Una autocrítica que debe ponernos a pensar (sin oportunismos ni ficciones ni eludiendo erradamente el tema).

LA RECESIÓN GLOBAL DEL LIBERALISMO CLÁSICO

Por John O. McGinnis
American Institute for Economic Research
8 de enero del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es john o. mcginnis american institute for economic research Liberalism, January 8, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

La escala del retroceso del liberalismo clásico llegó a ser aún más visible en el 2021. Su recesión es global ̶ se extiende desde las Américas y envuelve a Europa y Asia. Es pan-ideológico: no sólo las naciones libres se están haciendo menos libres; las naciones menos libres se hacen menos libres. No es sólo que la izquierda se está moviendo más hacia la izquierda, sino que los partidos de la derecha, actualmente la mejor esperanza política para el liberalismo clásico, se está volteando hacia diversas formas de anti liberalismo. Y los resultados de las políticas han sido ampliamente perjudiciales, amenazando con reorientar en una dirección más estatista desde el libre comercio a la ley de competencia hasta la seguridad social.

REDUCCIÓN GLOBAL

Como estadounidenses, debemos enfocarnos principalmente en lo que está sucediendo en casa. El impulso contra el liberalismo clásico puede ser medido constatando los programs legislativos de las administraciones Obama y Biden. Para estar claros, Obama buscó legislación que moviera a la nación hacia una dirección más estatista en el cuido de la salud y los servicios financieros. Pero, Biden ha sido amplio en cuanto a su esperanza de crear el incremento mayor en el estado de bienestar desde Lyndon Johnson. Su legislación propuesta habría creado beneficios para una educación pre kínder gratuita, universidades gratuitas en las comunidades, licencia retribuida en todo tipo de empleo, y derechos a la atención a largo plazo. Reduciría la edad para recibir el Medicare a los 60 y ampliaría el ámbito de servicios cubiertos por el programa. Su aspiración era crear un estado de bienestar desde la cuna hasta la tumba, al estilo europeo.

Para tenerlo claro, la llamada ley de Build Back Better [Volver a Construir Mejor] puede que no se convierta en ley debido a las estrechas mayorías demócratas en el Congreso. Pero, la misma osadía de las propuestas, dadas esas mayorías estrechas, muestra que ese partido se está transformando en un partido socialdemócrata de la izquierda, como aquellos de Europa. Y, cualquiera sea el resultado de la legislación este o el próximo año, se convertirá en modelo para la próxima vez que los demócratas tengan mayoría sustancial ̶ una inevitabilidad en un sistema bipartito.

La energía de la izquierda es incluso más impactante en el exterior. En este hemisferio, Chile ha elegido su presidente más hacia el ala izquierda desde Salvador Allende, un ideólogo quien promete que su administración será la “tumba del neoliberalismo.” Su reciente formulación de la constitución tiene como blanco a la sociedad de mercado que los “Chicago boys” crearon, basados en principios liberales importados de la Universidad de Chicago. También, Perú y Honduras han elegido presidentes de la izquierda extrema. La izquierda totalitaria continúa gobernando a Cuba y Venezuela.

En Europa, la nación más importante, Alemania, eligió un gobierno de centro-izquierda después de años de gobierno desde el centro. Ningún partido de la derecha del centro gobierna en algún país importante en el continente.

Ninguna nación en Asia importa más que China, y ella se ha estado moviendo hacia la izquierda. Por supuesto, ha sido una nación gobernada por el comunismo durante décadas, pero, hasta el ascenso de Xi, los retoños verdes de la libertad estaban creciendo, en particular en la economía. Pero, Xi está llevando a la quiebra al sector de mercado, ordenando a empresas a salir de los mercados accionarios, poniendo comisarios en cada oficina, y recortando grandes empresas a menor tamaño cuando constituyen alguna amenaza al estado. Este año, él aplastó la libertad en Hong Kong, cerrando una ciudad-estado que era bastión del liberalismo clásico y mostrando que China estaba revirtiendo al tipo de régimen totalitario del siglo XX, al que no se le puede confiar siquiera que mantenga los términos de los tratados que firma.

