ARREÁNDONOS COMO MANADA

Por Jorge Corrales Quesada


Tan sólo en estos días aparecen nuevas noticias de decisiones gubernamentales de control social bajo el pretexto de la pandemia.
Ciertamente, no son cosas nuevas sino refritos de un proceso que lleva ya años, de arrogancia de las autoridades, de creer que saben mejor que cada una de las personas qué es lo que les conviene hacer y de tomar decisiones acerca de sus vidas.
Una cosa es, por ejemplo, estimular la vacunación, haciéndole ver a la ciudadanía de su conveniencia para moderar los efectos y reducir la mortalidad de quienes contraen el virus, y otra es obligarla a que se vacune. Después de todo, la vacunación es una situación claramente
privada de toma de decisiones, en donde cada persona decide, con base en su información y riesgos particulares, si vacunarse o no.

Una de las medidas obligatorias, propias de gamonales que nos arrean como si fuéramos ganado, es forzarnos a obtener un pasaporte con un código QR que nos permita realizar actividades propias de los seres humanos en sociedad, exceptuando compras indispensables de alimentos y medicinas, en, por ejemplo, el resto de comercios, actividades recreativas, turismo interno, participación en actividades sociales con familiares y amigos en números en donde cada cual decide.

Ahora, para obligar a la manada a comportarse según una pretendida razón científica de ciertos burócratas, se propone requerir pasaportes internos con un código QR que permite descifrar mediante un lector óptico los datos propios de una persona, como medida de control para estimular la vacunación, haciendo que sea obligado exhibirlo para poder continuar una vida plena normal. Esa imposición probablemente será rechazada por personas que piensan diferente de esos burócratas totalitarios. Después, de todo, el pasaporte obligatorio es una forma que nos recuerda aquellas prácticas estatales de separar a los puros de los impuros de las castas indias, a los leales de los desleales en las tiranías, a los buenos de los los malos, a los pecadores de los los virtuosos, a los vacunados de los no vacunados… todo mediante una marca… incluso cuando se ha determinado que los efectos de la vacunación se van esfumando con el paso del tiempo.

(Por ejemplo, la revista médica the Lancet publicó el 29 de octubre un estudio reciente acerca de transmisión del virus y, entre otras, llegó a la conclusión de que “La vacunación reduce el riesgo de la infección de la variante delta y acelera la limpieza viral. No obstante, individuos plenamente vacunados con infecciones irruptoras [puede interpretarse como infección que se presenta de nuevo en alguien que ya la había tenido] tienen un pico de carga viral similar a casos de no vacunados y pueden transmitir eficientemente la infección en ambientes hogareños, incluyendo a contactos plenamente vacunados.”)

Pero hay más. Mientras en muchos países, como Estados Unidos, México, Canadá, Argentina, Europa en general, los espectáculos deportivos y eventos masivos casi se permite que operen a cupo lleno, aquí se les ocurre a los reguladores, no sé por qué virtuosidad “científica,” decir que en el país ese aforo deberá ser incrementado gradualmente. Por tanto, se debe suponer que actúan con base en alguna razón científica para poner en práctica una política exigida de que sólo sea permisible una ocupación del 40%, como se planea para diciembre, como lo deseable, y que en enero sea de un 60%, de un 80% en febrero, hasta que la “manada” pueda, por fin, ser libre de llenar en un 100% los espectáculos masivos en marzo del año entrante. Hay que preguntarse cómo fue que se llegó a esa decisión “gradual” con bases científicas, distintas de sólo ser un plan de control de parte de burócratas que creen tener un conocimiento mayor que la totalidad de personas en sociedad que piensan diferente.

El control gubernamental no llega tan sólo a imponer esos aforos o cupos, sino que, también, exige el pasaporte discriminatorio de los vacunados para que sólo ellos puedan asistir libremente a actividades propias de su vida social. Así, el gobierno lo emplea como medio para reprimir a quienes osen pensar diferente en torno a la vacuna. Además, presiona a empresas privadas para que obliguen a sus trabajadores a vacunarse y, en caso de negarse, es causal de despido. Es decir, no importan las razones que sean para tal decisión personal, sino obediencia al dictado gubernamental.

Repito una vez más, no soy antivacunas y todo este el tiempo las he recomendado, pero la obligatoriedad daña la autonomía de los individuos a decidir por sí mismos cuáles son sus intereses propios, según sus evaluaciones de riesgos.

Asimismo, ahora, como gran cosa, en estos días se anunció que la Universidad de Costa Rica volverá a clases presenciales a fines de marzo del 2022. El daño de esa medida de cierre ya está hecho. Nada más piense si no eran necesarias clases presenciales en carreras como Química, o Microbiología, o Medicina, o Agronomía, u Odontología, o Enfermería, o si podían ser sustituida por lecturas en casa, programas televisados, clases mediante Zoom, o similares, sin beneficiar al estudiante por la relación indispensable con su maestro en el ambiente de aprendizaje directo en clases. Por eso, entiendo la enorme satisfacción expresada por estudiantes de medicina de poder realizar cursos que impliquen práctica directa, al igual que un aprendizaje en hospitales, pues saben bien que es vital desarrollar esa experticia en su vida profesional. Y, por supuesto, los pacientes futuros evaluarán mejor el grado de preparación de estos nuevos médicos para sus tratamientos.

El hecho es que esos daños los causaron individuos que, sin una base científica, cerraron generalizadamente las escuelas y, en este caso particular, las clases en persona en las universidades. Algún día asumirán las responsabilidades por los graves daños resultantes de sus decisiones, pues, aunque aseveren que esos daños fueron ocasionados por el Covid, fue, en realidad, por el tipo de medidas que tomaron e impusieron.

Para nuestro bien, las cortes acogieron una suspensión por emergencia de la imposición de los pasaportes de vacunación obligatorios en el país (petición del gremio hotelero pues el sólo anuncio de esa orden en el país alteró radicalmente el ingreso de turistas del exterior, afectando severamente a ese sector.)

Miro con aprecio esa acción de empresarios, pero creo que, como personas, todos tenemos una obligación de luchar por las libertades en el país. Entiendo a ciertos gremios que, lógica, racionalmente, luchan por mantener sus operaciones, sus ganancias y sus formas de ganarse la vida y sus ingresos y progreso, pero no deben limitarse a ello, guardando silencio cuando las violaciones gubernamentales a las libertades afectan a otros grupos con tal vez menor poder económico y político. Es más, en cierto momento me dolió el alma ver a ciertos lideres empresariales temporales, expresar algo así como “Gracias amo por darnos ahora ocho latigazos en vez de diez” cuando funcionarios públicos disminuyen, aunque sea en un grado mínimo, la severidad de las limitaciones las libertades básicas de las personas. En un régimen de libertad se debe saber decir NO al abuso del gobernante.

Publicado en mis sitios en Facebook jorge corrales quesada y Jcorralesq Libertad, el 15 de noviembre del 2021.