Una explicación lógica de por qué el capitalismo alienta el ahorro, que es la opción al consumo.

¿PROMUEVE EL CAPITALISMO AL CONSUMISMO?

Por Patrick Carroll
Fundación para la Educación Económica
Domingo 5 de setiembre del 2021

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Al promover la acumulación de riqueza, el capitalismo necesariamente desalienta el consumo de la riqueza.

¿Cuál es la primera imagen que llega a su cabeza cuando usted escucha la palabra “capitalismo”? Para mucha gente, probablemente algo que tiene que ver con dinero o centros comerciales o montones de cosas. De hecho, parece existir un concepto generalizado de que el capitalismo es acerca de adquirir posesiones materiales. Damos por un hecho que el sistema está diseñado para promover una búsqueda incesante de más grande, mejor, y más.

Pero, si bien ese retrato del capitalismo es en verdad popular, pienso que necesita ser desafiado. El consumo ciertamente desempeña un papel en la economía, pero, eso no significa que el materialismo sea el epítome del mercado libre.

Si es algo, la acumulación sin sentido de posesiones es, en realidad, desalentada por los mismos mecanismos que hacen que el sistema funcione.

EL MECANISMO DE LOS PRECIOS

Digamos que usted está explorando un centro comercial con algunos amigos en busca de un nuevo abrigo para el invierno. Después de hacer una compra informal en las ventanas, usted divisa un bello abrigo en su tienda favorita y decide probárselo. Calza perfectamente. Aún más, el diseño está de moda y el color se empata con sus ropas. Pero, en el momento en que usted está esperanzado, mira al precio. ¡Es de $500!
Disuadido por el precio tan alto, usted devuelve el abrigo al perchero y resuelve buscar uno más barato en otro negocio distinto.

Ahora bien, puede ser tentador culpar por el precio alto a la avaricia empresarial, pero eso sencillamente es equivocado. En un mercado libre, los precios están determinados por la oferta y demanda. Si abrigos de alta calidad abundan más, los precios se reducirán hasta que la cantidad suministrada iguala a la demanda (esto se conoce como el punto en que el mercado se despeja, de ahí el término “venta de liquidación.”) Similarmente, si los abrigos escasean más, los precios aumentarán hasta que, de nuevo, se establece el equilibrio. Así, los precios están ajustándose constantemente para reflejar la escasez relativa de recursos en la economía.

Pero, además de brindarnos información de la escasez, otra característica clave de los precios es que ellos cambian nuestros hábitos de consumo. Por ejemplo, piense acerca de la gasolina que usted compra para su carro. Cuando abunda la gasolina, el precio es menor, y el resultado es que usted consume más de ella. De la misma manera, cuando la gasolina se hace más escasa, el precio se eleva, y usted consume menos.

De hecho, los precios facilitan una coordinación a través de todo el mercado en el uso de los recursos. Más específicamente, nos dan un incentivo para economizar recursos según su escasez relativa.

Con esto en mente, regresemos al abrigo de invierno. Cuando usted optó por abstenerse de comprar el abrigo caro, estaba respondiendo a una señal creada por el mercado. Fue el capitalismo, puesto con toda claridad, el que desalentó su consumo. Aún si después usted compró un abrigo más barato, el hecho de que era más barato significa que tomó menos recursos para hacerlo, lo que significa que técnicamente usted “consumió” menos. En efecto, cada vez que usted opta por un producto más barato, está siendo guiado por el mecanismo de los precios para reducir su consumo.

Así que, cuando algo tiene un precio alto, no es porque el vendedor es especialmente avaricioso. Simplemente es porque el recurso es fundamentalmente escaso. Y, a la luz de esa escasez, el mercado lo está impulsando a que usted consuma menos de él.

LA ACUMULACIÓN DE CAPITAL

Otra forma en que el capitalismo desalienta el consumo excesivo es brindando oportunidades de ganar dinero al ahorrar e invertir. Piénselo de esta forma. Cada vez que usted recibe un cheque por su salario, tiene que dividir el dinero en dos categorías, consumo y ahorros. Puesto que el dinero es finito, aquí hay una opción inherente. Entre más gasta usted en bienes y servicios, menos puede ahorrar e invertir. Entre más ahorre e invierta, menos puede usted gastar en consumo.

Con base en esta dicotomía, hay dos tipos de cosas que usted puede hacer para acumular. Si escoge gastar la mayor parte de su dinero, puede acumular carros, ropa, juguetes, electrodomésticos, o aparatos, que se conocen como bienes de consumo. Sin embargo, si alternativamente escoge ahorrar e invertir la mayor parte de su dinero, puede acumular activos como acciones o bonos, colectivamente referidos como capital. Luego, el negocio en el que usted invierte usará el dinero para adquirir herramientas, maquinaria, y edificios, que se conocen como bienes de capital. A diferencia de los bienes de consumo, los bienes de capital se usan para crear nuevos recursos, lo cual impulsa la economía. Y, dado que los bienes de capital contribuyen a la economía, los dueños (esto es, los inversionistas) son compensados con ganancias en correspondencia con la cantidad en que ellos han contribuido.

