Para entender los efectos de las leyes de salarios mínimos.

LOS BAJOS SALARIOS NO SON PRUEBA DE QUE LOS TRABAJADORES TIENEN UN PODER DE NEGOCIACIÓN POBRE

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
28 de junio del 2021

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Un argumento frecuente en apoyo de los salarios mínimos es que trabajadores poco calificados -y, por tanto, con bajos salarios- en contraste con trabajadores altamente calificados, tienen poco poder de negociación. En el lenguaje técnico de la economía, se dice que los empleadores tienen “poder monopsónico” sobre sus empleados poco calificados.

Este argumento es equivocado.

Empiece reconociendo este hecho: Si bien trabajadores con un poder de negociación inadecuado, en efecto, serán pagados salarios bajos de explotación, no todos los salarios que están por debajo del promedio son de explotación. A trabajadores con niveles de habilidad por debajo de aquel del trabajador “promedio,” se les pagarán salarios por debajo del promedio aún si esos trabajadores disfrutan de un excelente poder de negociación. Ningún trabajador, independientemente de qué tan poderosamente posicionado esté como negociador, persuadirá a algún empresario para que le pague un salario en exceso del valor de la producción de ese trabajador. Por tanto, salarios inferiores al promedio -incluso salarios muy por debajo del promedio- no necesariamente significan que los trabajadores, a quienes se les paguen esos salarios bajos, tienen un poder de negociación inadecuado.

Más al grano, no hay una buena razón -con una excepción que se indicará más abajo- para creer que trabajadores de calificaciones bajas en los Estados Unidos de hoy, tienen un poder de negociación inadecuado. Tal como es cierto para todos los trabajadores, incluyendo los más altamente calificados, lo que importa para el poder de negociación de trabajadores de baja calificación, es el número de empleadores actuales y potenciales pujando por sus servicios. Y, en los Estados Unidos moderno de hoy, ese número es enorme, en especial cuando se reconoce que el trabajador típico de baja calificación puede desempeñar el mismo trabajo específico (por ejemplo, cortar el césped) para diferentes patronos, pero que, también, puede cambiar los tipos específicos de empleos (por ejemplo, de cortar césped a empacar alimentos) para lo cual se le emplea.

De hecho, los trabajadores menos calificados, al tener pocas habilidades específicas para un empleo, pueden, a menudo, moverse desde un empleo a otro empleo comparable más fácilmente de lo que pueden trabajadores con habilidades mayores y, a la vez, más específicas para un empleo. El trabajador típico de baja calificación en los Estados Unidos de hoy, puede trabajar en cualquiera de literalmente docenas de diferentes empleos para alguno de incontables diferentes patronos. Y, por supuesto, el hecho de que estos trabajadores tengan menos habilidades para el empleo, no debería tomarse como que significa que esos trabajadores no están interesados en, o no están en capacidad de, buscar y explotar mejores oportunidades de empleo.

LOS SALARIOS: EL GRAN IGUALADOR EN EL FRENTE DE LA NEGOCIACIÓN

Más importante que el hecho de que trabajadores menos calificados tengan pocas habilidades para empleos específicos, la única fuente mayor de poder de negociación de los trabajadores menos calificados es el precio. Si ellos pueden ofrecer trabajar a cualesquiera salarios que los haga atractivos para los empleadores, los trabajadores menos calificados tienen un poder de negociación adecuado ̶ de hecho, no tienen un poder de negociación menor al poseído por los trabajadores altamente calificados. Los únicos trabajadores en la economía estadounidense moderna sin un poder adecuado de negociación son aquellos cuya libertad para ofrecer a los empleadores términos mejores -por ejemplo, salarios menores o menos beneficios adicionales- les ha sido quitada por el gobierno.

