La primera parte de este artículo fue traducida y publicad en este muro el día de ayer y continúo ahora con la segunda parte, la cual está igual de interesante, sino es que aún más.

¿ESTAMOS CERCA DEL FINAL DEL CAMINO DE SERVIDUMBRE? PARTE II

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
19 de diciembre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein american institute for economic research serfdom, December 19, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Si usted tiene una creencia color rosa en la certeza del progreso de la humanidad, la lectura de Camino de Servidumbre incomoda. En ella, Friedrich Hayek ofrece una guía para reconocer y deshacer nuestros errores que facilitan la tiranía. Para deshacer nuestras equivocaciones, primero debemos reconocer el camino lleno de errores que estamos transitando. Usted no puede deshacer aquello que no está dispuesto a ver.

Si estamos dispuestos, Hayek nos ayuda a desatar nuestra negación de los principios de libertad bajo los que florecen los seres humanos. La libertad de coerción pone el “poder de elegir” en manos de individuos y es esencial para el progreso humano.

Si queremos preservar la libertad ante la coerción, los individuos deben asumir el riesgo y responsabilidad de las elecciones que hagan. El “poder de elegir” no debe ser removido por actos arbitrarios del gobierno. Escribe Hayek que,

“La libertad económica que es el prerrequisito de cualquier otra libertad no puede ser la libertad del cuidado económico que los socialistas nos prometen y que sólo puede lograrse relevando al individuo al mismo tiempo de la necesidad y el poder de elección; debe ser la libertad de nuestra actividad económica la que, con el derecho a elegir, también inevitablemente acarrea el riesgo y la responsabilidad de ese derecho.”

“Nada,” explica Hayek, “distingue con más claridad las condiciones de un país libre de las que rigen en un país bajo un gobierno arbitrario que la observancia, en aquél, de los grandes principios conocidos bajo la expresión Estado de Derecho (Rule of Law).”

Los individuos son libres de perseguir sus propios objetivos personales cuando el poder coercitivo del gobierno es restringido bajo la Regla de la Ley. Lo explica Hayek,

“Despojada de todo su tecnicismo, significa que el estado está sometido en todas sus acciones a normas fijas y conocidas de antemano; normas que permiten a cada uno prever con suficiente certidumbre cómo usará la autoridad en cada circunstancia sus poderes coercitivos, y disponer los propios asuntos individuales sobre la base de este conocimiento. Aunque este ideal nunca puede alcanzarse plenamente, porque los legisladores, como aquellos a quienes se confía la administración de la ley, son hombres falibles, queda suficientemente clara la cuestión esencial: que debe reducirse todo lo posible la discreción concedida a los órganos ejecutivos dotados de un poder coercitivo. Aun cuando toda ley restringe hasta cierto punto la libertad individual alterando los medios que la gente puede utilizar en la consecución de sus fines, bajo la supremacía de la ley le está prohibido al estado paralizar por una acción ad hoc los esfuerzos individuales. Dentro de las reglas del juego conocidas, el individuo es libre para procurarse sus fines y deseos personales, seguro de que los poderes del Estado no se usarán deliberadamente para frustrar sus esfuerzos.” [énfasis agregado]

Un respeto amplio de la Regla de la Ley entre los ciudadanos es más fácil que se fortalezca y almacene en épocas de prosperidad, La metáfora de si almaceno o me alimento con nuestra semilla de maíz es aplicable, no sólo a activos físicos y al dinero, sino también a ideas.
Durante las caídas económicas o tiempos difíciles aumenta el nivel del temor. Las demandas de una respuesta expedita ponen presión sobre la Regla de la Ley; se reduce el respeto de ese principio vital en una sociedad libre y próspera. Los asustados quieren aquello por lo que claman tener derecho y algunos políticos están sumamente dispuestos a complacer esas peticiones.

Por supuesto, no toma mucho tiempo para que la negociación Faustiana -cambiando el cultivo de principios de largo plazo por la experiencia del corto plazo- se devuelva.

Abundan los ejemplos. Oportunismo significó que bancos en el 2008-2009 fueran compensados por sus costosos errores. Durante el Covid, las reglas legales fueron cambiadas de forma que inquilinos que no pagaron sus rentas no pudieron ser desahuciados, privando de su propiedad a dueños y propietarios de sus casas. El Fiscal General de Estados Unidos investiga a padres que critican a juntas de educación.
Hay un largo etcétera de abusos de la Regla de la Ley. Pero, puede empeorar. Tal vez, cuando arribe el siguiente mercado a la baja, los accionistas no asumirán la responsabilidad de sus decisiones y demandarán ser compensados. Podríamos escuchar llantos de Yo pensé que los precios de las acciones sólo podían aumentar; es injusto que mis acciones no tengan valor.

