Hay que ponerle atención a este tema, pues las cosas malas de otros lados, suelen diseminarse como la plaga.

EL PROBLEMA REAL CON LA TEORÍA RACIAL CRÍTICA

Por Richard K. Veeder & Amy L. Wax
Independent Institute
9 de julio del 2021

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A lo largo del país, un número creciente de padres de estudiantes de kínder a sexto grado y de colegio se ha rebelado contra la enseñanza de la teoría racial crítica (TRC) y del “anti racismo” en escuelas públicas y privadas. Las razones para su alarma varían, y las batallas retóricas pueden ser confusas, pero no es difícil llegar al corazón de las objeciones de los padres.

Ellos rechazan la presentación de nuestro país, su historia, su fundación, sus instituciones, sus leyes y prácticas actuales, como extensa, uniforme, profunda e irredimiblemente racistas. Tampoco aceptan el corolario de que automáticamente todos los estadounidenses blancos disfrutan de un “privilegio blanco” ilegítimo ̶ y que ellos deben ser culpados de todos los problemas que hoy experimentan las personas de color, en especial negros.

Pensamos que, en el mejor de los casos, esos postulados son dudosos. Pero, en nuestra opinión, el aspecto más pernicioso de la instrucción de la TRC, desde una perspectiva educacional, no es su contenido, sino la intolerancia unilateral, dogmática, ante cualquier punto de vista alternativo.

La TRC proscribe cualquier mención en clase, por no hablar de la discusión meditada, del rango completo de ideas acerca de la raza que actualmente se articula a través del espectro político. (La misma cosa es verdad en los Estados Unidos corporativos y en las universidades, en donde los empleados saben que es mejor no objetar abiertamente los dogmas rígidos de la TRC). La historia aprobada por la TRC, en resumen, es que el racismo blanco es generalizado y responsable de todos los déficits y disparidades raciales. Lo que no está siendo enseñado -a lo que no están expuestos los estudiantes e incluso no se les permite escuchar- es la posición en contra de que las desigualdades raciales persistentes están, a menudo, enraizadas en diferencias culturales y tendencias de comportamiento que del todo no son trazables a la esclavitud o a Jim Crow [Nota del traductor: leyes estatales y locales racistas aprobadas por legislaturas blancas dominadas por los demócratas entre 1876 y 1965], que no todo se puede resolver purgando la vaga categoría de “racismo estructural.”

Uno de los elementos centrales del credo “anti racista,” que convenientemente permite que la TRC se presente como verdad sin ambages, incuestionable, es que cualquier crítica, desafío o argumento en su contra, no importa que se base en evidencia, historia o lógica, es, por definición, una expresión racista de un sistema opresivo de “blancura.” Según los proponentes de la TRC, ese sistema debe ser totalmente desacreditado, desmantelado y borrado, tanto para lograr la “justicia racial,” como para evitarles a los no blancos un trauma, exclusión y un ambiente “inseguro.”

Estas maniobras retóricas lo convierten en deshonesto y en caso clásico de hombre de paja [Nota del traductor: falacia por la que se da la impresión de refutar un argumento, hecho a través de una idea que no va según el argumento de la discusión, por lo que no refuta debidamente el tema de fondo] al sugerir que el objetivo de los esfuerzos anti TRC de los padres es para suprimir la enseñanza y aprendizaje “acerca del papel del racismo en la historia de Estados Unidos.” Prácticamente nadie se opone a eso. La TRC va mucho más allá de promover ideas desbalanceadas e intransigentes acerca de cómo la raza figura en nuestra historia y en el presente, y busca suprimir, enlodar y prohibir cualquier enfoque alternativo a esas preguntas espinosas.

El esfuerzo por presentar una ideología acerca de la raza y desacreditar otras perspectivas como racistas, intolerantes y sin base, es una forma de propaganda partidaria que va contra una práctica educativa sólida. Pero, también, es antitética a los principios bajo los que se fundó nuestra nación ̶ y representa un ataque peligroso a la esencia de la forma de vida estadounidense.

Padres y maestros deben unirse en rechazar inequívocamente la noción iliberal y perniciosa de que el repudio a la TRC es, en sí, una forma de racismo impermisible. Insistir en la diversidad de puntos de vista y la expresión de diferentes formas de pensamiento acerca de la raza en Estados Unidos, es esencial para reclamar nuestro sistema educativo ante la sujeción nociva de los impulsores y acólitos de la TRC. También, es vital para la defensa de las tradiciones del pensamiento crítico, el discurso razonado, la libertad académica y las protecciones de la Primera Enmienda Constitucional, que son las fortalezas de nuestro sistema.

Hay en la actualidad esfuerzos políticos en proceso para prohibir la enseñanza de ciertas ideas -incluyendo puntos de vista unilaterales, negativos, acerca de Estados Unidos vendidos por los proponentes de la TRC- a partir del currículo académico en las instituciones públicas.
Más efectivos pueden ser mandatos legislativos en favor de la diversidad de puntos de vista y un aprendizaje basado en evidencia, aunque sirva sólo de recordatorio que los contribuyentes esperan que los valores de la Primera Enmienda sean honrados por las instituciones que ellos apoyan financieramente.

Un resultado positivo de esos esfuerzos, apoyados por el activismo de base de los padres comprometidos con nuestras prácticas y valores tradicionales, serviría para asegurar que los estudiantes sean rutinariamente expuestos a un rango de ideas acerca de preguntas sobre la raza. Mientras que nuestra preferencia sería para que las escuelas de adhieran a lo básico en vez de otorgar tiempo educativo precioso a acontecimientos y debates políticos actuales, cualquier discusión del tema complejo de la raza en Estados Unidos -ya sea histórico o contemporáneo- debería balancearse con una presentación, o, al menos, reconocimiento, de perspectivas diferentes y los hechos y análisis detrás de ellas.

Estamos en medio de un vívido debate nacional acerca del papel de la esclavitud, discriminación y racismo en nuestro país y su diseño, así como de los orígenes y soluciones a las desigualdades raciales actuales. Los estudiantes necesitan exposición no sólo a ideas orientadas hacia la izquierda sobre estos temas, sino, también, a posiciones centristas y orientadas hacia la derecha, incluyendo aquellas promovidas por distinguidos pensadores de minorías, como Jason Riley, Thomas Sowell, Shelby Steele, Wilfred Reilly, Glenn Loury, Bob Woodson, John McWhorter, Coleman Hughes, Candace Owens, y muchos otros. Los estudiantes necesitan considerar la posibilidad de que altas tasas de ciertos comportamientos destructivos, como crimen y ruptura de las familias, sean más importantes que el racismo blanco para mantener rezagados a los negros. Ellos necesitan escuchar por qué algunos críticos piensan que la reforma cultural y la autoayuda, y no la persecución interminable e indignante del racismo blanco, puede ser la mejor respuesta en el largo plazo.

La ideología de la TRC busca suprimir, ocultar y deslegitimar estas ideas al mantenerlas lejos de las escuelas y prohibirlas del currículo educacional. Muchos estudiantes y padres nunca han sido expuestos a esas perspectivas y nunca las han tomado con la seriedad merecida.
Es hora de ese cambio. Eso se llama educación.

También se publicó en Newsweek el viernes 2 de julio del 2021.

Richard K. Vedder es Compañero Sénior en el Independent Institute, Profesor Emérito Distinguido de Economía en la Universidad de Ohio, y autor de Restoring the Promise: Higher Education in America.

Amy L. Wax es Profesora de Derecho Robert Mundheim en la Escuela de Derecho de la Universidad de Pennsylvania.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.