Para pensar en momentos difíciles.

DE LA OBSCURIDAD A LA LUZ

Por Barry Brownstein
American Institute for Ec0nmic Research
23 de enero del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein american institute for economic research light, January 23, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Se nos ha dicho que es un atropello comparar las políticas actuales del Covid relacionadas con lo no vacunados, con las políticas de la era nazi. Se nos ha dicho que estamos deshonrando la memoria de los muertos.

Nadie debería disculparse por comparar las políticas nazis con la estigmatización actual de los no vacunados. Las comparaciones revelan estados mentales. Si un alcohólico, Pedro, dice que él no tiene nada que aprender de la experiencia de Tom, dado que Tom bebe un litro de vodka al día, y Pedro se bebe una botella, estaríamos en desacuerdo. Pedro bien puede aprender de Tom aún si el grado de alcoholismo es diferente. Si Tom se sobrepone a su alcoholismo, Tom puede tener una lección universal que enseñarle a Pedro.

Cuando aprendemos de un ejemplo con moraleja, no es porque hay paralelos exactos. Aprendemos porque podemos conceptualizar los principios que enseña el ejemplo.

En la historia de la humanidad, cuando hay paralelos entre el presente y tiempos terribles del pasado, honramos la memoria de quienes sufrieron horrendamente, al aprender qué fue lo que causó su sufrimiento. Cuando decimos “Nunca jamás” esas palabras tienen sentido, no cuando sin pensarlo llamamos nazi o comunista a la gente, sino cuando entendemos qué generó el sufrimiento de millones.

En el 2020, el sobreviviente de Auschwitz, Marian Turski, recordó a su audiencia que los campos de muerte eran una culminación de un proceso que empezó con propaganda:

“Pero, tengan cuidado, tengan cuidado, ya estamos empezando a acostumbrarnos a pensar que usted puede excluir a alguien, estigmatizar a alguno, alienar a algún otro. Y, lentamente, paso a paso, día tras día, así es como la gente gradualmente se familiariza con esas cosas. Tanto las víctimas como los perpetradores y testigos, a quienes llamamos observadores, empiezan a acostumbrarse a los pensamientos e ideas, de que esta minoría, que produjo a Einstein, Nelly Sachs, Heinrich Heine y los Mendelssohn, es diferente, que ellos pueden ser expulsados de la sociedad, que ellos son extranjeros, que son gente que disemina gérmenes, enfermedades y epidemias. Eso es terrible, y peligroso. Ese es el inicio de lo que rápidamente se puede desarrollar.”

Por su parte, Turski promueve un Decimoprimer Mandamiento: “No serás indiferente.” Hoy, tenemos el poder para oponernos; mañana podríamos no tenerlo.

Hay lecciones universales por aprender al descansar en el derecho de la gente a conducir la sociedad; los individuos son falibles y límites estrictos al poder son siempre necesarios.

Hay lecciones universales cuando burócratas, respaldados por la fuerza coercitiva del gobierno, ejercitan su poder: Ellos pueden no estar preparados, ser indiferentes, o incompetentes en el mejor de los casos, e inmorales y malvados en el peor.

Los políticos y burócratas son especialmente peligrosos cuando creen que están ungidos para obligar a otros. Los seguidores que aún no han aprendido que el poder es peligroso pueden verse sorprendidos por las acciones que sus líderes toman; creen que la próxima vez encontrará gente más capaz para apoyarla. Su siguiente defensor ungido es posible que se quede corto; los ungidos no tienen un incentivo para respetar la autonomía de la gente común y corriente.

En su libro The Vision of the Anointed, Thomas Sowell advierte que, “Lo que rara vez es parte de la visión del ungido es un concepto de gente común y corriente como tomadores de decisiones autónomos, libres de rechazar cualquier visión y de buscar su propio bienestar por medio de cualesquiera procesos sociales que elija.”

Los ungidos quieren un poder desenfrenado; ellos están seguros de tener el conocimiento que necesitan. Lo explica Sowell, “El distintivo de la visión de los ungidos es que, lo que los ungidos consideran que carecen para el tipo de progreso social que vislumbran es voluntad y poder, no conocimiento.” Agrega Sowell,

“Sin embargo, la comparación real no es entre el conocimiento poseído por el miembro promedio de la élite educada versus el miembro promedio del público en general, sino, más bien, el conocimiento directo total que se manifiesta en los procesos sociales (la competencia del mercado, clasificación social, etcétera), que involucra millones de personas, versus el conocimiento de segunda mano de generalidades poseídas por un grupo de élite más pequeño.”