Más allá de China, otras naciones autoritarias importantes también se están haciendo más intolerantes ante el disenso. Por ejemplo, Rusia ha encarcelado al principal líder de la oposición, y el partido gobernante acaba de ganar unas elecciones ampliamente consideradas como arregladas.

EL ABANDONO POR LA DERECHA DEL LIBERALISMO CLÁSICO

Otra señal de las fortunas en decadencia del liberalismo clásico es su debilitamiento en la derecha. Si bien es notorio en Estados Unidos, también este fenómeno es global. Aquí en casa, la mayoría de los principales contendores para la siguiente nominación presidencial republicana imita al anterior presidente Trump, no en su estilo, sino en muchas de las políticas que divergen del liberalismo clásico. Hay mucho menos entusiasmo en el libre comercio y más simpatía hacia la política industrial. Aún más importante es lo que está ausente ̶ algún interés en el tipo de reformas al asistencialismo que fueron rutinariamente propuestas, para impedir que programas de transferencias, como la Seguridad Social y el Medicare, abrumen el presupuesto federal. Gran parte del partido republicano ya no es más el partido de la desregulación y bajo gasto social, si bien aún retiene una adhesión a impuestos bajos.

La historia es la misma para el partido político más viejo de la derecha en el mundo ̶ los conservadores británicos. Ahí, Boris Johnson ha efectuado una clara ruptura con el Thatcherismo. Él aumentó los impuestos, prometió elevar el gasto social para así “nivelar” las partes menos desarrolladas de la nación con Londres, y juró convertirse en líder mundial en la regulación del calentamiento global.

En el continente, los ya débiles partidos liberales clásicos se han convertido en partes hasta menos importantes en la coalición de la derecha. En Francia, es muy posible que no lleguen a la segunda vuelta, siendo sacados ya sea por el Frente Nacional o por un periodista agitador, que promete hacer a Francia grande de nuevo. En Italia, la tendencia liberal clásica de la derecha casi ha desparecido, siendo reemplazada por partidos que quieren facilitar la búsqueda de rentas o aumentar el estado de bienestar.

En Japón, los por mucho tiempo gobernantes demócratas liberales adoptaron algunas políticas liberalizadoras bajo Shinzo Abe, pero, ahora, están volviendo a su línea base corporativista.

EL COLAPSO DE LA POLÍTICA LIBERAL CLÁSICA

Y, justamente cuando el liberalismo ha retrocedido globalmente, también ha retrocedido ampliamente en espacios de políticas. Uno de los triunfos básicos del liberalismo clásico desde el período de su formación en el siglo XVIII fue aquel del libre comercio sobre el mercantilismo.
Prácticamente hablando, desde la Segunda Guerra Mundial hasta el final del siglo, el libre comercio se convirtió en una política global con rondas sucesivas de negociaciones globales para recortar aranceles y barreras regulatorias. Asimismo, los países lograron zonas locales de libre comercio, como Estados Unidos, Canadá, y México lo hicieron con el NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte). Pero, las conversaciones mundiales de comercio se han frenado durante una década con poco prospecto de reinicio. Está en peligro de colapso la estructura de resolución de disputas internacionales que sostuvo las reglas comerciales del mundo.

Las zonas de libre comercio ya no más están proliferando. Los Estados Unidos, tanto bajo la administración republicana como la demócrata, se han rehusado a unirse bajo el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. Hasta las ventajas geopolíticas obvias de unir las naciones democráticas del Pacífico contra China, no han sido suficientes para sobreponerse a las fuerzas del proteccionismo.

