Probablemente usted ha escuchado a funcionarios gubernamentales decir que ciertos resultados malos o desagradables se deben “a la pandemia,” pretendiendo así justificarlos, pero lo cierto, como bien lo explica Jon Sanders, es que son “individuos los que actúan,” mientras que el Covid es una partícula sin mente y, por tanto, aquellos son los responsables de las medidas tomadas para combatir la enfermedad, así como de sus resultados. Pero, nunca verán a los políticos que tomaron las medidas reconocer que ellos son los responsables de los malos resultados por medidas que tomaron.

EL DIABLO NO HIZO QUE ELLOS LO HICIERAN, Y TAMPOCO LO HIZO LA PANDEMIA

Por Jon Sanders
American Institute for Economic Research
21 de octubre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es jon sanders american institute for economic research devil, October 21, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Un fantasma está recorriendo las discusiones de la economía ̶ el fantasma de la agencia del Covid. Casi desde el mismo momento en que se anunciaron acciones gubernamentales, sin precedentes en todo el mundo, para detener la diseminación del Covid-19, la gente se acostumbró a referirse al virus como un ser consciente, con la habilidad para doblegar a la gente según su voluntad.

Se hizo costumbre hablar de cierres de empresas causados por el virus. La gente se preocupo acerca del impacto de la educación virtual sobre los estudiantes, desde que la pandemia obligó a las escuelas a cerrar sus puertas y pasar a ser en línea. El Covid está ocasionando que la gente deje de trabajar y que no regrese. También, el virus está causando un abuso incrementado de sustancias y sobredosis, furia en las calles, y un alza en la tasa de asesinatos. Más que todo, el Covid es el impulsor primordial detrás de las órdenes ejecutivas.

La gente ha llegado a acostumbrarse a qué tan arbitrariamente el Covid parece comportarse desde un área hasta la siguiente. Por ejemplo, el Covid no ocasiona que las escuelas exijan usar mascarillas en gran parte de Europa, pero sí lo hace en mucho de los Estados Unidos. La gente acepta esta volubilidad sin cuestionarla. En algunas naciones, la pandemia responde favorablemente a tratamientos que, se nos ha dicho, serían intolerablemente riesgosos en Estados Unidos. El Covid no causó que los gimnasios y bares se cerraran en algunos estados de Estados Unidos, pero sí lo hizo en otros. Incluso, el virus sabe cuándo usted está caminando hacia su mesa en el restaurante y cuándo usted está cenando “activamente.” Algunas veces, el Covid le permite respirar libremente en los exteriores, otras veces no ̶ todo depende. La pandemia odia cuando la gente se reúne en grandes cantidades para disfrutar, pero hay ciertas ocasiones notorias en donde se hacen excepciones.
Incluso, se sabe que el Covid se deja llevar por la emoción y hace distinciones entre gente que se encuentra en el mismo sitio de reunión.

A la vez que aceptan el capricho, a pesar de lo anterior, la gente parece considerar al Covid como un matón con una omnipresencia más comúnmente atribuida a cosas como Santa Claus, “así que sean buenos por su propio bien.” Pero, le ve cuando usted está comiendo; sabe que tu protesta ha despertado. Tal antropomorfismo infantil es estimulado por autoridades gubernamental y reportes de medios, y, después de todo, ¿por qué no” Con un carácter mercurial como el de un dios en la escena, ellos pueden actuar como sacerdotes del Covid y ¿quién puede cuestionar sus revelaciones divinas?

En una consecuencia vergonzosa, la gente ha aprendido a comportarse como si el Covid infectara cuando alguien comete una transgresión. Ser infectado es visto como consecuencia del pecado del Covid de alguien ̶ ya sea el infectado o por actos sin sentido de herejes percibidos del Covid. Esta superstición les despoja de una sencilla compasión humana hacia gente que está enferma ̶ a menos que sea un ser amado que ha sido devoto adherente a la voluntad revelada del Covid, en cuyo caso se enfurecen mucho ante supuestos rufianes, en especial, oponentes a mascarillas quienes no son celebridades o no están vacunados. Esas creencias tóxicas están destruyendo la cortesía social y destrozando el tejido de nuestra sociedad.

Sin embargo, el virus es un virus. No tiene capacidad de razonamiento, no tiene un código moral sui generis, nada de sensibilidad. Carece de cerebro, no responde a nadie, no manda a nadie, no le obedece a nadie, no penaliza o excusa a nadie.

SON INDIVIDUOS QUIENES ESCOGEN, NO PARTÍCULAS SIN MENTE

Creer que el Covid cierra negocios, clausura escuelas, causa el abuso de sustancias, requiere órdenes de emergencia, etcétera, exige el supuesto no establecido de que los individuos no son quienes escogen cerrar negocios, clausurar escuelas, abusar de alcohol y drogas, se exceden en órdenes de emergencias, etcétera. Es una falacia característica de la era del Covid, y una que yo había pensado que, para ahora, la gente ya la habría abandonado.

