Hay buenas advertencias, como esta de Hayek, que valen las pena ser reiteradas, pues el daño ocasionado al ignorarla es muy elevado.

ADVERTENCIA DE HACE 40 AÑOS DE CÓMO LA “CONFIANZA ILIMITADA” DE LA HUMANIDAD EN LA CIENCIA PUEDE SUBVERTIR LA RAZÓN- Y CONDUCIR AL COLECTIVISMO

Por Kai Weiss
Fundación para la Educación Económica
Miércoles 25 de agosto del 2021

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No sabemos lo que F.A. Hayek habría dicho si hubiera vivido durante la pandemia del COVID. Pero, la crisis es un ejemplo de advertencias que él hizo hace décadas.

“La Ciencia dice.”

La frase se ha convertido en uno de los lemas más conocidos del discurso popular de nuestra época. La ciencia -con hechos firmes y sin falacias o errores- se ha convertido en un argumento demoledor ante cualquier discusión de política. Cuando la Ciencia dice algo, debemos de inmediato terminar nuestro debate ̶ independientemente de si el tema de la discusión es el coronavirus, el cambio climático, o alguna otra política económica.

La Ciencia ha hablado.

Qué tan lejos se extiende este sentimiento en nuestras sociedades modernas es evidente si tomamos el ejemplo del presidente Joe Biden, quien -como lo hizo ver Jon Miltimore de la Fundación para la Educación Económica hace pocos meses- hizo campaña en el 2020 basado en frases como “escuchen a la ciencia” o “yo creo en la ciencia.”

Pero, como lo aclaró el economista ganador del premio Nobel F.A. Hayek, esta supremacía de la investigación científica no sólo es equivocada, sino que, de hecho, también, es una perversión del verdadero propósito de la ciencia. Es ciencia descarriada.

Sin duda, la revolución científica nos ha traído grandes avances y ha sido una impulsora clave del progreso material, tecnológico y medicinal que hemos visto, no sólo en las últimas décadas y siglos, sino, incluso, en milenios. Hemos visto este despliegue una vez más en el último año, cuando los científicos han desarrollado independientemente múltiples vacunas efectivas en una cantidad de tiempo increíblemente breve.
También, ha sido un impulso clave en la acumulación de conocimiento siempre creciente acerca del mundo y el universo en que vivimos.

Sería prepóstero negar esto ̶ y sería igualmente prepóstero si fuéramos a despreciar el trabajo que los científicos están haciendo. Por supuesto, los científicos no son infalibles ̶ ningún humano lo es. Pero, la ciencia correctamente ha desempeñado un papel significativo en nuestro mundo. Tanto así que Hayek llamó al “maravilloso crecimiento de la ciencia,” el tal vez, “resultado más grandioso de este desencadenamiento de las energías individuales,” de lo cual hemos ido testigos desde la industrialización.

Y, sin embargo, la ciencia nunca podría decir lo que podría ser políticamente deseable. Puede mostrar que es y qué pasaría bajo circunstancias diferentes. Pero, nunca puede decirnos qué es lo que deberíamos hacer, qué objetivo podemos tener en mente, y cómo deberíamos sopesar las ventajas relativas alternativas.

Por ejemplo, la ciencia puede decirnos que enfrentaremos desafíos futuros debido al calentamiento global. Y, no obstante, tal no es un argumento a favor de Tratos Verdes. La ciencia puede decirnos que el Coronavirus es una pandemia que deberíamos tomar en serio para bien de nuestra propia salud. Y, sin embargo, este no es un argumento para poner en cuarentena a toda vida pública. Finalmente, uno puede agregar, la ciencia económica puede decirnos que los salarios mínimos conducen al desempleo o que el control de alquileres conduce a escaseces de viviendas. Y, no obstante, esto, por sí sólo, no es un argumento contra los salarios mínimos y el control de alquileres (aun cuando hay muchas buenas razones por las que debería haber oposición a esas medidas).

Como Hayek viera con angustia, una cierta arrogancia científica se ha presentado durante los últimos siglos. La ciencia, pensamos hoy, puede decirnos todo en el mundo y que, racionalmente, deberíamos siempre seguir las lecciones que recibimos de “expertos.” La ciencia se ha convertido en un principio que todo lo abarca, uno cuyo papel es prácticamente ilimitado, y todopoderoso. De hecho, la Ciencia casi que se ha convertido en un semidios (vea también el llamado del presidente Biden a “creer en la ciencia,” como si eso fuera un asunto de fe). Y, dado que la Ciencia es siempre conducida por hombres, el hombre -o, al menos, algunos hombres- también, se convierten en todopoderosos e ilimitados.

