Se suele mentir con las estadísticas. Este artículo nos enseña mucho al respecto, en el caso particular de las distribuciones del ingreso.

DETRÁS DE ESTADÍSTICAS APARENTEMENTE “OBJETIVAS”

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Research
5 de octubre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreux american institute for economic research statistics, October 5, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

“¿No es un hecho esta ‘desigualdad creciente’? ¿Quién lo sabe en realidad? Pero, ya sea si en un algún sentido puramente aritmético lo es o no, nunca se habría formulado la base de propuestas de política pública para ‘corregir’ la situación, si, en primer lugar, estadísticos no hubieran construido ‘la distribución del ingreso.’ Es difícil imaginar otro artefacto estadístico mejor calculado para alimentar los fuegos de la envidia y rapacidad política. Tal información es innecesaria para la conducción de un gobierno justo, pero es casi indispensable para la operación de un estado depredador.”

̶ Robert Higgs, “Official Economic Statistics: The Emperor’s Clothes Are Dirty

A menudo las estadísticas son útiles. Su recolección e interpretación cuidadosa pueden mejorar ambas, la práctica de la ciencia social y la formación de políticas públicas. Pero, también, las estadísticas a menudo son dañinas. Ellas deben manejarse con sumo cuidado si es que vamos a evitar un daño grande.

Como bien lo saben todos los que regularmente tratamos con estadísticas, es sorprendentemente fácil decir mentiras con datos que son verdaderos. Si, por ejemplo, un país reduce barreras que obstruyen la habilidad para que inmigrantes de bajas calificaciones encuentren trabajo, más inmigrantes de bajas calificaciones encontrarán trabajo. Estos nuevos trabajadores -siendo menos calificados- obtendrán salarios por debajo del promedio nacional. Así, esta política de inmigración liberalizada pronto resultará en una reducción tanto de la mediana como de la media de salarios ̶ un hecho que es proclamado como evidencia de que, permitir más inmigrantes de baja calificación en la fuerza de trabajo, es malo para la economía, o, al menos, es malo para el trabajador promedio.

Pero, a pesar de lo anterior, la caída en este caso de la media y la mediana de salarios es un artefacto estadístico, ocasionado por la expansión del tamaño de la fuerza de trabajo, al añadir más trabajadores de baja calificación. Si bien es demasiado fácil hacerlo, es ilegítimo concluir de esta estadística que la adición de inmigrantes de baja calificación a la fuerza de trabajo, ocasiona que caiga el salario del trabajador típico. Sólo los más cuidadosos usuarios de estadísticas entienden que la declinación en la media y la mediana de los salarios en estas circunstancias, es consistente con que crezcan los salarios de cada trabajador individual.

Para aquellos de ustedes que son escépticos, consideren este experimento mental. Supongan que el 1 de enero el 2020, la familia Jones calculó la altura promedio de sus dos hijos -Sarah de 5 años de edad y Seth de 2 años de edad- y encontró que era de 39 pulgadas. Ahora, supongan que los Jones tuvieron un tercer hijo, Sam, el 31 de diciembre del 2020. El 1 de enero del 2021, papá y mamá Jones, de nuevo, midieron la altura promedio de sus hijos, que ahora son tres. El recién nacido Sam tiene una altura de sólo 21 pulgadas. La altura promedio de los hijos de la familia Jones el día de Año Nuevo fue, con 33 pulgadas, seis pulgadas menos de lo que era un año antes. A pesar de lo anterior, nadie concluiría que ¡en el 2020, uno o más de los hijos de los Jones se encogió o incluso falló en crecer!

Usar estadística para crear impresiones falsas acerca de elementes individuales - como personas, acontecimientos, o empresas- que forman parte de una agrupación estadística es un juego de niños. Pero, en la cita al inicio del ensayo, el historiador económico Robert Higgs identifica un problema diferente y más profundo con las estadísticas. Llamémoslo el problema de la “Realidad Distorsionada.”

Considere la así llamada “distribución del ingreso.” ¿Qué significa eso? ¿Cuál es su relevancia? Estas preguntas no son tan necias como lo parecen en un inicio.

Como lo puede explicar cualquier estudiante de segundo año, la distribución del ingreso se basa en el registro de cuánto ingreso monetario se gana -usualmente durante un año calendario, y para un país específico- por cada uno de los muchos individuos u hogares. Al colocar estos datos de ingresos monetarios desde los más bajos hasta los más altos, se revela una “distribución” del ingreso.

