Un artículo que explica el carácter liberal clásico de George Orwell… con observaciones.

¿ERA GEORGE ORWELL UN SOCIALISTA O UN LIBERTARIO? ES COMPLICADO

Por Lawrence W. Reed
Fundación para la Educación Económica
Jueves 17 de agosto del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en rojo, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como lawrence w. reed foundation for economic education Orwell August 17, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis rojos.

El comentario de 1944 de George Orwell a “Camino de Servidumbre” de Hayek “es justamente una señal acerca de que él, en un momento socialista, era un libertario en ciernes.

Cuando Animal Farm [Rebelión en la granja] de George Orwell se publicó por primera vez el 17 de agosto de 1945, tan sólo tres meses antes había concluido en Europa la Segunda Guerra Mundial. Terminaría en el Pacífico en cuestión de días. Gran Bretaña y Estados Unidos todavía eran aliados de la Unión Soviética de Stalin. Escribir cosas desagradables acerca del régimen de Moscú no era políticamente correcto.

Por esa misma razón, cuatro diferentes editoriales devolvieron el libro antes que Orwell encontrara una dispuesta a asumir el chance con ella (Seeker and Warburg). Una novela acerca de una rebelión en la granja, en la que los animales derrocan a los humanos en nombre del igualitarismo, tan sólo para degenerar en una tiranía sangrienta, estaba claramente dirigida al “paraíso de los trabajadores” del Soviet.

Por otra razón, el mundo estuvo a punto de ser privado del todo de La Rebelión en la Granja. Después que una bomba alemana golpeara la casa de Orwell en Londres en 1944, él temió que el manuscrito se hubiera perdido, hasta que, afortunadamente, lo encontró intacto en medio de las ruinas.

Hoy, Orwell es primordialmente recordado por La Granja de los Animales y su pesadilla distópica, 1984. Ambas describen sociedades -una de cuatro patas y una de dos patas- en que la verdad y la libertad son encadenadas por el poder concentrado, cínicamente rociado de buenas intenciones y promesas de igualdad.

Para su crédito, Orwell era un amigo de la libertad de expresión y de prensa y un crítico incansable del totalitarismo y la censura. Él se estremecería si usted le acusaba de ser un comunista. Pero, si usted le llamaba socialista, él podría darle las gracias y, luego, expresar objeciones a las cosas que a los autoritarios socialistas les gusta hacer.

Para aplicar una analogía de acontecimientos actuales, eso no está muy alejado de alguien que declare: “No me gusta el COVID, pero me siento bien con la variante Delta.”

En otras palabras, Orwell nunca pudo llevarse a sí mismo a apreciar a plenitud este hecho histórico: Concentrar el poder por alguna razón es inherentemente peligroso. Es seductor y corrompe. No se logra que sea inofensivo por un voto mayoritario o por la retórica grandilocuente de sus practicantes.

En todo el camino hacia su muerte inoportuna de tuberculosis a la edad de 46 en 1950, Orwell nunca se retractó de un afecto personal por el “socialismo democrático.” Esa es otra forma de decir que falló en darse cuenta que, en la práctica, la primera palabra (socialismo) siempre estará en guerra con la segunda (democrático) ̶ pues eso es lo que hace el poder concentrado por su propia naturaleza.

¿Cuántas veces más debemos ser testigos de socialistas que llegan al poder por procesos democráticos y, después, se adhieren al poder por medios no democráticos? La historia de América Latina está llena de ejemplos tales, desde Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, a Daniel Ortega en Nicaragua. Y no olviden que, en Europa, el nacional socialista Adolfo Hitler compitió en elecciones hasta que llegó a lo alto y decidió que las elecciones eran una incomodidad.

Aquí, en Estados Unidos, no es una coincidencia que los mismos “socialistas democráticos” que piden igualdad económica y un montón de “cosas gratis” del gobierno, también, se alíen con la cultura de la cancelación que busca callar a la gente.

Algunos pueden decir que Orwell era ingenuo en ese sentido; yo prefiero verlo como un trabajo en progreso, como un hombre de honestidad e integridad básica, quien estaba dirigido a juntar dos y dos más tarde o más temprano. Una señal de que él estaba haciendo un progreso intelectual en dicho sentido, es este pasaje de su comentario de 1944 a The Road to Serfdom [Camino de servidumbre* de F.A. Hayek:

“La tesis del profesor Hayek es que el Socialismo inevitablemente conduce al despotismo, y que, en Alemania, los Nazis fueron capaces de tener éxito porque ya los Socialists habían hecho la mayor parte de su trabajo para ellos, en especial, el trabajo intelectual de debilitar el deseo de libertad. Al llevar la totalidad de la vida bajo el control del Estado, el Socialismo necesariamente le da poder a un círculo interno de burócratas quienes, en casi todo caso, serán hombres que quieren el poder por sí mismo y no se detendrán en nada para retenerlo. Gran Bretaña, dice él, va por el mismo rumbo que Alemania, con la intelectualidad del ala izquierda en el primer vagón y el Partido Conservador en un buen segundo. La única salvación yace en regresar a una economía no planificada, libre competencia, y énfasis en la libertad, en vez de la seguridad. En la parte negativa de la tesis del profesor Hayek hay mucho de verdad. No se puede dejar de decir que, muy a menudo -en todo caso, no se está diciendo ni siquiera lo suficiente- el colectivismo no es inherentemente democrático, sino que, por el contrario, le da tales poderes a una minoría tiránica como jamás lo soñaron los Inquisidores Españoles.”


