Un comentario muy apropiado por los intentos recientes, en medio de la pandemia, de ciertas autoridades políticas, científicos al servicio de ellas, y comentaristas irresponsables tratando de impedir la sana y libre discusión y crítica requerida por del método científico, a la vez que alguno prominente entre ellos, con suma arrogancia proclama “ser la ciencia” en este tema, como si ella fuera algo permanente, inmutable, y no en constante evolución por medio de aquella crítica.

POR QUÉ BASTARDEAR EL MÉTODO CIENTÍFICO ES TAN PELIGROSO

Por Mike Roberts
Fundación para la Educación Económica
Domingo 9 de enero del 2022

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Cuando se casa con el poder, una exaltación de la ciencia puede tener efectos desastrosos.

A partir de la media década previa, ha habido una tendencia creciente que señala un cambio en el papel percibido y aceptado de la ciencia. No es infrecuente ver eslóganes y lemas como “la ciencia está establecida” y “cree en la ciencia.”

Afirmaciones como esas presentan dos problemas importantes: primero, la ciencia se establece como final e indisputable; segundo, viene acompañada de un juicio o valoración moral. Por ejemplo, estudios científicos indican que usar un casco puede reducir el daño a la cabeza en un 48%, un daño serio a la cabeza en un 60%, un daño traumático al cerebro en 53%, [y] daño facial en un 23%.”

Si bien requiere poco esfuerzo alinearse con la ciencia en tal asunto, intento demostrar que una aplicación del primer comportamiento es contradictoria con la base de la ciencia, y el segundo yace totalmente fuera de su alcance.

Para establecer un terreno común, empecemos revisando los méritos y fundamentos del método científico. Primero, se hace una observación, seguida de una pregunta relacionada con la observación. Luego, se formula una hipótesis que podría potencialmente responder la pregunta. Después, una predicción acerca de resultados futuros con base en la hipótesis se examina por la vía de experimentos. El análisis de los resultados de los experimentos se utiliza para confirmar o rechazar la hipótesis. Si los resultados parecen demostrar que la hipótesis es correcta, entonces, la confianza empieza a construirse acerca del poder predictivo de la hipótesis y su habilidad para describir el mundo real.
Si los resultados parecen demostrar que la hipótesis es incorrecta, entonces, el método científico retorna al principio y la hipótesis es desafiada, refinada, modificada, o descartada. El proceso es riguroso, completo, y exigente. Es, asimismo, profundamente empírico, significando que descansa en información procedente del mundo real; sólo se pueden extraer datos de cosas que ya han sucedido. En su forma más básica, este proceso es lo que constituye la “ciencia,” tal como comúnmente se le refiere en los medios y la conversación.

Establecido el terreno en común, se puede enfrentar el primer problema principal. Es, irónicamente, anticientífico siquiera declarar que la ciencia está establecida. Hay pocas características del método científico que sustenten dicho alegato. Dado que el método científico se basa en datos empíricos relacionados con la hipótesis, descansa en los sentidos y experiencias percibidas. Esto significa que es totalmente dependiente del pasado. La ciencia no puede predecir apropiadamente el futuro; sólo puede modelar lo que ha pasado y hacer una proyección razonable acerca de lo que puede pasar. La ley científica descansa en la probabilidad estadística.

Es más, dado que el hombre no es omnisciente, el futuro permanecerá por siempre desconocido. Al continuar el hombre explorando al mundo físico, siempre existe la posibilidad de que suficientes datos se acumulen para mostrar la falsedad o, al menos, poner en duda una conclusión científica bien establecida. Debido a estas condiciones, las afirmaciones que declaran que la ciencia está establecida son del todo no científicas: rechazan los principios y prácticas esenciales del método científico y la naturaleza de la experiencia humana. Esas condiciones exhiben el ridículo de cualquier insinuación de que la ciencia está establecida. Hablando estrictamente, la ciencia es incapaz de que alguna vez sea establecida. Imagínese la carnicería, si científicos alrededor del mundo se hubieran despojado de sus trajes de laboratoristas, y aceptado la supuesta “prueba clínica” de que ciertos cigarrillos no eran realmente dañinos o eran médicamente superiores a otras marcas. Por suerte, el uso continuo del método científico ha construido contrargumentos convincentes de que los cigarrillos son, de hecho, muy dañinos para el cuerpo.