La administración Biden ha estado proponiendo reguladores que romperían con décadas de consenso acerca de que la regulación debería limitarse a los fallos del mercado. Por ejemplo, Saule Omarova, la fallida nominada al cargo de Contralor de la Moneda, cree que la Reserva Federal debería reemplazar funciones claves de bancos privados. La recién confirmada directora de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC por sus siglas en inglés), Lina Khan, quiere cambiar medio siglo de ley antimonopolios para enfocarse en promover el bienestar de los consumidores, al favorecer una visión expansiva que le daría al gobierno mucho más poder para intervenir en la corrección de diversas inequidades en el mercado que ella percibe. El antimonopolio es un barómetro excelente de la suerte del liberalismo clásico, pues, entre más intervencionista sea la ley antimonopolio, menos confianza hay en que el mercado pueda regularse a sí mismo para bien del público.

Hasta el debate creciente en la derecha acerca de la interpretación constitucional refleja una disminución de las fuerzas pro libertad. El originalismo busca restaurar la Constitución original, que es un estatuto de libertad, tanto en sus restricciones al gobierno, como en su amplio conjunto de derechos individuales en la Declaración de Derechos, que fueron expandidos por la Enmienda Catorce. El mismo nombre de la alternativa al originalismo de la nueva ala derecha -constitucionalismo del bien común- deja claro que su punto de partida ya no es más la libertad, sino el bien del colectivo.

RAZONES DE LA DECLINACIÓN DEL LIBERALISMO CLÁSICO

¿Cuáles son las razones para el largo rugido de retroceso del liberalismo clásico? Una es la resaca continuada de la crisis financiera del 2008. Existe un sentido difuso en que la crisis mostró que el capitalismo falló, a pesar del argumento sustancial de que la crisis fue consecuencia, en gran parte, de la política monetaria fácil de la Reserva Federal y las políticas laxas de préstamos de Freddie Mac y Fannie Mae ̶ empresas que el gobierno respaldaba. Y que la decisión de rescatar algunos de los bancos que tomaron malas decisiones -poco acorde con el liberalismo clásico- pareció ser indignante. Los ciudadanos están dispuestos a tolerar mucha inequidad si sienten que las reglas para enriquecerse no están manipuladas, pero, la crisis financiera cuestionó la neutralidad de la ley.

Una segunda causa es el surgimiento de la política de identidad. Si todo mundo es primero miembro de una tribu y segundo sólo un individuo, obviamente la libertad individual tiene una prioridad menor. Vemos la política de la identidad no sólo en la política racial y étnica de Estados Unidos, sino en la política de identidad regional del Reino Unido (como en el esfuerzo escocés de independencia) y en mucho del continente.

Tercera que, y relacionada al menos con Occidente, puede haber rendimientos decrecientes en el crecimiento económico que el liberalismo clásico ha promovido. Es este confort relativo lo que permite a los ciudadanos enfocarse en priorizar proyectos colectivos o revolcarse en su identidad, aún si esas tendencias llegan a ser antitéticas al crecimiento económico. Esa es la razón de que ahora veamos a la derecha alegar que el liberalismo [estatismo en Estados Unidos], incluyendo al liberalismo clásico, ha fracasado. Esa afirmación puede llegar a resonar políticamente en Occidente sólo después que la memoria de las miserias del mundo pre liberal se haya desvanecido.
Teóricos políticos clásicos pensaron que las repúblicas pasaban por ciclos en donde la república declinaba después de producir niveles de prosperidad relativamente altos, cuando la complacencia del confort y del lujo se establecían naturalmente. Podríamos estar viendo una reivindicación moderna de esta tesis antigua.

La resolución de Año Nuevo para los amigos de la libertad debe ser desarrollar algunas nuevas estrategias para su renacimiento. Las viejas no están funcionando.

Reimpreso de Law & Liberty

John O. McGinnis es el profesor George C. Dix en Derecho Constitucional en la Universidad Northwestern. Su libro Accelerating Democracy fue publicado por Princeton University Press en el 2012. McGinnis es también coautor con Mike Rappaport de Originalism and the Good Constitution, publicado por Harvard University Press en el 2013. Es graduado de Harvard College, Balliol College, Oxford, y en la Escuela de Leyes de Harvard. Ha publicado en revistas importantes de derecho, incluyendo Harvard, Chicago, y Stanford Law Reviews y el Yale Law Journal, y en revistas de opinión, incluyendo National Affairs y National Review.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.