No duden que, ante la inflación creciente que se nos viene encima, pronto vendremos a los políticos de siempre proponiendo los controles de precios, creyendo que así alivian la situación de las familias consumidoras, pero, ante los efectos nefastos sobre la oferta y el aumento en la cantidad demandada de los bienes y servicios cuyos precios máximos son fijados por ley, sólo veremos, entre otros, la escasez y el acaparamiento. Y, ni lerdos ni perezosos, aquellos políticos, lejos de aceptar su responsabilidad por empelar una política económica nefasta, correrán a acusar a los consumidores y productores como responsables del daño que aquellos causaron.

¡¿CONTROLES DE PRECIOS?!

Por William J. Luther
American Institute for Economic Research
1 de febrero del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es william j. luther american institute for economic research controls, February 1, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Con una inflación más alta de lo que ha sido en todo momento en los últimos treinta y cinco años, muchos se están preguntando qué se puede hacer para bajarla de regreso. El domingo, el Washington Post puso doce breves ensayos de expertos de política sugiriendo qué es lo que la Casa Blanca debería hacer para combatir la inflación.

Algunos expertos proponen políticas que primordialmente intentan reducir el gasto nominal. Brian Riedl recomienda reducir el gasto del Plan de Rescate de Estados Unidos. Arnab Datta, Skanda Amarnath y Alex Williams piden “reducciones específicas en el gasto gubernamental para proveedores del cuido de la salud.” William Spriggs impulsa aumentar los impuestos en “los estadounidenses ricos que son actualmente responsables de una muy elevada demanda.” Michael Strain dice que la Casa Blanca debería contratar a luchadores contra la inflación en la Reserva Federal, mientras que Adam Posen argumenta a favor de una guía avanzada en la Reserva Federal.

Otros proponen políticas básicamente dirigidas al aumento de la producción. Claudia Sahm dice que debemos controlar la pandemia para reducir “las escaseces de mano de obra y las alteraciones en la cadena de suministros” y rebajar la inflación. Lauren Melodia recomienda invertir en el cuido infantil, que ha sido diezmado por la pandemia, para que así los padres puedan “obtener y mantener un empleo.” Matt Darling pide mejorar las cadenas de suministros de Estados Unidos, mientras que Robert Hockett quiere una inversión gubernamental masiva, dirigida a “restaurar la destreza productiva de Estados Unidos.” Lindsay Owens apoya la política antimonopólica para promover la competencia e impulsar las cadenas de suministros adelgazadas.

Darrick Hamilton y Demond Drummer alegan que los temores de la inflación están sobredimensionados. La inflación es alta, dicen ellos, pero “no está my lejos de lo inusitado.” Y, si los precios más altos resultan de dispersar la ayuda muy necesitada durante una pandemia o hacer “inversiones públicas en nuestro ambiente y nuestra seguridad económica,” pues que sea así.

Los méritos de estas once sugerencias ciertamente están para ser debatidos. Algunas son más ampliamente apoyadas por economistas que otras. De hecho, algunas parecen intentos ligeramente velados de promover la política preferida de uno en el contexto de la inflación, aunque se la prefiere por alguna otra razón. Pero, al menos, todas reconocen los asuntos fundamentales en juego. Restricciones de la oferta y una subida del gasto nominal han elevado los precios.

El último ensayo en la serie del Washington Post tiene del todo un sabor diferente. Todd Tucker, quien es director de estudios de gobernabilidad en el Instituto Roosevelt, sugiere que la Casa Blanca debería considerar el uso de controles de precios. “Para asegurarse que los ricos no eleven los precios de artículos esenciales,” dice Tucker, “es el momento de empezar a quitar el estigma de un mayor control democrático sobre los niveles de precios.”

¡¿Controles de precios?! ¡¿CONTROLES DE PRECIOS?! Usted debe estar dándome una broma.

