Su lectura vale la pena, pues nos permite entender cómo el daño provocado por medidas regulatorias y no farmacéuticas impuestas por los gobiernos para “controlar” el virus, han causado un daño mayor a los más pobres.

POR QUÉ LAS CUARENTENAS GUBERNAMENTALES DAÑAN PRINCIPALMENTE A LOS POBRES

Por Michael N. Peterson
American Institute for Economic Research
23 de julio del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como michael n. peterson american institute for economic research poor July 23, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Una de las peores políticas que un gobierno de un país en desarrollo puede imponer es impedir a sus ciudadanos que se ganen la vida. Por desgracia, eso es exactamente de lo que fuimos testigos en relación con la pandemia del Coronavirus, que empezó a tomar forma real en marzo del 2020. Mucha gente ya ha destacado los enormes costos de las cuarentenas sobre individuos y empresas, pero ha habido poca discusión acerca de cómo esas políticas impactaron a países en desarrollo, comparados con sus contrapartes más ricas.

En países en desarrollo, las empresas pequeñas y de tamaño mediano -así como empresas informales- brindan aproximadamente el 70% del empleo total. Además, esas empresas pequeñas e informales significan más del 30% del PIB (Producto Interno Bruto). Por otra parte, para la mayoría de países desarrollados, los mercados informales significan menos del 20% del empleo total y sólo alrededor de un 9 a un 15% del PIB. Lo que esto significa es que las órdenes de cuarentenas afectan diferentemente a los países con base en la composición económica de cada nación.

Para países desarrollados, sin duda que las cuarentenas impusieron significativos costos económicos y de salud. Muchos trabajadores en el sector de servicios, como la industria de los alimentos, por ejemplo, se quedaron sin empleo y tuvieron que descansar en los cheques gubernamentales de estímulo para lograr sobreponerse en las etapas más difíciles de la pandemia. Algunos negocios tuvieron que cerrar sus puertas del todo, dejando igualmente a muchos empleados sin trabajo. Esto es por no decir nada de las consecuencias severas a la salud mental por las órdenes gubernamentales de cuarentena.

No obstante, países más ricos tienen mejor capacidad de adaptarse flexiblemente a tales circunstancias cambiantes, incluso en el caso de lo que, algunos argüirían, son cuarentenas draconianas sin precedentes. Eso es porque muchos negocios fueron capaces de hacer la transición hacia el trabajo remoto, lujo que muchos países en desarrollo no pueden darse. En un trabajo para el Banco Mundial, se estimó que aproximadamente 1 de cada 5 empleos se puede desempeñar remotamente en el mundo desarrollado. En los países en desarrollo, esa cifra es apenas de 1 en 26.

Como escribe Karsten Noko, “[S]i la elección ante usted es, a menudo, quedarse en casa y dejar de proveer la comida para la cena de su familia, o envalentonarse hacia la ciudad e intentar y defenderse por su familia… Yo sé cuál, elección tomaría.” Hay numerosos casos de ciudadanos en países de bajo ingreso desafiando las cuarentenas u órdenes estrictas de quedarse en casa, de forma que así puedan ganar lo suficiente para alimentarse a sí mismos y sus familias.

En algunos casos, estas posiciones desafiantes han conducido a protestas violentas en muchas partes del mundo. En respuesta a estas protestas, muchos gobiernos han emitido órdenes represivas, como el presidente de Filipinas Rodrigo Duterte, al declarar que se les disparará a los violadores si se les veía desobedeciendo las órdenes de cuarentenas. En Colombia, protestas recientes contra un plan impositivo y cuarentenas abrumadoras, han resultado en docenas de muertes, cuando la policía y manifestantes chocaron violentamente entre sí.

Debido a que los gobiernos en países en desarrollo se inclinan más hacia la corrupción y tienen temor constante de disturbios políticos, ellos tienen una capacidad mayor para abusar de su autoridad, bajo el disfraz de seguridad de la salud pública. Por ejemplo, en Argentina, muchos ciudadanos han sido acosados y atacados por la policía.

