Los fundamentos de economía pueden ser muy útiles para comprender y tratar de resolver muchos de los problemas asociados con el cambio climático, diferentes de los interesados.

CÓMO SER UN ECONOMISTA VERDE, AL ESTILO DE NORDHAUS

Por Joakim Book
American Institute for Economic Research
10 de agosto del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como joakim book american institute for economic research green August 10, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

William Nordhaus, de la Universidad Yale, obtuvo el premio Nobel en Economía en el 2018, por su trabajo de mucho tiempo acerca de la economía del medio ambiente. Durante décadas, analizó el impacto económico del cambio ambiental, construyó modelos para integrar procesos de largo plazo con procesos ambientales de largo plazo, y llegó a ser firme proponente de impuestos al carbono. Como economista bien educado y dedicado, vio su contribución a este campo que surgía, para asegurar que los procesos económicos con efectos externos negativos (“externalidades”) internalicen esos efectos de derrame dañinos para otros.

Este año, el profesor Nordhaus vino con un libro ambicioso e integral, si bien algo confuso: The Spirit of Green: The Economics of Collisions and Contagions in a Crowded World. Ambicioso pues él trata de condensar en alrededor de trescientas páginas todo acerca de una buena sociedad, acerca de la mentalidad verde, la ciencia del cambio climático, los temas económicos de externalidades y bienes públicos, filosofía política, economía del comportamiento, así como recomendaciones específicas tales como impuesto al carbono y acuerdos acerca del clima global. Él lo describe como enfocándose “en la ciencia y la economía del cambio climático,” pero, logramos un mínimo de ciencia y mucho de apelación a la autoridad científica.

El libro es confuso pues Nordhaus trata con todos los temas bajo el sol económico y no es lo suficientemente claro en cuál es su argumento central. Además, sus capítulos relativamente cortos y bien estructurados se interrumpen por un tópico ocasionalmente no relacionado -como sumirse en más de 20 páginas con la pandemia y los muchos errores de la administración Trump. Como tema relacionado con la ética verde de la ecología profunda o razones para que bienes públicos sean suministrados por el gobierno, es extraño e incómodo. El capítulo pende de un hilo, sólo porque, como emisiones de CO2, una pandemia incluye “costos externos” cuando una persona infectada opera en sociedad.

Nordhaus esboza una sociedad “bien administrada” con la suficiente vaguedad y superficialidad como para pasar por un eslogan de campaña de la mayoría de movimientos políticos (orientados a la izquierda): igualdad, imposición correctiva y gobierno intervencionista, para enfrentar las limitaciones e injusticias en asuntos privados. Los baches de riqueza son demasiado grandes, los derechos de los animales no son suficientemente promovidos, las decisiones de política no se toman en los niveles correctos, y los procesos actuales son demasiado insostenibles para dejar a nuestros descendientes al menos tan bien como estamos nosotros: “ Una sociedad justa se aseguraría que todo mundo, de arriba a abajo en la escala económica, disfrute de agua limpia, aire saludable, espacios verdes, parques públicos, y aspectos similares de un estándar de vida ambiental.”

Esta es una lista progresista de deseos, no una investigación académica seria acerca de la economía del cambio climático. Eso es permisible siempre que se dirija a presentar un libro de visión de conjunto, para introducir una audiencia amplia a los temas y describir ideas fundamentales y cómo pensar acerca de temas verdes. Aun así, uno esperaría, de un reciente acuñado premio Nobel, un poco más de profundización en las malezas de los modelos climáticos o la economía del cambio climático.

Lo que es bueno es el énfasis incansable del profesor Nordhaus acerca de los precios haciendo todo el trabajo difícil. Él no se opone a regulaciones gubernamentales de contaminantes o subsidios para tecnologías promisorias -en efecto, él a menudo proclama su valía- pero, regresa al punto económicamente sólido de que los precios pueden y deberían hacer la mayor parte del trabajo. Los economistas han investigado las externalidades durante décadas y siglos, y que las mejores soluciones para aquellas en que no pueden ser litigadas o asignar derechos de propiedad, son aumentar el precio de mercado. Los fondos recaudados de impuestos al carbono deberían usarse ya fuera para subsidiar otras tecnologías o para aliviar el dolor a los hogares de menor ingreso, pues los impuestos verdes abrumadoramente dañan a los pobres, más que a los ricos.

