Me gusta el principio, pero debo agregar que muchos analistas han comentado que el impacto del llamado bloqueo ha sido exagerado por la tiranía cubana, como justificación de su fracaso económico, y que una eliminación de aquel tendría un impacto positivo no tan grande sobre la ciudadanía cubana. Sin duda que el tema es debatible.

ATRAÉRSELO EN VEZ DE SANCIONAR AL PUEBLO CUBANO

Por Doug Bandow
American Institute for Economic Research
20 de agosto del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como doug bandow american institute for economic research cuban, August 20, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Después de seis décadas de tiranía, el pueblo cubano le dejó en claro al mundo que quería libertad. La izquierda estadounidense, anhelante en una inclinación hacia tiranos que abrazan al socialismo, insistió en que los cubanos amaban a sus carceleros. Sin embargo, las demostraciones del mes pasado explotaron a través de la isla con gente gritando ¡libertad! Querían lo que la mayoría de la gente alrededor del mundo quiere: libertad.

Sin mostrar preocupación por el tipo de libertades civiles que la izquierda demanda en Estadios Unidos, el régimen comunista de La Habana arrestó a cientos de manifestantes y sacó a las calles a matones del régimen para ayudar a restaurar el orden. No obstante, la oposición al gobierno es sólo posible que crezca.

Los hermanos Castro derrocaron un dictador, tan sólo para establecer un gobierno autoritario aún más brutal. Comprometidamente comunistas, sus políticas colectivistas empobrecieron a los cubanos en cuerpo y mente. Algunos supuestos progresistas, disfrutando de la buena vida en Estados Unidos, aún adulan las glorias supuestas del comunismo cubano, pero, los cubanos que dicen lo contrario, se arriesgan con la cárcel. El grupo Freedom House califica a Cuba como No Libre, obteniendo 13 de 100. En términos de libertad política, la isla está en el mismo nivel que Eritrea, Libia, Arabia Saudita, Somalia, y Yemen.

Fidel Castro ya murió. Raúl Castro se ha retirado, aunque sigue siendo influyente. Quien tomó el lugar fue Miguel Díaz-Canel, un apparatchik descolorido nacido después de la revolución, pero no menos inclinado a encarcelar a cualquiera que cuestione el gobierno comunista.

Por seis décadas el gobierno de Estados Unidos ha estado en guerra con el pueblo cubano, en vez de su gobierno. Lo que comenzó con un simple embargo a Cuba ha hecho metástasis, cuando guerreros de la Guerra Fría fallaron en revertir la revolución. Usaron sanciones secundarias, y luego financieras, para golpear contra gente alrededor del mundo que hiciera negocios con la isla. Aunque el presidente Obama suavizó las regulaciones y reabrió relaciones diplomáticas, el presidente Donald Trump, haciéndole el juego a los cubano-estadounidenses de línea dura en Florida, volvió a una política de aislamiento económico. Él puede que haya ganado algunos votos, pero, principalmente, tuvo éxito en imponer mayor miseria sobre los cubanos promedio.

Aunque el pueblo cubano tenía la esperanza que Joe Biden regresara al camino de Obama, continúa sufriendo con las restricciones de Trump.
Y, ahora, en respuesta a las protestas de julio, Biden ha agregado nuevas sanciones. Su acción, dijo él, fue tomada “para impulsar la causa del pueblo cubano.”

De hecho, las penalizaciones que él impuso eran básicamente simbólicas, aplicadas a las fuerzas especiales internas de Cuba, ministro de defensa, fuerza policial y líderes de esta última. Ninguno de los afectados es posible que haga muchos negocios en Estados Unidos y probablemente no estaba planeando ser turista en Florida en algún momento pronto. Nadie se imagina a Díaz-Canel despidiendo al ministro de la defensa o acabando con los policías en respuesta a las sanciones estadounidenses.

Sin embargo, Biden agregó ominosamente, “Habrá más, a menos que haya algún cambio dramático en Cuba, lo cual no anticipo.” Fue tan lejos como para decir, “Escuchamos los gritos de libertad que vienen desde la isla. Estamos haciendo responsable al gobierno.”

Pero, este es un teatro político, dirigido a Florida para las elecciones de medio término el año entrante y la campaña presidencial del 2024.
Penalizar al pueblo cubano al restringir viajes, comercio, e inversiones, no limita el deseo del régimen ni su habilidad represora.

