Ojalá que termine bien, pero eso depende en mucho del esfuerzo que hagamos, cada uno de nosotros, por defender la libertad en general, y económica en lo particular, ante la amenaza anticapitalista del socialismo y el estatismo.

EL ANTICAPITALISMO DEL SIGLO XX ESTÁ DE REGRESO. ¿TENDRÁ LA HISTORIA EL MISMO FINAL?

Por Tom Mullen
Fundación para la Educación Económica
Lunes 8 de noviembre del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en rojo, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como tom mullen foundation for economic education anticapitalism, November 8, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis rojos.

Hubo una breve pausa en Estados Unidos durante los años veinte, pero la mentalidad anticapitalista en el exterior siguió rampante. Las consecuencias fueron desastrosas.

El siglo XX fue un período de un avance tecnológico impactante. Comparado con el estilo de vida de la persona promedio en 1925, la mayor parte de la historia humana antes de esa época equivaldría a lo que ahora llamaríamos “un día de paseo.”

Tan sólo 30 años antes, la mayoría de la gente se trasladaba a pie o por energía animal, excepto cuando tomaba ferrocarriles. Alumbraba sus hogares con candelas y se proveía de calor básicamente quemando madera, tal como lo habían hecho nuestros ancestros. Iba afuera de la casa para usar los baños. Moría de enfermedades que hoy descartamos con un régimen de diez días de pastillas.

La explosión tecnológica a inicios del siglo XX tuvo sus raíces en el siglo XIX, cuando los que se solían llamar valores liberales ponían el mundo occidental al corriente. Por “liberal” doy a entender libertad individual, mercados libres, y gobierno limitado. Hoy, llamamos a esa visión del mundo, “liberal clásica” o “libertaria” (en realidad es la misma filosofía en etapas de desarrollo diferentes), pues “liberal” [Nota del traductor: al menos en Estados Unidos] no significa nada de aquellas cosas.

Mucha gente cree que las catastróficas guerras mundiales fueron un precio inevitable que el mundo tuvo que pagar por demasiada libertad. Eso es lo opuesto a la verdad. Los inicios del siglo XX vieron una reacción violenta contra la marea de libertad que había recorrido al mundo en el siglo previo. En el centro de ese sentimiento antiliberal estaba un resentimiento contra los mercados libres.

“El laissez-faire está muerto,” decían rutinariamente los políticos. Fue una profecía autocumplida.

La mentalidad anticapitalista era internacional y, dentro de Estados Unidos, bipartita. La Era Progresista se convirtió en la corriente principal bajo el presidente republicano Teddy Roosevelt en la Casa Blanca. Fue bajo Roosevelt que se sembraron las semillas de la rama ejecutiva moderna y todopoderosa. Esas semillas recibieron toda la atención tierna y amorosa de Woodrow Wilson, cuando él intentó militarizar la economía, esperando que las políticas anticapitalistas legaran a ser permanentes.

Hubo una breve pausa en Estados Unidos durante la década de los veinte, pero en el extranjero la mentalidad anticapitalista corrió rampante. La gente se ha olvidado -o, tal vez, nunca se le enseño- qué tan esencial fue el pensamiento anticapitalista en el fascismo italiano o el nazismo. Esta es la razón por la que, durante los años treinta, incluso Hitler tenía admiradores aquí en Estados Unidos. Era vislumbrado como un “hombre que podía hacer las cosas” para sobrepasar las relaciones voluntarias del mercado libre, a fin de lograr resultados económicos promulgados por el gobierno.

Es, también, la razón de por qué ambos, Hitler y Mussolini, alabaron el Nuevo Trato de Franklin Delano Roosevelt. No, el Nuevo Trato no era exactamente tan totalitario como lo que Mussolini o Hitler estaban haciendo en Europa. FDR nunca prohibió legalmente que las personas renunciaran a sus trabajos, como lo había hecho Hitler, a fin de mantener el “pleno empleo.” Pero, como diría Vincent Vega, “es el mismo estadio.” El Nuevo Trato puso la economía bajo las órdenes arbitrarias de burócratas de la rama ejecutiva, lo que hoy en mucho sigue siendo igual.

La Segunda Guerra Mundial es ampliamente considerada como un acontecimiento glorioso. Supuestamente, las fuerzas del totalitarismo fueron derrotadas por los paladines de la “democracia,” al establecer un Nuevo Orden Mundial (novus ordo seclorum) bajo el cual los Estados Unidos guiarían al mundo para eliminar a la tiranía por siempre.

Es una linda historia que, de alguna manera, es minada por los hechos. En verdad, ambas guerras mundiales fueron desastres para la civilización occidental. Sí, Hitler fue derrotado, pero es difícil aseverar, en retroactiva, que fuera una victoria apabullante llevar a la mitad de Europa bajo a regla brutal de los soviéticos, quienes mataron diez veces más personas que los nazis y eran al menos igual de totalitarios.

Peor aún, las sociedades relativamente más libres entre los Aliados se hicieron menos libres. Estados Unidos llegó a ser un estado guarnición, primero ostensiblemente para oponerse a los soviéticos, y, después, al terrorismo, y ahora …a un virus. Los aliados europeos descendieron al socialismo, del que sólo marginalmente se devolvieron a fines del siglo XX. Ahora, Estados Unidos parecen estar ansioso por repetir sus errores.

La progenitora de las guerras mundiales, y de todo lo que siguió, fue la mentalidad anticapitalista que recorrió el mundo en la primera mitad del siglo XX. Fue la creencia en que el poder político podía mejorar los resultados económicos, lo que condujo al surgimiento de dictadores como Hitler y Mussolini en Europa y dictadores suaves como Wilson y los Roosevelt, aquí en Estados Unidos.

Como mala secuela, la mentalidad anticapitalista está de regreso. Si bien el partido republicano puede que nunca haya suministrado el mercado de laissez-faire, que prometieron en campañas, entendió la necesidad de, al menos, apoyarlo de palabra. ¿Por qué? Porque un gran segmento de sus electores quería escuchar eso. Y aquel sentimiento de un gran segmento del público -si bien no de una mayoría- es la única cosa que puede frenar la destrucción ulterior de nuestra libertad.

Ahora, con el “nacionalismo económico” de la derecha y el “socialismo democrático” de la izquierda dominando el pensamiento de casi el 100 por ciento de la población, estamos de regreso en el desprecio casi unánime de los mercados de laissez-faire que definió la década de los treinta. Y, esta vez, los estados nacionales están armados con armas nucleares y biológicas.

¿Cómo terminará esta última epidemia de pensamiento anticapitalista?

Este artículo fue originalmente publicado en tommullen.net.

Tom Mullen es anfitrión del podcast Tom Mullen Talks Freedom y es autor de Where Do Conservatives and Liberals Come From? And What Ever Happened to Life, Liberty and the Pursuit of Happiness? y A Return to Common Sense: Reawakening Liberty in the Inhabitants of America. Sus episodios de podcast y escritos pueden encontrarse en www.tommullentalksfreedom.com.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.