Otra razón por la que las órdenes de cuarentena han dañado desproporcionadamente a economías en desarrollo, se debe a sus bajas tasas de ahorro. En general, tasas altas de ahorro doméstico tienden a conducir a tasas de crecimiento económico más elevadas. Por desgracia, dado que típicamente los países en desarrollo tienen ahorros domésticos más bajos, es mucho más difícil para ellos capear las cuarentenas, pues los individuos no pueden vivir de sus ahorros para compensar el ingreso perdido. Para muchas naciones desarrolladas, los ahorros domésticos son más altos, lo que significa que a esos países les irá relativamente mejor cuando el ingreso se reduce severamente o del todo es inexistente.

Algunas predicciones atribuyen mayores aumentos en la pobreza global debido al Covid-19, sin especificar qué tanto del aumento puede atribuirse a acciones de política específica emitidas en ocasión del virus. Estas estimaciones no son, como tales, inexactas, sino que fallan en distinguir entre los costos económicos asociados con respuestas sociales voluntarias y mandatos impuestos por el gobierno.

Docenas de estudios han mostrado que las políticas de cuarentena por los gobiernos ni siquiera aprobarían un análisis superficial de costo/beneficio, requisito que deben cumplir muchas agencias en Estados Unidos. También, pareció que los países en desarrollo instituyeron, como reflejo, medidas de cuarentena, al sencillamente imitar las respuestas tempranas tomadas en naciones más desarrolladas. Así, muy poca deliberación calculada se tuvo en países que tenían más por perder por la vía de políticas unilaterales y generalizadas, que naciones más ricas mejor situadas, como Estados Unidos, Inglaterra, y Australia.

Contra la opinión popular, había alternativas reales disponibles diferentes de cuarentenas gubernamentales. Estas alternativas deberían haber sido especialmente revisadas en países en desarrollo, en donde una política que calza con todo es menos efectiva y más posible que cause más mal que bien. Por ejemplo, habría sido inteligente que el gobierno invirtiera temprano en hacer exámenes y trazar contactos ̶ o, como mínimo, permitir que actores privados brindaran esos servicios sin restricciones onerosas.

En su nuevo libro, Economics in One Virus (2021), Ryan Bourne afirma que “pruebas rápidas y confiables… habrían ayudado a superar… el problema informacional de determinar quién está infectado o si es posible que sea contagioso.” (p. 191).

Similarmente, en un artículo, los coautores Chowdhury y Jomo aseveran que “Si el trazado de contactos y otras medidas tempranas de contención se hubieran tomado adecuadamente a tiempo para contener la transmisión viral, las cuarentanas generalizadas en el país no habrían sido necesarias.”

Además, algunos economistas han propuesto que se dé más autonomía a gobiernos locales y estatales, que es más probable pongan en marcha políticas que se adaptan mejor a necesidades de la gente dentro de cada jurisdicción. Si se hubiera dedicado más recursos a algunas de estas estrategias, se podría haber evitado extensas cuarentenas gubernamentales.

Adicionalmente, deberíamos abrazar el prospecto de países ricos vendiendo vacunas a países pobres, lo que, en efecto, lograría que ambas naciones estén mejor. Finalmente, las vacunas deberían ser las inversiones mayores que los gobiernos hagan durante una pandemia, para asegurar que el virus detenga su diseminación tan pronto como sea posible.

Había alternativas reales disponibles si tan sólo los gobiernos hubieran estado dispuestos a ver. Esas acciones irresponsables de los gobiernos son especialmente agudas y más dañinas en países en desarrollo y entre los pobres, pues la mayoría de trabajadores no puede darse el lujo de sacrificar semanas o tal vez meses de ingresos, tan sólo para ser confinados a lo que, en efecto, es un arresto casero. Si sinceramente nos interesamos en los pobres, debemos repensar las políticas de cuarentena y prometer hacerlo mejor la próxima vez.

Michael N. Peterson es Especialista de Contenido en una institución académica del área de Washington, D.C. Actualmente prosigue estudios de maestría en Economía en la Universidad George Mason. El estudio de Michael se enfoca en economía del desarrollo y análisis institucional.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.