Ojalá muchas personas puedan leer este valioso comentario. Después de todo, como concluye su ensayo el profesor Brownstein, “Todos nosotros tenemos una responsabilidad personal de preservar la libertad. El precio [o el costo] por abdicar nuestra responsabilidad es alto.”

RESISTIR LA TIRANÍA DEPENDE DEL CORAJE PARA NO OBEDECER

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
6 de noviembre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein american institute for economic research conform, November 6, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

El psicólogo social Roy Baumeister empieza su libro Evil: Inside Human Violence and Cruelty, con una proposición que será contraintuitiva para muchos: “El mal usualmente ingresa al mundo sin ser reconocido por la gente que le abre la puerta y lo deja entrar. La mayoría de la gente que perpetra el mal no ve como malo lo que está haciendo.”

Descartar a quienes hacen mal como “insanos” es un intento por absolverlos de la responsabilidad tanto a ellos como a usted. Señala Baumeister, “La gente se siente extremamente mal y abandona el autocontrol, con resultados violentos, pero esto no es insanidad.” Sí sólo gente “insana” comete actos “malvados”, usted puede razonar que no hay necesidad de fortalecer los músculos espirituales y morales. Usted puede escaparse de la reflexión, estudio y práctica que edifica la fortaleza espiritual y moral.

Pregunta Baumeister, si usted ¿obedecería órdenes de matar a civiles inocentes? ¿Ayudaría usted a torturar a alguien? ¿Se mantendría pasivo mientras que la policía secreta se lleva a sus vecinos a campos de concentración?” Escribe Baumeister, “La mayoría de la gente diría que no. Pero, cuando tales acontecimientos en verdad se presentan, la realidad es muy diferente.” Hoy, voy al grano, ¿obedecería usted dispararle a gente que se rehúsa obedecer órdenes?

En uno de los libros más instructivos acerca de la Alemania Nazi, Ordinary Men: Reserve Police Battalion 101 and the Final Solution in Poland [Aquellos hombres grises. Batallón 101 y solución en Polonia*, el historiador Christopher Browning explora por qué la mayoría de la gente dice sí y comete actos atroces aun cuando tiene margen para decir no.

Los hombres del Batallón 101 de la Policía no eran especialmente asesinos psicópatas seleccionados. Al inicio, el Batallón fue establecido para poner en vigencia el gobierno nazi en la Polonia ocupada. Eventualmente, su misión cambió, llevándolos a ser los criminales genocidas de judíos, de los cuales se les encargaba acorralar. Explica Browning, “La mayoría de los asesinos no era seleccionada especialmente sino elegida al azar entre una sección cruzada de la sociedad alemana, y ellos no mataron porque fueron coercidos por la amenaza de fuertes penalizaciones si se rehusaban.” La mayoría de ellos era “policías de edad mediana de la reserva.” La batalla no había impulsado a esos hombres a la depravación, “ellos no habían sido objeto de disparos ni tampoco habían perdido camaradas.”

Browning explora una de sus acciones asesinas iniciales, “dispararles a alrededor de 1.500 judíos en la villa polaca de Józefów en el verano de 1942.” El mayor Wilhelm Trapp se dirigió a sus hombres antes que empezaran a disparar: “Pálido y nervioso, con una voz entrecortada y lágrimas en sus ojos, Trapp luchó visiblemente para controlarse al ir hablando. El batallón, dijo él quejumbrosamente, tenía que desempeñar una tarea aterradoramente desagradable. Esa tarea no era de su gusto; de hecho, era altamente lamentable, pero las órdenes venían de las más altas autoridades.”

Trapp brindó una “justificación” para la carnicería por llegar -los judíos estaban dañando a Alemania y amenazando a las tropas alemanas- pero, entonces, Trapp “hizo una oferta extraordinaria: si alguno de los hombres de mayor edad entre ellos no se sentía dispuesto para la tarea que yacía frente a él, podría retirarse.” La tarea, esbozó Trapp, era la matanza inmediata de todas las mujeres, niños, y ancianos.

Sólo doce de los aproximadamente 500 en el Batallón aceptaron inicialmente la oferta de Trapp de “retirarse.” Browning estimó que “entre un 10 y un 20 por ciento de aquellos asignados en el momento a los escuadrones de fusilamiento” se liberaron “mediante métodos menos conspicuos o pidieron ser relevados de los escuadrones de fusilamiento una vez que empezaron los disparos.” No obstante, para la mayoría de la policía matar se convirtió en algo natural: “Muchos policías de reserva que estaban horrorizados en los bosques de las afueras de Józefów… subsecuentemente se convirtieron en voluntarios ocasionales para numerosos escuadrones de fusilamiento y ‘cacerías de judíos.’”

La investigación de Browning brinda ideas acerca de los estados mentales que alentaron la obediencia: “Quién se habría ‘atrevido,’ declaró enfáticamente un policía, a ‘mostrar debilidad’ ante las tropas reunidas.” Otro dijo, “Nadie quiere que se piense de él como un cobarde.”

