Es crucial que los jóvenes (y los viejos también) conozcan la dictadura socialista soviética, para que se den cuenta de la realidad de ese sistema, no la ficción de un paraíso terrenal la próxima vez que se intente.

LA UNIÓN SOVIETICA SE ACABÓ, PERO LOS JÓVENES AÑORAN EL SOCIALISMO

Por Richard M. Ebeling
American Institute for Economic Research
16 de agosto del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como richard m. ebeling american institute for economic research Soviet Union, August 16, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Este agosto marca el 30 aniversario del principio del fin de la Unión Soviética. Entre el 19 y el 21 de agosto de 1991, miembros de la línea dura del Partido Comunista Soviético y la KGB [policía secreta rusa] intentaron dar un golpe de estado en Moscú, para impedir que avanzaran más las reformas políticas y económicas introducidas durante los cinco años previos. El golpe falló y, en la Noche de Navidad de 1991, la Unión Soviética fue disuelta y desapareció del mapa político del mundo.

Los acontecimientos de esos días están especialmente impresos en mi mente pues, en ese momento, estaba en Moscú viendo y, de hecho, participando en esos acontecimientos de agosto de 1991. Al viajar frecuentemente a la Unión Soviética por mi trabajo como consultor en privatización y reforma del mercado, en especial en la, ahora, antigua república soviética de Lituania y Moscú, fui testigo del intento fallido de golpe y su secuela inmediata.

El régimen soviético había gobernado Rusia y las otras repúblicas componentes de la URSS por casi 75 años, desde la Revolución Bolchevique en noviembre de 1917 dirigida por Vladimir Lenin y su cuadro comunista de seguidores marxistas. Durante esos casi tres cuartos de siglo, primero bajo Lenin y, en especial, Joseph Stalin y, después, sus sucesores, los historiadores han estimado que hasta 64 millones de personas -hombres, mujeres y niños inocentes, desarmados- murió a manos del régimen soviético en nombre de la construcción del “futuro brillante y bello” del socialismo.

EL ASESINATO EN MASA Y EL TRABAJO ESCLAVIZADO BAJO EL SOCIALISMO SOVIÉTICO

Se calcula que, por sí sola, la colectivización forzosa de la tierra bajo Stalin al principio de los años treinta, le costó la vida a entre nueve y doce millones de campesinos rusos y ucranianos y sus familias, quienes se resistieron a la pérdida de sus granjas privadas y ser forzados a granjas colectivas estatales que las sustituyeron. Algunos simplemente fueron fusilados; otros fueron torturados hasta morir o enviados a morir como trabajadores esclavos en campos de concentración y trabajo forzado en Siberia o Asia Central soviética, conocidos como el GULAG. Millones fueron lentamente dejados a morir de hambre debido a una hambruna creada por el gobierno, diseñada para obligar la sumisión a los dictados de planificación central de Stalin y sus verdugos.

Otros millones cayeron en redadas y fueron enviados a esos campos de prisión y trabajo forzado, como parte del plan central de industrialización forzada y desarrollo de la extracción de minerales en las lejanías de la Unión Soviética. En los años treinta y cuarenta, los planes centrales de Stalin incluirían cuotas de cuántos de los “enemigos del pueblo” serían arrestados y ejecutados en cada ciudad, pueblo y distrito de la Unión Soviética. Además, había cuotas de cuántos iban a ser atrapados en redadas como reemplazos de quienes ya habían muerto en el GULAG, trabajando en los vastos páramos de Siberia, norte de la Rusia Europea y Asia Central. (Ver mi artículo, “The Human Cost of Socialism in Power.”)

Para los años sesenta, setenta e inicio de los ochenta, el sistema soviético crecientemente se corrompió, estancó, y tornó decrépito bajo una sucesión de líderes envejecidos del Partido Comunista, cuyo fin único era conservar el poder y sus privilegios especiales. En 1986, un hombre mucho más joven, Mikhail Gorbachev, quien se había labrado su camino hasta la altura dentro de la jerarquía del Partido, fue nombrado a la posición dirigente de Secretario General del Partido Comunista de la URSS.

EL INTENTO DE GORBACHEV POR SALVAR AL SOCIALISMO

Gorbachev creía que la Unión Soviética había tomado varios rumbos equivocados en el pasado. Pero, él no era un oponente del socialismo o sus fundamentos marxista-leninistas. Él quería un nuevo “socialismo con un rostro humano.” Su objetivo era una ideología comunista “más bondadosa y gentil,” por así decirlo. Él creía verdaderamente que la Unión Soviética podía ser salvada y tener una alternativa colectivista más humana ante el capitalismo de Occidente.