Los ungidos están seguros de que, si los problems permanecen, es sólo porque otros los obstruyen. Sowell explora la mentalidad de los ungidos:

“El refrán de los ungidos es nosotros ya sabemos las respuestas, no hay necesidad de más estudios, y los tipos de preguntas planteadas por aquellos con otras ideas sólo están estancando y obstruyendo el progreso. ‘Las soluciones’ están allí esperando ser encontradas, como huevos en una búsqueda de huevos de Pascua. Problemas intratables con compensaciones dolorosas simplemente no son parte de la visión de los ungidos. Los problemas sólo existen porque otra gente no es tan sabia o tiene tanto cuidado, o no es tan imaginativa y audaz, como los ungidos.”

Quienes ejercitan el poder sobre nosotros quieren mantenernos en la obscuridad, sin aprender las lecciones de la historia. Durante el Covid, las Grandes Tecnológicas han llevado la censura a niveles que esperaríamos ver en sociedades totalitarias. Lecciones de la historia, la consideración de paradigmas alternativos, y los trabajos de los grandes defensores de la libertad, como Sowell, Hayek, y Mises, brindan luz proverbial.

Cerradas, las persianas celulares obscurecen la pantalla de mi dormitorio fuera de la luz; abiertas, la luz ilumina la obscuridad. Remueva cualesquiera barreras que nos mantienen en una obscuridad mental y la luz brillará para guiarnos en la dirección correcta.

APRENDIENDO DEL PASAJERO

Ulrich Alexander Boschwitz, nacido en Alemania de padre judío y madre protestante, escapó a Suecia en 1935. Cuando se mudó a Inglaterra, Boschwitz fue clasificado como “extranjero enemigo” e internado en Australia. En 1942, a Boschwitz se le permitió regresar a Inglaterra, pero murió en el mar después de un ataque de un torpedo por un submarino alemán. Recientemente fue redescubierta la pieza literaria maestra de Boschwitz de 1938, The Passenger [El Pasajero].

Boschwitz cuenta la historia de Otto Silbermann, ubicada en Alemania en 1938, justo después de la Noche de los Cristales Rotos. Silbermann, un propietario judío ficticio, está huyendo de las redadas nazis. Para eludir la captura, toma una serie continua de trenes, de ciudad a ciudad alemana. Un error, y está condenado; sin embargo, el protagonista de Boschwitz no puede creer sucedido: “¿Quién podría haber imaginado algo como eso? En la mitad de Europa, ¡en el siglo XX!” “¡La gente simplemente no anda sacando a ciudadanos respetables de sus hogares! ¡Ella no puede hacer eso!”

La mentalidad que Boschwitz revela es instructiva. Si el cazado no podía precisamente creer qué era lo que estaba pasando, podemos entender por qué los alemanes comunes y corrientes no vieron algo de lo cual preocuparse. Hoy, estadounidenses plenamente vacunados pueden no estar preocupados ante el trastorno en las vidas cotidianas de los no vacunados.

La propaganda alemana volteó la realidad. Un encabezado de un periódico en una estación de tren le gritaba a Silbermann, “Judíos le declaran la guerra al Pueblo Alemán.” ¿Cuestionaron los alemanes ordinarios tales noticias increíbles? Probablemente no, Hoy, ¿cuestionan los vacunados la propaganda de que los no vacunados están matando a los vacunados?

Silbermann trata de escapar a Bélgica y es rápidamente capturado y enviado de regreso. Trata de levantarse el ánimo pensando “Tal vez las cosas no son tan malas.” Su fe ingenua en el gobierno se revela cuando razona que, “Aún si [el gobierno nazi] está lleno de antisemitas, todavía es el gobierno, y esto [las golpizas y redadas de judíos] es algo que ellos simplemente no pueden permitir.” Él tiene la esperanza de que, “Mañana el gobierno bien podría declarar que eso pasó sin su conocimiento.”

Más ingenuidad es revelada. Deslizándose de regreso a su apartamento para encontrar a su esposa aria, Silbermann encuentra todo despedazado. Él recoge “suficiente evidencia” de las acciones de los matones nazis, imaginando que obtendrá justicia.

Él se reúne con anteriores socios comerciales quienes son incapaces de tener empatía y sólo quieren derivar ventaja de él.

La realidad surte efecto cuando Silbermann se da cuenta que, “Finalmente debía reconocer la realidad de la situación: las cosas van a empeorar ̶ serán aún peores.

Conmovedoramente, Silbermann se pregunta si su “optimismo no era sino cobardía.”

Silbermann tiene afectuosos recuerdos de su época en las líneas del frente durante la Primera Guerra Mundial. Las cosas no eran placenteras, “pero, éramos soldados. Soldados entre soldados. Y ahora somos sucios judíos ¡y los otros son arios!”

Hoy, profesionales despedidos por sus decisiones médicas personales harían eco del grito demandante de Silbermann:
“Mi carácter y cualidades no tienen importancia alguna. El encabezado [de que soy judío/que no estoy vacunado) decide. El contenido no importa.”

En nuestro optimismo creemos que, de alguna forma, las cosas mejorarán mágicamente. ¿Es nuestro optimismo una cobertura para la cobardía?

