Recordando un importante documento que planteaba una visión alternativa científica a la oficial, entre ellos en torno a los daños potenciales de las cuarentenas y medidas no farmacéuticas. Ese documento fue recibido con el silencio abrumador de políticos y expertos al servicio de esos políticos, y de ciertos medios, pero, ahora empezamos a ver las consecuencias económicas, sociales, familiares, de salud, y hasta de freno al avance del conocimiento científico, a que aquellas dieron lugar.

A UN AÑO DE LA DECLARACIÓN DE GREAT BARRINGTON

Por Phillip W. Magness & James R. Harrigan
American Institute for Economic Research
5 de octubre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es phillip w. magness & james r. harrigan american institute for economic research Declaration, october 5, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Entre el 2 y el 4 de octubre del 2020, el American Institute for Economic Research fue anfitrión de una pequeña conferencia de científicos para discutir los daños de las cuarentenas por el Covid-19, y, tal vez, alguna insinuación de un camino de regreso a la vida normal. Organizado por Martin Kulldorff, Sunetra Gupta, y Jay Bhattacharya, la conferencia presentó un caso científico para alejarse de las cuarentenas de mano dura a inicios del brote en la primavera del 2020. En el último día juntos en Great Barrington, los científicos escribieron una breve declaración de principios, llamándola la Declaración de Great Barrington (DGB). Esta declaración, su Declaración, expuso un nervio más allá de la comunidad científica, y mucho más allá de cualquier cosa que ellos o AIER hubieran esperado, Así que, estamos aquí, un año más tarde. ¿Adónde estamos ahora?

El objetivo que nuestros invitados tenían para ofrecer la Declaración de Great Barrington era desatar el diálogo científico que, hasta ese momento, había estado ausente en las discusiones acerca de la cuarentena. Fue la meta del AIER facilitar ese diálogo. La Declaración fue un éxito al presentar, por primera vez desde que empezó la pandemia, una voz contra las cuarentenas en la discusión política de la corriente principal. La posición de los firmantes generalmente estaba en línea con los planes pre pandémicos que sostenían muchas, si no es que la mayoría, de las autoridades de la corriente principal (la Organización Mundial de la Salud, el centro de epidemiología de la Universidad Johns Hopkins, y los Centros para el Control de las Enfermedades, para citar tan sólo tres). La gente tiende a olvidar incluso cuál era la sabiduría convencional acerca de las pandemias previa al 2020.

Con todo y lo exitosa que pensamos fue la Declaración de Great Barrington, igualmente falló en una cantidad de aspectos. Por ejemplo, no anticipamos la denigración que recibiría la Declaración proveniente de cierta cantidad de gente, que oscilaba desde la izquierda progresista hasta autodescritos libertarios.

Inmediatamente después que se lanzó el sitio en la red, fue golpeada por una campaña de firmas falsas instigada en Twitter por el periodista pro cuarentena Nafeez Ahmed. La mayoría de las firmas falsas fue descubierta en horas y removida, pero, no sin antes que medios noticiosos hostiles las usaran para manufacturar una historia falsa acerca de su controversia creada por ellos mismos, acerca de firmas del “Dr. Johnny Bananas” y pseudónimos similares fácilmente detectados.

Para no ser superado en su primer truco, también, Ahmed se dejó decir lo que sólo puede llamarse una oleada de teorías de conspiración alocadas, alegando falsamente que la DGB era, de alguna manera, financieramente orquestada por los hermanos Koch, el ministerio de la Defensa británico, e incluso una propiedad de un hotel de recreo en Gales. Aunque Ahmed tiene una larga historia de teorización conspirativa, incluyendo la promoción de alegatos chiflados acerca de una demolición controlada como causa del derribo de las Torres Gemelas, el once de setiembre, sus arrebatos acerca de la DGB fueron crédulamente aceptados y compartidos por prominentes científicos, periodistas y todo tipio de gente que debería haberlo sabido mejor. (Para el historial, AIER recibió $68,000 en financiamiento de Koch durante los últimos diez años. Y esa suma fue enteramente usada en compensar los costos de una conferencia única de economía en el 2017, sin ligamen alguno con la DGB). Es mucho más fácil demonizar un oponente, acusándolo de estar en la planilla del “dinero oscuro,” que lo es involucrarse en sus argumentos con una base sustancial y científica probatoria.

