Los vemos con frecuencia, y siempre pretendiendo que sus luchas son por los más desvalidos, cuando en realidad son estos quienes terminan como serviles de la nueva clase totalitaria socialista. Aquellos nunca reconocerán el mal de la dictadura socialista, pues así se les acaba su ilusión y dogma de un paraíso en la tierra… o, tal vez, la opción de ejercer poder sobre las vidas de los demás.

¿QUÉ ES LO QUE AHORA PIENSA LA IZQUIERDA ACERCA DE CUBA?

Por Juliana Geran Pilon
Law & Liberty
6 de agosto del 2021

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Hace seis décadas, Estados Unidos trató de salvar a Cuba del totalitarismo que diezmaría el tesoro nacional y aplastaría su alma. Pero, la administración Kennedy estropeó el esfuerzo; más de cien héroes murieron, el resto fue capturado. La democracia tendría que esperar. Ahora hemos completado el círculo: es ahora el pueblo cubano quien le está enviando al mundo -y, en especial, a Estados Unidos (en el tanto en que muchos manifestantes tenían banderas estadounidenses) ese mismo mensaje de libertad. Pero, si eso se estrella, no son los manifestantes cubanos quienes han fracasado: es Estados Unidos.

No cuente con que medios de la corriente principal expliquen qué estaba sucediendo allí. He aquí como el editorial del New York Times del 28 de julio, de Ernesto Londoño, hábilmente hizo girar los levantamientos del 11 de julio: “Cuando los cubanos, impulsados por una crisis económica severa, estallaron en una inusual ola de manifestaciones públicas, los críticos del gobierno en la isla y el extranjero tenían la esperanza de que el acto de desafío obligaría a los totalitarios gobernantes de la isla a abrazar reformas políticas y económicas.” Y ¿quiénes eran esos agitadores? “Medios manejados por el gobierno denunciaron a los manifestantes como vándalos y saqueadores.” Aquí también los tenemos; pero, lo admitimos, esto suena excesivo: “oficiales de policía han ido de puerta en puerta practicando detenciones, dijeron activistas en derechos humanos y manifestantes.” En verdad, las crisis económicas pueden causar desórdenes.

Dos días más tarde, Reuters hizo eco de la narrativa: “Miles salieron a las calles, furiosos ante escaseces de productos básicos, limitaciones a libertades civiles, y el manejo de la pandemia por las autoridades.” No importa en que uno no pueda “limitar” lo que no existe. Ni que simplemente es furia lo que hace que usted camine hacia un pelotón de fusilamiento que apunta hacia el corazón de su pueblo desde hace seis décadas. Ese no es periodismo; es encubrimiento.

En realidad, las protestas cubanas fueron explosivas: “Simplemente sin precedente,” declaró Sebastián Arcos, director asociado del Instituto de Investigación Cubano (CRI por sus siglas en inglés) de la Universidad Internacional de Florida (FIU por sus siglas en inglés), en una conferencia del CRI el 21 de julio. “Es, sin duda, un momento decisivo en la historia de Cuba.” Pues, si bien hay una “crisis económica que se profundiza, agravada por una crisis en la salud y, por supuesto, el Covid,” las manifestaciones no eran “quejas ante asuntos económicos o asuntos del gobierno local. Ellos estaban, abiertamente, políticamente radicalizados contra el régimen,” declaró Arcos. “Los cánticos de libertad, de abajo [el presidente cubano] Diaz-Canel, abajo el Comunismo. La población no cree más en la narrativa [del gobierno cubano].”

Sólo vea uno de los incontables videos que circulan en medios sociales, que capturaron a una mujer gritándole a una cámara de un teléfono celular: “Por más de 60 años, se nos ha mentido y engañado, y eso debe terminar. Nos estamos quitando el manto del silencio.”

