Tanto la inflación, como la hiperinflación son profundamente dañinas para el bienestar de las personas, ciertamente más la última que la primera, pero, muchas veces una vez que empieza la inflación y el gobierno no hace nada por detenerla, se termina en hiperinflación, con consecuencias desastrosas.

NO UNA HIPERINFLACIÓN, PERO SÍ ABUNDANCIA DE MAL

Por Antony Davies
American Institute for Economic Research
9 de diciembre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es antony davies american institute for economic research hyperinflation, December 9, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Desde del 2012, la inflación mensual para el consumidor ha promediado (en una base anualizada) menos del dos por ciento. Previo a ese año, el pico fue de 7.2 por ciento en agosto del 2012. Según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, la inflación para el consumidor fue de 7.7 por ciento en marzo, 9.6 por ciento en abril, y 8.0 por ciento en mayo.

La última vez que experimentamos tres meses de inflación consecutiva por encima del 7 por ciento, fue en julio del 2008 ̶ en medio de la Gran Recesión.

La cura usual para la inflación es reducir la expansión de la oferta de dinero. Esto viene con el efecto colateral usual de tasas de interés más altas. Pero, tasas de interés más altas son ahora un problema mucho mayor que lo que han sido en el pasado, debido a la creciente deuda federal. La deuda federal es hoy de más de $28 millones de millones. En ese nivel, cada punto porcentual de aumento en las tasas de interés eleva el gasto en intereses del gobierno federal en más de un cuarto de un millón de millones de dólares.

La deuda ha llegado a ser tan grande que está empezando a dificultar el control de la inflación a la Reserva Federal. Reducir el crecimiento de la oferta monetaria puede ser bueno para la economía en el tanto en que modera la inflación, pero es malo para el gobierno federal pues el alza subsecuente en tasas de interés aumenta el déficit presupuestario.

No estamos viendo una hiperinflación. “La hiperinflación” no tiene una definición técnica, pero, típicamente, los economistas la usan para describir tasas de inflación que oscilan entre “gigantescas” e “increíbles” ̶ piense en tasas de inflación de miles o incluso millones de porcientos.

Considere una situación extrema. Suponga que el gobierno federal continúa indefinidamente corriendo un déficit de millones de millones. Suponga, además, que la Reserva Federal monetiza esos déficits. Esto es, asuma que la Resera Federal imprime el dinero necesario para financiar esos déficits. La oferta de dinero actual es de alrededor de $20 millones de millones. Monetizar $1 millón de millones anualmente significaría aumentar la oferta de dinero en un 5 por ciento más que alternativamente. Así que, si la inflación de trasfondo fuera típicamente de 3 por ciento, eso significa que (haciendo supuestos muy amplios acerca de que todo lo demás se mantiene relativamente constante), esperaríamos una inflación sostenida de 8 por ciento.

Dado el último par de años, un simple déficit de $1 millón de millones puede ser una ilusión vana. Si el gobierno mantiene un déficit consistente de $2 millones de millones y la Fed lo monetiza, estaremos viendo una inflación sostenida del 13 por ciento.

Aún en este caso extremo, no estamos cerca de una hiperinflación.

Pero, algo más podría estar pasando. Estaríamos estableciendo un precedente. Los políticos tienen un incentivo para impulsar el gasto deficitario en el tanto en que los votantes estén dispuestos a dejarlos. Después de unos pocos años de uno o dos millones de millones de déficits, los votantes se habitúan. Luego, veremos a políticos presionando por déficits de dos o cuatro millones de millones. Y, cuando los votantes se sientan cómodos con esos, los políticos presionarán por todavía más.

Vemos la semilla de esto en la intelectualmente quebrada Teoría Monetaria Moderna. La TMM se reduce a una receta de política sencilla: los políticos deberían sentirse en libertad de imprimir tanto dinero como el que quieran. Esa es una receta para la hiperinflación.

Antony Davies es el compañero distinguido Milton Friedman de la Fundación para la Educación Económica y profesor asociado de economía en la Universidad Duquesne. Autor de Principles of Microeconomics (Cognella), Understanding Statistics (Cato Institute), y Cooperation and Coercion (ISI Books). Ha escrito cientos de páginas de opinión, incluyendo, entre otros, en el Wall Street Journal, Los Angeles Times, USA Today, the New York Post, New York Daily News, Newsday, U.S. News y el Houston Chronicle. Es también coanfitrión del podcast semanal Words & Numbers. Davies fue Funcionario Jefe Financiero de Parabon Computation, y fundó varias empresas de tecnología.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.