Incluso, la Declaración estuvo bajo el ataque de una campaña de propaganda dirigida en los niveles más altos del gobierno británico. Jeremy Farrar, director del Wellcome Trust y asesor a favor de las cuarentenas para el comité SAGE del Reino Unido, reveló ese tanto en un libro reciente acerca de la pandemia. Según la descripción de Farrar, Dominic Cummings -quien en ese entonces servía como asesor principal del primer ministro del Reino Unido Boris Johnson- anunció que él orquestaría “una campaña de prensa agresiva contra aquellos detrás de la Declaración de Great Barrington y contra otros que se opusieran a las restricciones generales por el Covid-19,” buscando desacreditar a cualquier científico que cuestionara la sabiduría de la estrategia de cuarentena del gobierno.

En un sentido más amplio y básico, la Declaración fue escrita durante un período de profunda incertidumbre. Nadie sabía realmente cuáles eran las respuestas correctas ante el Covid, pero los firmantes siguieron la evidencia al ir emergiendo esta. Más importante, nadie tenía forma de conocer que las vacunas estaban tan cerca de estar a disposición del público, Y, mientras que la estrategia específica del pasado otoño e invierno podría haber sido diferente, si los firmantes supieran lo que ahora saben, todo lo que escribieron era compatible con el mensaje anti cuarentena en el corazón de la Declaración.

Así que, ¿qué tan bien se desempeñaron las cuarentenas en la práctica? Dadas las intensas críticas lanzadas contra la DGB, uno puede inclinarse a pensar que aquellas funcionaron relativamente bien.

Pero no lo lograron. Ni de lejos.

Primero, considere cómo los impulsores de las cuarentenas continuamente han cambiado sus descripciones de las mismas políticas que ellos impulsaron. En las semanas que siguieron a la DGB, los críticos diseñaron un mensaje bien afinado y ampliamente repetido. Las cuarentenas, insistieron ellos, ya eran una reliquia del pasado ̶ tal vez una estrategia adecuada ante las incertidumbres de la “primera onda” en la primavera del 2020, pero, ya no era más una consideración seria, dado lo que llegamos a saber del virus. Cuando la DGB cuestionó la eficacia de las cuarentenas, ellos insistieron en que estaba discutiendo contra un “hombre de paja.” [Nota del traductor: la falacia del hombre de paja se refiere a una forma de argumentación que intenta refutar un argumento con una idea que no va en la línea del argumento de fondo, que así no se refuta debidamente].

“El tipo de cuarentena acerca del cual parece que la Declaración de Great Barrington está despotricando en su contra, no ha estado en vigencia en el Reino Unido desde mediados de junio,” se lee en una réplica en UK Wired Magazine, sólo dos días después que apareciera en vivo el sitio en la red de la DGB. “Cuando los autores de la Declaración de Great Barrington declaran su oposición a las cuarentenas, ellos muy literalmente están discutiendo contra el pasado.” El economista Tyler Cowen hizo eco del cargo en una columna de Bloomberg dedicada a atacar a la DGB, el 15 de octubre del 2020: “los críticos que enfatizan las cuarentenas están estableciendo un hombre de paja,” escribió él.
“Lo que ellos están tratando de hacer es convencernos de algo más peligroso de lo que deberíamos aceptar. La verdad es que las cuarentenas son extremamente impopulares, y, si bien ellas podían tener que ser reimpuestas en circunstancias extremas, en este momento ellas no son la principal alternativa sobre la mesa en los Estados Unidos.”

Después de un año y medio, más o menos, de cuarentenas, podemos con seguridad descartar esa respuesta. Menos de un mes más tarde, el Reino Unido regresó a una cuarentena total. Docenas de otros países alrededor del mundo le siguieron a mediados de noviembre. Cuando, de nuevo, aumentaron los casos en Estados Unidos durante el invierno, varios estados reimpusieron esas mismas políticas de cuarentenas del “hombre de paja,” que los críticos de la DGB rechazaron con un movimiento de adiós con sus manos, a mediados de octubre.

