Y abundan quienes quieren prohibir todo tipo de cosas a otros. Piensen en la “Regla de Oro.”

¿DEBERÍA PROHIBIRSE TODO EN UNA SOCIEDAD LIBRE?

Por Gary M. Galles
American Institute for Economic Research
3 de julio del 2021

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El Covid disparó un aumento masivo de las prohibiciones gubernamentales en Estados Unidos. A muchos se les prohibió mantener abiertas sus empresas. Otros fueron obligados a dejar de trabajar. Muchas de nuestras libertades normales de asociación y movimiento fueron eliminadas. Muchos derechos -tales como acceso al debido proceso y vigencia de los contratos- fueron, de hecho, prohibidos. Y casi todo mundo puede añadir a la lista, a partir de sus experiencias.

Ese auge hiper impulsado en nuestro “disfrute” de órdenes gubernamentales en nuestras vidas, plantea una pregunta crucial a los estadounidenses, Exactamente, ¿qué deberíamos prohibir en la sociedad? Difícilmente es una pregunta nueva, pero deberíamos repensarla debido al enorme crecimiento de lo que ha sido prohibido, con poca conversación pública acerca de asuntos centrales.

Leonard Read nos da una idea en esta edición en su capítulo 4, “Find the Wrong, and There´s the Right,” de su libro de 1968 Accent on the Right. La clave es enfocarse sólo en lo que estamos de acuerdo con que es errado, y evitar eso, lo que preserva mucho más nuestros derechos, libertad y cooperación social que ellos facilitan, en vez de la imposición y aplicación gubernamental de lo que ellos deciden son las “respuestas correctas.” Vale la pena recordar sus ideas.

“Esas acciones que son malas en las relaciones sociales son aquellas que deberíamos buscar prohibir como una labor personal, mediante la educación y, en última instancia, la agencia formal de fuerza organizada en la sociedad: el gobierno. Así, analizar lo que debería prohibirse es un medio para abrir nuestra visión al reino infinito de lo correcto.”

¿Qué es lo que Read da a entender por “reino infinito de lo correcto?” Pregunte que debería quedarse fuera de límites, si sólo nos enfocamos en prohibir aquello en que estamos de acuerdo es malo. Nada más que eso deberá descartarse. Eso dejaría espacio a un conjunto más amplio de posibilidades de acuerdos productivos y aceptados mutuamente, que el bacanal de prohibiciones del que hace poco hemos sido obligados a ser parte.

“Socialista y libertario… ¿Qué es lo que en realidad, en el sentido ideológico, marca a uno del otro?... La diferencia entre el pensador socialista y libertario es una de opinión acerca de lo que se les debería prohibir a otros que hagan.

El hombre… ahora no tiene… el no hacer instintivo: prohibiciones internas. En vez de eso, debe disfrutar o sufrir las consecuencias de su propia libre voluntad, su propio poder de elección ante lo que es bueno y lo que es malo… más o menos a la disposición de su entendimiento y decisiones conscientes imperfectas. El resultado de esto es que los seres humanos deben escoger qué prohibiciones obedecerán… una selección consciente de lo que no debe hacerse… por miembros imperfectos y fluctuantes.

La prohibición más avanzada [es] la Regla de Oro. Como inicialmente fuera escrita… dice: “No hagas a los demás lo que usted no quiere que se le haga a usted.”

Siempre mucha gente concederá la solidez de las Regla de Oro, pero, ahora y siempre, es encontrar un individuo cuya naturaleza moral es elevada, al punto en que puede acatar ese no hacer en su vida cotidiana.

No sólo esa persona posee un sentido de justicia, sino que, también, posee su contraparte, una consciencia disciplinada. Justica y consciencia son dos partes de la misma facultad moral que emerge.

