LA LIBERTAD EN RIESGO

Por George Leef
American Institute for Economic Research
16 de octubre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es george leef american institute for economic research peril, October 16, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Durante la elección del 2020, terminé de leer el libro del profesor Randall Holcombe, Liberty in Peril: Democracy and Power in US History. A la fecha aún tengo pendiente escuchar a alguno de los candidatos decir la palabra “libertad” y quedaría impactado si alguno de ellos lo hizo.

Estamos bombardeados con mensajes a favor de candidatos y mensajes que sólo nos imploran que votemos. Algunos estadounidenses anhelan que, lo que ellos piensan, será un resultado que se logre en la elección; otros se amedrentan por lo que escuchan que sucederá. En todo caso, aceptamos que, con todas sus falencias, la democracia es la forma en que se supone Estados Unidos funciona. Casi nunca pensamos acerca de si las políticas que los candidatos favorecen son consonantes con la libertad que, se supone, tenemos los estadounidenses ̶ libertad para vivir sus vidas según lo elijan.

En su libro, Holcombe (profesor de economía en la Universidad del Estado de Florida) arguye que la democracia no fue la forma en que se supuso funcionara el país. Nuestra filosofía fundacional no era que prevaleciera la democracia, sino que, en vez de ella, prevaleciera la libertad ̶ que la razón de la existencia del gobierno era proteger la libertad del individuo, no sujetarlo a la voluntad de la mayoría. Con el paso del tiempo, la filosofía de la libertad ha sido dejada de lado y hoy la democracia reina, al punto que, como lo plantea el autor, la libertad tiene casi un aire pintoresco al respecto.

Como lo sugiere el subtítulo del libro, este es un trabajo de historia, que mira al cambio desde la ideología de la libertad hacia la ideología de la democracia. Holcombe observa que existe una tensión ente ambas. Bajo la ideología de la libertad, la pregunta importante es cómo poner límites al gobierno, de forma que pueda proteger los derechos individuales, mientras que, bajo la ideología de la democracia, la pregunta es quién tendrá el poder para hacer lo que el público quiere. En donde prevalece lo primero, la gente tiende a tener una sana cautela acerca del gobierno y desea mantenerlo bajo control; mientras que, si es lo último, la gente escucha ansiosamente a políticos que les prometen beneficios provenientes del gobierno.

UNANIMIDAD

Holcombe empieza su historia, no con la Constitución, o incluso los colonizadores, sino con los Iroqueses, la confederación más grande de indios, con quienes tuvieron que tratar los colonizadores europeos. Los Iroqueses tenían una constitución no escrita y su principio clave era la unanimidad. Los colonos que llegaron a familiarizarse con el sistema de los Iroqueses comentaron acerca de su “noción absoluta de libertad.” Los Iroqueses tenían un “Gran Consejo” compuesto de jefes tribales, pero que no actuaba como esperamos que actúen las legislaturas ̶ imponiendo decisiones sobre el pueblo.

En vez de eso, el Gran Consejo facilitó la construcción de consenso entre las tribus. Las preguntas se debatían, y, luego, los jefes regresarían a sus tribus para evaluar el sentimiento de sus miembros. No era sino hasta que una propuesta (y deseo que Holcombe hubiera dicho con qué tipo de temas lidiaron los Iroqueses) era aceptable para todas las tribus, cuando era adoptada. Ese modo de “debate hasta que tengamos consenso” significó que se hacía poco, pero, eso era preferible para los Iroqueses que obligar a la gente a obedecer reglas con las que ellos no habían estado de acuerdo.

Los colonos británicos encontraron frustrante tratar con los Iroqueses, pues sus representantes siempre decían, “Debemos llevar de regreso esta propuesta a nuestro Gran Consejo para su consideración,” pero aquellos incorporaron el principio de unanimidad en su propio Plan de la Unión de Albany, redactado en 1754. Ese Plan nunca entró en vigencia, pero pidió el consenso unánime entre las colonias para cualquier acción que se tomara. Se requería consenso, no una regla de mayoría.

