¿Acaso es posible pensar que el gobierno puede planificar científicamente la vida de todos y cada uno de los ciudadanos?

¿HA OLVIDADO EL GOBIERNO CÓMO ES QUE FUNCIONA LA SOCIEDAD?

Por Ethan Yang
American Institute for Economic Research
16 de junio del 2021

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como ethan yang american institute for economic research government June 16, 2021 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

La experiencia estadounidense con el Covid-19 y las políticas desatadas por nuestro gobierno deberían haber sido la llamada de atención un millón, de que, tal vez, nuestros líderes no se encuentran entre nosotros. Las políticas de cuarentena, sin base alguna en evidencia empírica sólida, se mantuvieron como si siempre hubieran servido.

Todo esto asusta y es preocupante, pues, con el Covid-19 desvaneciéndose en el trasfondo de aquí en Estados Unidos, el próximo paso es entender que este comportamiento no era sin precedente. Durante los últimos cien o más años, nuestro gobierno ha llegado a estar crecientemente desconectado de principios económicos sólidos y la ciencia social. Hizo una transición desde un cuerpo instituido entre hombres para facilitar una sociedad libre y próspera, a ver la sociedad como un experimento.

LA EXPANSIÓN SIN PRECEDENTE DEL ESTADO REGULADOR

El aparato regulador se ha estado expandiendo hacia más y más áreas de la vida económica, con poco beneficio notable, a la vez que teniendo costos sustanciales. La premisa para la aparición de un estado administrativo masivo que puede subvertir el orden constitucional, es explicada en un artículo publicado por el investigador de Princeton, Thomas Leonard. Leonard hace ver que hubo un cambio profundo en la filosofía de la política estadounidense a principios del siglo XX, desde una que era tradicionalmente escéptica del poder gubernamental, hacia otra que lo abrazaba en su totalidad. Él explica la actitud original, asociada con el gran economista político, John Stuart Mill, al indicar que,

“Problemas de agencia aquejaron a burócratas del gobierno no menos que a burócratas de empresas. Un funcionario público de carrera, Mill advirtió que él gobierno estaba mal informado, sus empleados eran mediocres y, a menudo, corruptos, y, aún más, que la política continuamente amenazaba por igual los objetivos de eficiencia y justicia. Los males del mercado eran serios, pero las curas del gobierno muy posiblemente las emporaban.”

Esta es la lección que nuestro gobierno y muchos de nuestros conciudadanos parece que han olvidado. Esa es, que el estado no puede saber todo cuando se trata de manejar una sociedad, y que tampoco está dotado de ángeles que sólo persiguen el bien público. Las ideas de Mill serían, después, expandidas por economistas ganadores del premio Nobel, como James Buchanan con la teoría de la elección pública y Friedrich Hayek con el problema del conocimiento. No obstante, no debería requerirse ese nivel de artillería intelectual, para entender que el gobierno no puede manejar las vidas de todo mundo con una precisión tecnocrática.

Esta idea de sentido común fue rápidamente abandonada a la vuelta del siglo XX durante la era Progresista, más notoriamente durante la presidencia de Woodrow Wilson. Leonard señala el abombamiento de egos intelectuales e ilusiones acerca de las capacidades del estado, cuando escribe que,

“La exagerada confianza de los economistas acerca de su propia experticia como guía confiable, incluso necesaria, para el bien público, fue casi igualada por su fe extravagante en la promesa transformadora del estado científico. A primera vista, eso fue un acertijo, pues los economists progresistas juzgaron que la vida política estadounidense era tan desorganizada, ineficiente, y corrupta, como su vida económica.
Así, los economistas profesionalizando, como todos los progresistas, pusieron sus esperanzas más profundas para la reforma económica en una institución -el gobierno estadounidense y su sistema de partidos- que ellos juzgaron como totalmente inadecuada para la tarea.”

En su esencia, esto insinúa un desprecio del funcionamiento privado de la sociedad, pues tales intelectuales creían que los planificadores científicos en el gobierno federal podían manejar las vidas de las personas mejor que como se podían manejar a sí mismas. Que ellos entienden más acerca de cómo manejar mejor un asunto, que aquellos actualmente involucrados en los asuntos. El Poder Ejecutivo existe para ejecutar el mandato establecido por el Poder Legislativo. Es esencialmente la espada y escudo del gobierno, al poseer todo, desde agentes armados a una autoridad limitada para hacer reglas. Los Fundadores pretendieron que estos poderes, que son los más agudos de las tres ramas del gobierno, se usaran de forma restringida para asegurarse que el estado fuera capaz de hacer su labor. El proceso de gobernar se intentó que fuera un asunto lento y deliberativo, sustentado en la idea de que el gobierno no maneja y no puede manejar a la sociedad. Sólo existe para ser un servidor del orden natural productivo que existe, a pesar de mandatos gubernamentales.

Al inicio de la república, había sólo un puñado de agencias ejecutivas, pero, desde ese entonces, ha explotado un aparato regulador masivo hoy existente. Estas agencias reguladoras, a través de más de un siglo de precedente y expansión legal, ejercen una autoridad sin precedente sobre la sociedad con poca vigilancia constitucional. Esto no sólo ha abierto las compuertas de un maremoto masivo de trámites burocráticos, atascando a todo el sector privado con gastos de cumplimiento e ineficiencia, pero, también, desató los egos de los planificadores centrales en la sociedad.