Ahora bien, he aquí el punto. El capitalismo, como lo implica su nombre básicamente está dirigido hacia la acumulación de capital. Pero, notoriamente, la forma en que usted acumula capital es mediante el ahorro e inversión; esto es, posponiendo el consumo.

Así que, al promover la acumulación de riqueza, el capitalismo necesariamente desalienta el consumo de riqueza. Si bien el consumismo haría que nosotros usáramos recursos, el capitalismo está específicamente diseñado para conservar y crear recursos. Así, un verdadero capitalista resiste la presión de ir a una gira de compras, pues entiende que gastar dinero en bienes de consumo, frena su habilidad para acumular tanto capital como sea posible.

CÓMO LOS GOBIERNOS ESTIMULAN EL CONSUMISMO

Así que, si el capitalismo estimula el ahorro y desalienta el consumo, ¿por qué consumimos tanto? Bueno, parte de ello es porque a la gente justamente le gusta tener posesiones materiales, tal vez porque les brinda un sentido de estatus o comodidad. También, podría ser que la gente no tiene suficiente educación financiera para entender la importancia de ahorrar dinero y vivir dentro de sus medios. Pero, los gobiernos desempeñan un rol significativo en esta tendencia, primordialmente subvirtiendo los incentivos basados en el mercado discutidos arriba.

Por ejemplo, vuelva a pensar en el mecanismo de los precios que estaba manteniendo a la gente lejos de consumir cantidades excesivas de recursos. Aunque un buen economista reconocerá que los precios altos le ponen un freno importante al consumo, muchos consumidores ven a los precios altos como un problema, y ven que el gobierno es la solución. Así, cuando la presión política es lo suficientemente feroz, los gobiernos inevitablemente interfieran, a menudo externalizando una porción del costo hacia los contribuyentes. Entonces, dado que el costo es menor para el consumidor, la gente compra más del producto.

Por ejemplo, si el gobierno promete reducir el precio de ese abrigo de invierno de $500 a $400, haciendo que los contribuyentes paguen la diferencia, la gente comprará más de esos abrigos. Sin embargo, no es que cada abrigo individual cueste menos recursos en producirlo. Todo lo que ha sucedido es que más de los recursos de la sociedad se están dirigiendo hacia elegantes abrigos de invierno y, así, menos recursos se están dirigiendo hacia otras cosas, como la inversión de capital.

En el mundo real, esta práctica asume muchas formas. Algunas veces, aparece como créditos tributarios para vehículos eléctricos lujosos o techos solares. En otros casos, toma la forma de subsidios gubernamentales y donativos para lujosos títulos post escuela secundaria. Pero, si pensamos acerca de ello, la voracidad que sobreviene posterior a esas intervenciones, no debería ser una sorpresa. La gente siempre está dispuesta a derrochar cuando no tiene que pagar el costo total de su indulgencia.

Además de subvertir el mecanismo de los precios, también, los gobiernos estimulan el consumismo penalizando a ahorrantes e inversionistas.
De la misma forma en que impuestos a los cigarrillos hacen que la gente compre menos cigarrillos, los impuestos a los ahorros, como los impuestos a las ganancias de capital, impuestos a la herencia, e inflación, hacen que la gente ahorre menos, conduciendo a tasas de consumo relativamente más elevadas.

Por supuesto, esto no es decir que, en general, el capitalismo conduce a un consumo menor. La mayor productividad hecha posible por la propiedad privada y el libre comercio nos permiten consumir más de lo que alternativamente podríamos, que es como mejoramos nuestro estándar de vida. Así que el capitalismo no está en contra del consumo, como tal. Más bien, expande nuestra habilidad para consumir, a la vez que, simultáneamente, brinda los incentivos que mantienen moderados a nuestros niveles de consumo, comparados con la cantidad que se está produciendo.

ADOPTANDO UN NUEVO MODELO

Aun cuando discutir acerca de la teoría económica y describir cómo operan los mercados es ciertamente valioso, tal vez, más importante es imaginarnos un retrato nuevo, más exacto, del capitalismo, uno que desafía la noción errada de que promueve el consumismo. Tal vez, la imagen podría ser una fábrica, con gente que trabaja duro creando productos pagaderos por las masas. Tal vez, es una pequeña empresa que administra sus recursos con cuidado y hace que sus clientes se sientan bienvenidos.

O, tal vez, hasta podemos redimir al centro comercial. Tal vez, más allá de la ropa, juguetes y aparatos, podamos imaginar miles de pequeñas etiquetas de precios silenciosamente estimulado a nosotros, los consumidores, a que consumamos menos y ahorremos más.

LECTURAS ADICIONALES

Consumerism Is Keynesianism
por Steven Horwitz
Consumer Spending Doesn’t Drive the Economy por Mark Skousen
The Truth about Savings and Consumption por Steve Patterson

Patrick Carroll posee un título en Ingeniería Química de la Universidad de Waterloo, y es compañero editorial de la Fundación para la Educación Económica.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.