CHARLATANES EN LA TORRE DE MARFIL: CÓMO LA TEORIZACIÓN DE CONSPIRACIONES CONTROLÓ LA CIENCIA DE LA CUARENTENA

Por Phillip W. Magness
American Institute for Economic Research
19 de junio del 2021

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¿Es la Declaración de Great Barrington (DGB) simplemente una fachada de un complot global secreto eugenésico, creado por el American Institute for Economic Research (AIER), por el ministerio de Defensa británico y financiado por los Hermanos Koch, como parte de un esfuerzo vigente para imponer el cambio climático, el tabaco y las infecciones sobre nuestros ciudadanos mayores de edad? Esos alegatos podrían sonar como arrebatos ridículos de un paranoico en internet, no obstante, esa narrativa ha ganado una cantidad impactante de actualidad entre aparentemente serios científicos de la salud pública y periodistas, una vez que la Declaración apareció el 4 de octubre pasado.

Este resultado deviene de un cambio inquietante en el discurso académico acerca de la política del Covid-19 en los últimos meses pasados, con desacuerdos científicos pasando a segundo plano ante la denigración política de quienquiera que cuestionara la sabiduría de la ideología de la cuarentena -incluso cuando las propias cuarentenas han fallado totalmente en lograr sus objetivos establecidos. En vez de debatir la evidencia alrededor de esas políticas y evaluar su desempeño durante el año pasado, ahora se ha convertido en regla acusar a cualquiera que cuestione “la ciencia” de las cuarentenas de responder a intereses secretos de “dinero oscuro” y operar al servicio de una búsqueda de ganancias viles y malevolencia política.

Esta extraña cadena de ataques de conspiración contra AIER empezó en los días después que el pasado otoño se publicó la DGB. Autodescritos “periodistas” con antecedentes dudosos dirigieron la carga desde medios periféricos que, sin embargo, brindaron un mensaje político para los opositores a la DGB.

Considere el caso de Nafeez Ahmed, escritor de un blog basado en Londres llamado Byline Times, quien ha pasado la mayor parte del año poniendo trivialidades conspirativas contra científicos que cuestionan la ideología de las cuarentenas. Fresco de una campaña fallida en Twitter para inundar al sitio en la red de la DGB, con firmas fraudulentas durante la semana después de ver la luz, Ahmed cambió su rumbo a mediados de octubre con una nueva acusación. En una cadena de mensajes en el blog, se propuso mostrar que la DGB era parte de un esquema del multimillonario libertario Chales Koch, para obligar la reapertura de la economía estadounidense, a pesar de los riesgos del Covid, usando al AIER como su fachada. Después de subrayar la porción financiera de su teoría de conspiración, rápidamente Ahmed agregó un nuevo “socio” al supuesto complot: el ministerio de Defensa británico, al cual implicó como la fuente detrás del sitio en la red de la DGB. Además de eso, este complot creciente supuestamente fue orquestado a través del dueño de un complejo hotelero en Gales, operando en medio de una red de contratos militares que, de una u otra forma, señalaba a los autores de la DGB y a AIER.

Si eso suena como locuras, lo son.

Contra la imaginación desenfrenada de Ahmed, Charles Koch absolutamente no tuvo involucramiento alguno con la Declaración de Great Barrington o en que AIER fuera la anfitriona de la conferencia que la produjo. Si bien no puedo decir con certeza cuál es la posición del propio Sr. Koch sobre estos asuntos, sus organizaciones filantrópicas parecen que básicamente se han mantenido alejadas de los debates acerca de las políticas del Covid (las pocas excepciones en que, del todo, la organización de la red de Koch ha tenido participación en el tema, tiende a ser una posición pro cuarentena, como la de Tyler Cowen del Mercatus Center, que le otorgó un premio por investigación a Neil Ferguson del Imperial College, por su modelo de cuarentena para el Covid-19. AIER fue uno de los primeros críticos de alto perfil del modelo de Ferguson y continúa rastreando su desempeño abismal durante el año pasado).