Para lograr ese objetivo, Gorbachev había introducido dos agendas de reforma. La primera, la perestroika, una serie de cambios económicos orientados a admitir errores de la planificación central de mano fuerte. Los administradores de empresas estatales serían responsabilizados más, los pequeños negocios privados serían permitidos y promovidos, y a las compañías soviéticas se les permitiría realizar negocios conjuntos con corporaciones seleccionadas de Occidente. La flexibilidad y adaptabilidad crearían una nueva y mejor economía socialista.

La segunda, el glasnost, la “apertura” política, bajo la cual las locuras políticas del pasado serían admitidas y las anteriores “páginas en blanco” de la historia soviética -en especial acerca de los “crímenes de Stalin”- serían llenadas. Se dijo que una honestidad histórica y política mayor reviviría la moribunda ideología soviética y renovaría el apoyo entusiasta del pueblo soviético al brillante futuro socialista reformado y rediseñado.

No obstante, con el paso del tiempo, los miembros de mayor línea dura y “conservadora” del liderazgo soviético, consideró que todas esas reformas eran abrir una Caja de Pandora de fuerzas incontrolables, que minaría el sistema soviético. Ellos ya habían visto pasar eso en el anillo externo del Imperio Soviético en Europa Oriental.

EL PRINCIPIO DEL FIN EN EUROPA ORIENTAL

En 1989, Gorbachev había estado allí cuando el Muro de Berlín, símbolo del poder imperial soviético en el corazón de Europa, se derrumbaba, y las “naciones cautivas” soviéticas de Europa Oriental -Alemania del Este, Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, Rumania, y Bulgaria- que Stalin había conquistado como botín a fines de la Segunda Guerra Mundial, empezaron a liberarse del control comunista y dominio soviético, (Ver mi artículo, “The History and Meaning of the Berlin Wall”.)

Los miembros soviéticos de línea dura ahora estaban convencidos de que un nuevo tratado que Gorbachev estaba planeando firmar con Boris Yeltsin, presidente de la República Federativa Soviética de Rusia y Nursultan Nazarbayev, presidente de la república soviética de Kazajistán, significaría el fin de la propia Unión Soviética.

Ya, las pequeñas repúblicas bálticas de Estonia, Letonia, y Lituania estaban reasegurando la independencia nacional que había perdido entre 1939-1940, como resultado de la división de Europa Oriental entre Stalin y Hitler. Represiones violentas y asesinas militares soviéticas en Lituania y Letonia en enero de 1991 habían fallado en aplastar los movimientos democráticos florecientes en esos países. También, se emplearon métodos militares, en vano, para mantener alienadas a las repúblicas soviéticas de Georgia y Azerbaiyán. (Ver mi artículo, “Witnessing Lithuania’s 1991 Fight for Freedom from Soviet Power”.)

CONSPIRADORES COMUNISTAS POR EL PODER SOVIÉTICO

El 18 de agosto de 1991, los conspiradores de línea dura trataron de persuadir a Gorbachev para que revirtiera sus acuerdos políticos planeados con la Federación Rusa y el Kazajistán soviético. Cuando él se rehusó, fue retenido por la fuerza en una casa de verano en que estaba vacacionando en Crimea sobre el Mar Negro.

Temprano en la mañana del 19 de agostos, los conspiradores emitieron una declaración que anunciaba su toma del gobierno soviético. Un plan para capturar y posiblemente matar a Boris Yeltsin fracasó. Yeltsin eludió a los secuestradores y logró hacerse camino hasta el edificio del parlamento ruso desde su casa en las afueras de Moscú. Unidades militares leales a los conspiradores rodearon la ciudad con tanques en cada puente que conducía a la ciudad y a lo largo de la principal vía en el centro de Moscú. Igualmente, unidades de tanques rodearon el parlamento ruso.

Pero, pronto, Yeltsin estaba reuniendo a la gente de Moscú y la población rusa en general para que defendieron su propia democracia emergente en Rusia. Personas de todo lado del mundo vieron a Yeltsin subido en un tanque del ejército fuera del edificio del parlamento, pidiéndole a los moscovitas que resistieran el intento por regresar a los días oscuros de gobierno comunista.