Los controles de precios son herramientas terribles para lidiar con la inflación. Ellos no hacen un esfuerzo por reducir el gasto nominal. Y exacerban las restricciones de la oferta. En el tanto en que ellos reducen la inflación, lo hacen cambiando los dolorosos aumentos en los precios por las reducciones aún más dolorosas de las cantidades. Es una cura peor que la enfermedad.

A los consumidores no les gusta cuando se encarecen los bienes y servicios esenciales. Pero, cuando un bien o servicio se hace más escaso, el aumento resultante en el precio manda una señal valiosa. Un precio más alto les dice a los consumidores que economicen su uso, liberando la oferta disponible hacia donde es mas necesitada. Les dice a los productores que se quiere más del bien o servicio de lo disponible, estimulándolos a aumentar la oferta cuando es posible. Sin el aumento en el precio, la gente tiene un incentivo para acaparar el recurso escaso, lo que resulta en escaseces.

Los economistas casi universalmente están de acuerdo en que los controles de precios son malos. La Iniciativa de Mercados Globales (IMG) recientemente encuestó a economistas acerca de controles de precios. A quienes respondieron se les preguntó en qué grado estaban de acuerdo con la afirmación de que “los controles de precios que se desplegaron en los setentas podrían reducir exitosamente la inflación de Estados Unidos durante los próximos 12 meses.” Sólo un 23 por ciento estuvo de acuerdo con la afirmación, mientras que un 12 por ciento dijo estar inseguro.

Dicen más los comentarios de economistas que están de acuerdo con la afirmación hecha para poder aclarar la respuesta: “Controles de precios efectivos, por definición, reducirían los aumentos de precios,” escribió Daron Acemoglu, “pero ellos probablemente crearían otras distorsiones enormes.”

David Autor expresó una idea similar: “Por supuesto que los controles de precios pueden controlar los precios ̶ pero, ¡ellos son una idea terrible!”

“Ellos podrían reducir la inflación,” comentó Oliver Hart, “pero la consecuencia (sic) sería escaseces y racionamiento.”

En efecto, de todos los que respondieron estar de acuerdo con la afirmación, todos, excepto uno, sintió la necesidad de aclarar su posición.

Los controles de precios son una mala idea. Pero, el apoyo hacia ellos parece estar creciendo. En diciembre, la economista de la Universidad de Massachussets en Amherst, Isabella Weber, formuló un caso a favor de los controles de precios. Y, de seguido a la publicación del ensayo de Tucker, su esposa tuiteó una alabanza.

Usualmente, un apoyo de la esposa es banal. Pero, la esposa de Tucker es Heather Boushey, miembro del Consejo de Asesores Económicos (CAE) del presidente Biden.

Los miembros actuales del CAE harían bien siguiendo el consejo de Austan Goolsbee, quien sirvió como presidente del CAE bajo el presidente Obama. En la encuesta de la IMG, Goolsbee estuvo fuertemente en desacuerdo con la afirmación relacionada con controles de precios efectivos. “Simplemente paren. Seriamente,” escribió él.

William J. Luther es el director del Proyecto de Dinero Sólido del American Institute for Economic Research y Profesor Asociado de Economía en la Universidad de Florida Atlántico. Su investigación se enfoca principalmente en asuntos de aceptación del dinero. Él ha publicado artículo en revistas académicas importantes, incluyendo Journal of Economic Behavior & Organization, Economic Inquiry, Journal of Institutional Economics, Public Choice, y Quarterly Review of Economics and Finance. Sus escritos populares han aparecido en The Economist, Forbes, y U.S. News & World Report. Su trabajado se ha presentado en medios importantes, incluyendo NPR, Wall Street Journal, The Guardian, TIME Magazine, National Review, Fox Nation, y VICE News. Luther obtuvo su Maestría en Artes y su Ph. D. en Economía en la Universidad George Mason y su Licenciatura en Economía en la Universidad Capital. Él participó en el 2010 y el 2011 en el Programa de Becas de Verano de AIER.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.