Si él hubiera vivido otros 30 años, Orwell podía haber visto al socialismo arruinar a su propia Gran Bretaña hasta llevarla al estatus de “enferma de Europa,” necesitando de la revolución de la Thatcher que parcialmente lo deshizo.

En un ensayo del 2016 para la Fundación para la Educación Económica, “Orwell’s Fatal Attraction to Democratic Socialism,” Joey Clark señala que “George Orwell no es hoy leído por sus ides económicas. No, él es leído por sus agudos instintos morales y su integridad intelectual.”

Si sólo él hubiera vivido otra década, pienso que Orwell bien habría evolucionado hacia ser un libertario pensante. Al tener la esperanza de que una sociedad socialista pudiera ser libre y democrática y permanecer siéndolo, él era un pensador optimista que sólo necesitaba de un poco más de tiempo para crecer y llegar a ser real. Poseía la esencia de la integridad, creo yo, que en su momento le habría puesto en el camino correcto.

En el tanto en que uno puede imaginarse a un hombre manteniendo creencias contradictorias, Orwell produjo algunas ideas que un socialista podría abrazar, y otras que un no socialista podría endosar. Él era mucho más elocuente en expresar lo último, tal vez indicando que, a través de la niebla, estaba brillando una honestidad intelectual latente. Yo comparto algunas de esas ideas aquí con los lectores.

Al leerlas detenidamente, pregúntese a usted mismo, “Si un hombre podía escribir tal sabiduría, ¿era sólo cosa de tiempo y pensamiento para que él abrazara la libertad, el gobierno limitado, y los mercados libres?”

La forma más efectiva de destruir un pueblo es negar y eliminar su propia comprensión. de su historia.
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Esta gente no ve que, si usted estimula métodos totalitarios, el momento puede llegar cuando ellos serán usados contra usted en vez de para usted.

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Además de esto, está la horrible -la verdad inquietante- prevalencia de excéntricos siempre que los Socialistas se reúnen. Algunas veces da la impresión de que las simples palabras ‘Socialismo’ y ‘Comunismo’ atraen hacia ellos con fuerza magnética a cada bebedor de jugos de frutas, nudista, usuario de sandalias, maníaco sexual, cuáquero, charlatán de la cura natural, y feminista en Inglaterra.

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Uno es casi llevado a la conclusión cínica de que los hombres sólo son decentes cuando no tienen poder.

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Es muy posible que estemos descendiendo a una era en donde dos más dos son cinco cuando el Líder dice que así es.

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[H]ay algo equivocado con un régimen que requiere una pirámide de cadáveres cada pocos años.

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La verdadera división no es entre conservadores y revolucionarios, sino entre autoritarios y libertarios.

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Si libertad significa algo del todo, significa el derecho a decirle a la gente lo que ella no quiere escuchar.
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Las amenazas a la libertad de expresión, de escribir y actuar, aunque a menudo triviales en aislamiento, son acumulativas en sus efectos y, a menos que sean frenadas, conducen a un irrespeto general de los derechos del ciudadano.

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No obstante, siempre estoy en desacuerdo cuando la gente termina diciendo que sólo podemos combatir al Comunismo, Fascismo o lo que sea, si desarrollamos un fanatismo igual. Me parece que uno derrota al fanático precisamente no siendo un fanático, sino, por el contrario, usando la inteligencia propia.

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Lo que se necesita es el derecho a imprimir lo que uno cree que es verdad, sin tener que temer al matonismo o chantaje de cualquier lado.

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Recuerde que la deshonestidad y la cobardía siempre tienen que pagarse. No se imagine que durante años y años usted puede hacerse el propagandista lamebotas del régimen Soviético, o cualquier otro régimen, y luego súbitamente regresar a la decencia mental. Una vez que se es una prostituta, siempre será una prostituta.

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Un estado totalitario es de hecho una teocracia, y su casta gobernante, para mantener su posición, tiene que pensarse como que es infalible. Pero, dado que en la práctica nadie es infalible, frecuentemente es necesario volver a arreglar acontecimientos pasados para mostrar que este o aquel error no fue cometido, o que este o aquel triunfo imaginario en realidad sucedió. Luego, de nuevo, cada cambio grande en la política demanda un cambio correspondiente de doctrina y una revaluación de figuras históricas prominentes.


Para información adicional, ver:

Why George Orwell’s Warning on ‘Self-Censorship’ is More Relevant Than Ever
por Brad Polumbo
Two Ways Our World Resembles “1984” por Jon Miltimore
10 Things You Never Knew about Orwell’s 1984 por Anna Matthews
Orwell’s Fatal Attraction to Democratic Socialism por Joey Clark
Orwell’s ‘1984’: How to Misread a Classic por Shawnna Morris

Lawrence W. Reed es presidente emérito y compañero senior Familia Humphreys de la Foundation for Economic Education (FEE) y Embajador Global por la Libertad Ron Manners, habiendo servido por casi 11 años como presidente de la FEE (2008-2019), Es autor del libro del 2020, Was Jesus a Socialist? así como de Real Heroes: Incredible True Stories of Courage, Character, and Conviction y Excuse Me, Professor: Challenging the Myths of Progressivism.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.