No es que, ahora, alguno de ellos admitiría tal cosa. Al contrario, a principios del 2021 muchos de los mismos comentaristas científicos y epidemiólogos que desarrollaron la línea del “hombre de paja” contra la DGB el octubre anterior, se habían propuesto revisar la historia de sus propios argumentos y alegaciones. Incluso una nueva teoría de conspiración culpó a los autores de la DGB de, supuestamente, retrasar la reimposición de otra cuarentena en el Reino Unido por unas pocas semanas en la primavera anterior. En octubre del 2020, la epidemióloga británica Deepti Gurdasani descartó las advertencias de la DGB acerca de cuarentenas renovadas, como “un hombre de paja de lo que la ciencia no sólo no está impulsando, sino muy consciente de evitarlas.” Para enero del 2021, ella no sólo aseveró haber apoyado una cuarentena que “rompiera el circuito” tan temprano como el previo setiembre ̶ ella también culpó a los autores de la DGB de impedir su adopción.

Sí, usted leyó eso correctamente. Las cuarentenas eran sólo un “hombre de paja” que nadie estaba impulsando seriamente en el momento en que la DGB se firmó, sino que, también, de alguna forma, la DGB era responsable de retrasar la reimposición de las mismas cuarentenas que nadie -supuestamente- quería. Claramente, ciertos científicos eran menos que sinceros acerca de sus intenciones de volver a cerrar en el otoño del 2020. Más bien, en vez de admitir esos errores, acudieron a convertir en chivo expiatorio a aquel documento que correctamente diagnosticó sus intenciones.

Más epidemiólogos impulsores de las cuarentenas parecían estar inclinados a apoderarse del tema central del mal llamado Memorándum John Snow en la revista Lancet ̶ redactada en respuesta directa a la DGB. Esta petición, coorganizada por Gurdasani y otros científicos promotores de las cuarentenas, alegó predeciblemente que las medidas drásticas no farmacéuticas, como cierres de empresas y órdenes de quedarse en casa, tenían un enorme efecto de reducir la transmisión del Covid en la primavera y verano del 2020. Datos recientes indican que esta afirmación está sobredimensionada, y el sentido común debería haber hecho que los investigadores miraran las compensaciones que tendrían que hacerse ante este tipo de políticas públicas de gran escala. Sea como sea, el Memorándum John Snow fue construido basado en estudios poco confiables a favor de la cuarentena, proveniente del Colegio Imperial de Londres, que, desde ese entonces, ha sido desacreditado.

Otro alegato importante del Memorándum Snow -que la inmunidad adquirida naturalmente no era robusta y que las reinfecciones de Covid-19 entre pacientes recuperados se extenderían- resultó ser incorrecto. La mejor evidencia que tenemos hoy sugiere que la inmunidad naturalmente adquirida es muy robusta. A la fecha, ni los autores del Memorándum Snow, ni Lancet, han emitido una corrección apropiada de su afirmación errada.

Más importante, el principal modelo epidemiológico que impulsó la respuesta del mundo ante el Covid-19, tuvo un desempeño desastroso en predecir el curso actual de la enfermedad. En marzo del 2020, el equipo epidemiológico de Neil Ferguson en el Colegio Imperial de Londres publicó las proyecciones de mortalidad para 189 países diferentes, según un conjunto de escenarios en el modelo. Ellas fallaron en casi cada proyección individual, al llegar el primer año, en 189 de los 189 países, tanto en cuanto a sus escenarios de “no hacer nada” y “de mitigación,” así como en 170 de los 189 países en sus escenarios más extremos “de supresión” ̶ una respuesta de política que ningún país del mundo adoptó.

El importante Cuadro 1: Modelo de Proyección de Mortalidad por el Covid -19 del Colegio Imperial ̶ Registro del Desempeño de Un Año (26 de marzo del 2020 ̶ 26 de marzo del 2021) puede verse en su versión en inglés en phillip w. magness & james r. harrigan american institute for economic research Declaration, october 5, 2021.