Es un derecho de las fundaciones filantrópicas, incluyendo tanto a Cowen como a Koch, dirigir sus subvenciones y donaciones a proyectos de su propia elección. De hecho, AIER se asoció con Koch en el 2018 en una pequeña donación para copatrocinar una conferencia de economía en Carolina del Norte ̶ origen aparente de los alegatos confusos de Ahmed. Pero, también, parece que nos encontramos asumiendo enfoques diferentes hacia temas de política pandémica, y no por diseño conspirativo, sino por un desacuerdo honesto del tipo que, por desgracia, se ha perdido en medio de los debates acalorados del año pasado.

Oh, ¿y ese cuento acerca del ministerio de Defensa británico orquestando, supuestamente, el sitio en la red de la DGB por medio de algún hotel en Gales, del que nadie en AIER jamás ha escuchado? Pura tontería ̶ nuestro desarrollador de redes construyó un sitio durante la conferencia de la DGB, mediante una maratón que tomó toda una noche para asegurar que estuviera listo para salir en vivo el día del lanzamiento.

Aunque la chiflada narrativa de Ahmed acerca de los orígenes de la DGB no soporta ni el escrutinio más mínimo, sus teorías de conspiración se diseminaron como fuego descontrolado en el lado pro cuarentena de la profesión epidemiológica, y entre voces periodísticas que las apoyan. Durante un breve período allá en octubre, Google News, inexplicablemente, elevó el blog marginal Byline Times entre los resultados de búsquedas acerca de la Declaración de Great Barrington, calificando los mensajes de Ahmed por encima de la cobertura de medios de la corriente principal, como el Wall Street Journal, Bloomberg, y Fox. Hasta Paul Krugman promovió el producto de los desvaríos de Ahmed, en su columna del New York Times.

Varios de los críticos de la Declaración de Great Barrington más ampliamente citados en la prensa, se apropiaron de la misma narrativa y empezaron a repetir cuentos exagerados acerca de fuentes de financiamiento inexistentes y el esquema totalmente imaginario del ministerio de Defensa británico. Incluso, algunos agregaron nuevas teorías marginales propias para aumentar los cargos obscenos.

David Gorski, profesor de medicina la Universidad Wayne State y una de las fuentes favoritas a las que acuden los medios para afirmaciones de denuncia de la DGB, publicó un mensaje el 12 de octubre, en que liberalmente afirmó y mencionó las teorías de conspiración de Ahmed.
Para no ser sobrepasado por el bloguero de Byline Times, Gorski anexó su propio ataque paranoico, al calificar a la DGB como un complot “próximo a la eugenesia” para desechar y “sacrific[ar] a los ancianos” en nombre de la economía. Aunque la DGB logró decenas de miles de cofirmantes en las profesiones médicas y de salud pública, Gorski continuó calificándola como una campaña de “una minoría magnificada” ̶ su término para una iniciativa propagandística para engañar al público para que aceptara el esquema eugenésico secreto que él repetidamente alegó haber descubierto. Los ataques de Gorski no son sólo sintomáticos de un estado mental profundamente alterado ̶ son impropios de un científico profesional, y todavía menos de uno a quien los medios enlistan para afirmaciones expertas como interlocutor primordial acerca de la DGB.

Gorski estaba lejos de ser el único impulsor de cuarentenas en el mundo de la salud pública que abrazara al blogueo conspirador de Ahmed.
Igual lo hizo Eric Feigl-Ding, uno de los promotores más activos en medios sociales de los cierres de escuelas y la teoría marginal del “Cero Covid.” Deepti Gurdasani de la Universidad Queen Mary en Londres, una de los principales organizadores del Memorándum pro cuarentenas John Snow, en múltiples ocasiones ha promovido las teorías conspiratorias de Byline Times acerca del financiamiento de la DGB, emparejándola con otra conspiración de su propia autoría, que trata de culpar a los autores de la DGB por el fracaso de tres cuarentenas sucesivas en Gran Bretaña. Como lo ha hecho Gabriel Scally, epidemiólogo basado en el Reino Unido que sirve al grupo pro cuarentena “SAGE Independent.” David Fisman, epidemiólogo canadiense quien promovió agresivamente las cuarentenas y cierres de escuelas en Ontario, es otro aficionado de las teorías de conspiración de Ahmed, alabándolo por proveer “contexto importante” para el debate de política.