En ese momento, los medios de Occidente hicieron gran cosa de la aparentemente mala planificación del intento de golpe de setenta y dos horas entre el 19 y el 21 de agosto. La prensa mundial se enfocó y se burló del nerviosismo y confusión mostrados por algunos de los líderes del golpe durante una conferencia de prensa. Los conspiradores fueron ridiculizados por su comportamiento de tipo policías torpes e ineptos de una serie de televisión, al dejar de lado su oportunidad de secuestrar a Yeltsin o retrasar su toma del edificio del parlamento ruso; o dejar abiertas las líneas telefónicas internacionales y ni siquiera bloquear las transmisiones noticiosas del extranjero, que estaban reportando a toda la Unión Soviética acerca de los acontecimientos mientras que sucedían.

LOS PELIGROS SI LOS DE LÍNEA DURA HUBIERAN GANADO

Sin embargo, independientemente de la planificación pobre de parte de los líderes del golpe, está el hecho de que, si hubieran tenido éxito, las consecuencias podrían haber sido catastróficas. Tengo una fotocopia de la fórmula de orden de arresto que había sido preparada para la región de Moscú y firmada por el comandante militar de Moscú, el mariscal Kalinin.

Les daba a los militares y la KGB, la policía secreta rusa, la autoridad para arrestar a cualquiera. Tenía un “espacio en blanco para llenar” en donde se escribiría el nombre de la víctima. Casi 500.000 de esas fórmulas de orden de arresto habían sido preparadas. En otras palabras, hasta medio millón de personas podría haber sido apresada tan sólo en Moscú. El día antes de que empezara el golpe de estado, la KGB había recibido un envío de 250.000 pares de esposas. Y, después, la prensa rusa reportó que algunos de los campos de prisioneros en Siberia habían sido reabiertos clandestinamente. Si el golpe hubiera tenido éxito, posiblemente entre tres y cuatro millones de personas en la Unión Soviética habría sido enviada al GULAG, el sistema notorio de trabajo forzado soviético.

Otro documento, publicado en la prensa rusa después de que el golpe fracasara, tenía instrucciones para las autoridades militares en diversas regiones alrededor del país. Ellas empezarían una vigilancia más intensa sobre la gente en las áreas bajo su jurisdicción. Ellos habrían de mantener sus ojos en las palabras y acciones de todos. Incluso los extranjeros serían seguidos y vigilados con mayor cuidado. Y sus reportes a los líderes del golpe en Moscú se llenarían cada cuatro horas. De hecho, cuando el golpe progresaba, la KGB empezó a cerrar negocios comerciales conjuntos con empresas de Occidente en Moscú, acusándolos de ser “nidos de espías,” y arrestó a algunos de los participantes rusos en dichas empresas.

EL TEMOR DEBAJO DEL SURREALISMO DE LA CALMA

Durante el intento de golpe, Moscú tenía una cualidad surrealista, cuando caminaba a través de varias partes del centro de la ciudad. En las calles alrededor de la ciudad parecía como si nada estuviera pasando ̶ excepto por la agrupación de unidades de tanques soviéticos, estratégicamente posicionadas en las intersecciones centrales y en los puentes que cruzaban el Río Moscú. Taxis patrullaban las avenidas en busca de pasajeros; la población parecía continuar con sus asuntos yendo y viniendo del trabajo o esperando en largas filas para obtener los escasos suministros de cosas esenciales cotidianas en tiendas al menudeo del gobierno; y los motoristas también estaban como era lo usual, alineados en las estaciones de gasolina propiedad del gobierno. Aún con las claramente marcadas como extranjeras placas de mi carro rentado, nunca fui detenido al estar manejando alrededor del centro de Moscú.

Los únicos signos de que esos días eran extraordinarios eran las miradas más sombrías de lo usual en los rostros de muchos; y que en muchas tiendas de alimentos mucha gente se congregaría silenciosamente alrededor de radios, después de terminar sus compras. Sin embargo, la apariencia de cuasi normalidad no podía esconder el hecho de que el futuro del país pendía de una balanza. (Ver mi artículo acerca de la vida diaria bajo el socialismo soviético, “Socialism-in-Practice was a Nightmare, Not Utopia”.)

