CINCO MITOS EN LAS CIUDADES UNIVERSITARIAS

Por David Gillette y Lauren Frazier
American Institute for Economic Research
14 de octubre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es david gillette & lauren frazier american institute for economic research myths, October 14, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Según la Encuesta de los Estados del 2020 efectuada por el Council for Economic Education, sólo la mitad de estados de Estados Unidos requiere que sus estudiantes de colegio lleven un curso de economía. Y eso brinda señales. Para muchos estudiantes, la retórica popular de agitadores progresistas ha llenado el vacío dejado tras una comprensión pobre o enteramente ausente de la economía. He aquí cinco ejemplos.

LA RIQUEZA ES INMORAL

La noción de que el amor por el dinero es la razón todo mal ha sido una sobre simplificación y mala construcción desde tiempos bíblicos. El dinero es un medio consistente para hacer transacciones; pensadores sofisticados lo llaman “una deuda que la sociedad le debe a usted.” El dinero es el criterio básico que la sociedad emplea para medir el valor de las transacciones del mercado; la riqueza es la medición de cómo los individuos acumulan y utilizan el valor que ellos han creado. Jeff Bezos empezó la primera empresa cuando estaba en el colegio y, después, dejó un trabajo lucrativo en finanzas corporativas, para montarse sobre la onda del comercio electrónico de mediados de los años noventa, fundando una pintoresca librería en línea en su garaje en Seattle. El gigante del transporte Amazon desde aquel entonces ha desarrollado drones para los envíos, películas de cine importantes, y el desafortunado “Fire Phone.” Bezos se ha beneficiado enormemente con su papel de crear Amazon, pero la compañía ha brindado empleos para más de 950.000 trabajadores, y servicios que los consumidores valoran enormemente, en especial en medio de la pandemia del Covid-19. La sociedad estaría peor en un mundo sin Amazon. Bezos es rico por razones morales: Él le dio al mundo más de lo que el mundo le dio a él.

TENEMOS QUE SER MÁS COMO ESCANDINAVIA

Muchos países en el norte de Europa han construido enormes estados de bienestar, pero ellos sólo sirven para redistribuir riqueza. Los mercados escandinavos se mantienen operando sobre una base capitalista. El sistema capitalista es la respuesta fácil a la mística escandinava, pero la explicación que más nos dice es que los países nórdicos prosperaron, no como resultado de una ingeniería social ingeniosa por un gobierno benevolente, sino como resultado de una confusión subyacente. En Scandinavian Unexceptionalism [Un poco excepcional modelo escandinavo: Cultura, mercado y el fracaso de la tercera vía] Nima Sanandaji señala la fuerte caída en la desigualdad económica que empezó desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Estas declinaciones en la disparidad del ingreso son muy anteriores a cualesquiera redes formales, entronizadas, del estado asistencial. Explica Sanandaji que la ausencia continuada de desigualdad destaca una diferencia clave entre el norte de Europa y Estados Unidos: la herencia cultural y lazos de sangre. Historias y orígenes culturales compartidos, tales como los antiguos vikingos, producen valores homogéneos que apoyan el desarrollo de redes de bienestar social. Una nación que se beneficia de una inmigración constante, comparte sólo aquellos lazos familiares vistos en los registros de censos y exámenes de ADN. La absorción continua de inmigrantes de todo el mundo le brinda a Estados Unidos fortaleza económica, pero no la homogeneidad cultural de los estados escandinavos.