No hagas a los demás lo que usted no quiere que se le haga a usted. Hay más en esta prohibición que lo que revela a primera vista. Por ejemplo, casi todo mundo considera que no hay un derecho universal a matar, robar, o esclavizar ̶ pues esas prácticas no pueden universalizarse, sino es por razones superiores. Pero, sólo la persona que comprende esta ética -la Regla de Oro- en su totalidad, quien tiene un sentido elevado de la justicia y consciencia, concluirá que dicha concesión le niega el derecho a quitarle la vida a otro, quitarle el sustento a cualquier persona, o privar de su libertad a cualquier ser humano.

Si bien hay muchos que estarán de acuerdo en que ellos, personalmente, no matarán, robarán o esclavizarán, es sólo el individuo con una naturaleza moral de alta calidad, quien no participará en estimular a cualquier agencia -incluso gubernamental- para que haga esas cosas para él u otros. Cualquiera que perciba el punto completo de la Regla de Oro, ve que no hay escape a la responsabilidad individual acudiendo al expediente popular de acción colectiva.”

¿Cómo la Regla de Oro así ilustra la línea divisoria entre colectivistas y libertarios?

“Es la diferencia de opinión acerca de lo que debería serles negado a otros, lo que destaca la diferencia esencial entre colectivistas -socialistas, estatistas, intervencionistas, mercantilistas- y aquellos de la fe libertaria. Tome nota de lo que usted les prohibiría a otros que hagan y encontrará exactamente su propia posición en el alineamiento ideológico.

[Observe] la filosofía colectivista: Nosotros -usted y yo- pertenecemos al estado. ¡Somos ‘sus’ guardianes!

¿En dónde… están las prohibiciones? El programa [que alguien] favorece costaría X cientos de millones de dólares anualmente. ¿De dónde vienen esos millones? El estado no tiene nada excepto lo que toma de su gente. Por tanto, ese hombre favorece que se nos prohíba usar los frutos de nuestro propio esfuerzo tal como elegimos, para que esos frutos sean gastados según el estado escoja... [con] la fuerza policíaca como método de persuasión.

Esa porción de nuestros ingresos es socializada, la que el estado convierte para su uso mediante su prohibición de que nosotros la usemos. Entones, se deduce que una persona impondría prohibiciones sobre el resto de nosotros, en el grado en que apoya proyectos gubernamentales que socializarían nuestro ingreso.”

Luego, Read continúa con una pequeña parte de lo que es una cornucopia de ejemplos que la gente ha aceptado como justificación para “prohibir nuestra libertad para escoger.”

“Hay tantos que favorecen prohibir nuestra libertad para escoger, para poder: Pagar a agricultores para que no siembren maní, tabaco, y otras cosechas; Apoyar naciones socialistas alrededor de todo el mundo; Poner hombres en la luna; Subsidiar precios por debajo del costo del aire, agua, y transporte terrestre, educación, seguros, préstamos de innumerables tipos; Socializar la seguridad; ‘Renovar’ centros de ciudades que los consumidores han abandonado, construir hospitales y otras instalaciones; Dar ayuda federal de este u otro tipo, interminablemente.

Otra fase del socialismo es la propiedad y control estatal de los medios de producción. Incluidas dentro de las prohibiciones existentes de este tipo están: Plantar trigo, algodón, maní, maíz, tabaco, arroz en todos los terrenos propios de un agricultor ̶ incluso alimentar su propio ganado; Dejar voluntariamente un negocio; Llegar a tener un empleo según su voluntad; Vender el producto propio de los ciudadanos según su propio precio, por ejemplo, leche, acero, y otros; Ponerle precio libremente a los servicios (salarios); Enviar de correo de primera clase por paga.

La lista de prohibiciones es interminable.”

Después, Read hace una pregunta que incluso es más importante ante recientes expansiones de prohibiciones gubernamentales: “¿Cuáles de todas las prohibiciones… implícitas en el socialismo usted u otros favorecen?”