Justin Feldman, un autodescrito “epidemiólogo de la desigualdad social” en Harvard, agregó su propio giro a la conspiración favorita de Ahmed, alegando un complot elaborado para poner una cobertura mediática favorable de la DGB en el sitio del Reino Unido Unherd, tan sólo para echarse atrás el día siguiente, cuando se dio cuenta de que había confundido a Unherd con otro medio. Sin embargo, el mal paso público logró poco para que Feldman se deshiciera de sus tendencias conspirativas. Sus envíos a Twitter desde ese momento, han publicado un corriente interminable de alegatos frenéticos contra los críticos de las cuarentenas en la profesión de la salud pública, usualmente consistiendo de insinuaciones sin fundamento acerca de oscuros motivos pecuniarios detrás de su academia.

El epidemiólogo de la Universidad Duke, Gavin Yamey, brindó un “enorme aplauso al Dr. Nafeez Ahmed” por supuestamente descubrir la extraña conspiración que liga al sitio en la red de la DGB con el ministerio de Defensa británico y el propietario de un hotel galés. En otra parte, alabó el “gran periodismo investigativo” de Byline Times acerca de la DGB. Medio año después, sigue aseverando que “Charles Koch le dio forma a la política [de la pandemia] en Estados Unidos” por medio de un grupo de científicos que no tienen una conexión tangible con la filantropía de Koch. De hecho, las publicaciones de Yamey en tuiter contienen docenas de ejemplos en donde promueve los artículos de Byline Times. Naturalmente, este creyente de todo corazón en las teorías de conspiración de Ahmed es, también, una de las fuentes favoritas del mundo del periodismo para las menciones de expertos denunciando a la DGB, y es cofirmante importante de una carta a the Lancet discutiendo contra los méritos científicos de la petición.

La viróloga de la Universidad de Columbia, Angela Rasmussen, otra crítica frecuente de la DGB en la prensa, abrazó la teoría de la conspiración del financiamiento sin el escepticismo más mínimo o la investigación de las aseveraciones. “Los autores de la DGB en realidad no tienen buenas intenciones,” continuó ella, acusando a tres científicos de ser parte de una “campaña de propaganda” al servicio del supuesto objetivo de AIER de que se “ignore la pandemia, regresemos a hacer dinero por la vía un capitalismo desenfrenado.”

Martin McKee, profesor de salud pública de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, quien denunció a la DGB como un “punto de vista marginal” poco después de su publicación, tiene el hábito de darle su endoso a las teorías de conspiración de Ahmed sobre ese mismo documento. Los cuentos locos de intriga de Ahmed tienen otro aficionado en Robert Dickinson, profesor de medicina del Imperial College de Londres y firmante del Memorando John Snow a favor de las cuarentenas. El firmante del Memorando John Snow, Hisham Ziauddeen, promueve las mismas afirmaciones conspiratorias, además de su blogueo propio contra la DGB en el sitio de Ahmed. El epidemiólogo de Yale, Gregg Gonsalves, otra de las fuentes favoritas de los medios por sus ataques virulentos anti DGB plenos de ad hominem, en apariencia está de acuerdo con los arrebatos paranoicos de Ahmed. Igual lo hace Carl Bergstrom de la Universidad de Washington, otro favorito de la prensa por declaraciones expertas en defensa de las cuarentenas.

Tenga en mente que muchos de estos endosos de Ahmed involucran aseveraciones que no son simplemente dudosas o interpretaciones no caritativas ̶ son, en realidad, falsedades de hechos que han entrado a formar parte de los temas de conversación de expertos científicos, quienes simplemente están de acuerdo con sus connotaciones políticas asociadas y creen que repetirlas lo suficiente desacreditará un punto de vista opuesto. Como asuntos de análisis científico, sin embargo, no sería inexacto en este momento aseverar que importantes académicos en el lado pro cuarentena del debate político, ahora, regularmente, descansan en los arrebatos paranoicos de un bloguero conspirativo, como una de las fuentes primarias para los ataques a la Declaración de Great Barrington.

Si estos académicos profesionales de la salud pública, y periodistas, hubieran dedicado un momento a investigar la fuente de sus historias repetidas como loros acerca del “dinero oscuro,” el ministerio de Defensa británico, y las oscuras propiedades hoteleras en Gales, podrían haber ejercido mayor moderación antes que repetir crédulamente tales afirmaciones no confiables.