LOS PROGRAMAS GUBERNAMENTALES EVITAN EXCESOS DE LAS EMPRESAS PRIVADAS

Los incentivos constituyen la esencia del comportamiento económico. Las empresas privadas e instituciones públicas responden a los incentivos de programas bien intencionados del gobierno. Por ejemplo, grupos de cabilderos, grandes conglomerados, y otros intereses en busca de rentas, se aprovechan de los apetitos de políticos por apoyo financiero; el amiguismo ocurre en la realidad. ¿Deberíamos culpar a alguien por responder a incentivos que el gobierno provee? Sin embargo, manipular la política intencionalmente difiere de responder a incentivos. Los programas de préstamos a estudiantes alteran los incentivos para asistir a la universidad, facilitando que estudiantes pidan dinero prestado, de forma que más estudiantes se endeudan para asistir a la escuela. Enfrentando un poder adquisitivo incrementado de los estudiantes con más que sólo educación, algunas universidades anuncian instalaciones como ríos tranquilos, estaciones para esquiar en la ciudad universitaria, y cancelación de clases por un Día de Esquí en la Playa. Respondiendo a metas nobles y presión pública, el gobierno diseña programas que proveen incentivos tanto para empresas privadas como instituciones públicas. Las consecuencias no previstas de esos programas incluyen, por ejemplo, amiguismo, por una parte, y una crisis en la deuda de préstamos de estudiantes, por otra.

LAS UNIVERSIDADES DEBERÍAN SER GRATUITAS

En 1993, Milton Friedman se lamentó que él no llegó lo suficientemente antes como para acuñar la frase “No existe tal cosa como un almuerzo gratis.” No obstante, Friedman lo hizo my bien con su propia frase, “Nadie gasta el dinero de alguien con mayor cuidado que como gasta el propio.” El mercado de la educación universitaria ha mostrado que ese aforismo es cierto. Idealmente, los estudiantes se endeudan con la expectativa de pagar después a través del tiempo. La mediana de las ganancias a lo largo de la vida de todos los estudiantes graduados es de alrededor de $1.25 millones según The Hamilton Project. Perder sólo cuatro años de experiencia laboral por un precio con una mediana de sólo poco más de $100.000, parece ser una inversión sólida. Para especializaciones en contabilidad, administración de empresas, ciencias de la computación, ingeniería y enfermería, eso es cierto. El problema descansa en disparidades de ingreso entre estas y otras carreras. El Hamilton Project encontró que los títulos en bellas artes, servicios de consejería y educación no de secundaria, ganan menos que trabajadores con un grado de asociado. Un grado de bachiller por sí sólo puede, pero ya no es más una garantía que abre la puerta al estilo de vida confortable de clase media que en otra época sí lograba.

Con enormes cargas de deuda pesando sobre muchos estudiantes graduados, ¿por qué debería el gobierno subsidiar la totalidad de la educación superior? Considere la actual propiedad de deuda por préstamos estudiantiles. Los préstamos a estudiantes universitarios de pregrado no son la fuente mayor de deuda académica. Los estudiantes de programas de posgrado y profesionales equivalen a más de la mitad de toda la deuda estudiantil, pero sólo significan el 13.1% de la población. Independientemente de su localización, un médico debería ser capaz de recuperar el costo de la educación. Combinado con los donativos y becas generosas que brinda la mayoría de las instituciones, la universidad es todavía pagable para la mayoría de estudiantes. Una universidad gratuita no resolvería la crisis de la deuda, que en mucho existe debido a la educación de posgrado. Impulsar la demanda de títulos de posgrado y devaluar los títulos de bachilleres, aumentaría la demanda de educación de posgrado y la subsecuente deuda por el posgrado. La gente altamente educada constituye tan solo una pequeña, pero interesada e influyente, minoría en el país, ¿Deberían esos beneficios a una minoría relativamente pequeña, y concentrada, venir a expensas de los costos diseminados en quienes pagaron con sus recursos la universidad, que ya han cancelado sus préstamos de estudiantes, o no tienen un título universitario?