Los precios son informativamente eficientes; son fácilmente manejables, y pueden coordinar las acciones de millones y millones de personas, como nunca podrían llamados a un comportamiento o conciencia. “Nosotros no necesitamos saber todo acerca del carnicero o el cervecero o el panadero, para tener confianza en que nuestras acciones son éticamente neutrales o positivas,” escribe Nordhaus, haciendo eco de la frase famosa de Adam Smith. Un consumidor no necesita saber cómo fue producido un artículo, de dónde vienen sus componentes, o qué fuente de energía se usó en el proceso ̶ todo lo que él o ella necesita saber es pagar el precio, tal como lo hacemos con otros bienes en la economía. Él incluso favorece poner precios a los recursos públicos aún sin dueño, como agua o tierras públicas, afirmando que los malos precios actuales puestos por el gobierno desperdician estos recursos.

Lo que incluso es aún más bienvenido en un clima de debate de otra forma hostil, es la aceptación de Nordhaus de fuentes de electricidad a las que su activista climático promedio se opone ardientemente. Él es feliz de incluir lo nuclear, de hecho, alabándolo por su extraordinariamente baja emisión de CO2, e incluso, en ocasión, al gas natural, que él quietamente junta con el viento como insumos de energía de “bajo carbono.” En una sola línea, en una sección técnica acerca de los precios de la electricidad bajo diversos impuestos al carbono, correctamente apunta que los “renovables tienen límites severos en términos de asuntos técnicos (tales como curvas de carga) así como limitaciones de suministro en el largo plazo” ̶ lo que significa que son de baja densidad, altamente intermitentes, y que no pueden acoplarse a las demandas de electricidad de la sociedad moderna. Es impactante ver cómo él pasa por alto este obstáculo crucial, alejándolo con nociones de que una red de electricidad renovable “sería una empresa masiva.”

Aun así, él admite que el gas natural y lo nuclear son parte de una mezcla crucial de electricidad de bajo carbono, y que los renovables son deficientes. Aunque está escondida profundamente en el Capítulo 18, me quedo con la victoria.

Lo que es tan refrescante acerca de la descripción general de Nordhaus de la economía del clima, es que el objetivo es maximizar los beneficios y no sólo minimizar el costo del cambio climático (que es el objetivo único en la mente de muchos que hacen políticas y la mayoría de los activistas verdes). Ambos, costos de mitigación y daños por el clima, importan. Felizmente Nordhaus critica a los llamados fondos verdes de inversión por excluir lo nuclear en sus inversiones, y muestra qué tan arbitrariamente y de poca ayuda son muchos de los criterios para sus inversiones.

LAS COSAS NO TAN BUENAS

Un investigador hábil y persuasivo toma los argumentos de sus oponentes de la mejor manera, y trata de refutarlos ̶ esto es, hace funcionar la fortaleza argumental en vez de usar la falacia del hombre de paja. En The Spirit of Green, Nordhaus falla irremediablemente en su tarea. Él encara dos argumentos contra la noción de histeria climática (o tres, si usted cuenta referencias a “Es un engaño de China” del presidente Trump). Primero, en lo que se conoce como el hiato del calentamiento global, en el que, entre 1998 y el 2012, las temperaturas globales no aumentaron incluso cuando las emisiones de CO2 continuaron siendo lanzadas hacia la atmósfera. Segundo, él cita argumentos de que, técnicamente, el CO2 no es un contaminante, y que puede tener beneficios accidentales, tales como un reverdecimiento global.