No todos los que siguieron las órdenes carecían de consciencia moral: “Otro policía -quien se daba más cuenta de lo que verdaderamente requería coraje- dijo muy sencillamente, ’yo estaba acobardado.’”

Algunos racionalizaron sus atrocidades: “Fue posible para mí sólo dispararles a niños. Luego, mi vecino le disparó a la mamá y yo le disparé al niño que le pertenecía a ella, pues razoné que, después de todo, sin su madre, el niño no podría más seguir viviendo.”

Para escapar de la culpabilidad moral, otros ofrecieron la excusa de qué diferencia podían ellos haber hecho: “Sin que yo [disparara] los judíos de todas formas no iban a escapar de su destino.” ¿Cuántos administradores están hoy diciendo, qué diferencia puedo yo hacer? Si yo no despido a los no vacunados, alguien más lo hará.

Explica Browning, “La preocupación de los hombres por su posición ante los ojos de sus camaradas no venía aparejada con algún sentido de lazos humanos con sus víctimas, Los judíos estaban fuera de su círculo de obligación y responsabilidad humana.” Hoy, los administradores de hospitales están despidiendo trabajadores con una inmunidad natural robusta, quienes sirvieron fielmente durante la pandemia y rehúsan la vacuna. Como los hombres en el Batallón, estos administradores tan sólo están siguiendo órdenes.

¿Qué habría sucedido en ese terrible día en 1942 si más policías reconocen la humanidad del “otro” y tienen el coraje de no obedecer? Hoy, qué pasaría si más empresas, como In-N-Out Burger, ¿se rehusaran a obedecer los mandatos gubernamentales? En octubre, Stephen Davis, jefe de un batallón de bomberos de Florida, “fue despedido por rehusarse a disciplinar a empleados del departamento que estaban en una lista de no vacunados.” ¿Qué habría pasado si más administradores hubieran tenido el coraje del jefe Davis? Sin obediencia la tiranía fracasa.

En esta época de Covid, podemos aprender lecciones del libro de Browning acerca de cómo tratar gente que lleva a cabo elecciones diferentes a las de uno. Podemos notar cuando fallamos en ver la humanidad en otros. Podemos darnos cuenta cuando utilizamos la mentalidad de nosotros versus ellos. Podemos cuestionar nuestras impresiones. Esperar a que primero cambien Biden o Fauci es ignorar nuestro poder de elegir.

LECCIONES APRENDIDAS

Browning reflexiona acerca de las acciones del Batallón y pregunta, “Si la obediencia a órdenes a partir del temor de penalizaciones graves no es una explicación válida, ¿qué hay acerca de ‘obediencia a la autoridad’ en el sentido más amplio usado por Stanley Milgram?”

Browning se pregunta si existe “una ‘tendencia de comportamiento profundamente enraizada’ de cumplir con órdenes de aquellos posicionados jerárquicamente por encima, hasta llegar al punto de efectuar acciones repugnantes en violación de normas morales ‘universalmente aceptadas.’” Lo explica Browning,

“Las nociones de ‘lealtad, deber, disciplina,’ que requieren un desempeño competente ante los ojos de la autoridad, se convierten en imperativos morales que invalidan cualquier identificación con la víctima. Individuos normales entran en un ‘estado agencial’ en que ellos son el instrumento de la voluntad de otro. En tal estado, ya no más se sienten personalmente responsables del contenido de sus acciones, sino sólo de qué tan bien ellos se desempeñan.”

Relata Browning, “Milgram hace una referencia directa a las similitudes entre el comportamiento humano en sus experimentos y bajo el régimen nazi. Concluyó él, ‘los hombres son conducidos a matar con poca dificultad.’”

De importancia, “el propio Milgram hace ver que la gente con mucha mayor frecuencia invoca la autoridad que la obediencia para explicar su comportamiento, pues sólo lo primero parece absolverles de responsabilidad personal.” A pesar de lo anterior, en el caso del Batallón, “muchos policías admitieron que respondían a las presiones de obediencia -¿cómo serían vistos ante los ojos de sus camaradas?- no de la autoridad.” Con base en su investigación, concluye Browning, “En Jozéfów, la obediencia asume un rol más central que la autoridad.”

La Covidocracia demanda que todos obedezcamos y avergüenza a quienes hacen elecciones diferentes. Browning explica los peligros de una cultura del avergonzamiento: “La cultura del avergonzamiento, convirtiendo a la obediencia en una virtud primordial, impulsó a alemanes corrientes en uniforme a cometer crímenes terribles, en vez de sufrir el estigma de la cobardía y debilidad y la ‘muerte social’ por aislamiento y alienación vis à vis sus camaradas.”

La segregación de los judíos fue un facilitador de acciones malvadas. Browning apunta al destierro generalizado de los judíos de la sociedad alemana “y que la exclusión resultante de las víctimas judías de cualquier ámbito en común con los perpetradores, facilitó a la mayoría de policías obedecer las normas de su comunidad inmediata (el batallón) y su sociedad más amplia (la Alemania nazi).”

