Es posible que prontos se termine el sainete y de alguna forma que salga electo otro marxista como presidente del Perú. A esos resultados están expuestas las democracias liberales. A diferencia de lo que pasa luego de que asumen el gobierno por primera vez, en países, socialistas, como ahora Cuba, Venezuela y actualmente Nicaragua, ya no habrá más elecciones y, si las hay, simplemente son un espectáculo arreglado por el control gubernamental de todo el proceso electoral, para asegurar el “triunfo abrumador” del tirano socialista de turno.

¿QUIÉN GANÓ REALMENTE LA ELECCIÓN PRESIDENCIAL EN PERÚ?

Por Álvaro Vargas Llosa
Independent Institute
Lunes 21 de junio del 2021

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Probablemente nunca sabremos cuántos votos obtuvo Keiko Fujimori en una de las elecciones presidenciales más polarizadas en la historia reciente de Perú y si su rival, Pedro Castillo, quien parece estar cerca de ser declarado ganador por el cuerpo electoral del país, habría obtenido la mayoría de votos en ausencia de irregularidades que son objeto de intensa disputa.

La candidata pro empresa privada por tercera vez, e hija del encarcelado anterior hombre fuerte Alberto Fujimori, va detrás de Pedro Castillo, candidato gallo tapado que admira a los autócratas socialistas de América Latina y que fue ubicado a la cabeza de la papeleta por el líder de una organización marxista-leninista que no pudo hacerlo para sí mismo por razones legales, por un margen estrecho en una contabilización de votos que se ha convertido en un drama de alto nivel desde la elección del 6 de junio.

En juego está el futuro de un país de 33 millones de personas, que hasta hace poco era el favorito de inversionistas extranjeros y objeto de alabanza internacional por haber reducido la pobreza del 58 por ciento al 21 por ciento entre el 2004 y el 2018, por medio de políticas amistosas hacia el mercado y disciplina fiscal y monetaria. En los últimos años, el crecimiento económico se ralentizó debido a la ausencia de nuevas reformas, instituciones frágiles, divisiones políticas que vieron a varios presidentes ser derrocados, y la pandemia, que ha matado a 190.000 personas y sacado de la clase media a un diez por ciento de la población, elevando en un 50 por ciento el número de peruanos en pobreza. Este contexto alimentó el surgimiento meteórico de Castillo, cuyo discurso anti sistema y afiliación marxista-leninista lanzó hacia el bando de ella a millones de votantes que previamente se habían opuesto a Fujimori, dando lugar a una elección profundamente disputada, en donde ella tuvo que jurar públicamente que respetaría la constitución y pidió perdón por su conducta política de años recientes, en particular, el obstruccionismo que su partido, que tenía una mayoría en el Congreso, practicó contra el poder ejecutivo.

En la noche de la elección, en una encuesta a la salida de urnas, una muy respetada institución le dio a Fujimori una pequeña ventaja, que posteriormente se revirtió en un conteo rápido, una técnica basada en una muestra de resultados reales. Pronto empezó a parecer que la organización de Castillo, Perú Libre, había montado una operación bien aceitada para negarle muchos votos a Fujimori, quien alegó fraude. En el Sur, en donde el apoyo para Fujimori es pequeño, ella no fue capaz de poner partidarios en el sitio en muchos centros de votación. La organización de Castillo se involucró en varias prácticas irregulares, en un número no determinado de lugares de votación sin oposición de representantes de Fujimori. Estas incluyeron suplantar los miembros oficiales de las juntas responsables de cada sitio de votaciones, falsificar firmas y controlar los recuentos, que en varios lugares de votación le dieron a Fujimori cero votos, a pesar del hecho de que, en la primera ronda de elecciones, ella y otros partidos que la apoyaron en la elección previa, habían obtenido votos.

En Lima y el Norte, entre tanto, en donde al apoyo a Fujimori era fuerte, los representantes de Castillo desafiaron los cortes de votos oficiales en numerosos sitios de votación, en donde ella ganó por un amplio margen, asegurándose que esos votos serían retirados de la medición general hasta que hubiera una revisión ulterior por cuerpos electorales especiales.

Ambas prácticas (las antes mencionadas en el Sur y los votos desafiados en Lima y el Norte) bien pueden haber afectado el resultado del conteo rápido, que se basaba en cortes de votos no desafiados en los sitios de votación, y, más importante, en el resultado del conteo nacional general.

Fujimori le pidió al tribunal electoral que revisara cientos de miles de votos, pero, en una movida altamente sospechosa, después de decidir extender el límite de tiempo para que la evidencia fuera presentada, sus miembros revirtieron su decisión, asegurando que sólo un número pequeño de votos sería revisado. Dado que Castillo va adelante de Fujimori por sólo poco menos de cincuenta mil votos en una elección en donde cada candidato oficialmente ha obtenido casi nueve millones de votos, la decisión asegura que nunca sabremos en realidad cuántos votos obtuvo Fujimori.

El resultado es un país profundamente fracturado y el verdadero riesgo es que Castillo, si es confirmado, mantenga su promesa de reemplazar al Congreso electo con una asamblea constituyente que escriba el tipo de constitución de la Venezuela de Hugo Chávez, el Ecuador de Rafael Correa y la Bolivia de Evo Morales, que para ellos en su momento escribieron sus títeres políticos, y convertir a Perú en una economía socialista, controlada por el estado.

Álvaro Vargas Llosa es compañero sénior del Independent Institute. Sus libros con el Independent Institute incluyen Global Crossings, Liberty for Latin America, y The Che Guevara Myth.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.