La maravilla de la operación de los precios en sociedad.

UNA SUBSTANCIA HUMANITARIA MARAVILLOSA

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
17 de enero del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux american institute for economic research substance, January 17, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Suponga que un Thomas Edison de nuestra época inventa una substancia que causa que cada uno de nosotros deje de ver todos, excepto los más serios, defectos de otras personas. Esta substancia -llamémosla “X”- cuando se usa por una persona fea encubre la apariencia no atractiva de esa persona. X ocasiona que gente ignore la altura por debajo del promedio, el peso por encima del promedio, la inteligencia por debajo del promedio, y la pereza por encima del promedio de su usuario. X ciega a otros ante la mayoría de las debilidades de los viejos, no menos que los ciega ante la inexperiencia y poca fiabilidad en los jóvenes.

Aplaudiríamos sonoramente esa invención, pues aseguraría un trato más humano de muchos de nuestros congéneres. Y así que, también si alguien demandara que esa maravillosa substancia fuera prohibida, o que, al menos, el gobierno restringiera severamente su uso, todos estaríamos correctamente horrorizados.

Bueno, de hecho, esa substancia ya existe. Se llama dinero. El dinero hace exactamente lo que X hace cuando no hay restricciones impuestas por el gobierno sobre ajustes de precios y salarios monetarios.

Por ejemplo, la mayor parte del inventario de madera contrachapada la Empresa de Maderas de Bob fue dañado por un huracán. Algo del daño fue severo, mientras que otros daños fueron relativamente menores. La mayoría de las piezas dañadas no se venderán a precios tan altos como a los que se habrían vendido antes de dañarse. Pero, ellas no se quedan sin vender. Bob puede, al cobrar precios lo suficientemente bajos, hacer que incluso láminas de plywood severamente dañadas sean atractivas para compradores. Y, entre más severo el daño, menor el precio. Al reducir los precios cobrados por láminas severamente dañadas para lograr que los compradores sean indiferentes ante el daño, Bob puede vender, a consumidores dispuestos, todo su plywood a pesar del hecho de que la mayoría de ella estaba en mala condición.

También, Bob tiene a mano en la inmediatez después del devastador huracán, diez láminas de madera contrachapada sin daños. Pero, el número de esas láminas que la gente quiere comprarle al precio que prevaleció antes del huracán, es de cincuenta. Si el gobierno le prohíbe a Bob aumentar el precio que cobra por las láminas, eso le otorga el don a Bob de ejercitar, libre de costo, sus sesgos y parcialidades. Bob sabe que a su mejor amigo del colegio le gustarían tres láminas de plywood no averiadas para reparar una caseta para perros que se dañó, que su hermana necesita cinco de esas láminas para reconstruir una glorieta destruida, y que el alcalde del pueblo está en busca de dos láminas no dañadas. Él vende sus diez láminas -cada una al precio máximo legalmente prescrito- a su amigo, su hermana, y al alcalde.

Entre las personas desafortunadas que desesperadamente buscaron, pero no consiguieron, laminas no dañadas, está el padre de una joven familia del otro lado del pueblo. El huracán abrió un hueco en el techo sobre el dormitorio de sus hijos. Para cubrir el hoyo, el padre estaría dispuesto a pagar por cada una de las tres láminas de plywood no dañadas a un precio cuatro veces más alto que el precio monetario máximo permitido por el gobierno ̶ esto es, cuatro veces mayor que el precio que el amigo de Bob, la hermana, y el alcalde ahora pagan por las láminas. Si no le fuera prohibido por el gobierno hacer tal cosa, aquel padre habría usado el dinero para encubrir el hecho que él -a diferencia del amigo de Bob, la hermana, y el alcalde- no disfruta de una relación especial con Bob. Y Bob, por su parte, habría estado dispuesto a venderle al padre a esos precios más altos las tres láminas de madera contrachapada.

Puesto de otra forma, los precios más altos, si al padre le fuera permitido legalmente pagar por ellas, le habrían efectivamente permitido al padre comprar una relación especial con Bob. No obstante, para desagracia del padre y su familia, el gobierno impidió que el padre usara esa maravillosa sustancia de camuflaje llamada “dinero” como medio para convertirle, a los ojos de Bob, en un adquirente deseable de plywood.

Sin embargo, el papel más importante de camuflaje del dinero es desempeñado en los mercados laborales.

Suponga que la comerciante Betsy está buscando alguien que administre su tienda los fines de semana. Dos personas -Jones y Smith- solicitan obtener ese empleo. Jones y Smith son muy similares entre sí, excepto que Jones tiene más experiencia en administrar tiendas al menudeo que Smith. Si Betsy debe ofrecer el mismo salario monetario a ambos solicitantes, Smith no tiene posibilidad de obtener el empleo. Pero, si Smith está en capacidad de ofrecer trabajar a un salario monetario menor que el que pide Jones -y si a Betsy se le permite pagar ese salario menor- la desventaja de Smith es encubierta. Betsy ya no ve más a Smith como un candidato inferior a Jones. Las perspectivas de Smith de conseguir el trabajo se vuelven similares a las de Jones.

Ahora, considere la legislación de salario mínimo. Acaba con el papel de camuflaje del dinero para aquellos trabajadores más necesitados de esa maravillosa propiedad. Debido a que ningún empleador estará dispuesto a contratar un trabajador a un salario por hora mayor del valor por hora que el trabajador produce para el empleador, ningún empleador dará empleo a un trabajador quien, por la razón que sea, no producirá un valor por hora al menos tan alto como el salario mínimo.

En ausencia de un salario mínimo, los trabajadores cuyas habilidades son tan bajas que no pueden producir un valor por hora tan alto como, digamos, $10.00 la hora, disfrazaría sus bajas habilidades ofreciendo trabajar a salarios lo suficientemente bajos como para hacer rentable que se les emplee. Dado que ningún empleador fallará con conocimiento en emplear a cualquier trabajador dispuesto a laborar a un salario que no exceda el valor por hora producido por ese trabajador, los empleados con muy bajas habilidades -cuando se les impide tener acceso a la característica del dinero de servir como camuflaje- no tendrán problema en encontrar trabajo. Pero, dado que el salario mínimo impide tal camuflaje, muchos trabajadores de baja calificación permanecen desempleados y no son empleables.
Los ajustes en los precios monetarios son la forma más fácil y obvia para que vendedores y compradores hagan que sus ofertas sean mutuamente atractivas. Estos ajustes son la forma más fácil y obvia de hacer que cada quien deje de lado aspectos no monetarios de los bienes y servicios que, alternativamente, reducirían la cantidad que habría de intercambio mutuamente beneficioso. Cuando se permite que opere, es maravilloso y humanitario.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.