Como refutaciones a críticas al argumento esencial de Nordhaus, estas son débiles. Primero, la pausa en el calentamiento es, por el momento, noticia muy vieja; fue cosa razonable preguntar a científicos totalmente seguros, cuando la relación entre el CO2 y las temperaturas globales no parecían ser tan lineares como ellos sugerían, pero, difícilmente, era prueba fuerte de que el cambio climático no estaba sucediendo, o que no eran necesarias medidas fuertes para proteger a las sociedades contra sus efectos.

Era un llamado a científicos para que investigaran adónde se había ido el calor (a los océanos) y que estaba faltando en sus modelos (en mucho).

Segundo, es innegable que un CO2 atmosférico más elevado ha contribuido al reverdecimiento global en décadas recientes, pero, el contraargumento apropiado es mostrar que los peligros sobrepasan estos beneficios menores ̶ no, como Nordhaus, involucrarse en una discusión de media página acerca de lo que la Corte Suprema de Estados Unidos considera un contaminante. Nosotros no somos abogados y esta no es primordialmente una discusión legal. Los impactos climáticos de las emisiones de CO2 tienen beneficios, así como costos, y es nuestro trabajo, como científicos y economistas, tomarlos apropiadamente en cuenta.

Tercero, no aparece ninguno de los buenos argumentos contra la propia posición de Nordhaus: que los modeladores del cambió climático son horrendamente imprecisos, siempre sesgados hacia el lado catastrófico; que la tecnología y riqueza han saturado cualquier efecto negativo que un clima cambiante nos haya lanzado (de hecho, han logrado que estemos más seguros), y que es posible que lo vuelva a hacer; que la adaptación, esa muy denigrada excusa para la inacción climática, hace que los daños actuales y futuros del cambio climático sean órdenes de magnitudes menores que las de la mayoría de los modelos. Además, Nordhaus básicamente ignora que la simple adición teórica de un impuesto global al carbono está plagada de dificultades, desde la negociación política a su puesta en práctica, pasando por la evaluación, y cómo asegurar que los fondos se usen para financiar las cosas correctas. Y eso es asumiendo que obtengamos el nivel correcto del impuesto, y que la mayoría de los países entren a bordo globalmente.

Sí, el cambio climático es un desafío y una amenaza para el mundo, pero, no es el único tema ̶ no en el mundo rico y, más profundamente, no en el mundo pobre. Un enfoque obtuso para combatir el cambio climático no sólo es equivocado, sino ineficiente en el sentido económico apropiado del mundo.

Aun así, Nordhaus merece crédito al favorecer soluciones de mercado en un ámbito político en que la Ventana de Overton [Nota del traductor: “teoría política que representa un ideario aceptable por el público como una ventana estrecha, afirmando que la viabilidad política de una idea se define principalmente por este hecho antes que por las preferencias individuales de los políticos”] oscila entre abolir el capitalismo y prohibir los combustibles fósiles en la siguiente década: “[E]l mensaje útil de los ambientalistas de libre mercado es este: no exagere su entusiasmo Verde. Las regulaciones pueden ser demasiado calientes, así como demasiado frías.”

¿Hay alguna forma de ser un ambientalista preocupado sin caer presa de “Todo es un engaño.” por un lado, y “¿Es el apocalipsis,” por el otro?
Yo creo que sí; en lo más profundo, creo que el profesor Nordhaus también lo cree. The Spirit of Green lo muestra, pero usted necesita escarbar un poco para encontrarlo.

Joakim Book es un escritor, investigador y editor, entre otras cosas, acerca de dinero, finanzas e historia financiera. Posee una maestría de la Universidad de Oxford y ha sido académico visitante del American Institute for Economic Research en el 2018 y el 2019. Sus escritos han aparecido en el Financial Times, FT Alphaville, Neue Zürcher Zeitung, Svenska Dagbladet, Zero Hedge, The Property Chronicle y muchos otros medios. Él es escritor regular y cofundador del sitio libre sueco Cospaia.se, y escritor frecuente en CapX, NotesOnLiberty, y en HumanProgress.org.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.