Había poco que Silbermann podía haber hecho para escapar de su suerte. Nuestra labor en oponerse a la tiranía es exponencialmente más fácil, como lo señala Charles Eisenstein:

“Quienes impulsan un programa totalitario tecno-médico no están ni siquiera cerca de consolidar el poder al grado de los comunistas soviéticos, las clases poseedoras de esclavos, el partido nazi, o la iglesia católica medieval. Fuerzas similares están operando -deshumanización, creación de chivos expiatorios, ideologías de control- pero aún hay tiempo para cambiar el curso. El disentimiento vocal no significa una muerte segura.”

Hoy, el disentimiento vocal no significa muerte, pero, mucha gente se autocensura como si lo significara. Escribe Eisenstein,

“Otra cosa que he venido escuchando mucho últimamente es que ‘la tiranía del Covid está destinada a acabar pronto, pues la gente simplemente no va a soportarla por mucho más tiempo.” Sería más exacto decir, “La tiranía del Covid continuará hasta que la gente ya no la soporte más.” Esto plantea la pregunta, “¿Estoy a favor de ello? O, ¿estoy esperando que otra gente la termine para mí, así que no tengo que hacerlo? En otras palabras, ¿estoy esperando al rescatista, de forma que no necesito asumir el riesgo de enfrentar al matón?

La sobreviviente del holocausto, Vera Sharav, advierte contra apoyar ciegamente la guerra al Covid: “Parte de lo que está mal es la idea de sólo seguir a la autoridad sin considerar, ¿qué y si ellos están equivocados? ¿Qué si no va en mi mejor interés? ¿Por qué?” Agrega ella, “es una cosa muy, pero muy, peligrosa de hacer para seguirla. Eso es lo que en realidad pasó en Alemania. Todos los alemanes no eran malvados, pero, la mayoría de ellos, la gran mayoría, simplemente siguió adelante.”

LO QUE SILBERMANN APRENDIÓ

Las particularidades de Silbermann no son estereotípicas, facilitándole integrarse mientras viaja. Él encuentra otros judíos al viajar en los trenes. Uno, como una apariencia más estereotípicamente judía, quiere unir sus esfuerzos con Silbermann, pero él está reacio. Silbermann razona, tal vez hasta correctamente, que aumentará su riesgo de ser capturado.

Al encontrar Silbermann a otros judíos, empieza a notar sus propios pensamientos de nosotros versus ellos: “No soy diferente de algún otro, pero, tal vez, ustedes en verdad son diferentes y yo no pertenezco a su grupo. No soy uno de ustedes. De hecho, si no fuera por ustedes, ellos no estarían persiguiéndome.”

Pero, en su disposición a ver sus propios pensamientos desagradables, Silbermann nos ofrece una importante lección.
Al darse cuenta de ello y que no justifica sus pensamientos, él brinda luz a su pensamiento y disipa su obscuridad.
Piensa acerca de su cuñado ario, sus socios de negocios, y otros que bien sea se rehúsan a ayudar o buscan tomar ventaja de su sufrimiento. Y, luego, recordando su propia indisposición de ayudar a otros, piensa Silbermann, “Lo que en realidad me separa de ustedes [de quienes no le ayudarán]… Somos tan parecidos que es total y en absoluto aterrador.”

Que Silbermann se dé cuenta que “Somos tan parecidos” es esperanzador. La oscuridad que veo en usted está también dentro de mí, pero, también, está la capacidad de tener coraje y ser misericordioso. En su libro Out of Darkness into the Light [Desde la oscuridad, hacia la luz], el desparecido psiquiatra Gerald Jampolsky escribió: “Requiere esfuerzo recordar que tenemos opciones.” Hoy muchos furiosamente proclaman que ellos no tienen más opciones que seguir a los ungidos.

Durante muchas décadas, en California, Jampolsky manejó el Centro de Sanación de Actitudes. El actor Robert Young, famoso por actuar como el papa de la serie de televisión icónica Papá lo sabe todo, le dio apoyo al Centro de Jampolsky.

Jampolsky relata la historia de la hija joven de Young preguntando “Papi, ¿cómo es que cada semana en la televisión usted resuelve los problemas familiares más difíciles de imaginar, y, sin embargo, en casa usted parece ser tan estúpido?” Young se rio y replicó, “Bueno, cariño, en el estudio justamente tengo un buen escritor de guiones.”

En tanto la gente crea que los actualmente ungidos, como el Dr. Fauci, son editores de guiones sociales confiables, no aprende las lecciones de la historia, economía y leyes del poder. Continuaremos negando nuestra responsabilidad de oponernos a cualquiera que alegue ser ungido. Escribe Jampolsky, “Todo en la vida depende de pensamientos que elijamos mantener en nuestras mentes y nuestra disposición a cambiar nuestro sistema de creencias.” Sólo nosotros retenemos el poder de dejar que ingrese la luz.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership, y sus ensayos han aparecido en publicaciones como la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.