El segundo problema principal puede tener implicaciones más peligrosas al examinarse en su totalidad. En la discusión precedente, se muestra con claridad que la ciencia es sólo capaz de aproximarse a la verdad estadística con base en la evidencia empírica. Sin embargo, la ciencia es totalmente incapaz de decirnos qué es lo correcto o lo equivocado. No hay nada sucediendo naturalmente dentro del método científico que lo empodere para hacer juicios de valor o tomar decisiones morales. No puede decirnos qué es lo bueno, malo, mejor, o peor.
Esencialmente, la ciencia nunca es capaz de decir “debería” o “debe.” Para regresar a nuestro ejemplo previo, la ciencia puede concluir que usar un casco previene daños a la cabeza en accidentes de motocicletas, pero, no tiene poder para dictar que los motoristas deberían usar cascos. Hacerlo es formular un juicio de valor que sólo puede ser hecho por individuos.

Usar un casco sólo es prescriptivo si el individuo motorista valora la posibilidad de prevenir que un cráneo se fracture, en vez de manejar libremente en el viento. Conociendo los riesgos y estando informado por la ciencia, la mayoría de motoristas posiblemente escogería usar un casco, pero, la ciencia es incapaz de decirles que esa es la elección del valor más alto, ya que los individuos tienen sistemas de valores diferentes, y que divergen. En lo referente a la ciencia, qué es lo correcto depende de los fines precisos deseados por actores individuales y sus valores.

Como aseveró el economista austriaco Ludwig von Mises, “No sirve de nada discutir acerca de lo adecuado de los preceptos éticos. …Los fines últimos son elegidos según los juicios de valor del individuo. Estos no pueden ser determinados por la investigación científica y el razonamiento lógico.”

Permitir que la ciencia formule juicios de valor universales también le facilita definir la moral. Un ejemplo de esto se puede encontrar en los debates relacionados con la ley acerca del aborto. La ciencia puede decirnos cuando empieza un corazón a latir, qué tan desarrollado está un bebé en el primer, segundo, y tercer trimestre, e incluso el sexo del bebé. Pero, de nuevo, no tiene poder en lo absoluto para decirnos si es o no moral abortar el bebé. Esa evaluación descansaría en los juicios de valor y el código moral del individuo.

Por tanto, el problema con eslóganes como “cree en la ciencia” es la tendencia a mezclar la ciencia con la moral y el valor. Cuando la ciencia es esgrimida al hacerse leyes, más a menudo se efectúa junto con un código moral que se le adiciona. Se ha demostrado que la ciencia no es capaz de hacer eso, así que, la única forma en que la ciencia puede usarse para hacer leyes, es que alguien, alguna persona o personas reales en alguna parte, deriven una conclusión moral basada en la ciencia. Esta conclusión personal, individual, es, después, aplicada generalizadamente sobre todos aquellos a los que cubrirá la ley. Es por esta razón que la ciencia nunca se debería usar como justificación en cualquier gobierno para imponer sistemas morales.

Hacerlo resulta en que la moral y los valores de los pocos serían impuestos sobre los de muchos. Pero, son sólo los individuos quienes pueden tomar decisiones acerca de lo que ellos harán en consideración de algún consenso científico. F.A. Hayek puso esto claramente al decir que “a los individuos se les debería permitir… seguir sus propios valores y preferencias en vez de los de alguien más.”

Los resultados de cualquier estudio científico requieren interpretación, y cualquier interpretación es necesariamente subjetiva. La interpretación de los resultados puede continuar hasta orientar juicios de valor y códigos morales. Pero, si la ciencia se mueve hacia un espacio en que sus conclusiones nunca pueden desafiarse, y eso también determina la moral, entonces, súbitamente deja de exhibir características de ciencia y ha asumido características de religión.

Cuando se casa por conveniencia con el poder, una exaltación de la ciencia hacia ese estatus puede tener efectos desastrosos, como lo evidencian los actos cometidos por el Tercer Reich y otros regímenes totalitarios.

“La ciencia no puede mentir, pues siempre está luchando, según el estado momentáneo del conocimiento, para deducir lo que es cierto,” famosamente afirmó Hitler.

Entre más se alejan los científicos del método científico para decirle a la gente lo que ella debería hacer, subvierten más a la ciencia y aumentan el potencial para restringir la elección, destruir la libertad humana, y dañar a gente de verdad.

Siempre deberá tenerse presente que, mientras la ciencia puede decirnos que un teléfono transportará nuestras voces a través del aire, nunca será capaz de decirnos qué debería decirse.

Mike Roberts es un ingeniero de procesos en Intel, con un grado de bachiller en Ingeniería Química y una Maestría en Ingeniería Mecánica. Él también ha sido por mucho tiempo un promotor de los mercados libres y la libertad de las ideas.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.