El primer gobierno formado en Estados Unidos fue los Artículos de la Confederación, adoptados en 1781. La mayoría de historiadores pasa rozando los Artículos, pero Holcombe piensa que valen la pena se analicen. Bajo los Artículos, tuvimos un poder legislativo unicameral, sin un poder ejecutivo o judicial federal. Las reformas propuestas requerían consentimiento unánime. El gobierno central tenía poco poder, como se esperaría de gente que acababa de llevar a cabo una larga guerra para deshacerse de un gobierno con, pensaba la mayoría, mucho poder para violar las libertades individuales. El gobierno central no podía poner impuestos directamente, sino que tenía que requerir los fondos de los estados. Holcombe encuentra virtud en ese acuerdo, pues cada estado podía decidir si valía la pena el beneficio esperado de entregar fondos al gobierno central, al dejar de lado un mejor uso de esos fondos dentro de sus propias fronteras.

La vida en Estados Unidos bajo los Artículos era menos que ideal, en particular en la forma en que algunos estados intervenían con el comercio interestatal, pero, esos problemas podían haber sido resueltos con enmiendas. De hecho, ese fue el mismo propósito de la convención convocada en 1787, que conocemos como la “Convención Constitucional.” Sin embargo, se suponía que era una convención que considerara enmiendas a los Artículos, y más que pocos delegados objetaron la forma en que, en vez de aquella, ciertos líderes decidieron redactar un plan de gobierno totalmente nuevo.

Con todo y las restricciones de la Constitución a la autoridad federal y sus famosos “frenos y contrapesos,” Holcombe encuentra que la libertad estaba más segura bajo los Artículos. Esto es especialmente así porque el gobierno federal ya no más rendiría cuentas ante los estados, sino que, por sí mismo, era un poder central. Si bien quienes redactaron la Constitución estaban temerosos de la democracia, abrieron la puerta a su crecimiento.

GANANDO TERRENO

En las décadas previas a la Guerra Civil, lentamente la democracia ganó terreno sobre la libertad. Un ejemplo intrigante fue la “reforma” de la Oficina de Correos en 1851. Hasta ese entonces, había operado como una entidad pública rentable, cobrando tarifas diferenciadas. Bajo la nueva ley, las tasas fueron uniformadas, subsidiando así a los clientes del correo en áreas remotas del Oeste, a expensas de aquellos en el Este fuertemente poblado. El resultado fue que el gobierno estaba empezando a elegir ganadores y perdedores por medio de la política.

La Guerra Civil (o Guerra Entre los Estados, como asevera Holcombe es más correctamente llamarla) expandió vastamente el poder del gobierno federal y puso a los estados en una posición supeditada. La promoción de los intereses de algunos estadounidenses a expensas de otros se convirtió en algo diseminando y flagrante. Un ejemplo notorio fue la forma en que un grupo de cabildeo de los veteranos de la Unión, el Gran Ejército de la República (GAR por sus siglas en inglés), logró expandir sus beneficios dramáticamente, cubriendo a más y más soldados y sus familias con pagos crecientemente grandes. Una nota histórica interesante que Holcombe incluye es que el presidente Grover Cleveland, quien había sido popular con el GAR hasta 1887, perdió su apoyo cuando vetó una ley que él creyó iba demasiado lejos. Una gran razón para la pérdida de Cleveland el año siguiente ante el confiablemente pro veteranos Benjamin Harrison, fue ese pedacito de responsabilidad fiscal.

También, en décadas posteriores a la Guerra Civil fue común que la regulación económica se dirigiera a beneficiar a algunos grupos a expensas de otros. Los movimientos diferentes, pero relacionados, Populista y Progresista, llevaron al país más dentro de la democracia y lejos de la protección de la libertad. Por ejemplo, a los estados se les dio luz verde por la Corte Suprema para que interfirieran en los contratos privados, al dictar los precios que los dueños de silos de granos podían cobrar a los agricultores. El gobierno se había volcado desde proteger las libertades hasta promover los intereses económicos de grupos políticamente influyentes. Lo mismo fue cierto para la regulación de las tarifas de ferrocarriles por la Comisión de Comercio Interestatal. Y, también, el gobierno intervino en el “tema monetario” al inicio imprimiendo grandes cantidades de papel moneda (“greenbacks”) y, después, colocando gran cantidad de plata en circulación, a petición de deudores que no querían amortizar su deuda en oro, el cual se estaba apreciando de valor.