Esa es la mejor metáfora para describir lo que hoy está pasando en Cuba, escribe Hilda Landrove en el progresista NACLA Report del 27 de julio. “La significancia de estas protestas no se puede exagerar; son la mayor y más radical expresión de descontento en el proceso de 62 años, que la élite gubernamental llama una revolución, aunque poco queda del impulso revolucionario original, excepto el nombre.” La causa del actual desastre es la misma de Venezuela y de toda dictadura izquierdista, explica Landrove: “Un modelo soviético de control económico ha concentrado la riqueza en manos de empresas manejadas por el gobierno, exacerbando condiciones de vida inestables para mucha de la población cubana, y frenando el crecimiento económico no controlado por el estado, incluyendo economías populares y comunitarias sostenibles.”

Una candidata al doctorado en Estudios Mesoamericanos en la Universidad Autónoma de México y organizadora cultural cubana, Landrove entiende y ama a su pueblo: “Estas protestas están enraizadas en una tradición duradera de resistencia, disensión, y oposición al igualmente duradero gobierno cubano totalitario. Desde noviembre del 2020, los movimientos 27N y Movimiento San Isidro (MSI) han cambiado el panorama político de la isla y sociedad civil, al insistir en ‘el derecho a tener derechos.’ El estado respondió esos esfuerzos intensificando la represión y criminalizando la disensión.”

¿Su audiencia meta? Miren el título: “Con los Cubanos Hablando, ¿Cómo Responderá la Izquierda?” Es a sus colegas progresistas a los que ella acusa de hipocresía total. Incluso al empeorar la vida en la isla, “la imagen de Cuba, como faro de las Américas, y modelo para muchos movimientos anticapitalistas y antimperialistas, ha permanecido intacta.” Acusándolos de “una ceguera voluntaria vigente” y de patrones dobles, ella golpea furiosamente: “Una y otra vez, nosotros los cubanos que vivimos en América Latina, nos hemos visto obligados a explicar, usualmente ante oídos sordos, las crisis sistémicas de la educación y la salud, el sistema colapsado de seguridad social, y las condiciones de vida inestables que sufre la mayoría de la población.” Enfocarse en el embargo de Norteamérica puede ser útil como “un rotulador ideológico, pero, en realidad, pocos entienden desde un punto de vista legal qué es lo que ha afectado a la economía cubana.” Lejos de ser causada por el embargo, “la caída económica de la isla es un resultado del puño de hierro y la acumulación de la poderosa élite.”

Las sanciones económicas estadounidenses -que, incidentalmente, excluyen alimentos y medicinas- fueron explicadas por John Suárez, director ejecutivo del Centro para una Cuba Libre, el 31 de julio: “Las empresas estadounidenses, debido al monopolio de la dictadura de los Castro sobre la economía, sólo pueden venderle al régimen. La dictadura es la que está explotando a los cubanos. Por ejemplo, las empresas estadounidenses le venden pollo a Cuba en $1 el kilo y el régimen de los Castro le da la vuelta y se lo vende a los cubanos en tiendas gubernamentales a $7 el kilo, echando la diferencia en el bolsillo de los Castro.” Por tanto, no es extraño que, como señala Landrove, “l[l]a vida cotidiana en Cuba se haya hecho insoportable para la mayoría que no tiene dólares y que no puede comprar en tiendas que aceptan esa moneda. Las tiendas que operan con moneda local a menudo no son capaces de almacenar productos esenciales.”

Pero, los más culpables son “[A]quellos que hoy se llaman a sí mismos la Izquierda Latinoamericana, [quienes] decidirán qué hacer con sus palabras, que esconden la caída espectacular de la narrativa de un pueblo condescendiente y un gobierno benigno. ¨¿Continuarán ellos vaciando a sus palabras de sentido o mantendrán sus principios?” Pero, ¿qué son exactamente esos “principios”? Sus raíces fueron sembradas en los años sesenta ̶ los días embriagadores cuando conspicuamente los radicales hicieron una genuflexión ante el modelo comunista. Escribe el antes izquierdista Bryan Burrough en su esencial Days of Rage: “Revolucionarios apocalípticos representaban una nueva voz estridente en el movimiento [radical]… [cuyo] modelo favorito era la Revolución Cubana, su icono Ernesto “Che” Guevara, el aventurero mano derecha de Castro.”

