EL DARWINISMO SOCIALISTA

Robert E. Wright
American Institute for Economic Research
24 de octubre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es robert e. wright american institute for economic research darwinism, October 24, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Ocasionalmente, un ser humano con una comprensión más que mediana del mundo social, me dirá a mi algo así como “El libertarismo se parece demasiado al Darwinismo Social.” Tales comentarios siempre me impactan por absurdos, pues todos los ambientes, incluyendo los social(istas), crean presiones selectivas. En otras palabras, necesariamente las sociedades estimulan el éxito reproductivo de gente con ciertos rasgos más que gente con otros rasgos. Sin embargo, la fuerza de esas presiones selectivas varía inversamente con la productividad de cada sociedad (en términos burdos, con su producto real per capita).

Las presiones selectivas se manifiestan como probabilidades diferenciales de éxito reproductivo (llegar a vivir hasta la madurez sexual y criar exitosamente hijos quienes también logran éxito reproductivo). Cualquier cosa heredable, desde rasgos físicos a tendencias de comportamiento, está sujeta a selección. Por suerte, los viejos debates acerca de “naturaleza versus crianza” finalmente se han quedado de lado. Ahora entendemos que, casi todo lo que contribuye el éxito reproductivo, se debe parcialmente a la genética, parcialmente a factores ambientales, desde la cultura a la nutrición, y mucho debido a la interacción de ambos. Y, de nuevo, las presiones selectivas son probabilísticas, de forma que ninguno de los resultados reproductivos es preordenado, si no, más o menos, como dentro de un sistema estocástico, complejo. La suerte siempre importa, ven a averiguarlo

El Darwinismo Social constituyó una aplicación burda de la teoría de la evolución de Darwin a través del uso de la selección natural en políticas sociales. Los Darwinistas Sociales afirmaron que gobiernos y gente bien intencionada no deberían tratar de salvar a los pobres de la hambruna o la enfermedad, sino, más bien, dejarlos que perecieran, si se llega a eso, para bien de la especie. Aumentar artificialmente el éxito reproductivo de los miembros menos adaptados de la sociedad, se aseveró, sólo dañaría el éxito reproductivo de los mejores y más brillantes. Según los Darwinistas Sociales, la redistribución de riqueza no sólo era inmoral, sino que, biológicamente, era totalmente perniciosa.

Personalmente, no conozco alguno de los liberales clásicos que hayan expuesto el Darwinismo Social. Muchos, incluso yo mismo, repudiamos la redistribución gubernamental de la riqueza hacia cualquiera, rico o pobre. Pero, “¡que eso es Darwinismo Social!” se deduce sólo desde una perspectiva estatista. La gente puede ayudarse entre sí por vía de mercados financieros voluntarios para ahorros y seguros (vea mi Financial Exclusion para detalles), y gente más afortunada puede ayudar a los pobres por vía de la caridad (vea mi próximo Liberty Lost para detalles). Y son mejores políticas que estimulan una productividad incrementada. Eso saca a la vasta mayoría de gente de la pobreza extrema que ocasiona muerte temprana y esterilidad.

Para poner el tema de otra forma, todos los Darwinistas Sociales desprecian la intervención del estado en el alivio de la pobreza, pero, no todos los que desprecian la intervención gubernamental en el alivio de la pobreza, son Darwinistas Sociales. Los liberales clásicos exponen políticas que maximizan el tamaño del “queque” económico y permite a la gente asignar tajadas, por vía de la donación o contrato, a quienes no pueden procurarse una tajada lo suficientemente grande para sí mismos.

Entre tanto, las naciones socialistas/comunistas son menos productivas que aquellas orientadas al mercado, de forma que las presiones selectivas son más fuertes en ellas, pues una porción más grande de la población vive cerca del margen de la muerte o amenorrea, disfunción eréctil y otras enfermedades que afectan la fertilidad. Por tanto, la gente preocupada por el Darwinismo Social debería estar más preocupada por el Darwinismo Socialista.

Por suerte, aún el socialismo tiene que durar un tiempo lo suficientemente extenso en cualquier lugar, como para cambiar el genoma humano. La evolución, por medio de la selección natural, funciona a través de muchas generaciones, no sólo de unas pocas, en especial cuando millones o miles de millones de organismos que viven en ambientes ampliamente dispares regularmente comparten genes. Pero, si alguna vez el socialismo, Adam Smith no lo quiera, gana una ascendencia duradera sobre todas las especies enteras, en su momento las presiones selectivas cambiarían la humanidad en dos direcciones diametralmente opuestas. Personas emocional, intelectual o físicamente capaces de explotar brutalmente a sus congéneres serían seleccionadas, tal como lo haría la gente ingenua que dócilmente se somete a su propia explotación a cambio del “privilegio” de tener un hijo o dos.

