Apropiado para el momento en que uno ve clamar al Dr. Fauci, ante críticas, que él “es la ciencia.”

EL AUTOR QUE NOS ADVIRTIÓ ACERCA DE CONFIAR CIEGAMENTE EN “LA CIENCIA”

Por Tom Mullen
Fundación para la Educación Económica
Domingo 12 de diciembre del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en rojo, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como tom mullen foundation for economic education author, December 12, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis rojos.

La obra de Thomas Kuhn de 1962, “La Estructura de las Revoluciones Científicas” reveló por qué no deberíamos confundir científicos con ciencia.

“Los ataques hacia mí son, muy francamente, ataques a la ciencia,” dijo Anthony Fauci para diseminar el ridículo o la aprobación, dependiendo del lado en que usted esté. Si usted personalmente duda acerca de su juicio, usted no debe creer en “la ciencia.” Fauci continuó alegando que “las cosas acerca de la cuales él ha hablado” eran “fundamentalmente basadas en la ciencia.”

Dejemos de lado las palabras engañosas y reconozcamos que, lo que él quiere que usted crea -que todas sus recomendaciones oficiales de política (“todas las cosas cerca de las cuales él ha hablado”) estaban firmemente comprobadas como efectivas por medio de la aplicación del método científico- es demostrablemente falso. Los estudios más rigurosos, más científicos, muestran precisamente lo opuesto.

Fauci fue un proponente de lo que se ha llegado a conocer como “cuarentenas,” el cierre amplio de empresas y órdenes de quedarse en casa para la población en general. Docenas de estudios muestran que eso no tuvo un efecto demostrable sobre la diseminación del Covid-19. Al surgir uno tras otro, Fauci continuó hablando acerca de las cuarentenas como si esa evidencia no existiera.

Ahora bien, hay estudios que son efectuados diariamente sobre ese o algún otro aspecto del Covid-19 y estoy seguro que Fauci y quienes le apoyan pueden producir ligámenes a algunos que apoyan las cuarentenas. Si bien no hay absolutos, he aquí una observación general: los estudios más científicos -los estudios de experimentos controlados al azar, con tamaños de muestra grandes que miden los resultados en el mundo real- tienden a apuntar hacia la ineficacia de intervenciones no farmacéuticas (INFs). Las INFs incluyen distanciamiento (anti)social, mascarillas, y cuarentenas.

Estudios menos científicos -aquellos con tamaños de muestra pequeños o basados en experimentos de laboratorio, en vez de experiencia en el mundo real- tienden a apuntar hacia la eficacia. ¿Recuerda el experimento acerca de maniquíes usando mascarillas? Ya logra ver la imagen.

No olvidemos que, a principios del 2020, Fauci dijo que un estudio basado en un caso único de diseminación asintomática de Covid-19, “concluía con la pregunta.” Y ¿adivine qué? Resultó que al paciente documentado del caso nunca se le había sido preguntado si ella tenía síntomas. Cuando resultó que ella era sintomática en el momento de la transmisión, el estudio fue retirado de la publicación. Estudios posteriores fallaron en probar que la diseminación asintomática era significativa. Un estudio de diciembre del 2020, que vio tasas de ataques secundarios dentro de la misma familia -publicado en el propio sitio en la red de los Institutos Nacionales de la Salud (la agencia de Fauci)- dijo que es minúscula si del todo existe.

No obstante, Fauci continúa hablando como si ese estudio no existiera. Él no tenía alternativa. Sin diseminación asintomática, no había justificación para las cuarentenas u órdenes de uso de mascarillas en gente asintomática.

En una rara ocasión en que los básicamente inútiles medios nacionales confrontaron a Fauci con una pregunta, acerca cómo podía irle yendo tan bien a Texas durante cuatro semanas, después de abandonar todas las restricciones del Covid, él no tuvo una respuesta. “Tal vez ellos están haciendo más por fuera,” musitó. Luego, continuó recomendando las mismas políticas, como si la pregunta nunca hubiera sido hecha.

Fauci no estaba sólo. Cuando al asesor acerca del coronavirus en la Casa Blanca, Anthony Slavitt, se le preguntó por qué la California de cuarentena y uso obligado de mascarillas y la Florida, libre de restricciones, estaban tenido resultados similares en términos de la diseminación del Covid, él empezó su respuesta con lo que tal vez sean las únicas palabras honestas que se han escapado de la boca de un funcionario de salud pública: “Hay tanto en ese virus que pensamos entender, que pensamos que podemos predecir, que está sólo un poco más allá de nuestra explicación.” Pero, entonces, literalmente en la misma exhalación, él dijo que sabemos que las mascarillas y el distanciamiento social funcionan.

Bueno, usted no tiene que ser un periodista entrenado para que se le ocurriera la pregunta que seguiría: “No, señor Slavitt, la pregunta que le acabo de hacer sugiere que nosotros no sabemos si la mascarilla y el distanciamiento social funcionan, pues estamos viendo resultados equivalentes en estados que están y que no están siguiendo esas políticas.”

Por supuesto, esa pregunta de seguimiento no le fue planteada a Slavitt. Y usted, en realidad, tiene que preguntarse por qué.

