance es evitar la guerra, asegurarse que el dominio o planes beligerantes de un poder o alianza sean enfrentados con un poder o coalición compensatoria.
Ambos lados se balancean entre sí. Aunque Hayek nunca escribió directamente acerca de eso, es una forma de orden espontáneo a nivel internacional, con el efecto no buscado, pero bienvenido, de un orden internacional. Eso no significa decir que del todo no ocurren guerras, sino que, a menudo, serán más limitadas.

Ahora de la teoría a la práctica. Después de la toma de Crimea en el 2014 y el apoyo continuo a las fuerzas separatistas en el este de Ucrania, de nuevo los rusos han edificado una enorme presencia militar a lo largo de la frontera con Ucrania. Sigue sin estar claro que el presidente Putin planee una invasión real, pero ciertamente está usando su poder militar para estar en el medio de una disputa global. La semana pasada, Rusia también demandó un retorno a las “esferas de influencia” de 1997, sin la presencia militar de Occidente (la OTAN) en Europa Oriental, lo que básicamente significa un regreso a la división de Europa de la Guerra Fría. Él quiere impedir que Ucrania (y posiblemente Georgia) se conviertan en miembros de la OTAN, tal como se acordó entre la OTAN y esos países en Budapest en el 2008. Ucrania y Georgia no están cerca de tal membresía, sin embargo, Rusia considera como una amenaza incluso a la posibilidad. Es también sabido que el presidente Putin anhela un regreso a la grandeza previa de la Unión Soviética, con grandes reuniones de los poderes para decidir sobre el destino de la paz mundial. Sin embargo, algunos comentaristas señalan el empeoramiento de la situación económica en Rusia, con una popularidad que se desvanece para el presidente, características autocráticas al alza y una economía enferma. El presidente Putin puede sólo querer movilizar a su población detrás de un enemigo externo en común.

Parece seguro que, si Rusia empieza una guerra en Ucrania, el precio será elevado. En el terreno se encontrará con unos militares ucranianos más ampliamente y mejor entrenados que en el 2014. Los países occidentales ya indicaron que impondrán todo tipo de sanciones, aunque permanecen siendo vagos acerca del apoyo militar real a los ucranianos. El presidente Biden dijo que él nunca aceptaría una línea roja por ningún país, en tanto que los miembros de la OTAN, en una declaración del 16 de diciembre, rechazaron todas las acusaciones rusas, enfatizaron que los estados soberanos deciden por sí mismos acerca del futuro de membresía en la OTAN, pidieron a Rusia que distendiera, y repitieron su apoyo a la integridad territorial de Ucrania.

Es claro que Rusia está poniendo a prueba la fortaleza de la alianza Occidental, y el compromiso de los poderes occidentales con Ucrania. Después de todo, se salió con la suya al apoderarse de Crimea y el apoyo continuo a la revuelta ucraniana. También, es hora que haya un cambio global en el balance de poder. Después de décadas de unipolaridad, con Estados Unidos como único superpoder, es China, no Rusia, la que tiene las cartas más fuertes para tener mayor participación en la carrera. También, los rusos pueden intentar tener un pedazo del pastel, al menos en el balance de poder regional europeo.

Los liberales clásicos apoyan esta línea de la OTAN, la que también calza con la británica Integrated Review of Security, Defence, Development and Foreign Policy, publicada en marzo del 2021. La expansión por la fuerza de las fronteras rusas no puede ser tolerada. Ceder a las demandas rusas no es una opción. No obstante, se necesita la diplomacia sólo desde una posición militar fuerte. Ningún estado individual europeo es lo suficientemente fuerte como para contrarrestar a Rusia, así que la OTAN es la única alianza para una acción conjunta. Por supuesto, los miembros de la OTAN de Europa Oriental son naciones soberanas, cuyas decisiones de llegar a ser parte de la alianza no pueden ser redibujadas mediante un decreto desde Moscú. También, la OTAN debe continuar protegiendo a Polonia y los estados bálticos. Es clave asegurarse que los estadounidenses de nuevo estén plenamente a bordo en la OTAN, lo que el presidente Biden parece reconocer, así como desear. La OTAN es impotente sin los estadounidenses, También, debe enfatizarse que esos países (como Holanda) que no están pagando a la OTAN la plenitud de sus contribuciones del 2% del PIB (Gran Bretaña llega a tanto como un 2.2%), se pongan las pilas. Una alianza sólo puede funcionar cuando todos los miembros hacen su parte.

Nadie está buscando un conflicto militar de cualquier índole. No obstante, no es momento de tambalearse.

Este artículo se publicó originalmente en el blog del Institute of Economic Affairs.

Edwin Van Den Haar es un académico independiente, especializado en la tradición liberal de la teoría de la política internacional. Holandés, vive en La Haya y trabaja como administrador de comunicaciones corporativas. En su trabajo académico está fascinado con las visiones diferentes acerca de las relaciones internacionales dentro del pensamiento político liberal, y su objetivo y motivación para la investigación y escritura es llevar luz a esas diferencias, y hacer que otros académicos se den cuenta de la existencia de una conversación intra liberal acerca de los asuntos internacionales. Es autor de tres libros Classical Liberalism and International Relations Theory. Hume, Smith, Mises and Hayek (2009), Beloved Yet Unknown. The Political Philosophy of Liberalism (2011, en holandés), y Degrees of Freedom. Liberal Political Philosophy and Ideology (2015). Sus artículos y capítulos acerca del pensamiento liberal internacional y pensadores liberales, más notablemente Hume, Mises, Hayek y Rand, aparecieron, entre otros, en The Review of International Studies, International Relations, Contemporary Southeast Asia, y en International Politics. También, escribe regularmente para un público más general.

En el pasado fue compañero visitante y conferencista de teoría política en el Proyecto de Teoría Política en la Universidad Brown de John Tomasi, conferencista de relaciones internacionales y economía política en el Instituto de Ciencia Política de la Universidad de Leiden, y conferencista en relaciones internacionales en el Programa de Estudios Europeos en el Ateneo de la Universidad de Manila. En el 2008 recibió su Ph. D. en Teoría Política Internacional de la Universidad de Maastricht. También, tiene una Maestría en Ciencias en Relaciones Internacionales de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres (1997) y una Maestría en Artes en Ciencia Política de la Universidad de Leiden (1996)

Traducido por Jorge Corrales Quesada.