Cuando usted ve que el temor hacia el Covid ha impulsado a que la población acepte, usted ve un presagio de lo que traerá una fuerte crisis financiera. La gente aterrorizada puede ser despiadada.

Explica Hayek, “Ante los ojos del colectivista hay siempre un objetivo superior a cuya consecución sirven estos actos y que los justifican para aquél, porque la prosecución del fin común de la sociedad no puede someterse a limitaciones por respeto a ningún derecho o valor individual.”

Hoy, nuestra reserva de semilla de respeto de la Regla de la Ley casi ha sido alimento. Con la Regla de la Ley desmoronándose durante las últimas décadas, crecientemente el gobierno ejerce poder coercitivo. Estamos en el camino de servidumbre.

EL DENOMINADOR COMÚN MÁS BAJO

Si hoy los políticos parecen ser más demagogos totalitarios que estadistas democráticos, hay una buena razón. Hayek explicó por qué; entre mayor la planificación central, más son los peores que se colocan a la cabeza.

La planificación central de la economía u otros asuntos humanos nunca puede funcionar. Cuando fallan los planes, los políticos enfrentan una disyuntiva en el camino y deben cambiar su curso de acción. Escribe Hayek, “[E]l gobernante democrático que se dispone a planificar la vida económica tendrá pronto que enfrentarse con la alternativa de asumir poderes dictatoriales o abandonar sus planes.”

Es raro encontrar un político que reconoce y abandona un plan fallido. Probablemente doblará esfuerzos por unir al número más grande posible de ciudadanos alrededor de sus planes. Hayek explica adónde se encontrará un acuerdo masivo:

“Tenemos que descender a las regiones de los principios morales e intelectuales más bajos, donde prevalecen los más primitivos y ‘comunes’ instintos y gustos. Esto no significa que la mayoría de la gente tenga un bajo nivel moral; significa simplemente que el grupo más amplio cuyos valores son muy semejantes es el que forman las gentes de nivel bajo. Es, como si dijéramos, el mínimo común denominador lo que reúne el mayor número de personas. Si se necesita un grupo numeroso lo bastante fuerte para imponer a todos los demás sus criterios sobre los valores de la vida, no lo formarán jamás los de gustos altamente diferenciados y desarrollados; sólo quienes constituyen la ‘masa,’ en el sentido peyorativo de este término, los menos originales e independientes, podrán arrojar el peso de su número en favor de sus ideales particulares.” [énfasis agregado]

Sustituya las palabras no vacunado en vez de “judío” o “kulak” y Hayek parece estar hablando del mundo actual:

“[El líder totalitario] será capaz de obtener el apoyo de todos los dóciles y crédulos, que no tienen firmes convicciones propias, sino que están dispuestos a aceptar un sistema de valores confeccionado si se machaca en sus orejas con suficiente fuerza y frecuencia. Serán los de ideas vagas e imperfectamente formadas, los fácilmente modelables, los de pasiones y emociones prontas a levantarse, quienes engrosarán las filas del partido totalitario. Con el esfuerzo deliberado del demagogo hábil, entra el tercero y quizá más importante elemento negativo de selección para la forja de un cuerpo de seguidores estrechamente coherente y homogéneo. Parece casi una ley de la naturaleza humana que le es más fácil a la gente ponerse de acuerdo sobre un programa negativo, sobre el odio a un enemigo, sobre la envidia a los que viven mejor, que sobre una tarea positiva. La contraposición del ‘nosotros’ y el ‘ellos,’ la lucha contra los ajenos al grupo, parece ser un ingrediente esencial de todo credo que enlace sólidamente a un grupo para la acción común. Por consecuencia, lo han empleado siempre aquellos que buscan no sólo el apoyo para una política, sino la ciega confianza de ingentes masas. Desde su punto de vista, tiene la gran ventaja de concederles mayor libertad de acción que casi ningún programa positivo. El enemigo, sea interior, como el ‘judío’ o el ‘kulak,’ o exterior, parece ser una pieza indispensable en el arsenal de un dirigente totalitario.” [énfasis agregado]

Los movimientos masivos dependen de la adherencia de individuos que no quieren asumir la responsabilidad por las elecciones que hacen. Demonizar a los no vacunados es fácil. En contraste, comer bien y ejercitarse requiere individuos que tomen decisiones. Esas decisiones invocan asumir la responsabilidad de aprender, experimentar, y hacer elecciones detalladas, elecciones que son no son fácilmente comunicadas en forma de sonidos. El obeso mórbido Chris Christie puede haber estado haciendo una broma cuando dijo de Trump, “Yo le di a él mi lealtad inmortal… él definitivamente me dio COVID,” pero la mentalidad de Christie es compartida por muchos: Usted es responsable de las elecciones que yo hago.

