LA FALACIA MALTHUSIANA DE LA CUAL PAUL KRUGMAN SE ENAMORÓ

Por Saul Zimet
Fundación para la Educación Económica
Sábado 12 de junio del 2021

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¿Es limitar el crecimiento de la población en realidad la mejor forma de proteger los recursos ambientales?


Durante la última década, el crecimiento de la población de Estados Unidos tuvo la tasa más baja desde los años treinta, según un reporte publicado en abril por la Oficina del Censo de Estados Unidos. La población aumentó sólo un 7.4 por ciento durante la década previa, la tasa de crecimiento más baja que Estados Unidos ha visto desde la Gran Depresión. (Estos hallazgos son un poco sorprendentes, pues al 93 por ciento de adultos estadounidenses le gustaría tener niños o ya los tiene, y sólo un 5 por ciento no quiere niños, según una encuesta de Gallup del 2013).

El economista ganador del Premio Nobel y columnista del New York Times, Paul Krugman, tuvo palabras positivas que decir acerca de las noticias del censo. Él escribió en un artículo en el Time el mes pasado, “¿Es una población estancada o en declinación un gran problema económico? No tiene por qué serlo. De hecho, en un mundo de recursos limitados e importantes problemas ambientales, hay algo que decir a favor de una reducción en la presión poblacional.”

Al expresar una actitud optimista hacia la disminución en la proliferación de la humanidad sobre la Tierra, Krugman se está uniendo a una tradición dudosa que ha venido en ascenso desde el siglo XVIII

DE MALTHUS A KRUGMAN

La idea ambientalmente basada en que es deseable una menor población humana, ha sido popular a partir de que el economista Thomas Malthus publicó en 1798 su trabajo altamente influyente, An Essay on the Principle of Population [Ensayo sobre el principio de la población].
Afirmando que cada pedazo de tierra podía sólo rendir cierta cantidad de producción, Malthus conjeturó que, si el crecimiento de la población continua sin una reducción drástica, la vasta mayoría de la humanidad inevitablemente sufriría hambrunas dentro de un siglo después de su escrito.

A lo largo del siglo XIX, las predicciones de Malthus fueron conclusivamente refutadas por amplias reducciones tanto en la pobreza como en los precios de alimentos, al tiempo que la población continuó aumentando. Pero, en las décadas de los sesentas y setentas, cuando la población global era aproximadamente la mitad de lo que es hoy, de nuevo las ideas malthusianas surgieron a la prominencia global. El biólogo de Stanford, Paul R. Ehrlich, por ejemplo, se convirtió en una celebridad al incitar una histeria internacional acerca del crecimiento de la población. Su libro de 1968, The Population Bomb [La bomba poblacional], se convirtió en un éxito de ventas a nivel mundial, y sus ideas tuvieron una exposición abundante en medios de la corriente principal, incluyendo más de veinte apariciones en el programa de la televisora NBC, “Tonight Show,” con Johnny Carson. Ehrlich alegó que no era sólo alimentos, sino casi todos los suministros de recursos naturales los que estaban al borde del colapso.

Sus predicciones incluyeron muerte por hambruna de cientos de millones antes de fines de los años setenta (incluyendo 65 millones de estadounidenses), la catástrofe esencial de India en su totalidad, e incluso la inexistencia de Inglaterra hacia el año 2000. Tal vez, su mayor predicción, hecha en 1970, fue que “una destrucción total de la capacidad del planeta para dar soporte a la humanidad” llegaría hacia 1985.

En el siglo XXI, el pánico poblacional ha cambiado de enfoque principalmente hacia el cambio climático. Ahora, a menudo, puede escucharse a ambientalistas promover tamaños más pequeños de familias, o evitar del todo la concepción de hijos, en un esfuerzo por limitar las emisiones de carbono.

Un artículo en The Guardian lleva por título, “¿Quiere luchar contra el cambio climático? Tenga menos niños.” Según una pieza en la Radio Nacional Pública de Estados Unidos, “Un estudio reciente de la Universidad de Lund en Suecia muestra que la forma mejor de reducir el cambio climático es teniendo menos niños.” Y el Bulletin of the Atomic Scientists publicó un ensayo titulado, “Estabilice la población global y ponga impuestos al carbón para reducir las emisiones per cápita,” en el que se afirmó que “Los impuestos y otros incentivos económicos deberían ser continuamente reconsiderados para hacer más viable la estabilización de la población.”

Dados los términos apocalípticos con que algunos de nuestros más estimados políticos y noticieros hablan acerca de los riesgos del cambio climático, estos agoreros contemporáneos de la población difícilmente pueden considerarse como menos alarmistas que Malthus y Ehrlich.

HAMBRE VERSUS CIENCIA

Como puede usted haber notado, las predicciones de Malthus y Ehrlich resultaron estar épicamente extraviadas.

Los precios de los alimentos han estado cayendo rápidamente desde que Malthus hizo sus predicciones en 1798, y la porción de la población que vive en pobreza absoluta ha caído aún más rápidamente.

Y, de acuerdo con investigación del economista de la Universidad de Oxford, Max Roser, la ingesta per cápita global de calorías aumentó casi cada año durante el período acerca del cual Ehrlich hizo sus predicciones. Los datos muestran que, entre 1961 y el 2013, la ingesta de calorías per cápita aumentó de 2.196 kilocalorías a 3.884 kilocalorías ̶ incluso cuando la población mundial casi que se duplicó.

