De suma actualidad y la versión Ómicron, hasta hoy caracterizada por una mayor diseminación, pero menor gravedad y muerte, parece ser buen augurio de la evolución hacia una conclusión de la pandemia y conversión en endemia. La idea es que una pandemia es una enfermedad que afecta a gran cantidad de personas que se transmite activamente más allá de lo esperado en muchos país o continentes, mientras que endémico se refiere a una presencia constante de la enfermedad en una localización específica.

¿ENFERMO? SEMPER TYRANNIS [SIEMPRE TIRANOS]

Por Jon Sanders
American Institute for Economic Research
14 de diciembre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es jon sanders american institute for economic research sick, December 14, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

El 26 de noviembre del 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció una nueva “variante de interés” del SARS-CoV-2. La variante, llamada “Ómicron,” es la última en obtener tal designación. Sin embargo, al momento de escribir esto, la única cosa de la cual todo mundo está seguro es que sabemos poco acerca de ella. Preguntas acerca de Ómicron siguen siendo tan básicas como: ¿Es más contagiosa? ¿Son sus síntomas más moderados? ¿Adónde o cuándo se originó? ¿Qué tanto ayudan las vacunas actuales contra ella? ¿Es mortal o no tanto?

Sin embargo, para la mayoría del mundo occidental, tan sólo el anuncio se tomó como pretexto suficiente para restaurar órdenes tiránicas de emergencia y sacarles el jugo a las nuevas. Esta sobrerreacción muestra una inclinación alarmante hacia el despotismo ̶ en conjunto con una incapacidad enloquecedora de aprender a partir de los fracasos evidentes de esas mismas órdenes, como herramientas para controlar el virus.

Líderes gubernamentales han levantado las manos. El Covid-19 les ha dado acceso a poderes que temen perder. Alarmantemente, la gente en las sociedades más libres del mundo (usando el pre pandémico reporte del 2019 “Libertad en el Mundo” de la Freedom House) -notoriamente América del Norte, Europa, Australia, Nueva Zelandia- han permitido restricciones totalitarias en el tanto que ellas fueron un eufemismo como medidas de seguridad. Sin el brillo, incluyen arresto domiciliario, códigos de vestimenta deshumanizadores, papeles de traslado para trabajar, hacer compras, y viajar, y un apartheid. El establecimiento de campos de concentración para disidentes en Australia es un desarrollo último grave.

Contra este trasfondo, la transición del SARS-CoV-2 hacia un virus endémico continúa favoreciendo sus intenciones, en tanto la gente permanezca atemorizada, y los medios parezcan inclinarse a mantenerlos bajo temor. Ya familiarizados con levantar el temor a huracanes con las “llamadas” tormentas de invierno, ellos se engancharon con la práctica de la OMS de nombrar a las variantes según el alfabeto griego (de paso, la OMS se saltó la letra “Xi” yendo directamente hacia “Ómicron,” por alguna razón desconocida). Pero mutar es la evolución de una pandemia hacia un virus manejable. Y, mientras los gobiernos persiguen políticas de “Cero Covid” y hacen que la gente piense que se podía lograr si todo mundo obedeciera, sólo un único virus humano ha sido plenamente erradicado (la viruela).

Cuando emergió la variante anterior, Delta, fue recibida con un sorprendente trinquete de órdenes. En ese momento, la vacunación estaba avanzando rápidamente, se levantaron las órdenes de usar mascarillas, y gente en todas partes esperaba que la vida regresara a la normalidad. De pronto, las órdenes de usar mascarilla regresaron para todo mundo, vacunado o no. Quienes pensaron que ya habían cumplido su deber cívico y estaban preparados para relajarse, estaban correctamente indignados, pero el gobierno y los medios trabajaron conjuntamente para asegurar que los no vacunados fueran culpados, no los lideres que emitían las órdenes. Al hacerlo, deshumanizaron a cualquier escéptico de las vacunas actuales y sus campañas de presión pública de “señora, no proteste demasiado.” Los monstruos no tienen derechos inalienables otorgados por Dios, ¿lo ves?