Aquellos incluían a miembros del Weather Underground, el Partido de las Panteras Negras (BPB por sus siglas en inglés), y May 19. Algunos llegaron a ser terroristas ̶ notoriamente Joanne Chesimard, también conocida como Assata Shakur, antiguo miembro del Ejercito de Liberación Negra (BLA, por sus siglas en inglés, una rama del BPB) quien estaba dedicada a la lucha armada. Hasta su fuga de una prisión estatal en Nueva Jersey en 1979, Shakur había estado sirviendo una sentencia de por vida por el asesinato en 1973 de un patrullero estatal de los Estados Unidos.

Esto nos lleva a la actualidad. Shakur en su momento llegó a Cuba, que le otorgó asilo en 1984. Ella aún está allí, y en la lista de los más buscados del FBI. Igual está Charlie Hill, antiguo miembro de un grupo militante llamado la República del África Nueva (RNA por sus siglas en inglés), que buscaba crear una nación negra independiente en el Sur de Estados Unidos. Hill, junto con otros dos hombres, está acusado de matar a un policía en Nuevo México en 1971. Otra compañera miembro del RNA, Cheri Dalton, alias Nehanda Abiodun, es buscada por su involucramiento en el robo armado de un camión remesero en Nueva York en 1981, en el cual dos policías y un guarda de seguridad fueron asesinados. ¿Es de extrañar algo que sus antiguos colegas, compañeros radicales diversamente perdonados y contratados para enseñar en universidades, activistas en organizaciones como Black Lives Matter, estarían reacios a antagonizar al gobierno cubano?

“Parece justo,” concede el profesor de la Universidad de Texas, Jorge Felipe-Gonzáles. Pero, él piensa que hay más en eso; “la organización [BLM] está usando al movimiento cubano para criticar al gobierno de Estados Unidos y su política internacional,” arguye él en la edición del 17 de julio de The Atlantic. Aquella alabó al anterior presidente Barack Obama por levantar las sanciones contra Cuba, que su sucesor luego revirtió, y que la administración Biden ha sido lenta en reformar. Los cubanos -y, en particular, cubanos negros- están sufriendo. El sistema judicial cubano está persiguiendo a los manifestantes con sentencias de hasta 20 años.” Se lamenta Felipe-Gonzáles, “BLM, entre todas las organizaciones, debería darse cuenta que tampoco los cubanos pueden respirar.”

Tal vez lo es; pero, ¿a quién BLM responsabiliza? Su sitio en la red “condena el tratamiento inhumano a los cubanos por el gobierno federal de Estados Unidos.” Continúe leyendo: “Desde 1962, Estados Unidos ha impuesto dolor y sufrimiento sobre el pueblo cubano, al recortar la comida, medicinas y suministros, costándole a la pequeña isla un estimado de $130 miles de millones. Sin ese dinero, es más difícil que Cuba adquiera el equipo médico necesario para desarrollar sus propias vacunas para el COVID-19 y el equipo necesario para producir alimentos.
Esto se da a pesar del fuerte cuido médico del país y una historia de prestar médicos y enfermeras en desastres alrededor del mundo.”

Parece no importar que “el fuerte cuido médico” comparta con “prestar médicos y enfermeras en desastres alrededor del mundo,” el precio máximo de mitología rancia. Hasta la BBC reporta los hallazgos de Defensores de los Prisioneros, una ONG basada en España, que hace campaña por los derechos humanos en Cuba, ligada al grupo de oposición Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), que indican que “los médicos en promedio reciben entre un 10% y un 25% del salario pagado por los países anfitriones, siendo el resto conservado por las autoridades cubanas.” Todavía más, empezando en el 2020, Human Rights Watch ha denunciado el tratamiento de Cuba a sus trabajadores de la salud como esclavos de hecho. Por ejemplo, los trabajadores de la salud que “abandonan” las misiones a las que han sido asignados, quedan sujetos de facto a una prohibición de ingreso a Cuba por ocho años. En noviembre del 2019, relatores especiales de Naciones Unidas de formas contemporáneas de esclavitud declararon que, las condiciones laborales reportadas a ellos, incluyendo fuentes de primera mano, “podrían equivaler a trabajo forzado.”