EL PROBLEMA DE CONFIAR CIEGAMENTE EN “LA CIENCIA”

El fracaso de los científicos en ser científicos no es un fenómeno nuevo. The Structure of Scientific Revolutions [La Estructura de las Revoluciones Científicas] (1962) trató directamente con la tendencia de científicos de rechazar evidencia que contradice la teoría prevaleciente o “paradigma.”

“Parte de la respuesta, tan obvia como importante,” escribió Kuhn, un filósofo de la ciencia educado en Harvard, “puede ser descubierta notando primero lo que los científicos hacen cuando son confrontados con anomalías incluso severas y prolongadas. Aunque ellos pueden empezar a perder la fe y, luego, considerar alternativas, ellos no renuncian al paradigma que les ha conducido a una crisis.”

La tesis general de Kuhn desafió el entendimiento vigente al momento, que la ciencia procede en forma linear, con nuevos descubrimientos agregando incrementalmente al conocimiento acumulado que los precedieron. En vez de ello, Kuhn arguyó, la ciencia a través de la historia ha desplegado una serie de revoluciones, en que paradigmas como la teoría geocéntrica del sistema solar o la física Newtoniana, colapsaron ante el peso de “anomalías” (evidencia que contradice la teoría) y dio campo a nuevos paradigmas como la teoría heliocéntrica del sistema solar y la física Einsteniana.

Hay mucho detalle en el argumento de Kuhn que sus críticos han tendido a ignorar, pero, una lección que estamos viendo comprobada en tiempo real, es que estas revoluciones científicas sólo son revolucionarias debido a la tendencia de los científicos a adherirse a una teoría, independientemente de la evidencia que la refuta. Kuhn afirma que los científicos abandonarán una teoría refutada hasta que una nueva teoría es presentada, que les convence a ellos al explica la evidencia mejor que la vieja.

Lo que hace a la Nueva Normalidad tan extraña es que la revolución científica ocurrió sin anomalías. Era un siglo de investigación científica firmemente establecida que sugería que las intervenciones no farmacéuticas no eran efectivas para combatir virus respiratorios. De hecho, el propio Fauci repitió el consenso científico establecido de que las cuarentenas y órdenes de usar mascarillas no eran políticas de respuesta efectivas. Él hasta desalentó a la gente de usar mascarillas voluntariamente.

Después, él y el resto de científicos gubernamentales hicieron un viraje completo. No había evidencia que motivara eso. Simplemente abandonaron el consenso científico prevaleciente basados en un deseo de hacer algo ̶ aun cuando la evidencia científica antes, durante, y después, del brote del Covid-19 dijo que lo que ellos querían hacer no funcionaría. Como resultado, ahora hay una Nueva Normalidad basada en… nada.

Debería hacerse saber que desde el puro inicio hubo abundancia de científicos no gubernamentales protestando vehementemente. Los autores de la Declaración de Great Barrington ya estaban protestando sonoramente contra las cuarentenas tan temprano como abril del 2020.
Otros desafiaron la diseminación asintomática, la tasa de mortalidad inicialmente reportada (estaban en lo correcto), y la eficacia de las mascarillas.

He aquí el problema. Este paradigma de Nueva Normalidad no puede colapsar a la luz de anomalías, sin importar qué tan numerosas sean, debido a que las anomalías ahora son simplemente ignoradas. Cualquiera que llame la atención acerca de ellas, sin importar sus credenciales o calificaciones, es sistemáticamente desacreditado.

En tal ambiente, afirmaciones sin base, como “el Covid-19 se disemina asintomáticamente” y “las cuarentenas y las mascarillas funcionan,” continúan formando el sustento de la política. Lo mismo pasa con las órdenes de vacunarse.

EL PRECIO DE LA OBEDIENCIA

No es que la evidencia contra la ciencia de la Nueva Normalidad ya no más se puede hall. Mucho de ella estará disponible directamente en los sitos en las redes de agencias gubernamentales que la niegan. Es simplemente un asunto de decir “no” cuando gobiernos y medios demandan que usted se rehúse a creer en sus ojos mentirosos y que obedezca.

La obediencia tiene un precio. Estaremos sintiendo los efectos económicos de las cuarentenas durante muchos años. Una generación entera de niños sufrirá daño psicológico al ser forzada a usar mascarillas durante sus años más formativos. El daño a la sociedad como un todo por las cuarentenas, órdenes de usar mascarillas, y políticas de distanciamiento (anti)social, puede ser incalculable.

Tampoco usted sencillamente puede seguir la corriente hasta que las cosas “regresen a la normalidad.” Si y para cuando finalmente termine la Crisis del COVID, ya hay una Crisis del Clima preparada para empezar con tanta certeza como que la noche sigue al día. Desplegará la misma propaganda incesante de los medios e ignorará la evidencia en contra, tal como lo hizo la Crisis del COVID. El costo esta vez será una reducción significativa y permanente del estándar de vida de usted y sus hijos.

Ese es el precio de la obediencia. ¿Está usted dispuesto a pagarlo?

Este artículo se reimprime con el permiso de tommullen.net.

Tom Mullen es anfitrión del podcast Tom Mullen Talks Freedom y es autor de Where Do Conservatives and Liberals Come From? And What Ever Happened to Life, Liberty and the Pursuit of Happiness? y A Return to Common Sense: Reawakening Liberty in the Inhabitants of America.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.