LOS RUSOS CORREN EL RIESGO POR LA LIBERTAD

Durante los tres días de esa semana fatídica, los rusos de distintos ámbitos de la vida tuvieron que preguntarse qué precio ponerle a la libertad. Y miles concluyeron que arriesgar sus vidas para prevenir un retorno del despotismo comunista era un precio que estaban dispuestos a pagar. Esos miles se presentaron al parlamente ruso en respuesta al llamado al pueblo de Boris Yeltsin. Ellos construyeron barricadas hechizas, y se prepararon para ofrecerse como escudos humanos desarmados contra los tanques y tropas soviéticas, si ellos atacaban. Mi futura esposa, Anna, y yo estábamos entre esos amigos de la libertad que se mantuvieron en vigilia durante la mayor parte de esos tres días, enfrentados a los cañones de los tanques soviéticos.

Entre esos miles, tres grupos eran más notorios al escoger luchar por la libertad: Primero, la gente joven en su adolescencia y sus veintes, quien había estado viviendo en un ambiente más libre durante los previos seis años desde que Gorbachev llegó al poder, y quien no quería vivir bajo el terror y la tiranía que sus padres habían conocido en el pasado. En segundo lugar, los nuevos empresarios rusos, quienes se dieron cuenta que, sin un orden político libre, las libertades económicas que emergían serían aplastadas, y que eran las que les estaban permitiendo establecer empresas privadas. Y, en tercer término, veteranos de la guerra soviética en Afganistán, quienes habían sido reclutados al servicio del imperialismo soviético y que ahora estaban determinados a impedir su regreso.

La quiebra el sistema soviético se demostró no sólo por el coraje de esos miles defendiendo al parlamento ruso, sino, también, por la indisposición de los militares soviéticos a obedecer órdenes de los líderes del golpe. Es cierto que sólo un puñado de unidades militares se hizo presente en realidad y de inmediato al lado de Yeltsin en Moscú. Pero, cientos de babushkas -abuelas- rusas fueron hasta los soldados u oficiales que manejaban los tanques soviéticos, y les preguntaron, “¿Van ustedes a balear a su madre, su padre, su abuela? Nosotros somos su propia gente.” El acto final del golpe vino cuando esas unidades militares se rehusaron a obedecer órdenes y tomar el edificio del parlamento ruso, con un posible costo de cientos o miles de vidas.

¡LIBERTAD! ¡LIBERTAD! ¡LIBERTAD!

En un tibio y claro jueves 22 de agosto, el día después de colapsar el golpe intentado, miles de moscovitas se reunieron en una plaza enorme detrás del parlamento ruso, para estar presentes y escuchar cuando Boris Yeltsin les dijo que el área ahora sería conocida como la Plaza de la Libertad Rusa. La multitud respondido al unísono: ¡Svaboda! ¡Svaboda! ¡Svaboda! ̶ “¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!”

Una enorme bandera de la Rusia pre comunista, con sus colores, banco, azul y rojo, envolvió toda la extensión del edificio del parlamento. La multitud vio hacia arriba y miró cuando la bandera roja soviética, con su hoz y martillo amarillos en la esquina izquierda superior, fue bajada de la asta en lo alto del parlamento, y los colores rusos fueron elevados a su sitio por primera vez, Y, de nuevo, la genta cantaba: “¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!”

No muy lejos del edificio del parlamento en Moscú, ese mismo día, una gran multitud se había formado en la Plaza Lubyanka en los cuarteles de la KGB. Con ayuda de una grúa, esos moscovitas derribaron una estatua enorme de Felix Dzerzhinsky, fundador de la policía secreta rusa que estaba cerca de la entrada al edificio de la KGB. En un pequeño parque frente a los cuarteles de la KGB, en una esquina en la que yace un pequeño monumento a las víctimas de la prisión y campos de trabajo forzado soviéticos, se llevó a cabo una manifestación anticomunista.
Un joven, en un viejo uniforme militar de la Rusia Zarista, quemó una bandera soviética y tocó canciones patrióticas pre revolucionarias en un acordeón, mientas que la multitud le animaba.

Estaba llegando a su final una pesadilla de tiranía y terror comunista de setenta y cinco años. El pueblo ruso tenía esperanza en la libertad, y estaba disfrutando de la alegría imaginada de ella. Desde ese entonces, la historia de Rusia no ha satisfecha alguna de aquellas esperanzas eufóricas de agosto de 1991, no obstante, a pesar de todo, se presenta como un momento importante que marca un fin simbólico a la pesadilla colectivista del siglo XX.