El gráfico del suministro diario mundial de calorías per cápita entre 1961 y el 2013 puede verse en saul zimet foundation for economic education Krugman June 12, 2021.

¿Qué es lo que explica las mejoras radicales en la nutrición global? The New York Times publicó un artículo acerca del progreso ante el hambre mundial luego de las predicciones de Ehrlich. El autor afirmó que, “No es una cifra pequeña de agradecimientos los que le pertenecieron a Norman E. Borlaug, científico de plantas estadounidense, cuyos cruces de cosechas de alto rendimiento y resistentes a enfermedades condujeron a la salvación agrícola conocida como la Revolución Verde. Si bien la escasez persistió en ciertas regiones, fue más a menudo una función de la incompetencia gubernamental, corrupción o lucha civil, que una carencia absoluta de comida.”

Pero, la innovación de Borlaug era solamente una de una larga tendencia de mejoras en la tecnología agrícola. A principios de ese siglo, en 1909-1910, se inventó el proceso Haber-Bosch, por el cual cada uno, Haber y Bosch, ganó un Premio Nobel en química. Su proceso facilitó la creación de fertilizantes sintéticos, que revolucionaron las capacidades de los agricultores alrededor del mundo e hicieron posible que se alimentara una población mucho mayor, con la misma cantidad de tierra agrícola.

Incluso a lo largo del siglo XIX, la industrialización estaba mejorando radicalmente la eficiencia de las tierras agrícolas. El economista político e historiador Peter Kropotkin escribió en 1892 el libro The Conquest of Bread [La conquista del pan] acerca del impacto de los viveros, que cambiaba el juego en la agricultura. “Y, aun así, los jardineros del mercado de París y Rouen laboran tres veces más duro para obtener los mismos resultados que sus compañeros trabajadores en Guernscy o Inglaterra. Aplicando la industria a la agricultura, estos últimos logran el clima, además de su suelo, por medio del vivero.”

Kropotkin observó que, “Hace cincuenta años el vivero era lujo de ricos. Se usaba para crecer plantas exóticas por placer. Pero, en la actualidad, su uso empieza a generalizarse. Últimamente ha crecido una industria tremenda en Guernsey y Jersey, en donde cientos de acres ya están cubiertos de vidrio ̶ sin dejar de mencionar los incontables pequeños viveros que se mantienen en cada pequeño jardín agrícola.”

Estos son tal sólo unos pocos de los innumerables ejemplos de innovaciones científicas y tecnológicas que revolucionan la habilidad de la humanidad para subsistir con más recursos dentro de su ambiente.

EL ÚLTIMO RECURSO

Cada nuevo humano consumirá recursos, producirá emisiones de carbono, y contaminará su ambiente en algún grado. Pero, también, cada nuevo ser humano viene con una mente humana, fuente de soluciones potenciales a estos problemas y de muchos otros. Cada nuevo cuerpo capaz contribuye con un esfuerzo valioso a la economía, contribuyendo al reordenamiento de los átomos del mundo en configuraciones más útiles.

La gente, cuya futura existencia temió Malthus que conduciría a la hambruna masiva, en algunos casos resultó ser la misma gente que revolucionaría la agricultura y prácticamente cualquier otra industria productiva.

De la misma forma, cuando el temor de Krugman de “recursos limitados e importantes problemas ambientales” le conduce a hablar positivamente de “una reducción en la presión poblacional,” él asume que las capacidades destructivas de la gente futura es posible que sobrepasen sus capacidades creativas. Pero, como hemos visto, la historia de esas predicciones sugiere precisamente lo opuesto. El estudio arriba referido de la Universidad de Lund representa las emisiones de carbono de la gente futura, pero no representa las visiones creativas de esa gente, ni lo puede hacer cualquier estudio antes que la gente exista.

El archienemigo de Paul Ehrlich, el economista Julian Simon, entendió esta falla fundamental del pensamiento malthusiano. Como discutiera él en la segunda edición de su libro de 1980 The Ultimate Resource [El último recurso], “Agregar más gente a alguna comunidad causa problemas, pero, también, la gente es el medio para resolver esos problemas. El principal combustible para impulsar el progreso del mundo es nuestra existencia de conocimiento, y el freno es nuestra carencia de imaginación. El último recurso es la gente -personas con habilidades, espiritual, y con esperanza- quienes ejercerán sus voluntades e imaginaciones para su propio beneficio, así como en un espíritu de fe y preocupación social. Inevitablemente, ellos no sólo se beneficiarán a sí mismos, sino también a los pobres y al resto de nosotros.”

Si usted quiere aumentar la abundancia de recursos y tener el clima concebido según su gusto, tal vez, considere tener más hijos. Sus futuros descendientes pueden ser quienes hagan crecer y generar el conocimiento requerido para abrir la puerta al nivel de prosperidad que rara vez nos hemos atrevido a imaginar.

Saul Zimet es compañero Hazlit en la Fundación para la Educación Económica y estudiante de posgrado en economía en el Colegio John Jay de Justicia Criminal en la City University de Nueva York..


Traducido por Jorge Corrales Quesada.