Que el modelo de Ferguson pudiera estar tan completamente equivocado, y que, aun así, permanezca siendo tan influyente, es, en sí mismo, asombroso. Pero, cuando supimos que el propio Neil Ferguson fue encontrado violando la orden de cuarentena en la que él tuvo una mano decisiva para su creación, todos deberíamos habernos dado cuanta que algo sospechoso estaba en marcha.

El último vestigio de la política de cuarentena, Cero Covid, ha sido un desastre no mitigado. En efecto, Nueva Zelandia y Australia intentaron y fracasaron en detener al virus con cuarentenas extremamente agresivas en agosto-setiembre del 2021, y ahora están listas para abandonar del todo las políticas torpes. Y, si bien esas políticas terribles pueden ser relegadas al basurero de la historia, permanecerá la memoria de tropas de asalto, amenazadoras y vestidas de negro, marchando a lo largo de las calles de Melbourne, preguntándole a la gente por qué ella estaba fuera de sus casas.

Así, a través de todo esto, ¿qué hemos aprendido y qué debe venir después? Primero, que las vacunas han cambiado el juego, y continuaran haciéndolo. Una próxima pastilla para el tratamiento del Covid-19 de Merck puede significar un cambio aún mayor. Y, ciertamente, hay otros tratamientos que vienen, acerca de los que aún no sabemos, que sólo emergerán a través de los procesos innovadores del descubrimiento científico.

También, al momento se desconocen los costos de las cuarentenas. Estos se sentirán por años, si no es que por décadas y van más allá de los salarios perdidos, Al final de las cosas, ¿qué significarán todos esos exámenes de cáncer pospuestos? ¿Qué acerca de toda esa gente que sufrió crisis mentales al estar confinada sola en su hogar? ¿Qué acerca de los costos por el abuso de sustancias? Y, ¿qué acerca de las diversas tragedias financieras que tanta gente sufrió?

Los beneficios de las cuarentenas son, en el mejor de los casos, ambiguos, esto después de año y medio. Aún no tenemos evidencia empírica clara de que ellas produjeron algo cercano a los que ellos prometieron. Pero, debido a que la ciencia ha sido casi completamente politizada, tomará más años para arribar a la verdad de lo que, de otra forma, habría sido el caso. Aquí, nos queda ofrecer consejo con un historial cercano a 2.500 años: En primer lugar, no causes daño.

Phillip W. Magness es investigador sénior y director interino de invstigación y educación en el American Institute for Economic Research. Él tiene un PhD y una Maestría en Asuntos Públicos de la Escuela de Política Pública de la Universidad George Mason, y una licenciatura de la Universidad de St. Thomas (Houston). Antes de unirse a AIER, el Dr. Magness pasó una década enseñando política pública, economía, y comercio internacional en instituciones que incluyen a la American University, la Universidad George Mason y Berry College. El trabajo de Magness comprende la historia de los Estados Unidos y del mundo Atlántico, con especializaciones en las dimensiones económicas de la esclavitud y la discriminación racial, la historia tributaria, y las mediciones de la desigualdad económica en el tiempo. También, mantiene un interés activo en la investigación de la política de la educación superior y la historia del pensamiento económico. Además de su labor académica, los escritos populares del Dr. Magness han aparecido en numerosos medios, incluyendo el Wall Street Journal, el New York Times, Politico, Reason, National Review, y la Crónica de la Educación Superior.

James R. Harrigan es editor sénior en el American Institute for Economic Research. Es también coanfitrión del podcast Words & Numbers. Previamente fue deán de la American University de Irak-Sulaimani, y, luego, sirvió como director de programas académicos del Institute for Human Studies y de Strata, en donde también fue compañero sénior de investigación. Ha escrito extensamente en la prensa popular, con artículos en el Wall Street Journal, USA Today, U.S. News and World Report, y un conjunto de otros medios. Es también coautor del libro Cooperation & Coercion. Su trabajo actual se enfoca en las intersecciones entre economía política, política pública y filosofía política.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.