La expansión más reciente del estado administrador se dio durante la administración Obama, como lo hace ver un artículo en The Hill:

“Obama famosamente señaló su intención de usar la maquinaria del gobierno para promover sus objetivos de política después de las elecciones del 2010, al declarar: ‘Cuando el Congreso no actúe, yo lo haré.’”

El uso de la rama administrativa en este estilo siempre ha sido en desprecio del proceso democrático. Esto es así, pues, a menudo, el Congreso encara el atasco al estar el país frecuentemente dividido en ciertos temas. En especial, si son controversiales. Ese atasco es productivo, pues sirve para mantener al gobierno federal alejado de las espaldas de la gente. Sin embargo, el uso del estado regulador para imponer órdenes sobre la sociedad, subvierte este freno al poder. Los resultados son nada menos que aterradores, como lo relata The Hill acerca de la administración Obama, al escribir que,

“Datos recolectados por investigadores del Mercatus Center de la Universidad George Mason muestran que el Código de Regulaciones Federales, en donde se detallan todas las leyes y regulaciones, se ha disparado desde 71.224 páginas en 1975 hasta 174.545 páginas el año pasado.

‘Todos los incentivos son para regular más,’ dijo Susan Dudley, directora del Centro de Estudios Regulatorios de la Universidad George Washington.”

Un reporte reciente producido por el Instituto Cato acerca de la explosión del papeleo burocrático y la producción de reglas reguladoras discute los tres obstáculos primordiales enfrentados por empresas que apenas se inician, las cuales han estado declinando por décadas. El primero siendo obstáculos legales que explícitamente impiden que las empresas operen libremente. El reporte señala,

“Las leyes de certificado de necesidad originalmente se impusieron a la industria ferroviaria en el siglo XIX. Hoy, se imponen a servicios de cuido de la salud, servicios públicos, tuberías, mudanzas, y taxis. En algunos casos, es preocupantemente fácil que firmas existentes y sus aliados en el gobierno, mantengan fuera de una industria a empresas nuevas, sin una razón sólida.”

La segunda barrera son costos exigidos, como el salario mínimo, que hacen que sea arbitrariamente más caro operar. También hay costos y cargos de cumplimiento masivos impuestos por una extensa potestad reglamentaria. El Instituto de la Empresa Competitiva produjo un reporte que hace ver que el costo total de las regulaciones en la economía estadounidense en el 2015 fue de $1.9 millones de millones, Sólo las empresas grandes y establecidas pueden absorber esos costos de cumplimiento; las empresas innovadoras jóvenes se encuentran en una desventaja impactante.

La tercera barrera regulatoria mencionada en el reporte fue la prohibición directa de ciertas formas de empresariedad. La más relevante siendo la marihuana, que está explotando en popularidad y oportunidad en estados que la legalizaron, pero, los estados en donde no es aún legal están frenando una riqueza de posibilidad económica. Otro ejemplo más de la corriente principal es la cerveza artesanal que, lo hace ver el reporte,

“Un estudio estadístico del economista Kenneth Elzinga y colegas encontró que el crecimiento de la industria de la cerveza artesanal dentro de estados, era parcialmente impulsado por la legalización de bares de cerveza artesanal.”

Aprendiendo de este ejemplo, indudablemente hay una cantidad de nuevas empresas y caminos para el crecimiento que están siendo negados tan sólo con base en barreras regulatorias y una potestad reglamentaria excesivamente protectora. La sociedad es menos dinámica y menos vibrante, no por sus propios errores, sino por la intervención de los así llamados expertos.

LECCIONES CLAVES

No hay duda que ciertas funciones desempeñadas por el gobierno son necesarias. El estado administrador fue creado por una razón y la esencia de sus funciones son ciertamente esperanzadoras para el mantenimiento de un sistema de libre mercado vibrante. Sin embargo, el problema surge cuando interviene más allá de su papel de ser un asistente tecnocrático del gobierno y se convierte en una forma tecnocrática de gobierno en sí y por sí misma. Tal doctrina no es sólo inconstitucional, sino contraria a la noción de una sociedad libre. La premisa de un estado administrativo moderno es la noción dudosa de que el gobierno federal puede planificar científicamente las vidas de cientos de millones de personas. El resultado práctico es un régimen de simple incompetencia y toma contraproducente de decisiones de política, que, en esencia, entran en conflicto con el funcionamiento normal de la sociedad. Es un sistema no para una nación de pioneros y empresarios, sino una de vigilantes de pasillos y empleados.

Ethan Yang es Compañero Investigador Adjunto American del Institute for Economic Affairs (AIER) y anfitrión del Podcasts de Authors Corner del AIER. Tiene una licenciatura en Ciencias Políticas con una concentración en Relaciones Internacionales y especialidades en estudios legales y organizaciones formales en el Trinity College. Actualmente está estudiando para un grado en Derecho en la Escuela de Derecho Antonin Scalia de la Universidad George Mason. Ethan también sirve como director del Centro Mark Twain para el Estudio de la Libertad Humana en el Trinity College y también está involucrado con Estudiantes por la Libertad. Asimismo, ha tenido posiciones de investigador en el Instituto Cato, el Senado del Estado de Connecticut, el Cause of Action Institute y otras organizaciones. Ethan actualmente está basado en Washington, D.C., y recibió el Treceavo Premio Anual Internacional Vernon Smith del Centro Europeo de la Fundación para la Economía Austriaca. Su trabajo se ha presentado y citado en diversidad de medio, desde medios en línea hasta transmisiones radiales.

Traducido por Jorge Corrales Quesada