El propio Ahmed no es extraño a causas políticas marginales. El desparecido Christopher Hitchens en una ocasión escribió a este escritor en particular como “un individuo risible casado con el tráfico de conspiraciones mal concebidas.” De hecho, durante casi dos décadas previas al Covid-19, Ahmed era una presencia frecuente en círculos alrededor del así llamado movimiento por la verdad del 9/11 -la banda variopinta de bichos raros y chiflados en internet, que alegan que los ataques terroristas al World Trade Center fueron, en realidad, una demolición controlada, llevada a cabo en nombre de algún tipo de operación de “falso atentado.” En el 2006, él agregó para su causa su propia versión acerca de que “el combustible para avión jet no derrite las vigas de acero.” Como escribió Ahmed en un artículo para conmemorar el quinto aniversario de los ataques:

“Hay un acuerdo entre todos de que los fuegos nunca ardieron lo suficientemente calientes como para derretir las columnas de acero. Ya sea que el acero estuviera lo suficientemente caliente o no como para retorcerse, la historia oficial falla en explicar los depósitos de metal derretido encontrados después de los colapsos. Si no fueron los fuegos, ¿qué habría causado que el acero se derritiera?”

Reiterando sus intereses propios para contribuir en el movimiento de la “verdad” del 9/11, Ahmed continuó con una declaración asombrosa acerca del alegato del “combustible para avión jet.” “¿Una locura conspirativa absurda e impactante? No, en realidad. Ese es el camino fácil para salir del asunto. La validez científica de la línea de investigación [del escritor sobre la conspiración del 9/11 Steve] Jones, ha sido apoyada por diversos expertos,” a partir de lo cual procedió a nombrar una larga lista de excéntricos y chiflados que aseveran que los ataques terroristas por Al Qaeda fueron, en realidad, un trabajo interno. (Ahmed, quietamente, borró su artículo de su blog personal a fines del 2020, después que se convirtiera en embarazoso a la luz de sus ataques más recientes a la DGB, pero existe una copia archivada.)

Con una ironía no pequeña, muchos de los mismos científicos quienes frecuentemente atacan al escepticismo ante las cuarentenas, al llamarlo una posición “marginal” y “no científica,” no tienen ni el más mínimo escrúpulo en tomar sus propias pistas acerca de la DGB de una fuente inconfundiblemente marginal en sí misma. Esos desvaríos de la fuente permanecen igualmente sumidos en el mismo tipo de “locura conspirativa absurda” que él ha vendido durante décadas acerca de otros tópicos.

Lamentablemente, varias figuras científicas distinguidas de las profesiones de la epidemiología y salud pública, han decidido apropiarse y adoptar como suyo propio el estilo paranoico de Ahmed y del Byline Times, ahora que su escritor estrella ha cambiado el foco de su atención lejos del Edificio 7 del World Trade Center y hacia cualquiera que se atreva a cuestionar la eficacia de las cuarentenas por el Covid-19. El resultado inmediato es tanto cómico a la vez que horroroso, aunque el daño verdadero a la epidemiología se desarrollará en los años venideros. La investigación científica ha sucumbido ante una proliferación de charlatanes en la torre de marfil.

Phillip Magness es investigador sénior en el American Institute for Economic Research. Él tiene un PhD y una Maestría en Asuntos Públicos de la Escuela de Política Pública de la Universidad George Mason, y una licenciatura de la Universidad de St. Thomas (Houston). Antes de unirse a AIER, el Dr. Magness pasó una década enseñando política pública, economía, y comercio internacional en instituciones que incluyen a la American University, la Universidad George Mason y Berry College. El trabajo de Magness comprende la historia de los Estados Unidos y del mundo Atlántico, con especializaciones en las dimensiones económicas de la esclavitud y la discriminación racial, la historia tributaria, y las mediciones de la desigualdad económica en el tiempo. También, mantiene un interés activo en la investigación de la política de la educación superior y la historia del pensamiento económico. Además de su labor académica, los escritos populares del Dr. Magness han aparecido en numerosos medios, incluyendo el Wall Street Journal, el New York Times, Politico, Reason, National Review, y la Crónica de la Educación Superior.

Traducido por Jorge Corrales Quesada