Todavía los hay, quienes quieren disminuir la población por temor al agotamiento de los recursos. Pero, la historia ha mostrado que eso no es así y que el principal recurso que hay en la tierra es el factor humano y los mercados libres, que han permitido que más que nunca antes, en términos per cápita, haya aumentado el producto social, permitiendo que hoy tengamos la menor proporción de personas en pobreza extrema en toda la historia humana. No se ha presentado la hambruna malthusiana, sino lo contrario.

MISANTROPÍA MALTHUSIANA

Por Richard Gunderman
American Institute for Economic Research
11 de octubre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es richard gunderman american institute for economic research Malthusian, October 11, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En realidad, Thomas Malthus no era un hombre malo. Es sólo que tuvo una idea terrible ̶ que el mundo siempre contiene demasiados seres humanos. Puesto con mayor gentileza: Malthus pensó que no se podía confiar en que los seres humanos mantuvieran controlado su número y una presencia prudente en el orden de la creación. Malthus, cuyo propio apellido empieza con el latín mal, que significa malo, nocivo, o enfermo, y parece invocar malignidad, maldad, y mala intención, en realidad no es tan malo. De hecho, su nombre deviene de maltería, edificio en que el grano se prepara para usarlo en hacer cerveza. Es sólo que Malthus nos colocó viéndonos el uno al otro con sospecha, envidia, y celos ̶ un menjunje malévolo que desvía nuestra atención desde lo que podemos contribuir a lo que podemos perder el uno ante el otro.

Las cosas no empezaron tan mal para Thomas Malthus. Nació en 1776 en el privilegio. Su padre era amigo del gran filósofo escocés David Hume y admirador de Rousseau, cuyo Emilio inspiró el crecimiento del joven Malthus. Admitido al Jesus College, de Cambridge, Malthus rápidamente se distinguió como estudiante, obteniendo premios en clásicos y matemáticas. A partir de eso, se ordenó y llegó a ser vicario parroquial. Después, se casó, convirtiéndose en padre de dos hijas y un hijo, y, posteriormente, fue profesor de historia y economía política en la universidad de la East India Company. En 1798 fue cuando publicó su obra más importante, An Essay on the Principle of Population as It Affects the Future of Improvement of Society [Ensayo sobre el principio de la población].

Malthus estaba respondiendo a escritos de Godwin, Condorcet, y otros, cuyas esperanzas de felicidad creciente para la humanidad él consideró eran demasiado optimistas. Habiendo percibido por su trabajo en la parroquia que él siempre parecía estar realizando más bautizos que funerales, empezó a conducir investigaciones demográficas que le convencieron que, inevitablemente, las poblaciones humanas tendían a superar los recursos que estaban a disposición de ellas, o, más concreto, que los suministros de alimentos crecen aritméticamente, mientras que el número de gente crece geométricamente. Como lo puso Malthus, “La tendencia perpetua de la raza humana de aumentar más allá de los medios de subsistencia, es una de las leyes generales de la naturaleza animada, que no tenemos razón para pensar que cambie.”

Contrarrestando la tendencia de las poblaciones humanas a reventar, hay dos fuerzas que Malthus bautizó como frenos “preventivos” y “positivos.” Los frenos preventivos incluyen retrasos en tener hijos o, del todo, evitar tener hijos. Mujeres que empiezan a tener hijos más tarde en la vida, tienden a tener menos niños, y aquellas que nunca se casan, las convenciones de la época, permiten suponer que del todo no tendrían niños. Frenos preventivos adicionales incluyen la restricción moral -la esperanza de que algunos se abstendrán de tener hijos debido a una preocupación por el bienestar de los niños que tienen, pues son difíciles de mantener por familias pobres ̶ y legislación, que puede mostrar ser políticamente imposible de aprobar. La política reciente de China de un sólo hijo es una versión extrema de esto último.
Malthus tuvo poca esperanza ante tales restricciones:

“El trabajador pobre, siempre parecen vivir ‘de la mano a la boca,’ utilizando esta expresión vulgar. Su atención centrada en sus necesidades inmediatas, rara vez se preocupa del porvenir. Incluso cuando se le presenta la oportunidad de ahorrar, pocas veces la aprovecha; normalmente, todo lo que le sobra después de satisfacer sus necesidades del momento, va a parar, hablando generalmente, a la taberna.”

Los frenos positivos incluyen guerra, plaga, y hambruna. Si la gente fallaba en restringir su tasa de reproducción, la naturaleza eliminaría el problema de sobrepoblación, cuando la competencia de recursos escasos llevaba a ciudades y naciones hacia el conflicto entre sí, el hacinamiento conducía a la epidemia de enfermedad o que sólo hubiera demasiadas bocas por alimentar. Malthus vio en estos principios no sólo una descripción de lo que, de hecho, sucede, sino una garantía de quererlo. Él escribió:

“Es una verdad evidente que, cualquiera sea el incremento en los medios de subsistencia, el aumento en la población debe estar limitado por él, por lo menos después que los alimentos se hayan dividido en las partes más pequeñas que sustentarán la vida. Todos los niños nacidos más allá de lo que se requeriría para mantener a la población en ese nivel, deberían morir necesariamente, a menos de que se pueda dejar un espacio para ellos con las muertes de las personas adultas. Por consiguiente, para actuar con firmeza debemos facilitar, en vez de tratar de impedir de modo absurdo y vano, las operaciones de la naturaleza para producir esa mortandad; y, si tememos la visita demasiado frecuente de la horrenda forma del hambre, debemos estimular con diligencia las otras formas de destrucción, debemos obligar a la naturaleza a utilizarlas.”