Para quienes mantienen objetivos “nobles” auto profesados, los derechos de los individuos no importan. Para imponer sus valores, los “peores” tomarán ventaja del hecho de que una alianza incondicional de masas enormes rápidamente puede forjarse más atizando odios primitivos, enfocándose en el denominador común más bajo.

Sin órdenes, se desvanece su conformidad con sus planes; los individuos realizarán acciones consistentes con su jerarquía única de valores y necesidades. Individuos que patrocinan empresas que emplean o sólo sirven a vacunados enfrentarán un problema: Sin esas órdenes, tales negocios sería pocos. Muchos clientes potenciales no darán su conformidad para odiar a los no vacunados. Con políticas de sólo vacunados, la mayoría de empresas perdería más de lo que ganaría. Dada la libertad por las cortes, los hospitales están revirtiendo sus órdenes de vacunación.

No estamos inevitablemente perdidos en el camino de servidumbre. Sin nuestra conformidad, los “peores” no estarán en capacidad de poner el peso de los números detrás de sus planes arbitrarios y coercitivos. Han de existir límites estrictos al poder del gobierno, o el gobierno encontrará apoyo en el denominador común más bajo.

EL FIN DE LA VERDAD Y LA MORAL

Usted puede asombrarse del número de amigos suyos y miembros de su familia que apoyan las cuarentenas y órdenes, pero a Hayek no le sorprendería. Él hace la observación de que, “Si el sentimiento de opresión en los países totalitarios es, en general, mucho menos agudo que lo que se imagina la mayoría de las personas en los países liberales, ello se debe a que los gobiernos totalitarios han conseguido en alto grado que la gente piense como ellos desean que lo haga.”

En resumen, los gobiernos totalitarios apuntan hacia lograr que la población adopte los fines del gobierno como propios. Debido a la presión social, muchos individuos ocultan sus preferencias y creencias verdaderas.

Hayek, obviamente, estaba escribiendo antes de las Grandes Tecnológicas. Hoy, el gobierno puede afirmar que la Primera Enmienda constitucional permanece intacta, a la vez que apela a Google y Facebook para que censuren la “desinformación.” La desinformación es simplemente un eufemismo para cualquier cosa que desafía edictos de los burócratas y su “ciencia” politizada. Escribe Hayek,

“Si todas las fuentes de información ordinaria están efectivamente bajo un mando único, la cuestión no es ya la de persuadir a la gente de esto o aquello. El propagandista diestro tiene entonces poder para moldear sus mentes en cualquier dirección que elija, y ni las personas más inteligentes e independientes pueden escapar por entero a aquella influencia si quedan por mucho tiempo aisladas de todas las demás fuentes informativas.”

Aún no todas las fuentes de información están bajo control de las Grandes Tecnológicas. Quienes buscan información pueden encontrar ideas alternativas que desafían la narrativa oficial. Sin embargo, millones no están inclinados a ver más allá de los medios oficiales. Así, no se dan cuenta de los daños de la vacuna, y muertes, la declinación de la eficacia de la vacuna, la transmisión del Covid por los vacunados, preguntas acerca de la sabiduría de las vacunaciones para cohortes más jóvenes de edad, y la naturaleza de compinche de la industria farmacéutica.

Sin reconocer las múltiples aristas de la ciencia y política del Covid, los individuos pierden la tolerancia y respeto por las diferencias. Cierta es hoy la afirmación de Hayek de que, entre intelectuales, “la intolerancia … es francamente ensalzada:”

“Quizá el hecho más alarmante sea que el desprecio por la libertad intelectual, no es cosa que sólo surja una vez establecido el sistema totalitario, sino algo que puede encontrarse en todas partes entre los intelectuales que han abrazado una fe colectivista y que son aclamados como líderes intelectuales hasta en los países que aún tienen un régimen liberal.”

Los tiranos explotarán la ignorancia. Hayek no podría haberse imaginado el sistema actual de casta alrededor del estatus de vacunación. A pesar de lo anterior, explicó cómo una sociedad totalitaria “sólo puede conducir a una desigualdad impuesta oficialmente, a una determinación autoritaria de la posición de cada individuo en el nuevo orden jerárquico; que desaparecerían la mayor parte de los elementos humanitarios de nuestra moral social: el respeto por la vida humana, por el débil y por el individuo en general.”

