Por eso he llegado a creer que, a la hora de las votaciones, ojalá para un gobierno mínimo, dárselo, para empezar, a quien creo -podré equivocarme, como es natural- que posiblemente me causará el menor daño.

ADAM SMITH ACERCA DEL AUTOENGAÑO

Por Daniel B. Klein
American Institute for Economic Research
7 de diciembre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es daniel b. klein american institute for economic research Smith Buckley, December 7, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

El Centro de Política de la Universidad de Virginia, dirigido por Larry Sabato, brinda resultados de una encuesta que muestra las profundas divisiones sociales, políticas y psicológicas entre votantes de Biden y votantes de Trump. En estos días, es común pensar que grandes masas de otras personas puede estar en negación.

En los viejos tiempos, discutíamos acerca de buena política. Ahora teorizamos el uno al otro.

Adam Smith tenía cosas que decir acerca de la negación y el autoengaño. Aquí me baso exclusivamente en La Teoría de los Sentimiento Morales. Las aplicaciones están en sus manos ̶ y pecho.

Empleo implica un empleador y un empleado. Algunas veces hablamos de alguien que está “autoempleado,” cuando empleador y empleado son la misma persona.
De la misma forma, algunas veces hablamos de alguien siendo “autonombrado,” cuando el que nombra y nombrado son la misma persona.

Y hablamos de “autoengaño,” como si el engañador y el engañado fueran la misma persona. Pero, esa noción es paradójica. Si un tipo llamado Jim es tanto un engañador como un engañado ¿no tienen el engañador y el engañado el mismo conocimiento? Si así fuera, ¿cómo el engañado puede ser engañado?

Para la persona autoempleada, el empleado sabe que él está empleado. Y para la persona autonombrada, el nombrado sabe que él está nombrado. Pero, para la persona autoengañada, ¿sabe el engañado que él está engañado?

La resolución surge permitiendo un Jim1 diferente de un Jim2, y permitiendo que Jim2 no tenga el mismo conocimiento que Jim1.

Jonathan Haidt habla de la actividad subconsciente como el elefante en el cerebro, y de la consciencia como el conductor, quien se imagina que está guiando al elefante. Pero, el conductor puede hacer poco más que racionalizar adónde es que el elefante le ha llevado. Mi colega en la Universidad George Mason, Robin Hanson, ha aplicado la idea ampliamente en su libro del cual es coautor, The Elephant in the Brain: Hidden Motives in Everyday Life.

Ahora es bien conocido que la actividad cerebral está dividida y desarticulada. Como lo hizo ver Iain McGilchrist (187), ahora los académicos dicen que la consciencia da cuenta de no más de un cinco por ciento de la actividad cerebral, y, tal vez, tan poco como un uno por ciento.

Al discutir el juicio personal, escribe Smith: “yo me desdoblo en dos personas, por así decirlo… La primera es el juez; la segunda, la persona juzgada” (113.6). Él habló de la consciencia como “el hombre dentro del pecho” y el “supuesto espectador imparcial.” Algunas veces nuestra consciencia nos fastidia, como si una parte de nuestro ser ve algo que nuestra mente consciente no ha enfrentado.

Smith dijo que nosotros reflexionamos acerca de nuestra propia conducta y tratamos de discernir reglas generales de conducta apropiada, pero Smith nunca dijo que había un método a prueba de fuego para discernir las reglas de la virtud. Él nunca dijo que el hombre dentro del pecho conoce muy bien la virtud. Él nunca dijo que el hombre dentro del pecho se comunica efectivamente con su ser activo, consciente. Él permitió que una parte de Jim pudiera engañar a otra parte de Jim. “Cuando estamos a punto de actuar,” escribió Smith, “la avidez de la pasión raramente nos permitirá prestar atención a lo que hacemos con la sinceridad de una persona indiferente.” Continúa Smith:

“Las violentas emociones que en ese momento nos sacuden alteran nuestra visión de las cosas. Incluso cuando tratamos de ponernos en el lugar de otro y observar los objetos que nos interesan a la luz bajo la que naturalmente él los consideraría, el ímpetu de nuestras pasiones constantemente nos hace regresar a nuestro sitio, donde todas las cosas aparecen magnificadas y desfiguradas por el amor propio.” (157.3)

“Cuando la acción se ha agotado,” dice él, “y las pasiones que la instigaron se apaciguan, podemos asumir más fríamente los sentimientos del espectador indiferente.” Pero, aún después que se termina esa acción, permanecemos muy sensibles acerca de nuestra conducta previa. De ninguna forma nosotros enfrentamos nuestro registro histórico con franqueza:

Ahora nuestros juicios son por lo general de escasa importancia en comparación a lo que fueron antes, y frecuentemente darán lugar nada más que a un vano arrepentimiento y una infructuosa compunción, que no siempre nos salvarán de incurrir en errores parecidos en el futuro. Es tan desagradable pensar mal de nosotros mismos que solemos apartar los ojos de aquellas particularidades que podrían torcer ese juicio hacia lo desfavorable. Se dice que el cirujano más audaz es aquel al que no le tiembla la mano cuando practica una operación sobre su propia persona; a menudo resulta igualmente audaz el que no titubea en correr el velo misterioso de la auto ilusión que le impide ver las deformidades de su propia conducta.
Antes que contemplar nuestro proceder con un aspecto tan inaceptable, muchas veces tratamos, de forma tonta y pusilánime, de exasperar nuevamente esas pasiones injustas que antes nos habían descarriado; procuramos encender artificialmente nuestros viejos odios e irritar otra vez nuestros más olvidados rencores, llegamos a esforzarnos en esta empresa miserable, con lo que perseveramos en la injusticia meramente porque una vez fuimos injustos y porque nos da vergüenza y temor el constatar que así fue.” (157-158.4, la negrita en el texto original de Klein fue agregada).