Para algunos policías que no dispararon, sus lazos comerciales dieron forma a su idea de seres humanos. Uno dijo, “A través de mi experiencia empresarial, en especial porque se extendía al exterior, gané una mejor visión general de las cosas. Es más, por medio de mis actividades previas de negocios yo ya conocía a muchos judíos.”

El psicólogo social de Harvard, Gordon Allport, desarrolló su famosa hipótesis del contacto en los años cuarenta: “Aumentar la exposición a miembros externos al grupo aumentará las actitudes hacia ese grupo y disminuirá el prejuicio y la estereotipación.” Los lazos comerciales reúnen a la gente.

Hoy, los políticos trabajan tiempo extra demonizando, burlándose, y penalizando a “miembros externos al grupo” que no obedecerán sus dictados.

UNA HISTORIA DE DESOBEDIENCIA

Recientemente Tim, un lector y propietario de un negocio en Nueva Zelandia, me envió su testimonio poderoso en un correo electrónico:

“Hace aproximadamente cincuenta años, cuando niño fui a la Escuela Primaria Ranui en el Auckland suburbano. Había dos niños maoríes en mi clase de niños de 9 años. Algunas veces, a lo largo del día, ellos harían comentarios entre sí en maorí.

Si el maestro los escuchaba haciéndolo, mantendría a toda nuestra clase sin poder salir después de la escuela por 15 a 30 minutos. Siempre lo odié, pues uno de los muchachos era amigo mío, y compañero de juegos regular después de la escuela. El otro solía regresar a su casa desde la escuela conmigo, ellos eran mis amigos.

Pero, la mayoría de compañeros culpaba a estos dos muchachos maoríes pues todos nos quedábamos sin poder salir después de clases. A la mayoría de los niños ellos les disgustaban y los acosaban en mi clase.

Yo no podía hacerlo; no podía ser que no me agradaran pues eran mis amigos. Tal vez, en aquel entonces, como un muchacho podía ver lo que mi maestro estaba haciendo.

Nuestro maestro estaba usando al resto de la clase como un arma contra esos dos niños pequeños, estimulando actitudes rencorosas y discriminatorias contra ellos.”

La elección de Tim de no obedecer a la presión social hizo toda la diferencia para sus amigos maoríes. ¿Le ayudó la habilidad de Tim para ver la humanidad en otros para convertirse en un empresario exitoso? Después de todo, los empresarios tienen éxito cuando ellos ayudan a servir las necesidades de otros.

Tim continuó con su testimonio:

“Hoy, 50 años más tarde, de nuevo estoy sintiendo lo mismo que como lo hice allá en mi clase en la Escuela Primaria Ranui. El maestro nos está diciendo que debemos continuar en cuarentena hasta que el 90% (o lo que sea) del país esté vacunado. Y, más aún, se nos dice que es por culpa del 20% (más o menos) que al momento no ha elegido aceptar las dos inyecciones en el brazo.

Como país, todos somos estimulados a culpar y odiar a cualquiera que haya decidido no vacunarse.

Independientemente de mi estado de vacunación, tengo amigos y familia a quienes rehúso odiar o culpar.

Ubico la culpabilidad exactamente adonde pertenece. A los pies de mi maestro de Escuela Primaria por nuestros retrasos en salir de la escuela, no en mis dos amigos de la infancia.

Y a los pies de nuestra Primera Ministra por sus reglas de cuarentena, no en mis amigos y familia que ha elegido declinar una inyección en la que ellos no confían, correcta o equivocadamente.”

Sé cómo Tim. Sé cómo el 10 al 20% del Batallón 101 que no obedeció. Nuestro desprecio debería ser hacia quienes demandan nuestra obediencia y dividen a Estados Unidos entre los del grupo que está adentro y los del grupo que está afuera. Dese cuenta mayor cuándo usted permite que su pensamiento sea secuestrado por la propaganda.

Muchos en el Batallón no entendieron sus crímenes sino hasta décadas más tarde, después que terminó la guerra. No espere para reflexionar hasta que un historiador en el futuro escriba un libro acerca de cómo usted apoyó la tiranía, al ubicar la obediencia por encima de los derechos humanos.

Hoy Charles Eisenstein señala, “Mucha gente confía en las autoridades y está dispuesta a cumplir sus órdenes. Ellos no enfrentan un dilema, ningún momento iniciático, ningún punto de elección auto creador de elección del mundo, aún no.”

Obedecer, carecer de coraje, no le liberará de elecciones que la vida demandará de usted. Eisenstein nos desafía: “Cuando las narrativas de las autoridades recaen en el absurdo y sus órdenes recaen en la opresión, más y más de nosotros encara esta opción: …Hacer lo que usted sabe es lo correcto, o acceder a la presión, consolándose a sí mismo con palabras en las que usted no cree. ‘No tenía opción.’”

Todos nosotros tenemos una responsabilidad personal de preservar la libertad. El precio por abdicar nuestra responsabilidad es alto. Como lo dice Browning, los alemanes pagaron un precio elevado por “poner una confianza acrítica en el ‘liderazgo firme’ de una autoridad política aparentemente bien intencionada entre 1933 y 1945.”

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es contribuyente sénior de Intellectual Takeout y autor de The Inner-Work of Leadership.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.