GRAVEN CON IMPUESTOS AL RICO

Ratificada en 1913, la Décima Sexta Enmienda de la Constitución de Estados Unidos le permite al gobierno federal poner un impuesto al ingreso. Primeramente, el gobierno federal puso en marcha un impuesto progresivo al ingreso en 1862 para compensar los costos de la Guerra Civil y lo derogó una década más tarde. El primer impuesto tenía dos tramos para recoger impuestos, de un 3 por ciento para los ingresos entre $600 y $10.000 y de un 5 por ciento para ingresos entre $10.000 y más, una suma significativa en aquel entonces. En 1895, las cortes decidieron que una breve reanudación en 1894 del impuesto al ingreso era inconstitucional. Sin embargo, al expandirse los programas del gobierno federal, se necesitaba dinero, así que se aprobó la Décima Sexta Enmienda. A partir de ella, al inicio sólo existían dos tramos de impuestos; los primeros $20.000 de ingreso fueron gravados con un uno por ciento, mientras que cualquier ingreso por encima de $500.000 fue gravado con un 7 por ciento. En 1913, $500.000 habrían tenido un poder adquisitivo de apenas poco menos que $4 millones en el 2021. No obstante, desde 1913, las tasas impositivas han aumentado en órdenes de magnitud, siendo los aumentos adicionales el valor por defecto de gastos gubernamentales siempre crecientes. Figuras progresistas vocales continúan pidiendo una imposición desproporcionada sobre quienes reciben los ingresos más altos para alimentar déficits crecientes de gasto gubernamental.

Históricamente, el gobierno de Estados Unidos ha recolectado un promedio de un 17 por ciento del PIB en recaudación de impuestos, independientemente de las tasas marginales del impuesto máximas. Usando datos de FRED [Datos de la Reserva Federal], tal gráfico expande el ejemplo de Antony Davies para cubrir el período de posguerra. La curva epónima de Art Laffer muestra que los ingresos del gobierno provenientes de disminuciones en los impuestos, después de cierto punto disminuyen como incentivos. Cuando se reducen, el gobierno puede esperar recolectar la misma cantidad de ingreso total que obtendría con una tasa más baja. Considere el caso extremo: si el gobierno pusiera un impuesto al ingreso del 100 por ciento, ¡a los trabajadores se les cobraría el salario del día por un día de trabajo! Aunque el gobierno puede redistribuir ese ingreso para tener un efecto material similar, el incentivo para generar algún dinero desaparece, reduciendo la producción total del sistema. Con un sistema impositivo progresivo, el dólar marginal que impulsa al trabajador hacia un tramo gravado exorbitantemente, no vale la pena para que lo haga. “Gravar con impuestos al rico” frena los incentivos para aumentar los ingresos y construir riqueza, similar a pensionados que limitan sus retiros, disminuyendo la actividad económica y afectando el objetivo de aumentar los ingresos tributarios.

Muchos estudiantes universitarios y gente joven son notoriamente receptivos a la teoría económica, pero carecen de experiencia en educación económica de la corriente principal, y la investigación que llega a conclusiones económicas sólidas por su cuenta.

David Gillette es profesor de economía en la Universidad Estatal Truman, recibió el premio del Gobernador de Missouri por Excelencia en la Enseñanza, y el premio Educador del Año patrocinado por estudiantes de Truman. Regularmente coordina series de oradores y grupos de lectura en que los estudiantes exploran áreas de interés que no se tratan en el currículo principal de economía. Su investigación se centra en pedagogía, particularmente en economía. Ha publicado trabajos en The American Economist, Teaching of Psychology, Jossey-Bass, New Directions for Teaching and Learning, y tiene artículos próximos a ser publicados en el Journal for Economic Educators, y en el Journal of Economics and Finance Education.

Lauren Frazier está estudiando economía en la Universidad Estatal Truman en Kirksville, Missouri. Además de servir como asistente de investigación en el departamento de Economía, es una ciclista ávida, triatleta y miembro ejecutivo del club de Francotiradores de la Universidad Truman. Ella también narra juegos de futbol americano en su estadio para los Bulldogs de Truman, escribe poesía, y ayuda en la granja agrícola de su familia en su tiempo libre.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.