Pensemos en nuestros antecedentes específicos. Es un buen ejercicio.

ALGUNOS ANTECEDENTES LIBERALES CLÁSICOS

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
9 de agosto del 2021

Nadie puede negar, seriamente, que cada persona posee antecedentes ̶ supuestos acerca del funcionamiento del mundo que se toman como ciertos y dados, raramente examinados una vez que se aceptan, e incluso más raramente se rechazan y reemplazan por alternativas.
Tampoco, alguien puede seriamente negar que los antecedentes crean el riesgo de sesgo. No obstante, aun cuando no exista sesgo, los antecedentes mantenidos por una persona a menudo dan lugar a lo que parece, para otra persona con diferentes antecedentes, ser un sesgo.
Y, cuando una persona interpreta al razonamiento y conclusiones de otra persona como que han sido impulsados por el sesgo, se hace mucho menos posible que surja una discusión fructífera.

Es fácil decir que, en un mundo ideal, la mente humana estaría libre de sesgos. Pero, la libertad ante los sesgos requiere la ausencia de antecedentes. Y la mente humana es simplemente demasiado endeble, comparada con el tamaño y complejidad de la realidad que ella busca entender, como para operar sin antecedentes. Los antecedentes no sólo son fuentes potenciales de sesgo; son también necesarios para el pensamiento productivo, y, como tales, son indispensables. Una marca de sabiduría es darse cuenta de los antecedentes de uno y luchar por prevenir que ellos obstruyan la búsqueda personal de un mejor entendimiento de la realidad, así como también impedir una discusión productiva con otras personas.

Para tal fin, vale la pena, de vez en cuando, que demos un paso atrás y hagamos un balance de los antecedentes de uno. He aquí veinte de los míos, que juegan un papel significativo en discusiones acerca de la sociedad y economía.

VEINTE DE MIS ANTECEDENTES

1, Cada ser humano viene a este mundo como un agente moral, en igualdad de condiciones que todo otro ser humano.

2. Cada individuo posee la capacidad de elegir. Los seres humanos no son criaturas autómatas preprogramadas, ni criaturas Pavlovianas destinadas a reaccionar a todo estímulo en maneras inalterables.

3. Los adultos deberían ser responsables de las elecciones que hagan. Cada adulto merece cosechar las recompensas que devienen de “buenas” elecciones y deberían sufrir las consecuencias que devienen de “malas” elecciones.

4. Cada adulto conoce sus intereses mejor que como lo hace cualquier otro, y cada adulto tiene incentivos más fuertes que cualquier otro para proseguir esos intereses.

5. Cada persona se interesa más acerca de sí misma, y acerca de aquellos a quienes ama y brinda amistad, que como esa persona se interesa acerca de extraños. Puesto de otra forma, ninguna persona consistentemente valorará el bienestar de extraños tanto como valora su propio bienestar.

6. Los intercambios voluntarios son ventajosos para todas las partes de ese intercambio.

7. Los intercambios voluntarios que se llevan a cabo a través de fronteras políticas no difieren en su esencia de intercambios voluntarios que se dan totalmente dentro de fronteras políticas.

8. El inicio de la coerción es casi siempre injustificado, y nunca se justifica tan sólo por buenas intenciones.

9. El mundo tiene, y siempre tendrá, abundancia de gente dispuesta -incluso deseosa- de depredar a sus congéneres humanos. Y muchos de estos depredadores son hábiles en disfrazar sus intenciones depredadoras, detrás de un barniz de falsa benevolencia.

10. El poder oficial sobre otros -es decir, la habilidad de iniciar la coerción sin incurrir en desaprobación de la sociedad- es, para quienes tienen tal poder, intoxicante. Conservar y ejercitar el poder oficial es menos un “ejercicio público” y más una emoción personal y casi vulgar.

11. Aquellas personas más ansiosas y en capacidad de buscar el poder oficial -aquellos que buscarán más exitosamente estar en posición de usar la coerción- serán esas personas que tienen los menores reparos para imponer sus voluntades sobre otros. Esto es, los poseedores de poder oficial serán desproporcionadamente extraídos de los rangos de depredadores y oficiosos.

12. La mayoría de lo que hacen los estados modernos lo es por medio del inicio de la coerción. Esta realidad no es menos verdad tanto en democracias estables, como Estados Unidos, como en infiernos autoritarios, tal como Venezuela.

13. La sociedad moderna -incluyendo, por supuesto, a la economía- es inconcebiblemente compleja.

14. La complejidad social y económica surge y crece sólo en el tanto en que los individuos sean libres de actuar pacíficamente, sin preocuparse porque se inicie coerción en su contra.

15. Iniciar la coerción con intención de mejorar la sociedad o la economía desatará inevitablemente consecuencias no intencionadas por quienes la iniciaron y no prevista por los que estimularon ese uso de la coerción.

16. Sin darse cuenta de las consecuencias no previstas, quienes inician la coerción para mejorar la sociedad es muy posible que empeoren las cosas en vez de mejorarlas.

17. El interés propio, la creatividad, y la competencia dentro de mercados basados en la propiedad privada, son muy robustos. Las oportunidades de ganar en su momento, aunque nunca instantáneamente, serán buscadas y explotadas. La forma resumida como el economista expresa estos antecedentes, es que billetes de veinte dólares no permanecen mucho tiempo en la acerca sin ser tomados.

18. Individuos que están en posición de cosechar beneficios personales al explotar oportunidades de ganar, es mucho más posible que busquen o noten tales oportunidades -y de explotar esas oportunidades tan efectivamente como sea posible- que lo son individuos que no están en posición de obtener beneficios al hacerlo. Una consecuencia importante es que, siempre que un político, comentarista, predicador, o profesor insiste en que el estado debería iniciar la coerción para “resolver” algún presunto “problema,” es altamente posible que esa persona esté equivocada.

19. Cada persona está menos dispuesta a toma acción alguna entre mayores sean los costos para esa persona al tomar esa acción y entre menores sean los beneficios para esa persona cuando toma dicha acción.

20. Además de aire respirable y la gravedad, nada en este mundo que puede ser usado por los humanos es gratuito. Obtener más de una cosa siempre requiere obtener menos de otra cosa o cosas.

LA IMPLICACIÓN

Un resultado notable de mantener el arriba mencionado conjunto de antecedentes es un compromiso con el liberalismo clásico. Contra el supuesto juvenil hecho por tanta gente de la izquierda política, nosotros, los liberales clásicos, somos profundamente escépticos ante el inicio de la coerción por el gobierno, no porque generalmente objetemos las intenciones establecidas por quienes piden mayor intervención gubernamental, sino, más bien, pues creemos que ya sea porque esa intervención no logrará el objetivo intentado, o que lo hará tan sólo creando problemas mayores (o, a menudo, ambos).

Por supuesto, el caso a favor del liberalismo clásico consiste en más que antecedentes. Pero, una persona que mantiene todos los antecedentes arriba citados, a la vez que rechaza al liberalismo clásico (o libertarismo), es difícil de imaginar. Po tanto, personas que sinceramente rechazan al liberalismo clásico, lo hacen porque muchos de sus antecedentes difieren del tipo arriba señalado.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.