Primera parte de dos artículos en que se explica la importancia de la cooperación en sociedad de los diversos individuos, y la diferencia entre una cooperación social en una simple sociedad primitiva y una sociedad moderna, con toda su complejidad.

ACERCA DE LAS “CLASES DE ORDEN EN SOCIEDAD” DE HAYEK, PARTE I

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
6 de diciembre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux american institute for economic research order, December 6, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

F.A. Hayek escribió varios libros y artículos que son justamente famosos. En la cúspide de esta lista está su sorprendente éxito de librerías de 1944, Camino de Servidumbre, seguido de su volumen de 1960, Los fundamentos de la libertad. Cada uno de estos libros es bien conocido por audiencias populares. En cuanto a artículos, el suyo de 1945, “El Uso del Conocimiento en Sociedad” es singularmente renombrado, al menos entre economistas.

Menos conocido, pero aún prominente entre académicos que trabajan en la tradición de la economía del proceso de mercado y el liberalismo clásico, están el artículo de Hayek de 1937, “Economics and Knowledge,” su conferencia de 1945, “Individualismo: El verdadero y el falso,” su conferencia al recibir el premio Nobel en 1974, “La Pretensión del Conocimiento” y su trilogía de los setentas, Derecho, Legislación y Libertad.

Pero, debido a que la vida profesional de Hayek se extendió por más de 60 años -desde mediados de los veintes hasta fines de los ochentas- el corpus de su trabajo es enorme, siendo la mayor parte de él relativamente desconocido. He aquí una muestra de algunos de mis favoritos entre los trabajos menos conocidos de Hayek: su conferencia de 1933, “The Trend of Economic Thinking,” su libro de 1952, The Counter-Revolution of Science (ahora incluido en Studies on the Abuse & Decline of Reason), su conferencia de 1946, “El significado de la competencia”, su conferencia de 1962 “The Economy, Science, and Politics,” y su ensayo de 1976, “La nueva confusión acerca del ‘planeamiento.’”

Pero, mi gran favorito entre los muchos, pero menos conocidos, de los trabajos de Hayek, es su artículo que apareció por primera vez en la edición del invierno de 1964 en New Individualist Review: “Kinds of Order in Society” [Clases de Orden en la Sociedad]. Este artículo es el producto de un genio. Mucha de la confusión acerca de la sociedad, y acerca del papel del gobierno en ella, desaparecerían si el mensaje esencial de este trabajo fuera más ampliamente conocido.

Permítanme explicarlo. No obstante, para hacerlo adecuadamente se requiere primero una descripción acerca de algunas raíces en la realidad, sobre las que Hayek edifica su argumento.

Entre los supuestos acerca de la raíz de este artículo está que nosotros, los seres humanos, extendemos nuestra habilidad para lograr nuestros objetivos cooperando entre sí. Y, entre mayor es el número de individuos con los cuales cooperamos, mayor es el número de objetivos que podemos perseguir satisfactoriamente.

Este hecho explica la omnipresencia de la cooperación humana. Tal cooperación empezó eones atrás en bandas pequeñas de cazadores y recolectores, en donde cada individuo conocía personalmente a aquellos con quienes él o ella cooperaba. Hoy, esta cooperación literalmente se extiende por el globo y ocurre entre miles de millones de personas, casi todas las cuales son mutuamente extrañas.

Cuando la cooperación es sólo entre individuos que personalmente se conocen entre sí -esto es. sólo entre un número muy pequeño de personas- es fácil que cada persona comprenda la naturaleza del acuerdo de cooperación. Por ejemplo, John, Steve, y Sven se ponen de acuerdo en salir temprano de cacería, a la vez que todos entienden que Sarah, Sally, y Sue permanecerán en sus tiendas y prepararán un fuego para cocinar.

Ningún científico social prehistórico fue necesario para descubrir y revelar la naturaleza de esa simple cooperación ̶ para que teorice acerca de cómo surgió y cuál propósito sirve.

Pero, la cooperación en una escala tan pequeña como esa no permite a los individuos lograr tanto como cada uno puede lograr si incluye más individuos en el esfuerzo cooperativo. La inclusión de más individuos trae no sólo el esfuerzo cooperativo de poder muscular adicional, sino, más importante, poder cerebral adicional y más diverso ̶ esto es, mayor creatividad humana. También, la inclusión de más individuos estimula una mayor especialización, lo que, a su vez, resulta en que cada tarea se realiza con mayor experticia, uniformidad, y rapidez.

Sin embargo, la mente humana no ha evolucionado para conocer más de unos pocos cientos de individuos. Si cooperamos sólo con individuos que conocemos, la gama de nuestra cooperación permanecería siendo extremamente estrecha y, por tanto, el resultado de nuestros esfuerzos cooperativos será correspondientemente más exiguo.