Perdidos en la batalla genética a largo plazo del socialismo estarían los muchos individuos genéticamente predispuestos, tanto a no ser lo suficientemente rudos para ascender en las filas del partido, como tampoco lo suficientemente tímidos como para asumir su subyugación calmadamente. Esos caracteres, a quienes hoy consideramos como “gente normal,” serían seleccionados en su contra. Los genes que los predisponen a la moderación política y al comercio mutuamente beneficioso serían eliminados del genoma humano, rápidamente si el estado los asesina o esteriliza cruelmente por su insubordinación, o lentamente si ellos sólo se convierten en un grupo desfavorecido.

La presión selectiva bidireccional en su momento conduciría a la especiación, razón por la que el escritor británico H.G. Wells (1866-1946), en su novela de ciencia ficción de 1895, La Máquina del Tiempo, se imagina un futuro comunista distópico en que Morlocks rapaces emergen en la noche para hacer un festín con la carne de los Eloi parecidos a niños. Un socialista, Wells sugirió que los Morlocks evolucionaron de la clase trabajadora, pero, claramente, ellos serían los descendientes de las élites del partido comunista, mientras que los felices, pero desventurados, Eloi serían los descendientes de masas socialistas sumisas. Ausente en el futuro de Wells estaba lo que reconoceríamos como seres humanos verdaderos, interesados en lo propio pero explotadores sólo después que el estado empieza a recompensar su crueldad hacia otros.

La hipótesis de Wells está sujeta a prueba sólo en un plazo muy largo, pero ya podemos ver algunos signos de ella. Básicamente, los humanos evolucionaron por millones de años sin algo que recordara un estado, así que las presiones selectivas favorecieron cualesquiera genes que predisponían a individuos a pensar independiente e inteligentemente. Quienes podían cooperar sin ser engañados o puestos los cuernos; es decir, los que intercambiaban racionalmente con otros y respetaban la propiedad, disfrutaron de éxito reproductivo relativo.

No obstante, durante aproximadamente 5.000 años, un porcentaje crecientemente mayor de seres humanos ha vivido bajo gobiernos autoritarios y, por tanto, ha encarado la misma presión selectiva bidireccional hacia la explotación cruel, por una parte, y la sumisión ingenua, por la otra, hipotetizadas para que ocurrieran bajo el socialismo, que es sólo un tipo específico de autoritarismo. En resumen, tanta gente puede haber cedido tan rápida y completamente a las cuarentenas en el 2020, por estar genéticamente predispuesta a seguir una horda conducida por aquellos predispuestos al liderazgo explotador.

Por suerte, aún no todos somos Eloi. La próxima vez que alguien le acuse a usted, o su partido político, o su grupo de afinidad ideológica, de Darwinismo Social, dígale que usted quiere ayudar a los pobres a progresar, al apoyar políticas que aumentan la productividad y que permitan a la gente ayudar a los desafortunados mediante la caridad, seguros, y otros mecanismos voluntarios. También, háblele acerca del Darwinismo Socialista y las presiones selectivas que podrían conducir, para el año 800.000 D.C., si Wells estaba en lo correcto, o antes con ayuda de políticas eugenésicas o manipulación genética directa, a la especiación y una forma de domesticación humana mucho peor que cualquier simple esclavitud.

Robert E. Wright es compañero sénior de invstigación en el American Institute for Economic Research (AIER). Es (co)autor o (co)editor de más de una docena de importantes libros, series de libros, y colecciones editadas, incluyendo The Best of Thomas Paine (2021) y Financial Exclusion (2019) de AIER. También, ha sido (co)autor de numerosos artículos para revistas importantes, que incluyen a American Economic Review, Business History Review, Independent Review, Journal of Private Enterprise, Review of Finance, y Southern Economic Review. Robert ha dado cursos de negocios, economía, y política en la Universidad Augustana, en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, la Universidad Temple, la Universidad de Virginia y en otras partes, desde que obtuvo su PhD en Historia en la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo, en 1997.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.