La negación se convierte a sí misma en la nueva acción presente de autoengaño. Nuestro primer autoengaño desata un tren de acciones subsecuentes de autoengaño, que mantiene la negación. Juntos caemos bajo “el velo misterioso del autoengaño.” Sobreponerse al velo del autoengaño es poderosamente difícil. Bajo el velo misterioso del autoengaño, somos tercos. Los elementos engañosos del ser pueden rechazar hasta la comunicación directa con un amigo que tiene más conocimiento. Dice Smith:

“La perversión de la rectitud de nuestros juicios acerca de la corrección de nuestra conducta no siempre requiere que el espectador real e imparcial [esto es, un amigo de carne y hueso quien es imparcial] se halle a una enorme distancia. Cuando está cerca y presente, la violencia e injusticia de nuestras pasiones egoístas es a veces suficiente para inducir al hombre dentro del pecho a brindar un testimonio muy diferente del que las verdaderas circunstancias del caso están en condiciones de permitir.” (156-157.1)

Esas dos frases son la extensión del relato de juego a juego de Smith del evento de autoengaño. Un diagrama de cuatro pasos de esa descripción se brinda en un artículo de Erik Matson, Colin Doran, y yo (versión libre del artículo):

El diagrama se puede encontrar en daniel b. klein american institute for economic research Smith Buckley, December 7, 2021.

Primero, el Jim consciente, que camina, que habla, le cuenta a su amigo imparcial Rick sus razonamientos acerca de sus acciones. Segundo, Rick le responde y con buen consejo, tal vez incluso desaprobando lo que Jim ha hecho o está a punto de hacer. Tercero, Jim consulta con su Hombre dentro de su Pecho. Cuarto: “La violencia e injusticia de nuestras propias pasiones egoístas son algunas veces suficientes para inducir al hombre dentro del pecho a que haga un reporte muy diferente de lo que las circunstancias reales del caso son capaces de autorizar.”

Algo ha salido mal: adónde exactamente no está claro. Tal vez, deberíamos decir que esas pasiones egoístas guiaron mal al Hombre dentro del Pecho. Tal vez, deberíamos decir que esas pasiones egoístas presionan o hacen cambiar al Hombre dentro del Pecho. El Hombre dentro del Pecho devuelve “un reporte muy diferente de lo que las circunstancias reales del caso son capaces de autorizar.” Que el Hombre dentro del Pecho pueda ser inducido al error o cambiado de tal forma, significa que el Hombre dentro del Pecho no es tan sólido o robusto como podríamos esperarlo.

“Este autoengaño, esta fatal debilidad de las personas,” escribe Smith, “es la fuente de la mitad de los desórdenes de la vida humana. Si nos viésemos como nos ven los demás, o como nos verían si lo supieran todo, la enmienda seria generalmente inevitable. En caso contrario no podríamos sostener la mirada.” (158-159.1)

La única solución al problema del autoengaño es una reflexión cándida acerca de las reglas generales de conducta apropiada y un enfrentamiento valiente acerca de cómo la conducta de uno y sus creencias se encuentran en relación con esas reglas. Un discurso franco y abierto con amigos es una ayuda para tal autocorrección. “La franqueza y la sinceridad granjean confianza,” escribe Smith (337-28). Smith nos urgió ser escrupulosos acerca de las reglas generales, y llamó la lealtad hacia las reglas generales el sentido del deber.

La política y el gobierno son campos de cultivo para el autoengaño. Escribió Smith:

“Un genuino partidista odia y desprecia la sinceridad, y en verdad no hay vicio que lo descalifique tanto para la actividad partidaria como esa sola virtud. De ahí que el espectador imparcial, auténtico y respetado, nunca está tan lejos como en medio de la violencia y la cólera de facciones contendientes… En consecuencia, la facción y el fanatismo han sido con diferencia los mayores corruptores de los sentimientos morales.” (155-156.43.)

No es de extrañar que Smith puso poca fe en el gobierno como agente de intervención benéfica. Su filosofía política era algo diferente. La principal preocupación, escribió él, debería ser protección ante problemas: “Las consecuencias fatales del mal gobierno sólo se manifiestan debido a que no es protección suficiente ante los ultrajes a que da lugar la perversión humana.” (187.1).

El mérito principal de la filosofía política de Smith, escribió Friedrich Hayek, “es que es un sistema bajo el cual los hombres pueden hacer el menor daño.” Los hombres malos mantienen ilusiones para negar sus autoengaños. El liberalismo Smithiano limita los males que hombres delirantes pueden causar, y, en primer lugar, tiende a desafiar y corregir sus delirios. Esta es la razón por la cual quien desvaría amordaza y reprime a sus críticos y usurpa instituciones: Sus ilusiones serían insostenibles en plataformas imparciales y en un diálogo abierto. El liberalismo Smithiano es una profilaxis contra los males del autoengaño.

Reimpreso de Adam Smith Works

Daniel B. Klein es profesor de economía y tiene la Silla JIN en el Mercatus Center de la Universidad George Mason, en donde dirige un programa acerca de Adam Smith. Es también asociado del Ratio Institute (en Estocolmo, Suecia), compañero de investigación en el Independent Institute y principal editor de Econ Journal Watch.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.