Cuando por primera vez visité Cuba, legalmente, con una delegación de periodistas, los disidentes con quienes nos reunimos se quejaron de que el régimen usaba el embargo como excusa por su fracaso económico. Los subsidios soviéticos ayudaron a mantener a flote al régimen durante sus primeras tres décadas. Y había inversión extranjera; yo estuve en un hotel que era propiedad de holandeses. El atraso económico de Cuba -lucía como si los cubanos no se dieron cuenta de la invención de pintar los edificios, no entendieron la importancia de mantener los caminos, y creyeron que la producción de carros se detuvo en 1960- fue producto de la mala administración socialista.

Mientras que los apparatchiks usuales cantan las alabanzas habituales del régimen, la gente sabía mejor. No puede haber mejor evidencia del fracaso de Castro & Co. que el hecho de que tanta gente joven acude hacia las salidas nacionales siempre que es posible. Me reuní con un diplomático retirado a quien se le permitió que tres de sus cuatro nietos fueran a trabajar al exterior. Su historia no es única. En Cuba, socialismo significa pobreza, y la gente lo sabe.

En una economía abierta, los cubanos no pueden ayudar sino a prosperar. El pueblo cubano es enormemente empresarial y trabaja arduamente. Las calles están llenas de vendedores ambulantes tratando de tener turistas que visiten restaurantes privados y compren puros robados de operaciones del gobierno. Un ingeniero manejaba un bicitaxi para ganar la muy deseada moneda dura. Un anestesiólogo lavaba platos en un restaurante para suplementar su ingreso. Sin embargo, hizo ver William LeoGrande de la American University, “entre cubanos ordinarios, el deseo de una relación mejor con Estados Unidos es casi universal.”

Quiten las sanciones y el régimen no tendrá más excusas. El tipo de crecimiento económico que resultaría minaría aún más al régimen. De hecho, hasta la liberalización parcial de Obama tuvo un impacto dramático en Cuba, al impulsar negocios privados que llegaron a suplir alrededor del 40 por ciento de los empleos de la isla. La visita de Obama energizó a la población -cuando fui en el 2017, vi carros aún adornados con calcamonías que mostraban su retrato ̶ y eso enojó al régimen. El ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, criticó a Obama por el “ataque profundo a nuestras ideas, nuestra historia, nuestra cultura y nuestros símbolos.”

Trump debió haber quitado aún más sanciones y pedido al Congreso que removiera otras. Collin Laverty de Cuba Educational Travel, quien cumpliendo con la ley de Estados Unidos arregla viajes, incluyendo el mío, me dijo: “Si usted quiere crear más espacio para el debate, expandir la clase empresarial es un camino.” La liberalización no sólo crea más negocios privados, sino también más empleados.

Encontré a la clase comercial pro estadounidense frustrada ante la insensible decisión de Trump de reimponer sanciones, sacrificando sus medios de vida en un intento por complacer a facciones políticas domésticas de línea dura. Yo estuve en un Airbnb, comí en restaurantes privados, y viajé en taxis privados. Estos y otros negocios se habían expandido ante la expectativa de más visitantes, pero, entonces, sufrieron un colapso en la demanda. La dueña del Airbnb Julia de la Rosa hizo ver que “Tanta gente abrió negocios para los turistas estadounidenses” y luego vio encogerse a su demanda. Quienes perdieron los empleos tuvieron que regresar a trabajar para el estado.

La despiadada represión política del mes pasado le recordó al mundo la naturaleza brutal del gobierno comunista. Sancionar a lideres individúale es un paso simbólico inocuo, pero, si la administración Biden y el Congreso quieren en realidad desafiar al régimen, deberían terminar las restricciones sobre el resto del pueblo cubano, que ha estado esperando seis décadas por una liberalización verdadera.
Washington debería cesar su penalización del propio pueblo que el gobierno cubano está oprimiendo. Un cubano frustrado me dijo que “Necesitamos a los estadounidenses de regreso.” Presidente Biden, ¡deje ir al pueblo estadounidense!

Doug Bandow es compañero sénior del Instituto Cato, especializándose en política internacional y libertades civiles. Trabajó como asistente especial del presidente Ronald Reagan y es editor de la revista política Inquiry. Escribe regularmente en importantes publicaciones como la revista Fortune, National Interest, el Wall Street Journal, y el Washington Times.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.