Nada de esto parece haber sido notado por la organización BLM. Pero, será crecientemente difícil de ignorar ahora que todo el mundo lo está viendo. Como le contó el antiguo disidente y previo embajador checoeslovaco a las Naciones Unidas, Martin Palous, director del Programa Václav Havel de Derechos Humanos y Diplomacia, a los cientos de participantes de la conferencia de la FIU del 21 de julio: “Esto no es sólo acerca de Cuba. Es acerca del futuro de la democracia en el mundo. Tenemos una obligación de ayudar, y tenemos la oportunidad de ayudar. Este es un tema transatlántico y ciertamente un asunto global.”

Arcos subestimó la importancia de este momento: “Lo que vimos en las calles de Cuba y las calles de Miami es que hay un cambio generacional. Gente más joven ha asumido la causa de la libertad y la han hecho suya. Han demostrado que tienen la pasión, y que tienen el interés.” Los líderes del movimiento son “una sección cruzada de Cuba y son más jóvenes, más negros y mujeres. En especial, jóvenes y mujeres han desempeñado un papel increíble” en estas demostraciones.

En la vecina Venezuela, los líderes de la oposición han elogiado al movimiento pro democracia en Cuba, agregó Astrid Arrarás, profesora del Departamento de Políticas y Relaciones Internacionales. Eso fue resumido por Carlos Saladrigas, empresario y presidente del Grupo de Estudio de Cuba: “Este no es el principio del fin,” agregó él. “Estamos viendo una reivindicación de la apertura y comunicación. Nada de eso se va a resolver en un día. Necesitamos pensar acerca de esto como un proceso.”

Sin embargo, este proceso debe empezar enfrentando la verdad. Esa es la razón de por qué el mensaje de Landrove, dirigido a sus amigos en la izquierda, como sea que ellos se llamen a sí mismos -socialistas, Marxistas, progresistas, estatistas, lo que sea- es particularmente poderoso. Ellos tienen que decidir dónde están, “cómo ellos definen revolución, pueblo, soberanía, libertad, y qué tipo de mundo quieren construir al usar esas palabras.” Absolutamente. Palabras con pedigrís respetables han sido readaptadas con cinismo Gramsciano-Leninista hacia su opuesto exacto, a la vez que los progresistas no se estremecen cuando la historia retrocede hacia la esclavitud.

La dictadura de los Castro y la mayoría de medios estadounidenses llaman “bloqueo” al embargo económico de Estados Unidos,” haciendo caso omiso de las estadísticas de comercio entre Estados Unidos y Cuba durante los últimos 20 años. Lo que existe, reporta el Centro para una Cuba Libre, es un “bloqueo interno” sobre los cubanos impuesto por el régimen. Su sitio en la red provee amplios detalles. También, presta atención a la estrecha relación de Cuba con Irán, que se restableció en 1979. Por ejemplo, el 18 de junio, la presidenta del Comité de Relaciones Internacionales del Congreso, Yolanda Ferrer, le dio la bienvenida con entusiasmo a Seyed Mohammad Hadi Sobhani de la República Islámica, para discutir acerca de sus “relaciones bilaterales sólidas.”

Ignorar la realidad y usar falsamente las palabras es lo suficientemente malo. Pero, Landrove tiene una petición adicional: “Y ellos también tendrán que decidir cuándo permanecer en silencio, pues el silencio a la luz de la injusticia es complicidad.”

Mientras que examinan su consciencia, ellos serán bien aconsejados para que lean Against All Hope [Contra toda esperanza], la memoria que, como prisionero, Armando Valladares, el Solzhenitsyn de la nación, escribió en 1986. El libro termina describiendo una orgía de sangre, en donde súbitamente emergió un hombre, “elevando sus brazos hacia el cielo invisible y rogando clemencia a sus verdugos.” Él fue ametrallado sumariamente. Pero, su mensaje permanece indeleblemente grabado en la mente del lector. No lo abandonemos a él y a su pueblo valiente.

Juliana Geran Pilon es compañera sénior del Instituto Alexander Hamilton para el Estudio de la Civilización Occidental. Es autora de varios libros, incluyendo The Art of Peace: Engaging a Complex World (2016), y su último, The Utopian Conceit and the War on Freedom, fue publicado en setiembre del 2019.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.