Este es un artículo muy interesante que empieza definiendo claramente que define al capitalismo y qué al socialismo. Su comentario se centra en lo que ellos llaman transferismo, como característica del sistema capitalista en la realidad, así como del sistema socialista verdadero. Y son claros en que el capitalismo y el amiguismo o “capitalismo de los amigotes” son muy diferentes.

EL TRANSFERISMO, NO EL SOCIALISMO, ES LA DROGA A LA QUE SON ADICTOS LOS ESTADOUNIDENSES

James R. Harrigan & Antony Davies
American Institute for Economic Research
24 de diciembre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es james r. harrigan & antony davies american institute for economic research transferism, December 24, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Los Estados Unidos nunca han tenido una tradición socialista significativa o incluso un partido socialista cuasi serio. El socialismo en Estados Unidos es un movimiento marginal en el mejor de los casos y siempre lo ha sido. Esto hace que sorprenda más la súbita aceptación del socialismo. Pero, con un declarado socialista, Bernie Sanders, haciendo campaña para la presidencia por segunda vez, y con otra, Alexandra Ocasio-Cortez, elevándose a la prominencia nacional desde su puesto en la Casa de Representantes, el socialismo estadounidense es ahora más parte de la corriente principal que en algún otro momento de nuestra historia.

EL SOCIALISMO ES UNA RESPUESTA AL CAPITALISMO

Para complicar las cosas, el socialismo existe enteramente como respuesta al capitalismo, tal como ha sido el caso desde la primera vez que Marx puso la pluma sobre el papel, Y, si eso no fuera suficiente, el mismo uso de los términos “capitalismo” y “socialismo” ha evolucionado más allá del punto de un significado claro.

En una época esos términos estaban claramente definidos. Socialismo es el control estatal de los medios de producción. La intención es que esos medios se usen para el bien público. En contraste, el capitalismo es simplemente la propiedad privada de los medios de producción. La intención es que esos medios se usen para promover los interese de quienes los poseen, lo que, a su vez, creará condiciones de prosperidad general que puede ser disfrutada por todos.

Cuando son encuestados, los estadounidenses expresan ideas relativamente bien definidas acerca de ambos. Y, si bien lejos de una mayoría del electorado estadounidense favorece un sistema completamente socialista, una encuesta reciente de Gallup indica que más de cuatro de cada diez estadounidenses piensa que “alguna forma de socialismo” sea algo bueno. Pero, ¿qué es “alguna forma de socialismo?” Una sociedad o bien es socialista o no lo es. El estado es dueño de los medios de producción o no lo es. No existe un término medio. Incluso nuestros políticos abiertamente socialistas rara vez proponen algo que se acerque a ser tan drástico como el control gubernamental de los medios de producción.

Parece que lo que los estadounidenses realmente tienen en mente cuando piensan acerca del socialismo, no es un sistema económico, sino unos resultados económicos concretos. Y sus pensamientos parecen enfocarse más a menudo en el tema de qué debería tener la gente. ¿La respuesta a la que arriban más a menudo? Más de lo que la gente típicamente obtiene en un sistema basado en la búsqueda de utilidades. El capitalismo, cree ella, es inmoral pues es un sistema en donde algunos no tienen algo mientras que otros más de lo que podrían esperar usar durante múltiples vidas.

TRANSFERISMO ES UN TÉRMINO MÁS EXACTO

Esos cuatro de cada diez estadounidenses, y los políticos que hablan con mayor vociferación por ellos, del todo no están abogando por el socialsimo; están promoviendo lo que realmente debería llamarse “transferismo.” El transferismo es un sistema en el que un grupo de personas obliga a un segundo grupo a pagar por cosas que le gente cree que ella, o algún otro tercer grupo, debería tener. El transferismo no es acerca de controlar los medios de producción. Es acerca de la redistribución obligada de lo que se produce.