La disposición de muchos de descartar el respeto al individuo es signo aterrador de qué tan abajo en el camino de servidumbre hemos viajado. Escribe Hayek,

“Las consecuencias morales de la propaganda totalitaria… son la destrucción de toda la moral social, porque minan uno de sus fundamentos: el sentido de la verdad y su respeto hacia ella. Por la naturaleza de su tarea, la propaganda totalitaria no puede confinarse a la gradación de los valores, a las cuestiones de interpretación y a las convicciones morales, sobre las cuales el individuo siempre se adaptará, más o menos, a los criterios dominantes en su comunidad, sino que ha de extenderse a cuestiones de hecho que operan sobre la inteligencia humana por una vía diferente.” [énfasis agregado]

En resumen, “En donde hay un fin común que todo lo domina, no hay espacio para normas o preceptos morales generales.”

“La historia no se repite a sí misma, pero a menudo rima,” escribió Mark Twain. Si usted cree que los científicos actúan como un bastión contra la tiranía, está equivocado; por su forma de ganarse la vida, a menudo los científicos dependen de donativos gubernamentales. Hayek lo observó en Alemania nazi; científicos estaban en la primera fila de animadores del totalitarismo:

“La facilidad con que, en definitiva, con escasas excepciones, los universitarios y hombres de ciencia alemanes se colocaron al servicio de los nuevos gobernantes es uno de los espectáculos más deprimentes y bochornosos de la historia entera del ascenso del nacionalsocialismo. Es bien sabido que precisamente los hombres de ciencia y los ingenieros, que habían pretendido tan ruidosamente ser los dirigentes en la marcha hacia un mundo nuevo y mejor, se sometieron más fácilmente que casi ninguna otra clase a la nueva tiranía.”

Cuando aminamos hacia la servidumbre, explica Hayek, se termina la búsqueda de la verdad:

“La misma palabra ‘verdad’ deja de tener su antiguo significado. No designa ya algo que ha de encontrarse, con la conciencia individual como único árbitro para determinar si en cada particular caso la prueba (o la autoridad de quienes la presentan) justifica una afirmación; se convierte en algo que ha de ser establecido por la autoridad, algo que ha de creerse en interés de la unidad del esfuerzo organizado y que puede tener que alterarse si las exigencias de este esfuerzo organizado lo requieren.”

Hayek advierte que “diferencias de opinión, en todas las ramas del conocimiento, se convierte en cuestiones políticas que han de ser resueltas por la autoridad.” Desaparece “el espíritu de investigación independiente y la creencia en el poder de la convicción racional.” Hoy, ¿no es el final de la verdad un signo que marca nuestra ubicación en el camino de servidumbre?

SOMETIÉNDONOS A LO QUE NO PODEMOS COMPRENDER

Un tema al que Hayek a menudo regresó en escritos ulteriores, es cómo el progreso humano no puede estar bajo el control de alguien: “Fue la sumisión de los hombres a las fuerzas impersonales del mercado lo que en el pasado hizo posible el desarrollo de una civilización que de otra forma no se habría alcanzado. Sometiéndonos así, hemos contribuido día tras día a construir algo que es más grande de lo que cualquiera de nosotros puede comprender plenamente.”

Someterse a fuerzas impersonales sobre las que no tenemos control es aterrador. Sin embargo, sin reconocer y respetar estas poderosas fuerzas impersonales, explica Hayek, nos vemos forzados a someternos al poder arbitrario de tiranos:

“Y no acierta a ver que, si no ha de ser destruida esta compleja sociedad, la única alternativa al sometimiento a las fuerzas impersonales y aparentemente irracionales del mercado es la sumisión a un poder igualmente irrefrenable y, por consiguiente, arbitrario, de otros hombres. En su ansiedad por escapar a las enojosas restricciones que siente ahora, el hombre no advierte que las nuevas prohibiciones autoritarias que habrían de imponerse deliberadamente en lugar de aquéllas serían aún más penosas.”

Para salirnos del camino de servidumbre, Hayek nos desafía a ver cómo hemos negado la verdad: “Lo más necesario es liberarnos de la peor forma del oscurantismo moderno, el que trata de llevar a nuestro convencimiento que cuanto hemos hecho en el pasado reciente era, o acertado, o inevitable. No podremos ganar sabiduría en tanto no comprendamos que mucho de lo que hicimos fueron verdaderas locuras.

Hayek nos recuerda que los liberales clásicos somos los verdaderos progresistas cuya lealtad sin reservas es hacia “El principio rector que afirma no existir otra política realmente progresiva que la fundada en la libertad del individuo sigue siendo hoy tan verdadera.” Él nos urge a que tengamos el “valor de comenzar de nuevo,” y que ese valor empieza al ver con mayor claridad adonde es que nos hemos equivocado.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership, y sus ensayos han aparecido en publicaciones tales como las de la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.