“Aquellos entre nosotros con una devoción libertaria impondríamos, es cierto, algunas prohibiciones a otros. Ellos, con mucha exactitud, hacen ver que no todos los individuos han adquirido una naturaleza moral lo suficientemente estricta como para observar ciertos tabúes esencialmente sólidos, como ‘No matarás’ y ‘No robarás.’ Están los que tomarán las vidas de otros, y los que tomarían el sustento de otros, así como aquellos que hurtarían y quienes harían que el gobierno hurtara para ellos. La mayoría de libertarios creyentes suplementaría las leyes morales con leyes sociales dirigidas a prohibirle a cualquier ciudadano cometer daño a otra persona (la vida) o a la subsistencia de otro (la extensión de la vida). Así, prohibirían, o, al menos, penalizarían el crimen, robo, fraude, y el engaño.

En resumen, inhibirían o prohibirían las acciones destructivas de todos y cada uno, y ¡eso es todo! El libertario afirma, ‘Escoja libremente como usted actuaría creativamente, productivamente, pues ello está en el reino de lo correcto. En ese sentido, no tengo deseos de prohibirle a usted o a otros. No tengo designios prohibitivos hacia usted de cualquier índole, excepto en tanto usted y otros no me prohíban a mí y a otros actuar creativamente, productivamente, por nosotros mismos; esto es, tal como elegimos libremente. Yo no clasifico ninguna acción creadora como una mala acción.’

El libertario, en su prohibición esperanzada de acciones destructoras, no ejerce violencia sobre la libertad de algún otro… Por tanto, no debemos pensar de la libertad como siendo limitada al prohibir el fraude, violencia y cosas parecidas, pues esas acciones destructoras violan la libertad de otros y, por tanto, no forman parte de la composición de la libertad. Las acciones destructivas son negaciones de la libertad… Un libertario exitoso nunca prohibiría la libertad de un tercero.

Ahí lo tenemos: a los colectivistas totalitarios en un extremo del espectro ideológico, quienes prohibirían completamente la libertad individual y, en el otro extremo del espectro, a los libertarios, cuyas prohibiciones no se oponen, sino que apoyan la libertad individual. Y sus prohibiciones son pocas y tan simples, como los dos Mandamientos contra asaltos a la vida y el sustento.

El libertario… viendo que las debilidades humanas son universales, rechaza frenar el proceso evolutivo, que es la prohibición última implícita en los esquemas autoritarios… ¿cómo puede la situación humana mejorar, si al resto de nosotros se nos prohíbe crecer más allá del nivel de las imperfecciones del prohibicionista?

Las facultades humanas pueden florecer, el hombre puede moverse hacia su destino creativo, sólo si es libre para hacerlo; en una palabra, en donde prevalezca la libertad.

¿Qué debería prohibirse? ¡Acciones que dañan la libertad! Encontrémoslas y deshagámonos de ellas, pues son malas.”

Leonard Read exhibió el abismo masivo entre las pocas prohibiciones -de aquellas en que estamos de acuerdo son dañinas- necesarias para la libertad y la panoplia de prohibiciones ya parte integra del colectivismo impuesto hace más de medio siglo. Las prohibiciones agregadas desde ese entonces, han restringido aún más nuestro poder para tomar nuestras propias decisiones. Pero, su expansión exponencial bajo el banderín del Covid, ha multiplicado ese bache, haciendo que el tema sea aún más importante. No sólo necesitamos reconocer y oponernos a invasiones ulteriores a nuestra autonomía, de la que hemos sido arreados, sino que, también, debemos aplicar nuestro conocimiento para echar atrás lo que nunca, en primer lugar, debería haber sido volcado sobre nosotros.

Reimpreso del The Independent Institute

El doctor Gary Galles es profesor de economía en Pepperdine. Su investigación se centra en finanzas públicas, elección pública, la teoría de la firma, la organización de la industria y el papel de la libertad, incluyendo los puntos de vista de muchos liberales clásicos y los fundadores de los Estados Unidos. Sus libros incluyen Pathways to Policy Failure, Faulty Premises, Faulty Policies, Apostle of Peace, y Lines of Liberty.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.