Para ser franco: el Covid-19 no puede hacer tales cosas. Ellas son resultado de elecciones de individuos. Sí, algunos individuos toman decisiones a partir de temor a la exposición ante el virus, y así evitan ciertos negocios y eligen quedarse e incluso trabajar desde la casa (o no trabajar). Algunos dueños de negocios voluntariamente cierran sus puertas. Algunos padres voluntariamente eligen la educación en los hogares o en línea, por encima de escuelas en persona.

Pero, lo que los medios omiten tan consistentemente, al punto de ignorancia deliberada, son las elecciones de algunos otros individuos y sus efectos. Esos incluyen a gobernantes, burócratas de la salud pública, funcionarios locales, e incluso alcaldes que deciden ordenar cierres de ciertos negocios por ser “no esenciales” o “demasiado peligrosos” y los cuales decidieron paralizar modelos de negocios de muchos otros mediante límites a la capacidad, horarios restringidos, exigencias de mascarillas, y cualesquiera otras medidas arbitrarias y caprichosas que ellos voluntariamente decidieron imponer. Estos individuos usaron una autoridad verdadera o alegada para coaccionar a dueños de negocios para que cerraran sus puertas, dejando sin empleo a sus trabajadores, y tomaran otras medidas que por sí mismos no habrían tomado.

Ellos, no el Covid, son también responsables del cierre de escuelas ̶ si no lo son los funcionarios ejecutivos, entonces, los miembros o líderes de juntas de educación. Para familias que se alejan de las escuelas públicas, no es el virus el que está haciendo que busquen alternativas.
Muchas de ellas están buscando maestros con un compromiso demostrado hacia la educación y valores más cercanamente alineados con los suyos, a diferencia de lideres de escuelas públicas, que muy bien podrían, de nuevo, elegir cerrar escueles y, en el ínterin, continuar exigiendo mascarillas inefectivas a los niños.

El Coronavirus no le quita empleos a la gente, ni hace que los individuos elijan en contra de retener sus empleos o buscar trabajo. Hay un ser humano, no un virus insensato, responsable de cada individuo que deja un empleo para no volver. La gente no se convirtió en un autómata en marzo del 2020, ni siquiera por 15 días. Ellos aún responden a los incentivos y desincentivos que perciben.

Ciertamente, el virus no está obligando a jefes de naciones, de estados, o hasta de ciudades, a imponer la vacunación contra el Covid o despojar a la gente de su empleo, habilidad para viajar, tener acceso a servicios públicos o a tratamientos de salud, o la capacidad para comprar, comer, y disfrutar de un concierto. Tampoco el virus está obligando al presidente Joe Biden a declarar que tiene en proceso una orden de vacunación, para así coaccionar a grandes empleadores a ponerla en práctica, como si fuera ya una ley ordenada (no lo ha sido) y establecida súbitamente (no es posible para el Poder Ejecutivo).

Si pilotos de aerolíneas, médicos, enfermeras, oficiales de la policía, bomberos, etcétera, son despedidos en todo el país -o eligen dejar sus empleos ante amenazas de ser despedidos- por no cumplir con las decisiones de sus líderes al imponerles ese mandato, entonces, ¿qué?
Cualesquiera malos resultados que provengan de esas decisiones no puede decirse que sean culpa del Covid. Sería estúpido culpar al virus de las alteraciones para viajar, de escaseces de camas de hospital debido a problemas de contratación de personal, de incrementos en crímenes por falta de presencia policial, y de aumentos en daños por incendios. Culpe a los individuos cuyas decisiones dieron lugar a tales consecuencias negativas no previstas.

Para bien de la sociedad, mantengamos la esperanza que esos lideres se den cuenta que ellos son los dueños de sus elecciones y sus consecuencias. El virus no hace que ellos impongan sus preferencias sobre otros. En esta pandemia, como en otros aspectos de la vida, la planificación central de arriba hacia abajo siempre fracasa. La “sabiduría de las masas” es un concepto al menos tan viejo como Aristóteles. Friedrich Hayek, en “The Use of Knowledge in Society” [“El Uso del Conocimiento en Sociedad,” detalló el problema del conocimiento que aqueja a los planificadores centrales ̶ que actúan como lo hacen a partir de sólo migajas de la suma total de conocimiento disperso a través de la sociedad, que hace que sus órdenes sean totalmente ineficientes en comparación con decisiones descentralizadas.

Los planificadores centrales no son tan adeptos a administrar las respuestas públicas a una pandemia como lo son en administrar las elecciones económicas de otros. Para quien tiene dudas, les digo res ipsa loquitur. Las cosas hablan por sí solas. No obstante, aún ahora, la mejor cosa para nuestra sociedad es que sus líderes recuperen el sentido y restauren el respeto por las elecciones de otros.

Jon Sanders es economista y compañero sénior de estudios acerca de regulación y editor de investigación en la Fundación John Locke, en Raleigh, Carolina del Norte. Jon investiga en un campo amplio de áreas, que incluyen política energética y de electricidad, licencias para trabajar, burocracia y regulación excesiva, políticas acerca del alcohol, decretos ejecutivos y su abuso, pobreza y oportunidad, amiguismo y otros problemas de la elección pública, ideas que emergen y crecimiento económico, y otros asuntos al surgir.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.