Un libro que inspiró mi publicación en los ochentas “Inflación y Control de Precios” fue el de Schuettinger y Butler, que metódicamente analizó 4.000 años de historia de fracasos en los controles de precios. Pero, no se aprenden esas lecciones y siempre se continúa con la idea del control de precios por parte del usualmente dueño de los monopolios, el estado. Con la inflación que ya empezamos a tener, no tardarán las mismas voces que desconocen el papel que los precios desempeñan en las economías y en el uso del conocimiento humano para tomar decisiones, impulsándonos a cometer el mismo error de siglos.

LOS CONTROLES DE PRECIOS Y EL GASTO GUBERNAMENTAL NO ARREGLARÁN LA INFLACCIÓN

Por Benjamin Powell
Independent Institute
13 de enero del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es benjamin powell independent institute controls, January 13, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

El año pasado Estados Unidos experimentó su tasa de inflación más alta en casi 40 años. No sorprende que el público espere que el gobierno haga algo para controlar la inflación. Si quienes hacen la política piensan lograrlo, tendrán que enfrentar las causas de la raíz de la inflación y no tapar las grietas de sus síntomas.

La inflación del 6.8 por ciento del año pasado fue la más alta desde 1982. Setenta y dos por ciento de los estadounidenses, según una encuesta de la CNN de mediados de diciembre, dice que el gobierno está haciendo muy poco para reducirla.

Algunos, como la profesora de economía de la Universidad de Massachusetts, Isabella Weber, están proponiendo controles de precios ordenados por el gobierno.

Como demostraron en su libro, Forty Centuries of Wage and Price Controls [4000 años de controles de precios y salarios], Robert Schuettinger y Eamonn Butler, los controles de precios se han impuesto a lo largo de la historia ̶ y fallan infaliblemente. Son una idea tan mala que el economista inclinado a la izquierda y ganador del premio Nobel, Paul Krugman, llamó al argumento de Weber como “verdaderamente estúpido,” antes de disculparse por su tono grosero.

Pero, la acción inicial de Krugman fue correcta. Los precios crecientes son síntoma de un problema subyacente ̶ no un problema en sí. Usar el poder del gobierno para limitar los aumentos de precios, hará tanto bien como tratar de detener el calentamiento global impidiendo que termómetros registren las lecturas elevadas.

Asimismo, es importante que quienes hacen las políticas reconozcan que, si bien la tasa de inflación es una medida agregada, no todos los precios se elevan igualmente. Cada precio individual -de la carne y el pollo, la gasolina, la madera y la contrachapada, los carros nuevos, etcétera- transmiten información acerca de la escasez relativa de bienes y servicios específicos. Estos precios señalan incentivos para que los consumidores cambien hacia bienes relativamente menos escasos (y, así, menos costosos), a la vez que incentivan a empresarios y productores a encontrar maneras más eficientes de producir los bienes buscados o para hallar alternativas deseables. Los controles de precios embotan tales ajustes del mercado, ocasionado escaseces y excedentes innecesarios y frenando la innovación.

En los setentas, los controles de precios y salarios del presidente Richard Nixon condujeron a escaseces e hicieron poco para contener la inflación, la cual persiguió tanto a su sucesor inmediato, Gerald Ford, como al sucesor del presidente Ford, Jimmy Carter. En la actualidad, la misma política no conduciría a un resultado diferente.

En última instancia, la inflación es causada por demasiado dinero persiguiendo a muy pocos bienes y servicios. No es difícil ver cómo Estados Unidos se metió en esta situación inflacionaria durante la epidemia del COVID-19. Desde el lado monetario, el gobierno federal lanzó más de $6 millones de billones a la economía, mientras que la Reserva Federa lo acomodó con tasas de interés históricamente bajas, estimulando un gasto aún mayor usando dinero pedido prestado. Entre tanto, desde el lado de los bienes y servicios, la producción fue frenada por órdenes de cierres y otros trastornos relacionados con la pandemia, tanto en el país como en nuestra cadena exterior de suministros.

Detener la inflación requiere reducir el estimulo monetario, a la vez que aumentar el producto económico. La Fed ha dado señales de una política monetaria más exigua para el 2022 y parece que el proyecto de ley de un gasto de $5 millones de billones del presidente Joe Biden, “Build Back Better,” está estancado en un punto muerto político. Eso debería reducir el crecimiento del lado monetario de la ecuación y, en algún grado, enfriaría la demanda.

Pero, ¿qué pueden hacer quienes hacen las políticas para alentar la producción, lo que ayudaría a enfriar la inflación? La respuesta: alejarse de políticas que desestimulan la producción de los bienes y servicios necesitados.

Por ejemplo, dado que los problemas de la cadena de suministros están limitando a los Estados Unidos tanto en su producción como en su acceso a bienes importados, Washington podría derogar (o suspender por decreto ejecutivo) la anticuada Ley de Marina Mercante de 1920, mejor conocida como la Ley Jones. Esta ley proteccionista limita a barcos extranjeros hacer paradas en múltiples puertos estadounidenses, al requerir que barcos de carga que van entre puertos de Estados Unidos se construyan en el país y sean poseídos y tripulados por ciudadanos estadounidenses. Eliminar esas restricciones ayudaría, en el corto plazo, a aliviar los problemas de la cadena de suministros, a la vez que reduciría los costos generales y elevaría la productividad en el largo plazo.

También, políticas gubernamentales han contribuido significativamente a grandes aumentos en los costos de la energía y vivienda.

Con un galón de gasolina regular sin plomo costando nacionalmente el 7 de diciembre más de $3.30, según la Asociación Estadounidense de Automovilismo, y que quizá aumentará, el presidente Biden podría (y debería) revertir las restricciones que él impuso a la producción de petróleo y gas nacional recién asumido su cargo.

Como lo comentáramos un colega y yo en nuestro libro Housing America: Building Out of a Crisis, también el gobierno carga con suficiente responsabilidad por los altos costos de la vivienda. Las restricciones zonales estatales y locales, códigos de construcción, regulaciones de permisos y burocracia, todos, limitan la producción y aumentan los precios.

La inflación no es un fenómeno natural. Es primordialmente creada por medio de la acción o inacción humana.

Aún si no conoce todos los detalles, el público se da cuenta de esto. Ahora, quiere que los políticos deshagan el enredo que han creado.

También fue publicado en la revista Newsweek del miércoles 12 de enero del 2022

Benjamin Powell es Compañero Sénior en el Instituto Independiente y director del Instituto del Libre Mercado en la Universidad Texas Tech.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.