Considere un trabajador cuyas habilidades le permiten producir no más que $14.50 la hora. Si el salario mínimo es $15 la hora, este trabajador literalmente no tiene poder de negociación acerca del salario marginal. A este trabajador el gobierno le impide que haga la siguiente oferta a los empleadores: “Si usted me da trabajo, trabajaré a $14.50 la hora.” La ausencia de este poder de negociación es ocasionada directamente por la regulación gubernamental ̶ y el hecho que esa regulación puede hoy ser bien intencionada, no hace nada por alterar esta horrible realidad para aquellos trabajadores a los que el estado les impide que negocien su empleo, ofreciendo trabajar a salarios por hora inferiores al mínimo legislado.

Ahora, compare el destino desafortunado de este trabajador con aquel de un vendedor de comida rápida, como McDonald’s. Podemos, razonablemente, llamar a dicho restaurante “de bajas habilidades.” Después de todo, lo que ofrece a la venta es más básico y menos capaz de producir las delicias epicúreas que ofrecen restaurantes con estrella de Michelin, o incluso acerca de los artículos en menús de restaurantes, tales como Restaurantes de Carnes Chris de Ruth.

Es correcto describir lo que ofrece McDonald’s como que tiene muchas menos habilidades para complacer las papilas gustativas de la mayoría de la gente y los deseos de salir a comer, que lo que ofrecen restaurantes de lujo. No obstante, nadie alega que, por tanto, McDonald’s sufre de un poder de negociación inadecuado en su venta de hamburguesas.

La razón de por qué McDonald’s y otros comederos de comida rápida tienen un poder de negociación igual a aquel de los restaurantes más finos en París, Nueva York, y Nueva Orleans, es que los restaurantes -incluyendo aquellos de baja gama, como McDonald’s- son libres de poner un precio a sus artículos en el menú a niveles que atraerán compradores dispuestos.

Sin embargo, hay una diferencia profundamente importante entre comidas de bajo valor, como hamburguesas de comida rápida, y trabajadores poco calificados: La comida actual de bajo valor está destinada, por su naturaleza, a permanecer siendo una comida de bajo valor. Las hamburguesas de McDonald’s no serán mejoradas en el transcurso del tiempo para que sea de haut cuisine [alta cocina] por la que los comensales pagarán precios elevados. Las hamburguesas de comida rápida nunca llegarán a ser “altamente calificadas,” en comparación con las comidas en restaurantes finos, en complacer los paladares de los comensales.

En contraste, los trabajadores actuales de bajas calificaciones no están destinados por su naturaleza a continuar siendo trabajadores de bajas calificaciones. Una -y, tal vez, la única -fuente más importante de habilidades superiores es la experiencia en el trabajo. Debido a que la legislación de salarios mínimos impide que muchos trabajadores adquieran hoy más habilidades -siendo la razón que tal legislación les pone precios a esos trabajadores que los sacan del mercado de trabajo- esta legislación impide que estos trabajadores adquieran hoy una mezcla de habilidades altas y mayor experiencia, que, entonces, cada uno podría usarla mañana para negociar empleos diferentes y de mejor paga.

Es un pedazo repugnante de ironía que muchos proponentes de leyes de salarios mínimos promuevan esa política con base en que, supuestamente, los trabajadores de bajas calificaciones tienen un poder de negociación inadecuado. El poder de negociación que alternativamente estos trabajadores tendrían -es decir, el poder de ofrecer trabajar a salarios por debajo del mínimo obligatorio- les es despojado por la misma política que es puesta en práctica bajo la premisa errada de que, sin un salario mínimo obligatorio, esos trabajadores tienen muy poco poder de negociación. Echando sal sobre esta herida económica, un salario mínimo -al dejarlos fuera del mercado laboral- les impide adquirir las habilidades y experiencia que les permitiría, mañana, negociar por mejores empleos.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek de Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center en la Universidad George Mason; Miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas otras revistas académicas. Él escribe un blog llamado Cafe Hayek y una columna regular de economía para el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un título en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.