Me acuerdo cuando era joven estudiante de economía y se comentaba mucho de cómo la ayuda externa resolvería casi por sí sola los problemas económicos de los países subdesarrolladas beneficiarios potenciales de esas ayudas.

5 EJEMPLOS HISTÓRICOS DE ESFUERZOS DE AYUDA EXTERNA QUE HAN FRACASADO

Por Orestes R Betancourt Ponce de León
Fundación para la Educación Económica
Domingo 6 de junio del 2021

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Esfuerzos bien intencionados de ayuda internacional han existido por siglos. Igualmente, lo han sido las consecuencias no previstas.

En su ensayo de 1850, "That Which is Seen, and That Which is Not Seen" [Lo que se ve y lo que no se ve], Frédéric Bastiat explica que “En la esfera económica, un acto, una costumbre, una institución, una ley no engendran un solo efecto, sino una serie de ellos.” Las consecuencias no previstas transforman buenas intenciones en malas políticas, y uno de los mejores ejemplos de ello es la ayuda externa.

Las buenas intenciones de Mansa Musa pueden ser el primer caso en la historia de ayuda externa fracasada. Conocido como el “Señor de las Minas Wingara,” Mansa Musa I gobernó el Imperio de Malí entre 1312 y 1337. El comercio en oro, sal, cobre y marfil hizo de Mansa Musa el hombre más rico en la historia del mundo.

Como musulmán practicante, Mansa Musa decidió visitar La Meca en 1324. Se estimó que su caravana estaba compuesta de 8.000 soldados y cortesanos -otros estiman un total de 60.000- 12.00 esclavos con 48.000 libras de oro y 100 camellos, cada uno con 300 libras de oro. Para un espectáculo más grandioso, otros 500 sirvientes precedieron la caravana, y cada uno llevaba un bastón de oro que pesaba entre 6 y 10.5 libras. Al totalizarse las estimaciones, él aproximadamente transportó de lado a lado del continente africano 38 toneladas del metal dorado, equivalente hoy a las reservas de oro en el banco central de Malasia ̶ más de lo que países como Perú, Hungría o Catar tienen en sus bóvedas.

En su camino, el Mansa de Malí se quedó por tres meses en El Cairo. Todos los días, les dio barras de oro a los pobres, académicos y funcionarios locales. Los emisarios de Mansa visitaron los bazares pagando en oro con un premio. El historiador árabe Al-Makrizi (1364-1442) relata que los regalos de Mansa Musa “asombraban la vista por su belleza y esplendor.” Pero, la alegría duró poco. Fue tanto el flujo del metal dorado que inundó las calles de El Cairo, que el valor local del dinar de oro cayó en un 20 por ciento y a la ciudad le tomó alrededor de 12 años recuperarse de la presión inflacionaria que esa devaluación ocasionó.

Desde ese entonces, las consecuencias no previstas de las buenas intenciones en la ayuda externa han ocurrido una y otra vez. Abundan ejemplos históricos más recientes:

1. Durante las décadas de 1950 y 1960, bajo el programa de Alimentos para la Paz -creado por Dwight D. Eisenhower en 1954- los mercados de India, Paquistán e Indonesia tuvieron que competir con el flujo masivo de productos agrícolas donados por Estados Unidos. Las donaciones quebraron a miles de agricultores locales y por décadas restringieron el desarrollo de la agricultura en esos países.

2. En 1971, el gobierno noruego asignó $22 millones para una planta procesadora de pescado en Kenia, en el Lago Turkana, El objetivo era exportar el pescado y darle empleo al pueblo turkano, pero, ellos eran nómadas sin conocimiento o interés en la pesca. Además, el costo del equipo de refrigeración y agua potable era demasiado alto. La planta cerró pocos días después.

3. El Banco Mundial le prestó a Tanzania más de $10 millones para procesar semilla de marañón. Como resultado, para 1982 Tanzania tenía 11 fábricas capaces de procesar tres veces lo que se producía cada año. Encima de eso, en un corto tiempo, seis de las fábricas estaban ociosas y en necesidad de piezas de repuestos y las otras cinco estaban operando a menos de un 20 por ciento de su capacidad. Para Tanzania era más barato enviar sus semillas de marañón sin procesar a la India, para que allá fueran procesadas.

4. En 1995, durante la guerra civil en Sudán, la Solidaridad Internacional Cristiana empezó a pagar entre $100 y $50 como rescate por esclavos dinka capturados en el sur del país. Se hizo más lucrativo vender esclavos para los europeos y estadounidenses bien intencionados que venderlos al Norte por $1. La dinámica de las buenas intenciones estimuló este mercado y a los esclavistas para tener más cautivos.

Además de los problemas de las consecuencias no previstas, está el problema de los incentivos de las mismas organizaciones que trabajan en el sector de ayuda internacional. En el 2019, Devex publicó la serie investigativa “¿Qué salió mal?

Esta organización -que es la plataforma de comunicaciones y mayor proveedor de contratación de servicios para el sector del desarrollo internacional- reportó cómo, tan sólo en Kenia en los últimos 10 años, fracasaron alrededor de 22 proyectos en casi todos los sectores “incluyendo salud, educación igualdad de género, vivienda y adaptación al cambio climático.” Devex llega a una conclusión clave acerca de por qué esos errores se repiten: “En una industria que tiende a recompensar las buenas noticias con más financiamiento, las organizaciones de ayuda pueden ser reacias a admitir las limitaciones de los proyectos o, incluso peor, el fracaso del proyecto.”

Entonces, ¿funciona esta ayuda de buen corazón para el desarrollo internacional? En contra del argumento de Jeffrey Sachs a favor de aumentar el gasto en ayuda externa, el economista William Easterly afirma que “Occidente ha gastado $2.3 millones de millones en ayuda externa durante las últimas cinco décadas (…) tanta compasión bien intencionada no ha dado resultados para la gente en necesidad.”

Aunque muchos como Bill Gates piensan que la ayuda externa es incuestionablemente buena, el flujo de capital de países desarrollados básicamente alimenta la corrupción de gobiernos receptores y disminuye la rendición de cuentas de estos gobiernos para aquellos en mayor necesidad. Lo que es peor, pospone las reformas necesarias para que esos países se integren al comercio mundial mediante instituciones sólidas y economías libres de cargas burocráticas. Después de todo, ¡esa es la mejor forma de lograr el progreso!

Las agencias de desarrollo internacional parecen estar concientizándose del impacto de las consecuencias no previstas. No obstante, eso no es suficiente. La Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno de Estados Unidos (GAO por sus siglas en inglés) reportó que, en el 2015, seis importantes organizaciones consideraron los efectos colaterales no previstos en sólo, aproximadamente, el 28 por ciento de las evaluaciones de sus proyectos de ayuda externa.

Muy a menudo, las consecuencias no previstas terminan destruyendo las buenas intenciones de quienes olvidan lo que es visto y lo que no es visto, como escribió Frédéric Bastiat. Por desgracia, como dijo Milton Friedman, “uno de nuestros mayores errores es juzgar las políticas y programas por sus intenciones y no por sus resultados.”

No es un asunto de abandonar la solidaridad, sino de aprender y llegar a ser más efectivos en la noble tarea de ayudar a quienes más necesitan.

Orestes R Betancourt Ponce de León tiene una maestría en administración pública del Instituto de Estudios Internacionales Middlebury. Fue antes interno de investigación en el Instituto Cato y actualmente se especializa en el sector del desarrollo internacional.

Traducido por Jorge Corrales Quesada