Poner a estos hombres omnisapientes a cargo de la sociedad sería la consecuencia lógica. Un gobierno ensamblado por “expertos” -aquellos que ya conocen todo (y, si no, simplemente podrían realizar nueva investigación con base en la razón)- sería capaz de guiar a nuestra sociedad y economía a la perfección.

Como advierte Hayek en Law, Legislation, and Liberty [Derecho, Legislación y Libertad], es precisamente este exceso de confianza lo que ha estimulado argumentos de gobernabilidad tecnocrática; pues “la razón principal por la que el hombre moderno no quiere admitir que las limitaciones constitucionales a su conocimiento forman una barrera permanente a la posibilidad de una construcción racional de toda la sociedad, es su confianza ilimitada en los poderes de la ciencia.” A partir del enorme éxito de las ciencias no sólo ha surgido un “orgullo” sin límites, sino incluso propiamente un “abuso y declinación de la razón”.

Una de las razones principales para esto es el supuesto de que, simplemente porque el método científico ha sido un éxito en las ciencias naturales, podríamos usar los mismos métodos en el mundo social. Si fuéramos capaces de conducir experimentos y planear nuestra investigación científica hasta en los detalles más insignificantes, entonces, sería fácil guiar a la sociedad, la economía, e igualmente a todos sus individuos.

Sin embargo, el Cientificismo, esta deferencia ideológica y religiosa a la ciencia, ignora un punto crucial: al contrario de las ciencias naturales, la sociedad está compuesta de seres humanos reales, autodeterminados, cuyo comportamiento no puede predecirse o planificarse como átomos, moléculas, o amebas. En efecto, eso ignora el hecho de que los humanos tienen una libertad de elección que el orden natural no posee.

Las ciencias sociales, como lo escribe Hayek en su crítica más notable del Cientificismo en The Counter-Revolution of Science [La contrarrevolución en la ciencia], "tienen que ver con la acción consciente o reflejada del hombre, acciones de las que se puede decir que una persona elige entre varios cursos abiertos para ellas". Aquí, "la situación es esencialmente diferente" de la del mundo natural. Si tratamos de explicarla con estos últimos métodos, "nos limitaríamos a menos de lo que sabemos de la situación". Irónicamente, a pesar de los datos e información científica crecientemente disponible, hasta podríamos saber menos acerca de la persona y el comportamiento humano.

Esta “falsa teoría de la ciencia y la racionalidad en la que se abusa de la razón” no debería subestimarse, pues, y lo ha hecho, puede conducir a un “error concreto” y, de hecho, al “colectivismo.” Si los políticos -con la ayuda de los “expertos” involucrados en la ciencia- piensan que siempre tienen a mano “una técnica ya lista,” “como si uno sólo necesitara seguir ciertas recetas de cocina para resolver todos los problemas sociales,” las oportunidades de acción e intervenciones gubernamentales serían prácticamente ilimitadas.

Esto tiene que sonar particularmente cierto en un momento en que a los expertos de salud se les ha permitido construir -ojalá sólo temporalmente- un régimen autoritario del Covid.

De hecho, todo nuestro mundo de la política ha sido construido durante el año pasado sobre la voz de la ciencia, sobre ideas hechas por epidemiólogos, quienes, a menudo, tal como ellos probablemente lo admitirían, en particular cuando se trata de las etapas temprana de la pandemia ̶ no tenían ni idea acerca de lo que estaba pasando. Cuando se tomaron decisiones acerca de nuevas restricciones o mandatos -o si podíamos reclamar nuestros derechos en última instancia constitucionalmente garantizados- quedaba en manos de los “expertos” tomar la decisión. El resultado ha sido más un año de restricciones que es nada de lo que alguno de nosotros jamás de imaginó.

Obviamente, no sabemos lo que Hayek podría haber dicho si hubiera vivido durante la pandemia del COVID. Pero, la crisis es ejemplo primario de la sugerencia que hizo hace varias décadas, cuando previno acerca de elevar la ciencia más allá de su propósito.

Uno podría decir, al final de las cosas, que Hayek probablemente habría valorado mucho los hallazgos del Dr. Anthony Fauci y todos sus colegas alrededor del mundo. Pero, la decisión de lo que el gobierno hace o no, nunca debería haber estado en manos de esos “expertos” especializados.

Tal vez, entonces, al no caer en la pretensión del conocimiento científico, de nuevo, pondríamos en el centro al individuo y sus libertades y dignidad.

Kai Weiss es compañero de Investigación en el Centro de Economía Austriaca y miembro de la junta directiva del Hayek Institute.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.