La distribución del ingreso puede hacerse en tajadas y cortada en todo tipo de formas distintas. Una manera típica es dividirla en quintiles. Bajo tal agrupación, el 20 por ciento de todos los que obtienen ingresos, cuyos ingresos son mayores que aquellos del restante 80 por ciento, se clasifica como estando en el quintil más alto. El 20 por ciento de quienes logran ingresos, cuyos ingresos son menores que los ingresos del quintil más alto, pero que son mayores que los ingresos ganados por el restante 60 por ciento de generadores de ingresos, se clasifica como estando en el segundo quintil. Etcétera.

Muy sencillo. No obstante, ¿cuál es la importancia de esta “distribución,” en especial en un mundo -como (afortunadamente) lo es el nuestro - en donde las cantidades de ingreso que diferentes personas ganan no son determinadas conscientemente por alguna autoridad central?

Mucha gente insistirá que la importancia de la “distribución del ingreso” es que es una -tal vez la- pieza clave de información, que revela qué tan económicamente igual, o desigual, es la sociedad. Pero, tal respuesta es vacía, entre otras cosas porque la “distribución” del ingreso no dice nada acera de individuos de carne y hueso, cuyos ingresos se usan para calcularla.

En primer lugar, los individuos que están en cada quintil cambian año tras año. Esta realidad no es de poca importancia, como lo explica Thomas Sowell:

“Cuando algunas personas están en el quintil inferior toda una vida y otros en el quintil superior toda una vida, esa es una situación muy diferente de una en que la mayoría de la gente se mueve de un quintil a otro en el lapso de una década. Sólo un 11 por ciento de los estadounidenses de 25 años de edad ha estado en una familia dentro del 20 por ciento más alto de ingresos familiares. Pero, el 70 por ciento de los estadounidenses de 60 años de edad ha estado en tal hogar en algunos momentos de sus vidas. Dado que cada uno de los de 60 años de edad tuvo en cierto momento 25 años de edad, las incrementadas diferencias de ingreso entre grupos de edades son difícilmente una injusticia para los estadounidenses que viven una vida útil normal.”

En segundo lugar, el ingreso monetario, si bien importante, es sólo un aspecto de una condición económica de una persona o de un hogar. Siempre, en algún grado -y con frecuencia en un grado elevado- el ingreso monetario es una compensación de algún aspecto no monetario importante de una condición económica de la persona o de un hogar. Un ingreso alto puede reflejar condiciones inusualmente peligrosas o no placenteras de trabajo, o decisiones financieras inusualmente arriesgadas. Un ingreso bajo puede reflejar una decisión consciente de evitar tales condiciones y decisiones.

Una historia personal es un dato puntual solitario, pero, en este caso, es una que transmite plausiblemente una verdad general. Al acercarme a mi graduación en la Escuela de Derecho de la Universidad de Virginia en mayo de 1992, recibí dos ofertas de empleo a tiempo completo. La primera era una posición en propiedad de segundo en línea como profesor asociado del Departamento de Economía de la Universidad Clemson. La otra era como abogado asistente en la prestigiosa firma legal en Washington, D.C., para la cual trabajé el verano anterior. La paga monetaria anual ofrecida por la firma legal era casi tres veces mayor de lo que era la paga monetaria anual de la Universidad Clemson. Y, también, yo sabía, que la diferencia en el ingreso monetario ganado a lo largo de la vida como abogado era aún más alta.

Me acuerdo que llamé por teléfono al socio de la firma de abogados quien me había hecho la oferta de trabajo. Después de manifestarle mi profundo agradecimiento, rechacé la oferta sin dudarlo. Es una decisión que nunca he lamentado. El valor para mí del ocio y flexibilidad de las labores de profesor universitario era mucho mas alto que el ingreso monetario adicional de trabajar como abogado. O, alternativamente, el costo para mí de la presión y largas horas de trabajo en una firma de abogados de una ciudad grande, es más alto que el valor para mí del ingreso monetario adicional que se me habría pagado, si trabajaba como abogado practicante.

Por tanto, una comparación de mi ingreso monetario con aquel de un abogado practicante revela una realidad distorsionada.
Superficialmente, esta comparación revela que mi bienestar económico es menor que aquel del abogado. Pero, la realidad más profunda es otra. Si el imposible fuera posible -en especial aquí, observar y cuantificar bienestar económico experimentado subjetivamente- mi bienestar sería clasificado como equivalente, y, tal vez, hasta más alto que aquel del abogado. Sin embargo, dado que los ingresos monetarios son observables y cuantificables, ellos son los que se ven y reportan, mientras que permanecen ocultas muchas compensaciones complejas que dan lugar a ellos. La realidad en apariencia objetiva y directa es, así, una realidad distorsionada. La política gubernamental basada en dicho entendimiento distorsionado de la realidad es posible que empeore la verdadera realidad.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.