¿Acaso servirá esto para que, quienes sólo piensan en llenar el déficit endeudándonos más, y pasándole la cuenta de ello a nuestros hijos, nietos y generaciones venideras, contengan sus impulsos? Lo dudo, pues está en su esencia gastar y gastar el dinero de los demás en sus proyectos personales.

EL PESO ACTUAL DEL FINANCIAMIENTO DEL DÉFICIT

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
11 de octubre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreux american institute for economic research deficit, October 11, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Mi fallecido colega laureado con el Nobel James Buchanan hizo muchas contribuciones importantes. Entre las más significativas está su prueba, ofrecida primeramente en 1958, de que Adam Smith y otros economistas clásicos estaban en lo correcto, al afirmar que los proyectos gubernamentales que se financian mediante endeudamiento, en última instancia son pagados por ciudadanos futuros, cuyos impuestos deberán aumentarse (o cuyos beneficios gubernamentales deberán reducirse) para obtener los fondos necesarios para la amortización. (Randy Holcombe y yo lo explicamos aquí más ampliamente.) Al financiar el déficit, ciudadanos contribuyentes de hoy imponen costos sobre ciudadanos contribuyentes de mañana.

Por supuesto, es posible que ciudadanos contribuyentes de hoy también puedan usar el financiamiento del déficit mediante endeudamiento para otorgar beneficios a ciudadanos contribuyentes de mañana. Si, por ejemplo, un gobierno pide dinero prestado para construir una represa hidroeléctrica que operará exitosamente durante décadas, ciudadanos contribuyentes de mañana no sólo heredan la obligación de pagar por esa represa, sino, también, heredan un activo en forma de la capacidad de la represa para generar electricidad. Pero, aún si ciudadanos contribuyentes de mañana están de acuerdo unánimemente, en que el valor para ellos de la represa es más alto que la cantidad de impuestos que deben pagar por la represa, la realidad inevitable es que esos ciudadanos contribuyentes futuros son los individuos que pagan por la represa. La represa no es gratis, y ninguna forma de financiamiento de fantasía o chanchullos contables pueden hacer que lo sea.

No obstante, quienes de nosotros hoy explicamos que los proyectos gubernamentales con déficits financiados con endeudamiento son pagados por ciudadanos contribuyentes de mañana, muy a menudo pierden de vista un peso real que ese financiamiento a menudo impone sobre ciudadanos contribuyentes de hoy. Ese peso es el crecimiento excesivo del gobierno, que causa daño a la generación actual.

Cuando Buchanan explicó los peligros del financiamiento del déficit mediante el endeudamiento, casi siempre asumió que todos los miembros de la generación actual están unidos en sus intereses de vivir a expensas de generaciones futuras, y que la generación actual busca esos intereses con conocimiento de causa. Por ejemplo, la generación actual de ciudadanos contribuyentes puede unánimemente dar la bienvenida a un aumento de $50 miles de millones en gastos de defesa, si ello es pagado con fondos pedidos prestados -esto es, pagado por generaciones futuras- pero no si ese gasto deba financiarse a partir de ingresos tributarios actuales. Sin embargo, debido a que el financiamiento del déficit mediante endeudamiento es posible, el gobierno utiliza ese método de financiamiento para ampliar el presupuesto de defensa en $50 miles de millones. Ciudadanos contribuyentes de hoy compran, y disfrutan, una cantidad excesiva de defensa nacional sólo porque ellos logran pasarles la cuenta a sus hijos y nietos. En este ejemplo, el financiamiento del déficit mediante endeudamiento no impone un peso sobre alguien de la generación actual.

Pero, ejemplos como este ocultan una característica importante de la realidad. Debido a que los ciudadanos de hoy son muy diversos en sus intereses, preferencias, entendimientos, y posiciones económicas, los proyectos gubernamentales llevados a cabo hoy y financiados con deuda, pueden imponer cargas reales por lo menos a algunos de ciudadanos contribuyentes de hoy. Esta conclusión se sostiene aún si permanece siendo cierto que la carga plena de pagar por esos proyectos recae sólo en ciudadanos contribuyentes de mañana.