En contraste con los optimistas de su época, Malthus puede ser considerado un pesimista político. Su descripción convierte a la pobreza en la suerte inescapable de la humanidad. En el mejor de los casos, los esfuerzos por reducir la pobreza es casi seguro que fracasen, y, en el peor de los casos, probarán ser contraproducentes. La caridad, por ejemplo, simplemente exacerba el problema. Al poner más alimentos en las bocas de los pobres, los trabajadores de la caridad actúan en una colusión involuntaria con la tendencia de los números para crecer más allá de los medios de manutención. Las leyes de pobres de Inglaterra, afirmo Malthus, estimulaban familias más grandes y sólo aumentaba el número de miserables y moribundos. Hubiera sido mejor si nunca hubieran existido, por tanto, aumentando “la masa agregada de felicidad entre la gente común.”

Malthus, por supuesto, estaba equivocado, Por una razón, él nunca consideró que los recursos disponibles para soportar las poblaciones pudieran exceder las expectativas. Considere el trabajo del agrónomo estadounidense del siglo XX, Norman Borlaug, cuya “revolución verde” aumentó dramáticamente los rendimientos de cosechas e hizo que ganara el premio Nobel de la paz. Algunos han sugerido que, incluso, Borlaug salvó más vidas que cualquier otro ser humano que jamás haya vivido. Malthus también falló, aunque comprensiblemente, en anticipar la introducción de los anticonceptivos. Más significativamente, falló en prever la posibilidad de que, permitido el control sobre su propia fertilidad, la gente puede escoger limitar su fecundidad para aumentar su estándar de vida. En general, naciones más ricas, como Estados Unidos, Alemania, y Japón, tienen tasas de fertilidad relativamente bajas. De hecho, para aumentar los estándares de vida, esas naciones no necesitan menos sino más nacimientos.

A pesar de lo anterior, Malthus no sólo estaba equivocado como pronosticador. También se equivocó en un sentido moral, y, en gran parte, debido a la influencia que ejerció sobre otros pensadores, como Darwin. La naturaleza tacaña de Malthus, en que los recursos nunca son suficientes, tuvo un papel crucial en conformar la concepción de Darwin de un mundo biológico dominado por un principio de competencia. Si la tierra provee lo suficiente para todo organismo, entonces, cada uno puede vivir y dejar vivir. Pero, un mundo caracterizado por la escasez, da lugar a una lucha por sobrevivir inevitable, en que sobreviven los organismos mejor adaptados a las condiciones prevalecientes y, aquellos que no, perecen. Pero, no fue sino un paso pequeño desde la “supervivencia del más apto” de Darwin, repetidamente recargada de maltusianismo, hasta la eugenesia, el esfuerzo por rebalancear los adaptados y los no adaptados.

Malthus mostró una concientización de la posibilidad de algo muy parecido a la eugenesia, pero, la descarta como impráctica. Considerando la noción de que algunas familias ilustradas pueden tomar medidas para proteger sus mejores rasgos, escribió,

“No conozco intentos bien dirigidos de este tipo, excepto en la antigua familia de los Bickerstaffs, de quienes se dice fueron muy exitoso en blanquear las pieles y aumentar la altura de su raza mediante matrimonios prudentes, en particular, aquel cruce muy juicioso con Maud, la lechera, por el que se corrigieron algunos defectos mayúsculos en las constituciones de la familia.”

Inspirados por Darwin, muchos descendientes intelectuales de Malthus no tomaron en cuenta esos lamentos, y, en vez de eso, promovieron de todo corazón ambas, la eugenesia negativa -programas para reducir el número de gente que posee rasgos indeseables- y la eugenesia positiva ̶ programas dirigidos a aumentar el número de gente con rasgos positivos.

Tal vez, la característica más funesta de esta teoría del hombre benigno es la mentalidad de escasez que tanto postula como refuerza, y que se ha incorporado en el pensamiento contemporáneo en biología, medioambientalismo, y economía. Según Malthus, la naturaleza era una déspota ̶ en la formulación de Longfellow, “roja en el diente y la garra.” La vida era una propuesta de suma cero, en que, para obtener lo suficiente para uno y los de uno, a otros se les debe denegar la existencia. Si logran encontrar su camino en el mundo, ellos deben sufrir carencias y miserias antes de sufrir una muerte temprana. El mundo de Malthus era de desesperación ̶ un bote salvavidas repleto, una tragedia de los bienes en común, un dilema del prisionero. La felicidad de una persona significaba la miseria de otra, y el prudente debe proteger celosamente todo lo que tiene, por temor a que el imprudente lo engulla.

Reimpreso de Law & Liberty

Richard Gunderman, M.D., Ph.D., es profesor canciller de Radiología, Pediatría, Educación Médica, Filosofía, Artes Liberales, Filantropía, y Humanidades y Estudios de Salud Médica en la Universidad de Indiana. Sus libros más recientes son Marie Curie y Contagion.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.