Cómo la propiedad es instintiva en el ser humano, razón por la cual el socialismo no funciona.

EL INSTINTO DE LA PROPIEDAD Y LA EXTREMA INUTILIDAD DEL SOCIALISMO

Por Robert E. Wright
American Institute for Economic Research
26 de setiembre del 2021

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es robert e. wright american institute for economic research instinct, September 26, 2021. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Si usted es como yo, interactúa regularmente con gente que se mantiene imperturbable ante los gigantescos avances en Estados Unidos hacia el socialismo autoritario, de una economía primordialmente manejada por, y para, actores estatales y sus esbirros corporativos. Quienes se preocupan en algún grado por abordar el problema del estado, en su momento exclaman algo como “Bueno, ninguna sociedad jamás ha intentado el socialismo ideal,” por el cual ellos dan a entender un sistema que verdaderamente redistribuye la riqueza de acuerdo con las necesidades de todos.

Un nuevo libro del profesor de derecho y economía Bart Wilson de la Universidad Chapman, titulado The Property Species, en ningún lado menciona al comunismo, a Marx, o al socialismo, pero, sin embargo, brinda una explicación poderosa y coherente de por qué el socialismo, en especial el socialismo “ideal,” nunca puede funcionar ̶ es inhumano pues no toma en cuenta el instinto humano de la propiedad.

Los regresos liberales clásicos a la patraña de socialismo ideal tienden a enfocarse en las razones de por qué el socialismo no tiene posibilidades de éxito. Vea el artículo de Don Boudreaux, “The Inevitable Failure of Socialism” para muchas razones económicas poderosas por las que, incluso el socialismo “ideal,” no puede elevar los estándares de vida de las masas tan rápidamente como puede la economía de mercado.

Menospreciar al socialismo, por supuesto, no es, abrazar el status quo. Nuestros abiertamente poderosos gobiernos regularmente enriquecen a una parte a expensas de otras. El asistencialismo corporativo es particularmente irritante, si bien no es lo suficientemente entendido por el público en general, pero, también, lo es su facilitador, la mano que agarra del gobierno. Estados Unidos puede reducir la búsqueda de rentas sin llegar al socialismo a toda máquina, que siempre ha mostrado por sí mismo ser sólo otro sistema para extraer rentas de las masas para beneficio de las elites. Pero, el instinto humano de la propiedad hace que aún el socialismo “ideal” sea imposible.

El propio Wilson puede retroceder ante esa interpretación de su trabajo. Él es un economista experimental extraordinario, quien ha trabajado con Vernon Smith y otras luminarias en un campo que se enorgullece de su base científica. Con todo, el cuidadoso trabajo de Wilson en antropología y análisis lingüístico, sugiere enfáticamente que los seres humanos nacen con la habilidad innata para aprender, no sólo el lenguaje, sino las costumbre que les rodean acerca de quién tiene qué y por qué. Y, también, que aquellos nacen con un entendimiento innato de la propiedad.

La mayoría de las criaturas defenderá el alimento y parejas de apareamiento e incluso reclamar territorios ricos en recursos como propios, pero los humanos, todos los humanos, toman las cosas un paso más allá, al reconocer la propiedad de otra gente. Sus hijos nacen entendiendo lo “mío,” pero, también, rápidamente aprenden lo que “no es mío.” Los detalles de la distinción constituyen costumbres culturales, pero “mío” y “no mío” son conceptos atómicos.” [Nota del traductor: concepto de átomo como básico e indivisible. En este caso el “mío” y el “no mío” son conceptos indivisibles.]

En otras palabras, el concepto mío/no mío se halla en todos los lenguajes humanos conocidos y no puede ser definido con referencia a otras palabras. Por tanto, propiedad es parte de la forma en que los seres humanos, y sólo los seres humanos, perciben el mundo. Si bien los detales de quién posee qué y por qué varían en algún grado a través del tiempo, espacio, y cultura, el concepto fundamental es innato y universal.

Esto significa que propiedad no es un “derecho” otorgado por el gobierno o incluso un Creador (al menos, no directamente). Correctamente, Wilson se burla de los tratamientos estándares económicos de la propiedad por ser circulares y no tener sentido. La mayoría, como Paul Krugman (el ganador del Nobel que tampoco entiende el significado de una moneda de oro), trata la propiedad como un conjunto de derechos en vez de ubicar su raíz en un concepto atómico. Eso se adapta bien a los estatistas pues, entonces, pueden afirmar que los derechos de propiedad están enraizados en leyes que pueden ser cambiadas por “procesos democráticos” o imposiciones.

Sin embargo, aparecen problemas cuando las leyes no calzan con los entendimientos básicos humanos de mío/no mío. Si bien probablemente nunca lo sabremos con certeza, la evidencia disponible sugiere que el instinto de la propiedad humana evolucionó junto con el razonamiento abstracto y la producción de herramientas complejas. Mientras que muchos animales producen herramientas, sólo los humanos producen herramientas complejas; esto es, herramientas hechas combinando diferentes elementos y no sólo removiendo elementos de una fuente natural única.

Por ejemplo, un palo para termitas de un chimpancé es una herramienta simple hecha podando ramas y puede parecerse a algo creado accidentalmente en la naturaleza. Sólo los humanos pueden hacer una lanza, que combina una piedra afilada con un palo enderezado y algún tipo de enmangue de forma que nunca podría aparecer en la naturaleza por casualidad.

Wilson postula que los seres humanos usaron el pensamiento abstracto, no sólo para crear herramientas complejas, sino, también, para infundir propiedad, con el concepto atómico de mío/no mío. Una lanza se convirtió en una extensión del yo, como “mío” tal como las manos y mente que la crearon.

En otras palabras, la propiedad emergió no como un derecho, sino como un atributo obvio de las herramientas complejas. La propiedad residía en el objeto, y no surgió de nada externo a él. Esta es la razón por la que, durante cientos de años, los juristas anglófonos, basados en precedentes tempranos de Grecia y Roma, hablaron de los individuos como teniendo propiedad en un activo, no como teniendo derechos de propiedad a él.

Una vez que reconocemos que la propiedad es un instinto que evolucionó a la par de nuestros cerebros crecientemente complejos, podemos percibir rápidamente que la propiedad no es un término infinitamente maleable, que puede ser exitosamente manipulado por una orden o incluso en campos de (re)educación.

En resumen, todos los humanos creen que lo que yo hago es mío, y sólo mío, y que lo que usted hace no es mío. Cualquier intento de apoderarse de propiedad sin el consentimiento para ello, es moralmente equivocado y será resistido en una miríada de formas por aquellos esclavizados o, alternativamente, expropiados. El socialismo “ideal” sistematiza el robo legalizado y, a partir de ello, será resistido en formas grandes y pequeñas, haciéndolo menos productivo que sistemas que reconocen las maneras en que los humanos naturalmente conocen a la propiedad.

Robert E. Wright es compañero sénior de invstigación en el American Institute for Economic Research (AIER). Es (co)autor o (co)editor de más de una docena de importantes libros, series de libros, y colecciones editadas, incluyendo The Best of Thomas Paine (2021) y Financial Exclusion (2019) de AIER. También, ha sido (co)autor de numerosos artículos para revistas importantes, que incluyen a American Economic Review, Business History Review, Independent Review, Journal of Private Enterprise, Review of Finance, y Southern Economic Review. Robert ha dado cursos de negocios, economía, y política en la Universidad Augustana, en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, la Universidad Temple, la Universidad de Virginia y en otras partes, desde que obtuvo su PhD en Historia en la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo, en 1997.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.