JÓVENES ESTADOUNIDENSES Y BRITÁNICOS NO CONOCEN LA HISTORIA Y QUIEREN SOCIALISMO

Lleguemos a hoy, treinta años más tarde. Es como si los últimos cien años de la cámara de horrores socialista, no sólo de la Unión Soviética, sino de todos los otros lugares del mundo en que los gobierno han nacionalizado ampliamente los medios de producción e impuesto formas de planificación central, prácticamente nunca sucedió. La brutalidad y barbaridad del régimen Nacional Socialista (Nazi) de la Alemania de Hitler, han sido correctamente destacados en muchas películas y documentales en las décadas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Pero, compare esto con la escasez de películas y documentales similares acerca de la Unión Soviética y regímenes socialistas similares y sus desastrosos sistemas de planificación central, con toda su tiranía, crueldad, asesinato en masa, corrupción y escalas de privilegios y prebendas de la enorme red de miembros del Partido y burócratas de la élite, quienes manejaban todas las facetas de la economía del mando y control.

Encuestas de opinión recientes de la Fundación estadounidense en Memoria de las Víctimas del Comunismo acerca de “U.S. Attitudes Toward Socialism, Communism, and Collectivism,” (octubre del 2020) y del Instituto de Asuntos Económicas en el Reino Unido, en un reporte Left Turn Ahead? Surveying Attitudes of Young People Towards Capitalism and Socialism (julio del 2021), sobre las ideas de la gente acerca de los sistemas socialista y capitalista, en especial entre los segmentos más jóvenes de la población, dejan claro que el conocimiento y entendimiento acerca de la realidad socialista ha caído en un hueco de la memoria orwelliano.

En Estados Unidos, una cuarta parte de los encuestados, un 26 por ciento, dijo que a ellos les gustaría ver el fin del sistema capitalista y su reemplazo por una economía socialista. Entre aquellos de menos de 40 años de edad, el número que prefiere una sociedad socialista se elevó entre un 31 y un 35 por ciento. Un diez por ciento de ese grupo de edad considera que las ideas de Marx en El Manifiesto Comunista son mejor garantía de un sociedad libre y equitativa, que las ideas en la Declaración de Independencia de Estados Unidos. Alrededor de un 30 por ciento de aquellos de menos de 40, dijo que el marxismo es un movimiento “positivo” contra la injusticia y para la administración de la economía para bien de todos.

Cuando se les pregunta, “¿Qué es un sistema socialista?” un 31 por ciento dijo que involucra la propiedad gubernamental de los medios de producción, en tanto que otro 32 por ciento dijo que es empresa privada más regulación gubernamental y estado asistencial. Seis por ciento dijo que el socialismo era un “sistema nuevo” que nunca ha sido intentado.

En el Reino Unido, un 67 por ciento de aquellos en las categorías más jóvenes de la población británica, dijo que a ellos les gustaría vivir bajo un sistema socialista, e identificaron al socialismo con las palabras, “trabajadores,” “público,” “igual,” y “justo.” El capitalismo fue identificado por el 75 por ciento en la encuesta con el calentamiento global, destrucción del planeta, y racismo, y un 73 por ciento dijo que el capitalismo promueve la “avaricia,” “egoísmo,” y “materialismo,” comparado con el socialismo, que cultiva la “compasión, cooperación, y solidaridad.” Una gran mayoría dijo que, en la realidad, el socialismo nunca ha sido intentado y que lugares como Venezuela habían sido ejemplos de que simplemente la idea socialista fue pobremente puesta en práctica y, por tanto, no una prueba real de un sistema socialista.

Estas actitudes y creencias entre las generaciones más jóvenes a ambos lados del Atlántico no son buen augurio para el futuro de la libertad.
A menudo, las ideas de una generación se convierten en políticas que se ponen en marcha en la siguiente. Si no se aprende, ya sea el conocimiento, o las lecciones apropiadas de la realidad del socialismo en la práctica durante los últimos cien años, bien podríamos estar condenados a repetir el pasado con todas sus consecuencias sociales, económicas y políticamente dañinas. (Ver mi artículo, “Socialism: Marking a Century of Death and Destruction”.)

Richard M. Ebeling es compañero sénior del American Institute for Economic Research (AIER) y Profesor Distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en La Ciudadela en Charleston, Carolina del Sur. Eveling vivió en la ciudad universitaria del AIER entre el 2008 y el 2009.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.