Suponga, por ejemplo, que una mayoría de ciudadanos contribuyentes de hoy en Estados Unidos concluye que es buena idea nacionalizar la industria del acero. Además, suponga que una decisión de la Corte Suprema le prohíbe al gobierno que simplemente se apropie de las acererías; la Corte decide que, si el gobierno quiere adquirir acererías, debe pagar los precios de mercado por esas firmas. Finalmente, suponga que, al saber que el precio de mercado es $500 miles de millones, estadounidenses de hoy no están dispuestos a que se aumenten sus impuestos por esa cantidad para tal fin. Si el financiamiento del déficit por deuda no estuviera disponible, la industria del acero permanecería en manos privadas.

No obstante, el financiamiento del déficit mediante endeudamiento está disponible. Al pedir prestados los $500 miles de millones para comprar las firmas de acero, el gobierno permite que el subconjunto de estadounidenses que apoya la nacionalización de la industria acerera, logre su objetivo de política sin tener que pagar por ello. Los $500 miles de millones enteros serán amortizados en el futuro por ciudadanos contribuyentes aún no nacidos.

Pero, sin embargo, hay una carga que emerge en el período actual con esta movida de política de financiar el déficit con deuda ̶ esto es, ineficiencias que de inmediato surgen por la nacionalización. La cantidad de recursos consumidos para producir cada tonelada de acero se eleva ineficientemente, pues los burócratas gubernamentales tienen menos incentivos que los dueños privados, para asegurar que las fábricas operen eficientemente. Los costos de este consumo excesivo de recursos por acererías propiedad del gobierno, se derraman a través de la economía en forma de menores producciones y precios más altos para una cantidad incontable de bienes y servicios.

En este ejemplo, casi todos los estadounidenses -e incluso algunos no estadounidenses- sufren hoy una carga inmediata (y vigente) como consecuencia de esa política de financiamiento del déficit con deuda. Algunos estadounidenses, enamorados ideológicamente con la noción de una nacionalización de la industria, pueden estar contentos con sufrir ese peso, a la vez que otros estadounidenses pueden permanecer sin darse cuenta que, los precios más altos que experimentan a través de la economía, son resultado directo de la nacionalización. Pero, se mantiene el hecho de que, en este ejemplo, el financiamiento del déficit con deuda impone una carga real sobre la generación actual, a pesar de que la plena responsabilidad de la amortización del préstamo recae solamente en generaciones futuras.

Por supuesto que este ejemplo de una industria del acero nacionalizada es hipotético. Pero, sus lecciones se aplican al mundo real. Por ejemplo, en el tanto en que los subsidios gubernamentales a agricultores y productores de aviones se financian con dinero pedido prestado, inmediatamente se crean cargas similares: Los recursos se desvían desde usos eficientes hacia no eficientes, ocasionando que incluso ciudadanos contribuyentes de hoy sufran como resultado de programas gubernamentales financiados con un déficit por endeudamiento.

El financiamiento del déficit con deuda -al permitirle hoy a gente tener un viaje gratuito pagado por gente de mañana- le permite al gobierno expandir su tamaño y alcance más allá del que tendría si el gobierno fuera obligado a financiar todos sus gastos corrientes a partir de ingresos corrientes, sin oportunidad de que el déficit se financie por deuda. En resumen, ese financiamiento del déficit con deuda abre el camino para la expansión innecesaria y despilfarradora de la actividad gubernamental. Sólo alguien que esté convencido que el gobierno sólo llevará a cabo proyectos que valen la pena con independencia de los medios de financiamiento -o alguien que no entiende de economía- puede ver favorablemente esa forma de financiamiento del déficit por el gobierno mediante endeudamiento.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.