Las transferencias federales son dinero que el gobierno federal le da directamente a la gente o al gobierno estatal o local. Estas no son compras. Para ser una transferencia, el dinero debe darse a cambio de nada. El crédito tributario por ingresos ganados, la ayuda asistencial, y los pagos de diversos programas de bienestar son transferencias. Igual lo son los beneficios de la Seguridad Social. Mientras que los trabajadores tienden a considerar a los beneficios de la Seguridad Social como rendimientos de sus impuestos para la Seguridad Social, legalmente, los impuestos para el Seguro Social son simplemente parte del ingreso tributario del gobierno. Los trabajadores no tienen un derecho a beneficios de la Seguridad Social, ¿Quién dice eso? La Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos en el caso Flemming versus Nestor (1960). En realidad, los beneficios de la Seguridad Social son sólo transferencias -regalos- del gobierno federal a pensionados.

Las transferencias federales a personas se han elevado desde un 11 por ciento del gasto federal en 1953, a un 53 por ciento actualmente. Al igual que con las personas, el gobierno federal también envía transferencias a gobiernos estatales y locales. Las transferencias a personas y gobiernos estatales y locales han crecido de un 17 por ciento del gasto federal en 1953 a un 69 por ciento hoy. A la fecha, casi el 70 por ciento de lo que hace el gobierno federal involucra tan sólo tomar dinero de un grupo de gente y dárselo a otro. Menos de un tercio del dinero que Washington gasta lo hace a nombre de la gobernabilidad real.

Al menos a nivel federal, nuestro gobierno ha abrazado a plenitud el transferismo. Y ambos partidos son responsables. De los cuatro presidentes bajo quienes las transferencias fueron más altas, dos eran demócratas (Obama y Clinton) y dos republicanos (G.W. Bush y Trump). Los pagos por transferencias aumentan constantemente con el paso del tiempo. Las diferencias de partidos son un asunto de retórica y percepción pública, no un reflejo de cualquier realidad subyacente.

El gráfico “Transferencias federales como fracción del gasto total federal” puede verse en james r. harrigan & antony davies american institute for economic research transferism, December 24, 2021.

En contra de su estilo, los políticos hablan en términos muy claros acerca de los beneficios que a ellos les gustaría financiar, transfiriendo dinero de un grupo hacia otro, y ellos han tenido un éxito predecible con eso. La mayoría de estadounidenses no se puede imaginar el país sin Seguridad Social, Medicare, y el Crédito Tributario por Ingreso Ganado. Y los políticos nunca parecen quedarse sin nuevas ideas acerca de lo que pueden hacer para desplegar nuevas ideas relacionadas con lo que son capaces de lograr aún con mayores transferencias de riqueza. Típicamente, las nuevas ideas se definen bien, al menos en el lado de los beneficios. Perdón a préstamos estudiantiles, ingreso universal básico, Medicare para Todos, y cada una de todas las piezas de legislación redistributiva propuesta, ofrecen un beneficio obvio para un grupo de gente igualmente obvio.

La ausencia de claridad viene cuando los políticos de mueven a explicar quién pagará todo eso. Su respuesta es, invariablemente, alguna forma de “los ricos,” quienes, se nos dice, al fin “pagarán su porción justa.” Nada de esto es definido alguna vez, lo que explica la deuda actual de Estados Unidos de $23 millones de billones [1.000.000.000.000]. Las transferencias son un asunto político complicado, pues los políticos necesitan señalar quiénes se benefician y en qué tanto, mientras que, al mismo tiempo, esconden quién en realidad estará pagando por eso.

AMIGUISMO VERSUS CAPITALISMO

Y, así como transferismo no es en realidad socialismo, el sistema contra el cual se quejan los transferistas tampoco es capitalismo. Cuando pensamos acerca del “capitalismo,” los transferistas se imaginan una clase adinerada que defrauda a clientes, contamina el ambiente, y mantiene el poder monopólico, todo debido a que la clase adinerada está en la cama con el gobierno. Pero, el capitalismo es simplemente la propiedad privada de los medios de producción. Lo que la gente está describiendo en la realidad es algo más apropiado llamado “amiguismo,” que se puede manifestar en un sistema socialista tan fácilmente como en uno capitalista. El amiguismo del todo no es un producto que resulta del sistema económico; es un producto resultante de la política.