Por suerte, nuestra incapacidad personal de conocer más de un puñado de congéneres se compensa con nuestros instintos para adoptar y seguir reglas. Al seguir reglas, podemos, y lo logramos, aumentar el número de individuos con quienes cooperamos, más allá del número que personalmente conocemos.

Un ejemplo es el comercio, que tiene como base esta regla: Cada persona tiene derecho sólo a lo que voluntariamente otras personas le dan a él o ella. Nadie logra quitarles las cosas a otras personas sin su permiso. Bajo esta regla, si Jones quiere una cosa, digamos un hacha, propiedad de Smith, Jones entiende que él puede obtener el hacha sólo persuadiendo a Smith a que se la dé. Y, en especial, si Smith es un extraño para Jones, el camino más obvio para que Jones persuada a Smith de darle el hacha, es que Jones esté de acuerdo en darle a Smith alguna otra cosa a cambio ̶ digamos, un barril de cerveza.

Al seguir esta simple regla –“Cada person tiene derecho sólo a lo que voluntariamente otras personas le dan a él o ella”- cada uno de nosotros puede cooperar con extraños. Jones no tiene que conocer a Smith, o personalmente trabajar con Smith para producir el hacha, para poder obtener una ganancia (o “beneficios”) de la habilidad de Smith para producir hachas. De igual forma, al seguir esta regla, Smith no tiene que conocer a Jones, o ayudarle a fermentar cerveza, para obtener ganancia de la habilidad y voluntad de Jones para fermentar cerveza.

El comercio nos permite a cada uno de nosotros aprovechar los talentos, intereses y dotaciones únicos de nuestros socios de intercambio, ya sean ellos vecinos del otro lado de la calle o extraños al otro lado del océano. Y, el comercio es posible porque su regla más básica es fácilmente entendida por cada ser humano, independientemente de su trasfondo cultural.

El comercio no es la única actividad hecha posible por nuestros instintos de seguir reglas. Sin un comportamiento sofisticado de seguir reglas, sería imposible la vida en grupos más grandes que la pequeña banda.

Piense acerca de usted en una gran ciudad. Usted sabe que no puede practicar tocar la trompeta o sus tambores a media noche, y sabe que otras personas siguen una regla similar, lo que le permite a usted -y a otros- a confiar que puede dormir cada noche. Usted sabe que, cuando viene con su carretilla llena de compras de comestibles, al hacer fila en las cajas del supermercado toma su lugar al final de esa fila ̶ y está contento de hacerlo, pues sabe que otra gente seguirá la misma regla. Usted sabe que no se le permite, sin una invitación, entrar a instalaciones que les pertenecen a otras personas. Usted sabe lo que significan las luces verdes y rojas para los motoristas. Usted sabe que, aunque el restaurante le sirve su comida antes de pagar por ella, debe hacerlo cuando termine de comer.

Debido a que los humanos son criaturas que siguen reglas, usted progresa entre extraños. Al seguir las reglas que prevalecen en una sociedad, no sólo se mantienen en un mínimo los encuentros dañinos y molestos, sino que, cada individuo -al saber que incontables extraños seguirán las mismas reglas que él o ella sigue- puede planear cursos de acción, en formas que serían imposibles si no existieran reglas.

Nuestro comportamiento seguidor de reglas da lugar a que surjan patrones cada vez más complejos -y cada vez más productivos- de interacción cooperativa. Estos patrones no sólo no son diseñados por alguien, sino que posiblemente no podrán diseñarse así. Aún más, esos patrones no se pueden observar y entender directamente en la misma manera como nuestros ancestros cazadores y recolectores pudieron directamente observar y entender “plenamente” sus simples esfuerzos cooperativos.

Y, no obstante, debido a que hoy aún tenemos los mismos cerebros que los que nuestros ancestros cazadores y recolectores tuvieron, somos incapaces, sin un esfuerzo intelectual verdadero, de percibir -y mucho menos derivar un sentido de ello- los patrones complejos de cooperación social en que cada uno de nosotros participa diariamente.

En “Clases de Orden en la Sociedad,” Hayek identificó dos clases de órdenes categóricamente diferentes –“órdenes espontáneos” y “organizaciones”- siendo ambos comunes y útiles para los humanos. Cada uno de nosotros es parte de ambas clases de órdenes. Sin embargo, instintivamente suponemos que sólo una clase de estos órdenes -esto es, las organizaciones- es posible. Como explicaré en mi próxima columna, nuestro instinto de interpretar todo orden como siendo consecuencia de organización consciente, es la raíz de mucho daño.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.