Desde que la variante Ómicron se reportó primeramente en África del Sur, la reacción inicial de la administración Biden -el mismo día en que la OMS lo anunció- fue restringir de inmediato los viajes desde Suráfrica y siete otras naciones africanas, “como una medida de precaución.”
También, Biden se aventuró a lanzar un mensaje a “la comunidad mundial” (lo cual es una redundancia de proporción global) de que “las noticias acerca de esta nueva variante deberían dejar más claro que nunca antes por qué esta pandemia no terminará hasta que tengamos vacunaciones globales.” De nuevo, todo lo que requirió fueron noticias de una nueva variante.

Más tarde, Biden anunció más acciones que, al menos, evitaron cierres, cuarentenas, y cierres de escuelas, pero fueron duras en la promoción de inyecciones de refuerzo (el único problema aquí es que, bajo esta gobernanza, una recomendación de los CDC por lo regular resulta ser el ensayo general de la orden ejecutiva). También, incluyó ordenar que todos los viajeros internacionales que llegaran desde el exterior, dieran una prueba negativa de Covid tomada al menos un día antes de viajar.

La gobernadora del estado de Nueva York, Kathy Hochul, declaró el 27 de noviembre un estado de emergencia que permite a funcionarios estatales de salud “limitar procedimientos no esenciales, no urgentes, para internados en hospitales o en sistemas con capacidad limitada,” diciendo que “si bien aún la variante Ómicron está pendiente de ser detectada en el estado de Nueva York, ya viene.” Sintiendo que se le fueron arriba, el saliente alcalde de la Ciudad de Nueva York, Bill de Blasio, anunció recientemente una orden contra patronos privados para emplear vacunas, dándoseles sólo tres semanas para cumplir, y una próxima prohibición de incluso a los no plenamente vacunados para que ingresen a sitios, abarcando restaurantes, museos, y otros sitios que les habría gustado visitar a residentes y también familias que vienen a visitar durante los días festivos. Esta prohibición se extendería a niños tan jóvenes como cinco años de edad. El alcalde llamó a las órdenes por sorpresa un “ataque preventivo” para adelantarse a la variante Ómicron.

Tan sólo el conocimiento de la variante Ómicron impulsó a la Comisión Europea a urgir que la Unión Europea impusiera la vacunación obligatoria. Muchas naciones europeas han anunciado nuevas medidas enérgicas contra los no vacunados, desde cuarentenas hasta multas, escusadas en temores por la variante Ómicron.

La prensa libre, término pintoresco que ahora se aplica a organizaciones que promueven abiertamente un estado policíaco, les dio la bienvenida a esos desarrollos. Un encabezado reciente de la CNN declaró que “Hacer obligatorias las vacunas para el Covid-19 fue en una época impensable. Pero, los países europeos están mostrando que puede funcionar.” Lo cual es como decir que China está mostrando que, “hacer que “desaparezcan” los activistas de derechos humanos puede funcionar para lograr un aplauso casi universal del comunismo. Es asombroso qué “puede funcionar” cuando un gobierno puede borrar su sustento si usted no obedece.

Dos cosas se destacan en medio de esta sobrerreacción alrededor del mundo: qué tan rápidos y despreocupados fueron los funcionarios gubernamentales para llegar a estos controles tiránicos en esta ocasión, y qué tan anticientífica ha sido su sobrerreacción. Todo acerca de la detección, reporte, y monitoreo de Ómicron sugiere un enfoque de esperar y ver. Entre tanto, lo que debería alarmarlos es el fracaso abyecto de las cuarentenas, mascarillas, y sus otras intervenciones no farmacéuticas favoritas. Una vez más, ellos eligieron pobremente, en detrimento de la salud de la sociedad y las libertades y formas de vida de la gente.

Jon Sanders es economista y compañero sénior de estudios acerca de regulación y editor de investigación en la Fundación John Locke, en Raleigh, Carolina del Norte. Jon investiga en un campo amplio de áreas, que incluyen política energética y de electricidad, licencias para trabajar, burocracia y regulación excesiva, políticas acerca del alcohol, decretos ejecutivos y su abuso, pobreza y oportunidad, amiguismo y otros problemas de la elección pública, ideas que emergen y crecimiento económico, y otros asuntos al surgir.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.