Para ejemplos actuales, uno no necesita ver más allá de Corea del Norte, Cuba, y Venezuela. Los socialistas dicen que estos no son ejemplos del “verdadero socialismo,” y no lo son. Hubo una época cuando esos países eran, de hecho, socialistas, al igual que hubo un momento cuando Estados Unidos era capitalista. Pero, el amiguismo ha sobrepasado a los sistemas económicos de esos países, como lo hizo con el más grande experimento socialista de la humanidad: la Unión Soviética. Simplemente, la vida era muy diferente para miembros a lo interno del partido de lo que era para los trabajadores. Este es el verdadero peligro que todos los países encaran, aparte de los principios que animan sus estructuras económicas y políticas.

Y, es aquí en que los peligros del transferismo deberían manifestarse con claridad, pues el transferismo es sólo otra forma de amiguismo. En la iteración actual de Estados Unudos, los amigotes no son una élite adinerada que compra políticos poderosos para su propio beneficio (aunque eso también pasa). Son los votantes que recompensan a políticos que les prometen una lista creciente de beneficios año tras año.

La pregunta obvia que nunca se hace, casi enteramente debido a nuestro entendimiento crecientemente confuso de las palabras socialismo y capitalismo, es qué tanto transferismo queremos en realidad. La taquigrafía intelectual que el socialismo y el capitalismo permiten resulta ser ampliamente inaplicable en nuestras circunstancias actuales, pero, nuestra insistencia en las categorías prácticamente garantiza que no llegaremos a ningún lado con el discurso presente.

¿CUÁNTO TRANSFERISMO QUEREMOS?

Necesitamos responder la pregunta esencial: ¿cuánto transferismo queremos?

Para resolver esto, necesitamos llegar a acuerdos acerca del hecho de que cualquier transferencia es una confiscación de riqueza de la gente que la creó. Esa confiscación disminuirá la creación de riqueza en el largo plazo, al disminuir un incentivo importante para asumir los riesgos necesarios para crear la riqueza. Segundo, tenemos que reconocer que el transferismo es adictivo. No importa qué tanto transferimos, la gente siempre querrá más. La deuda de Estados Unidos de $23 millones de billones, la deuda más grande que jamás el mundo haya visto, se ha presentado por el apetito voraz de los votantes estadounidense por las transferencias, combinado con el incentivo obvio de los políticos para suministrarlas.

La solución que los políticos han encontrado es, cuando piden dinero prestado, pasarles el costo de las transferencias a contribuyentes que ni siquiera han nacido, por tanto, dejándole a la siguiente generación el problema del repago de la deuda o sufrir pagos de intereses interminables. Ciertamente es un castillo de naipes, pero, desde su perspectiva, será el castillo de naipes de alguien más.

Al final de cuentas, hemos contaminado nuestro discurso político con dos palabras que ya no más tienen mucho significado: socialismo y capitalismo. En el proceso, no llamamos al principio animador de la política moderna estadounidense lo que es en realidad: transferismo. Los únicos ganadores han sido los políticos, que logran reunir votos manteniendo al electorado en un estado de fricción casi constante. Y ellos se mantienen ganando cuando la gente se conserva pensando en categorías que han cesado de tener algún significado real desde hace años.

Reimpreso de la Fundación para la Educación Económica.

James R. Harrigan es editor sénior del American Institute for Economic Research. Es también coanfitrión del podcast Words & Numbers. Previamente fue deán de la American University de Irak-Sulaimani, y, luego, sirvió como director de programas académicos del Institute for Human Studies y de Strata, en donde también fue compañero sénior de investigación. Ha escrito extensamente en la prensa popular, con artículos en el Wall Street Journal, USA Today, U.S. News and World Report, y un conjunto de otros medios. Es también coautor del libro Cooperation & Coercion. Su trabajo actual se enfoca en las intersecciones entre economía política, política pública y filosofía política.

Antony Davies es el compañero distinguido Milton Friedman de la Fundación para la Educación Económica y profesor asociado de economía en la Universidad Duquesne. Autor de Principles of Microeconomics (Cognella), Undestanding Statitics (Cato Institute), y Cooperation and Coercion (ISI Books). Ha escrito cientos de páginas de opinión, incluyendo, entre otros, en el Wall Street Journal, Los Angeles Times, USA Today, the New York Post, New York Daily News, Newsday, U.S. News y el Houston Chronicle. Es también coanfitrión del podcast semanal Words & Numbers. Davies fue Funcionario Jefe Financiero de Parabon Computation, y fundó varias empresas de tecnología.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.