La Primera Guerra Mundial condujo a un estallido de la actividad gubernamental que recortó la libertad, incluyendo la libertad de expresión, pero, después del fin de la guerra, hubo un “regreso a la normalidad” bajo Warren Harding y Calvin Coolidge. Sin embargo, incluso este período no fue uno en que la libertad recuperara mucho terreno perdido. La Corporación para el Financiamiento de la Guerra, empezada durante la guerra, permaneció con vida a lo largo de los años veinte, para hacer préstamos a empresas y agricultores; la Corporación de Vías Navegables Internas se creó para operar barcazas en el río Mississippi, y la Ley de Créditos Agrícolas para prestar dinero a agricultores; y, en 1924, se aprobó la primera Ley de Inmigración, entre otras intervenciones federales que no tenían nada que ver con la protección de la libertad. Es más, durante los años veinte, el gobierno fue muy activo en perseguir casos anti monopolios ̶ atacando operaciones de empresas tan sólo porque ellas eran “demasiado grandes” y, supuestamente, amenazaban la competencia.

En resumen, el mal hábito de extender el ámbito gubernamental no se curó del todo durante los “Felices Años Veinte.”

Y, después, empeoró mucho bajo el sucesor de Coolidge, Herbert Hoover. Según Holcombe, Hoover era un Progresista que pensaba que la autoridad gubernamental debería ejercerse para mejorar al país y, luego, una vez que la depresión empezó bajo su gobierno, sacar al país de ella. La mayoría de políticos de ambos partidos favoreció las políticas federales orientadas a revivir la economía, pero hizo que las cosas empeoraran durante la administración Hoover. Cuando Franklin D. Roosevelt, asumió el poder en 1933, su remolino de activismo federal transformó la nación dramáticamente. Numerosas oficinas, comisiones, y agencias emitieron mandatos y prohibiciones. Las libertades que los estadounidenses siempre consideraron les pertenecían, como la libertad de determinar sus propios precios o sembrar lo que quisieran en sus tierras, fueron abrogadas.

Durante un tiempo, la Corte Suprema bloqueó algunos, aunque no todos, los programas autoritarios del gobierno, basada en razones constitucionales, pero, después de la propuesta de Roosevelt en 1937 para designar a partidarios afines a la Corte aumentando su número, el Juez Principal Chales Evans Hughes arribó al nuevo entendimiento “progresista” del papel apropiado del gobierno. La Seguridad Social es un buen ejemplo. En ninguna parte de la Constitución el gobierno está autorizado a manejar un programa de pensiones, pero, como escribe Holcombe, “si la Constitución, así interpretada, le da al gobierno el poder de manejar un programa obligatorio de pensiones, es difícil ver algunos límites constitucionales para programas que el gobierno federal tiene permitido llevar a cabo.”

Después de la Segunda Guerra Mundial, el poder del gobierno siguió aumentando, más lentamente bajo presidentes republicanos, rápidamente bajo demócratas, en especial Lyndon Johnson y Barack Obama.

Siempre ha habido gente que prefiere obtener lo que quiere mediante la depredación en vez de la producción, hace ver Holcombe. En nuestra historia temprana, los productores eran protegidos por la ley, pero, ahora, los depredadores están en control pleno, usando la ley como una espada para quitarles y controlar a los productores.

Al final, Holcombe es profundamente pesimista. La libertad ciertamente está en riesgo ̶ lo que queda de ella. “Un trasfondo utilitario,” escribe él, “ha surgido en la nación que está dispuesta a sopesar los costos de sacrificar un poco más de libertad a cambio de otros objetivos. La libertad no se da por un hecho; es sacrificada gustosamente.”

¿Puede algo reavivar el amor que los estadounidenses en alguna ocasión tuvieron por la libertad y revertir el incremento siempre creciente del control gubernamental? Nuestro autor no encara esa pregunta, pero, yo creo que nuestra única esperanza es un renacimiento de la educación moral en Estados Unidos, de forma que a nuestros hijos se les enseñe que es igual de malo hacer que el gobierno use la coerción, como es que ellos lo hagan por sí mismos.

Reimpreso de Future of Freedom Foundation

George Leef es director de contenido editorial del James G. Martin Center for Academic Renewal. Tiene una licenciatura en arte de la Universidad Carroll (Waukesha, Wisconsin) y un doctorado en derecho de la Escuela de Derecho de la Universidad de Duke. Fue vicepresidente de la Fundación John Locke hasta el 2003. Comentarista regular en Forbes.com, Leef fue editor de comentarios de libros para The Freeman, publicado por la Fundación para la Educación Económica, desde 1996 al 2012. Ha publicado numerosos artículos en The Freeman, Reason, The Free Market, Cato Journal, The Detroit News, Independent Review, y Regulation. Escribe con regularidad para el blog The Corner del National Review, y para SeethruEdu.com.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.